La americanización de la modernidad ha implicado que el aspecto más retrogrado de la modernidad haya cobrado relevancia a partir de la vuelta de siglo, y que a partir de ahí, la ofensiva ultra conservadora se haya reposicionado a nivel global. Aunque América Latina ha contenido por momentos el embate de la americanización de la modernidad, no hay saldo indemne de tal batalla. El avance del proyecto colonizador cultural de dicho proceso civilizatorio, ha continuado a tal punto que no hay fenómeno cultural que no esté codificado en nuestros días por las empresas de la industria cultural global. En el terreno político la mezquindad, con la cual las clases medias han reaccionado frente a los proyectos de la izquierda latinoamericana, nos habla de que las oligarquías locales están dispuestas a luchar porque nada cambie en el terreno de la democratización, no sólo del excedente, sino del poder político en su conjunto. La irrupción de los sectores populares en la política estatal, ya sea mediante políticas sociales, o en algunos casos, encabezada por algún gobierno, es asumida por los sectores conservadores como una afrenta al modo der ser de un mundo que consideran únicamente de su propiedad.
La empresa de la americanización de la modernidad implica una homogeneización del mundo que pone en el centro de las disputas políticas los temas de la identidad y su conexión con el despliegue de la mercantilización de los mundos y formas de vida distintas al capital. Por ello, modernidad y capitalismo no tienen problemas en mostrar la diferencia y la diversidad como signos del cosmopolitismo y la multiculturalidad, pero chocan y se desquician cuando esa diversidad se asume como auto regulación de los recursos y los productos que se generan territorialmente. El tema de la identidad visto de esta manera esta indistintamente relacionado con la democratización del poder.
Los efectos del colonialismo que genera la americanización de la modernidad intervienen en todos los planos de lo social, por ello, los efectos de este proceso no pueden verse como contrapuestos a la colonialidad, pero tampoco se puede renunciar a una consideración del colonialismo global. Es decir, la dialéctica de la heterogeneidad del colonialismo, opera tanto en el nivel micro, de las relaciones intersubjetivas, que se expresa en la manera en la cual no solo los pueblos sino los grupos sociales se desarrollan, y también en la manera en la cual el sistema interestatal es doblegado por los grandes capitales para beneficiarse de los recursos y los productos y la fuerza de trabajo de cada territorio.
En este contexto de crisis de la americanización de la modernidad la obra de Frantz Fanon adquiere una importancia radical. Ya que nos permite desenmascarar la falsedad de las identidades que han sido siempre impuestas como la artificialidad misma de la vida moderna. Esta artificialidad lleva a que la misma desmesura de la americanización ponga en jaque a los mitos fundamentales de la modernidad: el humanismo, la democracia, la identidad, naturalización del mercado, la política, la razón. No basta con reconocer esta crisis, indudablemente, no basta con saber que ella existe, hace falta combatirla y hace falta siempre confrontarse con los límites propios de ese combate. Nos lo decía Fanon, también: “¡Oh, cuerpo mío, haz de mí siempre un cuerpo que interrogue!”.
Pero, Fanon no solo nos permite vislumbrar los elementos de la desestructuración dicha artificialidad, también nos convoca a pensar las posibilidades de la creación de un mundo distinto. Por ello, si bien la vida no le alcanzo para plantearse las posibilidades de una política afirmativa, las precauciones de Los condenados de la tierra, debemos verlas como una política negativa que daba pautas para ir construyendo de nueva cuenta el mundo a partir de lo que habría que evitar: la cosificación de poder político, la cosificación de la identidad, la alienación de la política representativa, la tentativa autoritaria del control social.
Releer a Fanon más allá, de los diversos fanonismos se nos hace una tarea necesaria, porque el nombre mismo de Fanon es un campo de disputa. Por ello, en este sentido el tema de la identidad, de lo nacional y de la democratización del poder siguen siendo demás urgentes para replantear un horizonte emancipador en América Latina. Si bien las coordenadas en las que se mueve nuestra región son distintas a otras latitudes hace falta plantear la necesidad de romper amarras con la americanización de la modernidad. En este sentido, el antiimperialismo de Fanon es otro elemento que no esta tan desfasado como algunas posturas políticas puedan afirmar.