Elecciones intermedias 2021: rupturas y definiciones

Ha pasado medio siglo desde que el gobierno mexicano reprimió a los estudiantes el 10 de junio de 1971. Cinco décadas después la situación es tan diferente que parecería que hablamos de otro país. Un gobierno con intencionalidad popular encarna la voluntad de cambio y recoge los agravios, reconociendo la vena autoritaria que habitó al Estado en el pasado. Del otro lado, partes significativas de los grupos “medios” de la sociedad, que han eludido el empobrecimiento han pasado de la veta libertaria y de avanzada, ha ser un dique del cambio

50 años después todo es distinto, la represión no es ya una estrategia de disolución de los grupos opositores, hay una apertura periodística que le permite a los medios de comunicación expresarse en contra del gobierno y se alienta la participación de los ciudadanos en los ejercicios democráticos y, sin embargo, la sociedad parece estar desconcertada ante la opción popular.

Mucho de estas diferencias se han manifestado el pasado 6 de junio. Se trató de unas elecciones intermedias donde la nota ha sido más la disputa por la “narrativa”, que por los hechos mismos. ¿Qué podemos decir este proceso que parece confirmar significativas continuidades al tiempo que evidencia rupturas? ¿Qué elementos constantes se verifican en la cultura política de un país que vive parte de su tiempo político sexenalmente? ¿Qué novedades hay en el evidente cambio de escenario y de toma de postura de los grupos políticos?

Recordando a Lenin podemos volver a afirmar que en la aritmética política, los números no cuentan igual. Declarar victorias o derrotas, es tan prematuro, como absurda la solidez de esas nociones. Sólo en la mente de los científicos sociales más anquilosados existe el “ceteris paribus” (“si todo sigue igual”). Justamente, la política es el terreno donde todo cambia y todo se mueve. Decretar el revés para el gobierno, para una posible candidata o para la oposición, es estar fuera de tiempo. Sin embargo, la aritmética tiene una base y no podemos eludirla: números salvables, pero no para echar la casa por la ventana. El gobierno popular ha triunfado, aunque en muchas de sus victorias haya también un sabor a derrota. Más allá de casos particulares o puntuales, el ánimo general es de transformación, de avanzar con la reforma del Estado, de profundizar el apoyo a los grupos más empobrecidos, de cuestionar las rémoras del pasado. Hay grupos que han marcado disputa y militan, fervorosamente, en contra del gobierno popular, por convicción, por desorientación o por interés económico: es lo más normal en un proceso de cambio como el que vivimos.

Fortuna y virtud, son los componentes para los tiempos de la política. La virtud del presidente ha sido encarrilarse en un proyecto de modificación de las relaciones entre Estado y sociedad, pese a quien le pese, va adelante, dando tumbos, a veces más claro y a veces retrocediendo. La fortuna ha sido que la oposición, a pesar de estar envalentonada, no tiene prestigio, no tiene proyecto y de a poco, será dividida por la acción del gobierno. La continuidad que se mostró en las elecciones permite imaginar una voluntad más férrea de acelerar el cambio. Las rupturas son un llamado de atención, los grupos adversos están reaccionando, se mueven, se organizan, votan con el intestino, pero votan.

Invitamos a las y los lectores de Intervención y Coyuntura que han participado en alguna medida de la batalla de las elecciones intermedias, a que constribuyan exponiendo sus opiniones de aquello que nos dejan estas elecciones.

El horizonte sombrío del Halconazo está lejos en nuestra historia, la impronta fascista se ha trasladado de los órganos podridos del otrora Estado autoritario hacia grupos de la sociedad que, afectados por la 4T, no dudarán en recurrir a cualquier artimaña, harán política de todo tipo: entre las elites, de forma primitiva, usando estrategias de boicot y se movilizarán también. Ante ello, es necesario recurrir a lo mejor que tiene la 4T: el voto popular anclado en su inclinación y aspiración de condiciones igualitarias para todos.

Por nuestra parte, no nos intimida el distanciamiento de ciertos grupos sociales. Al contrario. Hoy más que nunca es posible y necesario activar una política plebeya que desplace los horizontes neoliberales del progresismo que entrega derechos y deja franjas de mercantilización brutales. Frente al zarpazo clasista de los empresarios y las clases medias, lo plebeyo como horizonte, programa y cultura. Si la 4T es posible es porque lo plebeyo habita en el corazón de lo nacional-popular.