Las repercusiones económicas de la pandemia
Job Hernández
¿Cuál es el entorno económico derivado de la pandemia? El represente texto es una revisión a vuelo de pájaro de la economía a nivel mundial y nacional en este aciago 2020. Con esto buscamos una primera evaluación de las líneas de fuerza que conforman la coyuntura, a la espera de que miradas más perspicaces y profundas utilicen estos insumos para hacer un análisis preciso de la situación por la que atravesamos (inédita a todas luces). Confiamos en que un ejercicio de este tipo se conecta con la intención crítica de “captar la marcha viva de la historia” para mejorar las posibilidades de intervención política por parte de los sectores que apuntan a una transformación radical de lo existente. Y prometemos ampliar el ejercicio más adelante hacia secciones específicas de la economía que la agenda nacional e internacional vaya señalando.
I
A principios de año todo indicaba que la economía mundial se encaminaba a una recesión similar a la provocada por la crisis del 2009. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, que produjo una considerable alza de aranceles, impulsó al comercio y las inversiones a su nivel más bajo en los últimos diez años. Específicamente, las transacciones entre las dos potencias cayeron, afectando las cadenas de suministros y perjudicando a las industrias electrónica y automotriz.
Adicionalmente, surgieron riesgos financieros asociados a un alto nivel de endeudamiento en una buena parte del mundo, lo que disminuyó la capacidad de resistencia de varias economías nacionales ante choques inesperados. Para colmo de males, la caída de los precios de los productos básicos ocurrida en 2014-2016 prolongó sus efectos hasta el presente.
La suma de todos estos factores generaba una expectativa de crecimiento de 2.5 por ciento en 2020, lo que significaba la continuidad de las tendencias recesivas del año anterior cuando la economía mundial creció 2.3 por ciento. En ese contexto, para propios y extraños eran claros los límites de las políticas monetarias tradicionalmente establecidas como estímulos para la inversión, debido a la incertidumbre y falta de confianza de los inversionistas. Cada día era mayor el descontento con la calidad del crecimiento económico y las medidas para impulsarlo. En consecuencia, los organismos internacionales recomendaban sacar partido de las políticas fiscales como instrumentos anti-cíclicos aunque este margen se estrechaba cada día más por el alto nivel de endeudamiento y los considerables déficits existentes. Eran palabras sofisticadas para pedir que el Estado saliera al rescate.
Pero, aunque el riesgo de una evolución más desfavorable era latente, nadie imaginó la naturaleza y magnitud de lo que se vino encima. Si se preveía que cualquier pequeño chubasco podía agravar las tendencias recesivas, lo que se experimentó fue una auténtica tormenta. La elevación del coronavirus a rango de pandemia multiplicó las adversidades y profundizó todas las tendencias negativas. La economía mundial sufrió una fuerte contracción, el mercado laboral se deterioró sensiblemente, los precios de las materias primas –sobre todo el petróleo– disminuyeron a niveles históricos, el ambiente financiero se volvió altamente inestable, las monedas de los países emergentes se depreciaron y se elevó el grado de incertidumbre al desconocerse la intensidad y duración del choque.
Una vez que se comenzaron a implementar las medidas de confinamiento y restricción de la movilidad para enfrentar al virus, la economía mundial se desplomó y los pronósticos se ensombrecieron. Diversos organismos estiman que en 2020 la economía mundial decrecerá -5.2 por ciento y el producto per cápita lo hará en -6.2 por ciento, la cuarta mayor caída para ambos indicadores desde 1871 (sólo por debajo de las sufridas durante las dos guerras mundiales y el crack de 1929). En términos de amplitud se trata de la crisis más extensa desde que se tienen registros: involucra a 92.9 por ciento de las economías nacionales. ¡Qué hubiera dado Marx por ver esta crisis verdaderamente mundial!
