A 500 años de la caída de Tenochtitlán. Colonización y resistencias en América
1519 y 1521, además de ser marcadores temporales para el relato de la historia, han funcionado como elementos simbólicos de la fundación del poder colonial en el territorio renombrado como el “Nuevo Mundo”. A partir de entonces las descripciones de lo que era y no era América, sus pueblos, sus lenguas, sus creencias o sus formas de organización fueron determinados desde principios clasificatorios sostenidos en la filosofía y en la historia de los colonizadores. En ese sentido, la historia de la invasión narrada como “descubrimiento y conquista de América” requiere una relectura crítica. La colonialidad, producto de la invasión, impuso una serie de identidades desestructuradas que partieron de la dicotomía impuesta que proyectaba un supuesto pasado asociado al atraso, a lo salvaje y a lo bárbaro frente a lo moderno y a lo civilizado definido desde Occidente.
Los aniversarios y conmemoraciones pueden cifrarse en tonos festivos y celebratorios y, al mismo tiempo, detonar los más agrios clamores, pero las conmemoraciones concentran las miradas y movilizan renovadas posibilidades para pensar no sólo el acontecimiento rememorado sino la relación entre política y tiempo o, entre política y pasado. Este año se cumplen 500 años de un largo proceso de colonialidad que no ha concluido. Desde diversas disciplinas, las lecturas críticas en nuestra América han ido desmontando la historia idealizada y difundida desde la pretendida universalidad eurocentrista. En ese sentido, el contenido del Dossier “A 500 años de la caída de Tenochtitlán, Colonización y Resistencias en América”, recupera diversas aristas de un proceso que lejos de acabar, se fue readaptando con el tiempo. Los trabajos que reunimos aquí permiten ampliar y profundizar los mecanismos y consecuencias de la colonización, además de repensar las diversas resistencias que se vivieron.
Tres ejes articulan los distintos trabajos. Por un lado, se encuentran las aproximaciones filosóficas de Mario Ruiz y Enrique Tellez que abrevan de las propuestas de Enrique Dussel. Por otro, los estudios de Itzá Eudave, Guy Rozat y María Jesús Benites cuestionan los modelos narrativos coloniales a través del análisis de distintas obras producidas en el contexto de conquista tanto en la Nueva España como en el Perú. Con el énfasis puesto en las relaciones establecidas entre los conquistadores y diversos grupos de indígenas Misael Chavoya y Crsitina Ríos recuperan la agencia política de los indios o de las mujeres en distintos contextos. Por otro lado, Gonzalo Amozurrutia critica los supuestos coloniales que se reproducen en el racismo contemporáneo. Finalmente, a través de una crítica a los conceptos y las estructuras en las que se sustenta la continuidad de la dominación colonial, Diana Roselly aborda el problema de la descolonización de los estudios coloniales.
A través del análisis puntual de algunos ejemplos de la obra de Fray Bernardino de Sahagún, Itzá Eudave analiza ideas y modelos del imaginario occidental que fueron trasladados para describir los territorios y la naturaleza. Apunta que esta narrativa, establecida como fuente de conocimiento respecto al ser y estar de los antiguos indígenas, dio fundamento a un sistema de vida basado en la clasificación y racialización. A partir de ello se pregunta por qué repetimos historias imaginarias que han transmitido un mismo modelo de poder colonial funciona desde hace cinco siglos en América.
En su texto El escenario natural y moral de la conquista espiritual del jesuita Pérez de Ribas, Guy Rozat, reflexiona en torno al proceso de conquista y colonización al norte del territorio, develando que la narrativa describe al pueblo yaqui, sin considerar su alteridad y su profundidad histórica. Muestra el proyecto de evangelización como parte de un etnocidio que “necesita de esa construcción anterior del bárbaro absoluto para justificar la pseudo redención”.
Por su parte María Jesús Benites, recupera los conflictos y problemáticas vividas en el territorio inca a la llegada de los europeos y retoma un documento que interpela al mundo colonial y permite repensar el proceso de conquista y colonización al sur de nuestra América. Así, presenta a la Instrucción del Inca Don Diego de Castro Titu Cusi Yupanqui como un texto que se opone al proceso discursivo e institucional que sostiene la lógica colonizadora y da lugar a la “voz indignada” que lucha por restablecer el pasado indígena y recuperar la armonía desgarrada.
