Sobre “Un daño irreparable” de Ximénez-Fyvie: los límites de la autoridad.

Jorge Puma

Desde la introducción Un daño irreparable de la Dra. Ximénez-Fyvie es rabia pura, retórica durísima de denuncia y el ejercicio de hacer señalamientos  sin probarlos con argumentos y evidencia. Si no hace mucho la queja en ciertos círculos ilustrados era que los artículos de los expertos de la La Jornada hacían grandes afirmaciones sin sustento, es ahora la derecha mexicana la que lo hace. En esta discusión asombra como personas que vienen de las ciencias naturales no se dan cuenta cuando están tomando una postura política y convierten su expertise en el equivalente de un amuleto tan pronto dejan los confines de su disciplina y entran en la arena pública.

Durante todo el libro la credibilidad del argumento y la autora de Un daño irreparable se sustenta en una extraña mezcla de emoción -empatía frente al sufrimiento, rabia, sensibilidad-, desprecio hacia la política, y el recurso sin mayor explicación a la “ciencia”. Esto no ayuda a ubicar al libro como una crítica racional informada, pero sí permite conectar con las emociones de una audiencia que pasa por momentos de alta presión en el escenario de la epidemia. El ejercicio retórico es efectivo, pues el texto exige que le creamos a la autora que desnuda sus emociones ante nosotros. El problema es que el libro se anuncia como una crítica de una experta científica que nos expondrá las razones del naufragio de la estrategia gubernamental con argumentos provenientes de la ciencia médica y la racionalidad de las mejores prácticas en política sanitaria.

Y sin embargo, el libro abunda en equívocos e ingenuidad al momento de salirse del guión retórico o el pretendidoexpertise de su autora. Desde afirmaciones como: “Para eso existen leyes y normas. Se hacen cumplir y punto” cuando se discute el tema del uso de la fuerza para reducir la circulación de personas o el aislamiento obligatorio, hasta hablar de Taiwan y Nueva Zelanda sin atender su contexto político particular ni situación geográfica.

Si el tono de Un daño irreparable, no ayuda a la credibilidad de entrada, también es preocupante el lugar prominente que tiene la idea de que “grandes hombres o (mujeres)” son la respuesta a la crisis sanitaria. Porque para la autora no se trata de explicar las decisiones políticas y de política pública, sino añorar la presencia salvífica del asesor científico con poderes extraordinarios; no apela a la comunidad científica, ni al accionar democrático, sino la del líder ilustrado. El resultado de ese enfoque es una narrativa de héroes y villanos, donde China y Vietnam figuran al lado de la Alemania de Merkel y Taiwan, pero sin el mínimo intento de contextualizar las decisiones de política pública en su entorno político.

Uno de los grandes problemas del libro es que su argumentación abusa del recurso a figuras de autoridad a los que se cita hablando a medios de difusión masiva en lugar de referir su trabajo científico. Y si bien Ximenez-Fyvie menciona artículos de Lancet y Nature, el grueso de sus referencias son notas periodísticas cuando habla sobre la pandemia. Y eso solo cuando menciona el tema médico, porque en lo económico la referencia es a The Economisto Financial Times, no a libros ni autores que discutan a fondo la cuestión. A eso hay que sumar la desconfianza de la autora frente a las fuentes o expertos gubernamentales, mientras que su total falta de crítica a la intervención privada en el financiamiento de la investigación científica o los sesgos políticos de sus interlocutores, al grado que no le cueste trabajo afirmar que un investigador es imparcial solo por el hecho de ser profesor de tiempo completo de una universidad norteamericana.

Y si el lector logra llegar a la parte sustantiva de su crítica, luego de repasar los orígenes del COVID y la respuesta en otros países, se topará con una innecesaria descalificación personal al Secretaria de Salud por un supuesto vínculo personal con la primera esposa del presidente López Obrador. Una crítica que la autora enmarca con los usos y costumbres de los gobiernos estatales o locales, de lo que no ofrece ninguna prueba, pero que le ayuda a ir construyendo la idea de que el subsecretario López Gatell obtuvo su puesto por favoritismo o motivos políticos. ¿Y por qué digo que sin ninguna prueba? Porque la doctora Ximénez-Fyvie no se molesta en citar ninguna nota periodística o mostrar alguna fotografía o grabación que pruebe sus dichos. Lo mismo sucede cuando menciona a funcionarios de administraciones pasadas atacando a López Gatell, pues las acusaciones incriminatorias se hacen sin ofrecer nombres o referencias al lector, quien queda sin ningún medio para comparar la veracidad de lo dicho. Resulta difícil creer que alguien preocupado por la veracidad científica se permite estas licencias. Y esta falta es constante, la autora la usa cuando discute la aritmética de López Gatall, afirmando sin prueba que los matemáticos modificaron su modelo bajo presión gubernamental, o denuncia las presiones contra el Dr. Erdely por funcionarios del actual gobierno.