Los mayores impactos los están sufriendo las economías avanzadas, sobre todo en la zona del Euro, cuyas caídas en 2020 serán mucho más severas que el promedio mundial. Sin embargo, en esta ocasión también las economías emergentes resentirán los efectos, desplomándose -2.5 por ciento. En el caso de América Latina, se calcula una tasa de crecimiento del producto de -7.2 por ciento, con Brasil como la economía más afectada (-8.0 por ciento).
No obstante, el optimismo de los organismos internacionales en una recuperación rápida y vigorosa (en forma de “V”) se mantuvo a lo largo del año. Se calcula una tasa de crecimiento de 4.2 por ciento en 2021 para el conjunto de la economía mundial, de 3.9 por ciento para las economías avanzadas y de 4.6 por ciento para los mercados emergentes. Pero esto si se cumplen puntualmente los compromisos de deuda por parte de familias y empresas, no surgen nuevas tensiones entre China y Estados Unidos, se mantiene la paz en Medio Oriente, se resuelve adecuadamente la elección presidencial norteamericana, no se agudizan las tensiones sociales derivadas de la emergencia sanitaria alrededor del mundo y, sobre todo, si no ocurre un rebrote, agravamiento o prolongación de la pandemia.
Como es sabido, en las últimas semanas ocurrió esto último en Europa. Todo indica que las economías de la eurozona experimentarán nuevos choques económicos. El resto del mundo tiene el alma pendiendo de un hilo.
II
Arrastrada por la dinámica mundial, la economía mexicana venía transitando por una etapa de débil crecimiento que ya sumaba cuatro trimestres de números negativos en marzo de 2020.
La pandemia agudizó esta tendencia al estancamiento provocando una fuerte contracción de las exportaciones (sobre todo de las automotrices) y una disminución del valor de las exportaciones petroleras derivada del desplome de los precios internacionales. A esto se sumó una caída de las ventas al menudeo, las ventas en las industrias asociadas al consumo de bienes en el mercado nacional, las importaciones de bienes de consumo, las ventas en tiendas de autoservicio y el gasto diario con tarjetas de crédito y débito (cuya disminución alcanzó el 90 por ciento en sectores como hoteles, restaurantes y vuelos comerciales). Igualmente, la inversión bruta fija decreció y la inversión en maquinaria, equipo y construcción se debilitó, incluyendo la obra contratada por el sector público.
De acuerdo con un balance de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, como resultado de la emergencia sanitaria la economía mexicana sufrió un triple choque. Por el lado de la oferta experimentó paros de la producción manufacturera y en algunos servicios, lo que puso en riesgo el abastecimiento general, el funcionamiento de las cadenas de valor y la actividad económica nacional. Por el lado de la demanda, nos enfrentamos a un menor consumo externo –sobre todo por la parálisis de la economía norteamericana–, un menor consumo nacional y una disminución de los gastos de inversión. Finalmente, en el ámbito financiero, nos afectó la menor demanda de activos de las economías emergentes que provocó flujos de salida de capitales, además que las calificadoras internacionales redujeron las notas crediticias de Pemex y el país.
El impacto de estos tres choques sobre el empleo fue mayúsculo. Se observaron fuertes disminuciones del volumen de empleo en el sector industrial y el de servicios, en tanto el agropecuario mostró mayor resistencia. Por tamaño de establecimiento la mayor contribución en la pérdida de puestos de trabajo provino de las empresas que tienen de 51 a mil empleados, mientras los más grandes y los más pequeños sufrieron caídas menores. Igualmente, la destrucción de empleo eventual urbano fue más notoria que en el caso de los empleos permanentes. En términos globales, el impacto de la pandemia fue de alrededor de un millón de puestos formales perdidos (tomando como indicador los registros del IMSS). Pero, según los datos proporcionados por la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo realizada por el INEGI, cerca de 12 millones de mexicanos entraron en un estado de suspensión laboral debido a la cuarentena, sin recibir salario ni tener la certeza de que a futuro se mantendrá el vínculo con su empleador o podrán retornar al trabajo.