En otro momento, Misael Chavoya desafía la construcción amorfa y sin temporalidad interna de la Conquista que la reduce a la caída de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521. A contrapelo de las explicaciones generalizadoras se enfoca en el análisis de la interacción entre europeos y americanos en la Mixteca Alta. Dadas las condiciones de esta región, Chavoya apunta que los vínculos entre gobernantes indios y españoles se dieron, salvo excepciones, a partir del mutuo reconocimiento y la negociación, por lo que durante los tres siglos de dominio español no se suscitaron levantamientos armados y, en amplias regiones, el control español fue muy débil o incluso inexistente.
Por su parte, María Cristina Ríos recupera la lucha de las primeras educadoras llegadas a América en el siglo XVI y destaca la Resistencia política de las primeras beatas en los recogimientos de niñas nahuas quienes a pesar del contexto y de la estructura de los poderes coloniales, lograron “convertirse en sujetos políticos a través de la escritura”, confrontando a los oidores y al clero regular, siendo difamadas y acusadas de “alumbrismo”.
Desde una perspectiva filosófica y a partir de la lectura propuesta por Enrique Dussel desde 1992, Mario Ruiz Sotelo propone analizar las consecuencias de la interpretación que se tiene del hecho. Reitera la necesidad de considerar a 1492 como el inicio de la Modernidad, y con ella, el encubrimiento del Otro. A través de los postulados de Dussel deja asentada la urgencia de negar esa negación para formular una perspectiva Trans-moderna superadora de la dicha lógica.
En consonancia con las reflexiones anteriores, Enrique Téllez Fabian, se centra en desmenuzar los orígenes de la Modernidad Temprana, a través del eurocentrismo que comienza con la conquista americana y se reformula a lo largo de cinco siglos . Señala que la importancia de ubicar la conquista de América como parte de esa modernidad , radica en “reconocer que el orden vigente actual es una prolongación del orden colonial”.
Por otra parte, profundizando en otros temas derivados de la conquista, Gonzalo Amozurrutia hace una crítica a dos de las posiciones que derivaron de la exigencia del presidente Andrés Manuel López al rey de España y al papa para que se disculparan por la Conquista de 1521. A partir de los prejuicios y equívocos que subyacen tanto a la exigencia como a las posturas sobre la legitimidad de esta demanda, Amozurrutia traza algunas de las rutas indispensables para liquidar el problema del racismo anti-indígena que sigue caracterizando a la sociedad mexicana.
Finalmente, para cerrar este Dossier, un trabajo en el que se propone poner nuestra atención en la resistencia como contrapunto a la continuidad de los discursos históricos triunfalistas y legitimadores de la dominación colonial y en contra del silenciamiento de lo colonial como categoría de análisis histórico, Diana Roselly Pérez, propone descolonizar la historia colonial desde las fronteras. Para ello considera necesario presentar las fracturas del orden impuesto no sólo en términos territoriales sino en el seno mismo de su matriz civilizatoria para cuestionar la idea de un imperio homogéneo y todopoderoso que ejerce el poder sobre los territorios, los cuerpos y los saberes de los colonizados.
Las historias oficiales de la conquista y la colonización han dejado fuera y al margen muchas otras historias de sujetas y sujetos no incorporados, identidades de pueblos/culturas que varían de acuerdo con las fronteras físicas y mentales que se forjaron a partir del largo proceso de colonización. La imposición de un modelo de vida sostenido en las ideas de modernidad/colonialidad gestó nuevas identidades y posibilitó diversas resistencias al poder colonial.
Repensar, desmenuzar y reinterpretar el discurso hegemónico de las historias relacionadas con la conquista y colonización del continente es una tarea permanente que se nutre de la urgencia por descolonizar los conocimientos y las presumidas “verdades” que se impusieron desde los discursos y lógicas coloniales. Las contribuciones que forman este Dossier tienen como hilo conductor el propósito de desmontar la historia de la Conquista, analizar los mecanismos y consecuencias de la colonización y de repensar las diversas resistencias.