Elecciones intermedias, la historia como “maestra” y los ritmos de la transformación ¿Qué sigue para la 4T?

CE, Intervención y Coyuntura

¿Qué esperar después de este 6 de junio de 2021? ¿Que se encienda el acelerador de la transformación o se suscite un freno, que convoque a elegir mejor los caminos a transitar?

Para nadie es un secreto que, independientemente de los resultados, esta elección tiene un tono inesperado y en cierto punto inédito: la famosa disputa en clave de referéndum sobre el futuro de la 4T marca toda la elección y coloca una sombra sobre los procesos locales con sus dinámicas propias. Todo es en contra o a favor de la transformación encabezada por el presidente.

No es la primera vez que estamos frente a una disyuntiva similar, aunque con lejanía en el tiempo. Es por ello que no es extraño que AMLO tenga una concepción de la historia como “maestra de vida”. “El sabe lo que pasará porque ya pasó”, comenta Carlos Illades sobre la ideología del presidente, como si el conocimiento de la historia alumbrara el camino y asegurara el éxito. Y es cierto que AMLO posee esta concepción y es cierto, también, que más que una receta es una buena guía para entender cómo se ha comportado la cultura política de la nación: la historia enseña, porque es brújula.

Así, creemos que el presidente no está equivocado en ese punto. Pensamos desde Intervención y Coyuntura que se vislumbra un escenario parecido al del periodo cardenista. La posibilidad de una aceleración de las transformaciones puede dejar una polarización amplia –y no lo que ahora se denomina como tal. Lázaro Cárdenas la enfrentó, en diversos momentos, contra Plutarco Elías Calles, con los grupos fascistas que comenzaban a fortalecerse con su retórica anti comunista, las presiones de grupos empresariales nacionales y extranjeros, las tensiones con los Estados Unidos, etc; escójase una perspectiva y se podría ver que el gobierno del michoacano atravesó por muchas vicisitudes, mismas que para 1938 condicionaron el terreno sobre el cual se daría la sucesión presidencial y la disyuntiva entre Francisco J. Múgica y Manuel Ávila Camacho. En ese adverso contexto, el michoacano aceleró la transformación ante la imposibilidad de continuar su proyecto, construyendo lo más que pudo con la finalidad de sentar ciertas bases.

En la perspectiva de tomar las lecciones de estos episodios y siguiendo las tendencias de la coyuntura actual, lo que pensamos es que podrían darse dos grandes escenarios.

Por una parte,“acelerar la transformación tiene su lado deslumbrante: el gran proyecto de reforma de las relaciones entre el Estado y la sociedad, una remodelación completa de este vínculo, en sus términos de convivencia y de las formas de operar su relación. Se trataría del cambio del régimen político en su totalidad, imposibilitando una restauración completa de un viejo régimen. Colocar el pie en el acelerador implicaría, después de junio de 2021, la transformación más radical desde 1938. Ello tiene sus consecuencias: el incremento de la oposición y una verdadera y significativa polarización rumbo al 2024, se elegiría transitar el empedrado camino de la confrontación, el escalamiento de los enfrentamientos con empresarios y medios de comunicación. La modificación acelerada de todo aquello que se pueda modificar, sellaría el destino de otras batallas que en lo inmediato no aparecen como las más urgente. El acelerador, para la 4T, significaría la modificación de una porción pequeña del orden existente, pero lo haría de manera radical.

Sin embargo, no todo es acelerar o frenar, pues no sólo se trata de llegar a un destino, sino de las condiciones en que lo hacemos y de poder elegir mejor los terrenos por los cuales transitar. Saber que, efectivamente, no todo en el “elefante reumático” puede ser reemplazado, pero sí modificado. Ello implicaría aceptar que los mediadores pueden ser molestos, pero que es necesaria su presencia; que a los organismos autónomos hay que quitarles poder e influencia, pero que no dejarán de existir de la noche a la mañana; que la autonomía del Banco de México es un lastre, pero que en los tiempos económicos mundiales hay que darle su respeto; entre otras decisiones. En definitiva, que la arquitectura del Estado puede ser modificada de manera exitosa si se hace la remodelación de manera cuidadosa. Esa elección abriría la posibilidad para que en un tiempo más o menos corto se afronten algunos de los desafíos más importantes que ahora aparecen como horizonte no inmediato: la reforma fiscal, la despenalización del aborto, la reforma de justicia; entre otros. Ello implicaría una transformación lenta de una porción más amplia del sendero por el cual se transita, evitando los grandes daños y los escenarios catastróficos.

La forma que toman estas dos opciones son excluyentes. O se apuesta por una profundización en determinados aspectos o se busca abarcar un espacio más amplio. No es una cuestión de voluntarismo, sino de relación de fuerzas. El 6 de junio es una de las formas en las que se expresa esa relación, pero no más que eso. El tablero de los llamados “pesos” y “contrapesos” es mas amplio que estas elecciones intermedias, y algunas de sus piezas son el lugar que ocupa el ejército, la posición de los grandes capitales, las modificaciones en la arena mundial tras la pandemia, la emergencia de las hasta ahora ausentes movilizaciones de forma independiente (ya no frente al Estado, sino independientes de la oposición que representa el PRIANRDMC) o bien, que las existentes asuman proporciones más amplias que ahora no poseen.

En la aritmética política los números no cuentan igual, recordaba Lenin. Sumas y restas tienen un carácter diferido y por momentos enigmático ¿Vale la pena con estos números profundizar en segmentos clave o es mejor avanzar amplios terrenos a un ritmo más lento? ¿Es preferible un enfrentamiento directo con los grandes poderes o es mejor seguir negociando para avanzar en eslabones decisivos? ¿Es adecuada una situación de radicalización de los extremos o es mejor controlar a las fuerzas de la oposición? Es esta una ecuación, propia de esa aritmética política, que será resuelta en los hechos próximos. De cualquier forma y posible escenario, algo se ha movilizado en el suelo profundo de la sociedad y echarlo para atrás, como aspiran los oligarcas, no será fácil. Un nuevo escenario se ha tejido en tres años de la 4T y lo avanzado en términos de la democratización popular es una adquisición irrenunciable.