Debido a todas estas dificultades se espera que la caída de la economía mexicana sea de 7.5 y hasta 10 por ciento en 2020, no obstante que el impacto se amortiguó debido a la existencia de las coberturas petroleras, los diferentes fondos de estabilización (que suman 264 mil millones de pesos), la fortaleza de las reservas internacionales (180 mil millones de dólares) y la confianza de los organismos mundiales e inversionistas reflejada en el ofrecimiento de distintas líneas de crédito al gobierno mexicano.
Quizá por eso las instancias federales en materia económica también mantuvieron el optimismo. Confiaron en un proceso más o menos automático de recuperación, sobre todo vinculado a las ventajas provenientes del T-MEC, la estabilidad de los agregados macroeconómicos y el mantenimiento de la disciplina fiscal. Descartaron la aceptación de la ayuda ofrecida por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, el rescate de la economía a través de la entrega de apoyos a las grandes empresas y el uso de medidas anti-cíclicas más radicales. Se concentraron en adelantar los pagos de los programas sociales para los sectores más vulnerables, diseminar apoyos a micro y pequeñas empresas y hacer nuevos ajustes al gasto operativo del sector público. Asimismo, el Banco de México redujo la tasa de interés de referencia aprovechando el margen de maniobra que le otorga el mantenimiento de un bajo nivel de inflación.
Y, efectivamente, una vez iniciado el desconfinamiento y con la reapertura de la economía norteamericana, México se comenzó a recuperar. Durante el tercer trimestre alcanzó un crecimiento de 12 por ciento con respecto del trimestre anterior, aunque en comparación anual hay un retroceso de -8.6 por ciento. El repunte más alto se concentró en las actividades industriales, con 22 por ciento de incremento, mientras las agropecuarias y terciaras experimentaron aumentos más modestos, de 7.4 y 8.6 por ciento respectivamente.
El empleo también mostró mejoría si bien de manera parcial e insuficiente. Poco más de 7 millones de mexicanos recuperaron su puesto de trabajo, aunque la tasa de desocupación no ha disminuido a los niveles que tenía en marzo. Además, la tasa de participación laboral sigue por debajo del promedio de hace seis años y la brecha laboral continúa en niveles históricamente elevados con 23.3 millones de personas que necesitan un empleo de tiempo completo. Asimismo, los puestos de trabajo creados a partir de mayo se concentraron en el sector informal y existe una pérdida en la calidad dado que muchas personas regresaron a sus empleos percibiendo salarios menores.
III
Con la pandemia operando sobre la base de las inercias heredadas por el neoliberalismo –baja tasa de crecimiento, salarios pulverizados, alto nivel de endeudamiento y extensísima informalidad laboral– la recuperación no será fácil. De entrada, el escenario más optimista, de recuperación en forma de “V”, está ya descartado. La concentración de los daños económicos en el primer semestre y la caída de -4.6 por ciento en el PIB no se cumplieron. La esperanza es que ocurra el escenario intermedio: dadas las afectaciones más intensas y su prolongación al tercer trimestre del año, ocurriría una disminución del PIB de -9.0 por ciento en 2020 y una recuperación de 4.1 por ciento en 2021. Pero no podemos descartar la extensión de los impactos por el resto del año si hay un rebrote del virus y se retorna al rojo en el semáforo de alertas. En este caso, la caída en 2020 se prolongaría hasta el próximo año.
Por otra parte, la pandemia repercutió negativamente en nuestras finanzas públicas lo que hace menos efectivo su uso como herramienta anti-cíclica. La caída de los precios del petróleo redujo los ingresos. El aumento en el tipo de cambio provocó el aumento de la deuda en 1.4 billones de pesos. La desaceleración económica disminuyó las expectativas de recaudación. Y, al mismo tiempo, se generaron mayores gastos en salud y asistencia social a las familias mexicanas.