El ataque de fondo es que el modelo de vigilancia Centinela y la negativa de hacer pruebas masivas lastran de origen la respuesta gubernamental a la pandemia. La doctora Ximenez-Fyvie afirma que sin datos confiables y con una posible subestimación, la estrategia de atención solo a los enfermos más graves ha causado decenas de miles de muertes evitables. Una crítica atendible y urgente, pero que la propia autora torpedea al usar la tribuna para repetir los tópicos usuales de la oposición: la desilusión de los creyentes, la ineptitud de los científicos del gobierno, el silencio del pueblo. Y si no fuera suficiente, recurre a una idea romántica de la historia como maestra de vida y tribunal de la acción humana.

En esta maraña de emociones que es el libro de la Dra. Ximenez-Fyvie la crítica sustancial a las contradicciones mediáticas del subsecretario López Gatell y los bandazos informativos de la comunidad médica ante el nuevo virus se difuminan en acusaciones personales, prejuicios de clase y certezas “científicas”, como si la ciencia tuviera la certeza de la creencia religiosa.

Es una ironía que lo que en 2006 no era aceptable: toda la construcción de la idea de «fraude» –a partir de modelos matemáticos, opiniones de personas ajenas al tema electoral, sentimientos– ahora es aceptable al juzgar la respuesta del gobierno ante el COVID.

Su posición ante el tema de las comorbilidades y la responsabilidad del complejo agro-industrial en enfermar a la sociedad mexicana es decepcionante. A la doctora simplemente le basta un plumazo de “sentido común” para despachar el tema en menos de un párrafo. Y sin embargo, no duda en igualar la respuesta del gobierno mexicano al de Trump y Bolsonaro con el tema de la hidroxicloriquina. Aunque ni siquiera se toma la molestia de citar las declaraciones de Sánchez Cordero o de Reyes Terán. ¿Es esto la huella de un editor ahorrando espacio o de plano la autora se le olvida constantemente que tiene que sustentar lo que dice?

Y por otra parte, la doctora Ximenez-Fyvie no duda, no cuestiona, no toca ni con la sombra de una duda los intereses políticos de los ex-subsecretarios de salud. Porque mencionar las credenciales de los ex-funcionarios no es elemento de prueba de que lo que dicen es correcto y en algo que debería saber bien, un posicionamiento político, que no pasa por un proceso de doble ciego y dictaminación en una revista científica, no es una investigación probada.

Para la autora lo único relevante parece ser la acción estatal pura o la política sin matices. Como si ambos no fueran espacios de conflictos y la sociedad no estuviera cruzada por ellos. De los intereses políticos y las controversias del choque entre los intereses de industriales, restauranteros, partidos políticos no hay ni siquiera un intento de considerarlos a la hora de entender el tema de los semáforos o el actuar de la sociedad. Un análisis extremadamente pobre de la política y la sociedad. Acaso el mejor ejemplo de eso es cuando intenta criticar la “politización” de las vacunas y no se detiene a pensar que si dice “¿cuando se ha visto?” tendría que ofrecer algún tipo de prueba (documentos de anteriores campañas, un estudio comparativo de la vacunación en México y el mundo, etc.) Y para variar, no ofrece ninguno.

Porque todo depende de una conexión emocional con la autora o que demos por buenas sus credenciales, no sus argumentos, no sus pruebas. Por ello el epílogo con la mea culpa de la irresponsabilidad personal de la doctora Ximenez al contagiarse de Covid es no solo irrelevante para la argumentación del libro, es una forma de fortalecer la veracidad del “relato” y alejarnos de evaluar los méritos del argumento. En conclusión, aún estamos en espera de una crítica a la estrategia de atención al Covid que no se reduzca a repetir los lugares comunes de la oposición, que no le lave la cara a los poderes fácticos o qué escude en los sentimientos.

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