Te debo una explicación: Graeber y Marx sobre las historias de origen

Jason Read

Traducción: Javier Sainz Paz y Jaime Ortega

La historia de la llamada acumulación originaria es bien conocida por los lectores de Marx. Esta historia fue la forma en que la economía política entendió los orígenes del capitalismo, explicando cómo el mundo fue dividido entre trabajadores y capitalistas. Aquella historia evoca la fábula del saltamontes y la cigarra, entre aquellos que ahorran y aquellos que despilfarran, aunque Marx le da un giro literario diferente. Como escribe Marx:

“Los orígenes de la primitiva acumulación pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del pasado. En tiempos muy remotos –se nos dice–, había, de una parte, una minoría trabajadora, inteligente y sobretodo ahorrativa, y de la otra un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuánto tenían y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original teológico nos dice que el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su frente; pero la historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se explica que mientras los primeros acumulaban riquezas, los segundos acabaron por no tener ya nada que vender más que su pellejo”.[ii]

Marx sostiene que esta historia es inadecuada para explicar el origen del capital. Para aquellos que sólo poseen su fuerza de trabajo para vender, no es suficiente ahorrar dinero, porque la acumulación en nada sirve para los que solo tienen su fuerza de trabajo para veneder. Para conseguir trabajadores, una gran población debe ser despojada de los medios de producción, despojada de la tierra y de los bienes comunes. El origen del capitalismo no es una historia moral de ahorro, sino una sangrienta historia de expropiación; una historia que abarca la esclavitud, el colonialismo e incluso la reforma protestante.

Marx terminó primer volumen de El capital con esta crítica y David Graeber abre su libro, Debt: The first 5,00 Years[iii] con una crítica a otra fábula contemporánea que alude al origen del dinero. Esta historia, que puede ser rastreada hasta Aristóteles, comienza con una economía basada en el trueque, pero, como puede decir cualquiera que haya llevado su vaca al mercado y vuelto con frijoles mágicos, el trueque es increíblemente inconveniente. El dinero, afirma la historia, surge para resolver las deficiencias del trueque, la dificultad de llevar objetos al mercado y reducir el tiempo que pasamos esperando a alguien que tenía lo que uno deseaba y a alguien que deseara lo que uno tenía. Más importante aún, el dinero es un asunto de iguales, basado únicamente en la conveniencia y el interés. Es por eso que esta historia es tan popular entre Adam Smith y los libros de texto contemporáneos de economía.

Graeber considera que hay algo erróneo en esta historia: nunca sucedió. Utiliza una gran cantidad de evidencia arqueológicas y antropológicas para argumentar que esta delicada transición del trueque al dinero nunca existió. Toda esta evidencia histórica toma sustento en un simple problema: el trueque presupone una tipo de sociabilidad entre personas que están completamente desconectadas, sin vínculos y enfrentadas en un conflicto directo. Marx diría que ello presupone sujetos burgueses, sujetos conectados solo por el interés propio. Lo que sostiene Graeber es que la historia, o más bien la antropología, ha documentado todo tipo de formas en las que circulan los bienes, en las que también circulan lazos de todo tipo, tanto amistades como deudas.

Graeber da más crédito (en realidad no sé si pretendí, o no, ese juego de palabras) a una versión diferente del dinero: la teoría de la deuda primordial, que sostiene que el dinero surgió de los impuestos, de la necesidad del Estado de generar dinero. Esta teoría comienza no con una equivalencia, sino con una asimetría fundamental que a menudo esta fundada en la religión, en el sentido de deuda con el mundo. (Los lectores de Deleuze y Guattari reconocerán gran parte de este énfasis en la deuda primordial que atraviesa El Anti-Edipo y las Mil Mesetas).

Graeber resume esta dicotomía de estos dos puntos de vista de la siguiente manera:

“Se trata de una gran trampa del siglo XX: por un lado está la lógica del mercado, en la que nos gusta imaginarnos que comenzamos como individuos que no deben nada a nadie. Por el otro lado está la lógica del Estado, donde todos comenzamos con una deuda que nunca podemos pagar del todo. Se nos dice continuamente que son opuestos, y que entre ellos se contienen todas las posibilidades humanas reales. Pero es una falsa dicotomía. Los Estados crearon los mercados. Los mercados necesitan Estados. Ninguno puede continuar sin el otro, al menos, de manera parecida a las formas en que los conocemos hoy en día”.[iv]

Lo que ilustran estas dos cuentas es que la deuda es siempre una combinación de igualdad y jerarquía. La falsa dicotomía de la cuenta de los orígenes del dinero los presenta como alternativas, pero eso pasa por alto el hecho de que siempre están entrelazados en la deuda. Para citar a Graeber nuevamente:

“La deuda es algo muy específico, y surge de situaciones muy específicas. En primer lugar requiere una relación entre dos personas que no se consideren seres fundamentalmente diferentes, que sean al menos potencialmente iguales, que son iguales en las cosas que en realidad importan y que no se encuentran en ese momento en un estado de igualdad, pero para los que hay alguna manera de arreglar las cosas”.[v]

Graeber dedica gran parte del libro a analizar la historia de esta lógica particular de jerarquía e igualdad, jerarquías que determinan quién se espera que pague sus deudas y quién puede retenerlas. Esta jerarquía continúa hasta el presente, hasta el momento actual de rescates para unos  y austeridad para otros. Sin embargo, el libro de Graeber no pretende realizar ser una historia del tema; si bien cubre los cinco mil años de deuda, la esclavitud, la estandarización del oro, el sistema fiduciario y cada de ellos es discutido,  primordialmente se les ve como diferentes transformaciones de esta lógica. A Graeber le interesa principalmente la forma en que la deuda monetizada se cruza y se separa de los lazos y obligaciones sociales.

En el centro de esta antropología se encuentra el siguiente axioma sobre la sociedad humana:

“En realidad, el comunismo es la base de toda sociabilidad humana. Es lo que hace posible la sociedad. Existe siempre la noción de que, de cualquiera que no sea un enemigo, se puede esperar que actúe según el principio de «cada cual según sus posibilidades», al menos hasta cierto punto: por ejemplo, si uno necesita saber cómo llegar a un lugar y el otro conoce el camino”.[vi]

El punto de Graeber está bien tomado, hay mucho que decir sobre este comunismo de la vida cotidiana, en la forma en que las relaciones de cooperación impregnan nuestras acciones diarias. Es importante refutar la antropología del neoliberalismo, la afirmación de que siempre y naturalmente estamos inmersos en una competencia feroz, en busca de la máxima ganancia por el mínimo gasto. Una antropología así simplemente no tiene en cuenta todas nuestras tendencias a ofrecer ayuda en distintas formas. No describe la vida diaria real, ni siquiera en el capitalismo.

Como conclusión algo abrupta, permítanme decir que emparejé a Graeber con Marx por dos razones que no tienen nada que ver con revivir algún debate entre el anarquismo y el comunismo. Primero, creo que la fantasía del trueque, del dinero que surge del trueque, es una ideología tan falsa y perniciosa como la moralización de la historia de la llamadaacumulación originaria. Estas historias son perniciosas no por lo que dicen sobre el pasado, sino por por su forma de operación en el presente. La idea moral del capitalista ahorrativo y del trabajador furtivo continúa en nuestras discusiones contemporáneas sobre los “creadores de empleo” y los perezosos receptores del desempleo, así como la idea del dinero como un factor igualitario que respalda el ideal del mercado libre como una relación social sin subordinación. La crítica de Graeber al trueque debe colocarse junto con la explicación de la acumulación originaria de Marx. Sin embargo, y esta es la segunda razón, leí la crítica de Marx a la llamada acumulación originaria para también hacer una crítica, de una explicación de la historia, basada enteramente en motivos e intenciones humanas. El capitalismo no es una cuestión de ahorro, despilfarro o codicia, es una cuestión de plusvalor, fuerza de trabajo y otras abstracciones reales. Así, el comunismo puede ser la base de toda sociabilidad, pero el capitalismo es a menudo indiferente a la sociabilidad o, peor aún, la explota.

Como tema de investigación, la deuda va y viene de lo económico a lo moral y, por lo tanto, es tentador ubicar su historia en actitudes e ideas, pero una verdadera historia de la deuda también debe examinar la estructura que es indiferente a esas ideas.

[i] “I Owe You an Explanation: Graeber and Marx on Origin Stories” fue publicado por primera vez el miércoles 21 de septiembre de 2011 en http://www.unemployednegativity.com/2011/09/i-owe-you-explanation-graeber-and-marx.html?fbclid=IwAR1-v32BtIY69TRSGVQnyA_6kFLlCy5Q3Tp5nK08LnMDXjU-hIrEXQwZomI

[ii] Carlos Marx. “Capítulo XXIV. La llamada acumulación originaria. 1. El secreto de la acumulación originaria” en El Capital I. Trad. Wenceslao Roces. México, FCE. p. 607.

[iii] David Graeber. En deuda: Una historia alternativa de la economía. Barcelona, Ariel, 2012.

[iv] David Graeber. En deuda: Una historia alternativa de la economía. Trad. de Joan Andreano Weyland. Barelona, Ariel, p. 95.

[v] David Graeber. En deuda: Una historia alternativa de la economía. Trad. de Joan Andreano Weyland. Barelona, Ariel, p. 160

[vi] David Graeber. En deuda: Una historia alternativa de la economía. Trad. de Joan Andreano Weyland. Barelona, Ariel, p. 126.