El Gobierno Federal respondió a este reto con una política de finanzas orientada a incrementar el cobro de algunos derechos, ajustar más severamente el gasto operativo y priorizar la salud, el bienestar y la inversión en infraestructura.
En consecuencia, el Proyecto de Presupuesto de Egresos entregado por la Secretaría de Hacienda a la Cámara de Diputados en Septiembre contempla un aumento real de 9.1 por ciento en el ramo de salud y de 5 por ciento para el IMSS e ISSSTE con el objetivo de resolver la emergencia sanitaria y el déficit en la materia, acumulado durante años. Igualmente, se refuerza el rubro de bienestar para ampliar la cobertura de las becas escolares, los apoyos a adultos mayores y personas con discapacidad y los subsidios a jóvenes que buscan su inserción laboral. Finalmente, la inversión pública se incrementa en 5.3 por ciento, sobre todo la destinada a los grandes proyectos de infraestructura que pueden detonar el crecimiento y sostener el empleo. En conjunto, las erogaciones que tiene por objetivo sostener el desarrollo de largo plazo –el llamado gasto programable- aumentarían en 1.3 por ciento con respecto de 2020.
La contracara es la continuación de la política de austeridad que implica la reducción del gasto no programable (incluyendo las transferencias a las entidades federativas y municipios que caerán en 5.5 por ciento) y del gasto operativo (en cuyo caso se contempla una reducción de 6.4 por ciento). En términos de la clasificación económica, las prioridades se reflejan en un incremento de 5.3 por ciento en el gasto de inversión y una caída de 1.7 por ciento en el gasto corriente.
Por Ramos Administrativos, la mayor parte del dinero público será absorbido por los rubros de Educación, Bienestar, Salud, Defensa Nacional, Seguridad y Protección Ciudadana, Comunicaciones y Transporte, Agricultura y Desarrollo Rural, Energía y Turismo, que en conjunto absorberán 83.6 por ciento del total. En términos de su incremento porcentual, los ramos más favorecidos serán Turismo (por el dinero destinado al Tren Maya), el INE (debido a las elecciones del 2021), Defensa Nacional, Desarrollo Territorial y Urbano y los ya mencionados IMSS e ISSSTE. Las reducciones más drásticas se concentran en Comisión Nacional de Derechos Humanos, Información Nacional Estadística e Informática, Trabajo y Previsión Social, Hacienda y Crédito Público y Presidencia de la República.
Además de las ya señaladas disminuciones en las transferencias federales a los estados y municipios, han sido especialmente polémicas las reducciones presentadas por Hacienda en algunos rubros de los ramos de educación y cultura. Por ejemplo, se propone un drástico recorte del presupuesto destinado a las normales y al Instituto Nacional de Cinematografía (IMCINE) y una más moderada disminución en el caso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
Aunque en materia de egresos no se ha dicho la última palabra y las comisiones de la Cámara de Diputados han solicitado ampliaciones presupuestales en varios rubros (como los 1,969 millones de pesos adicionales para cultura y los poco mas de 10 mil millones para educación), es probable que este apretado presupuesto, además de actuar de forma contractiva, genere una cierta inconformidad social capaz de ser aprovechada por la oposición (como sucedió con la extinción de los fideicomisos).
En ese sentido, la repercusión económica más inmediata de la pandemia es que agudizó el viejo dilema de cómo usar los recursos escasos ante fines alternativos.
Fuentes:
Banco de México, Informe Trimestral, Abril-Junio de 2020; Banco de México, Informe Trimestral, Enero-Marzo de 2020: Banco Mundial, Perspectivas económicas mundiales, Junio de 2020; Naciones Unidas, Situación y perspectivas de la economía mundial. 2020, enero de 2020; Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Informe sobre la situación económica, las finanzas públicas y la deuda pública, Primer trimestre de 2020; Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Informe sobre la situación económica, las finanzas públicas y la deuda pública, Segundo trimestre de 2020.