Claves de la 4T: algunas hipótesis para la construcción.
CE, Intervención y Coyuntura
2021 se perfila como una oportunidad para construir una narrativa sobre la Cuarta Transformación, que permita impulsar sus puntos más poderosos, ubique sus debilidades y profundice. Aportamos aquí un balance de algunos elementos que, desde el punto de vista del equipo de Intervención y Coyuntura resultan cruciales y que esperamos sirvan como provocación para incitar al diálogo, la construcción y la generación de propuestas:
- La Cuarta transformación es un proceso de cambio que inició en 2004-2005 con el proceso de movilización en torno al desafuero de AMLO.
- Dicho proceso tuvo como inicio un cambio en la percepción de la ciudadanía sobre el uso patrimonialista del Estado por parte del grupo neoliberal que, en el PRI y el PAN había acordado una transición bipartidista del poder.
- Posteriormente a la campaña de 2006 y sus funestos resultados vino un proceso de reorganización, retirada y acumulación de fuerzas. El militarismo calderonista dejó una impronta difícil de desarmar, una tensión sobre la cual habría que trabajar: la presencia pública del ejército.
- Dicho periodo de acumulación incluyó la campaña del 2012, la separación del PRD y una definición más clara de aspectos programáticos, en términos macro-estructurales de Morena como partido efímero –pero necesario– en la construcción de un nuevo consenso.
- Después de de 2012 se definió el tema central de la transformación: modificar las relaciones entre el Estado, la sociedad y el excedente social a partir de un combate a la corrupción. Esto apareció en los discursos de AMLO como un deslinde entre “poder económico y poder político”. Pieza clave, subestimada por las izquierdas radicales, se convierte en un elemento catalizador ante el desfonde del Estado en la época del gobierno de Peña-Videgaray.
- Como proceso, la 4T incluyó una transformación en la cultura política de grandes mayorías que, finalmente en 2018, coronaron una victoria abrumadora con 30 millones de votos, producto del desgaste de gobiernos corruptos en clave neoliberal. Cultura política no homogénea, con distintos grados, diversificada según las clases sociales y otros elementos de “clivaje”.
- Esta transformación cultural se presenta como el inicio de una modificación de las relaciones de fuerza, de forma gradual, entre los administradores del Estado, el capital y el conjunto de la sociedad. Modificación que recae, ante todo, en una mejor distribución del excedente social por la vía de la austeridad no neoliberal, la entrega de apoyos de manera directa, la eliminación de los intermediarios (temas que Carlos Illades y Gustavo Gordillo han tratado en distintas ocasiones y que en el campo liberal aparece como un equivalente de concentración de poder) y una concentración de programas de modernización en el Sur.
- La arena política se ha modificado radicalmente, más allá de las inercias locales que pueden y seguirán existiendo como actores vestidos de azul o del partido tricolor. El espectro ha quedado reducido a Morena y sus aliados históricos (PT y evangélicos), los advenedizos (PVEM) y en la oposición dos figuras amorfas: Convergencia y “Va Por México”.
- La corriente “progresista-neoliberal” encabezada por Convergencia es quizá la que logre el segundo lugar hacia 2021, ante el descrédito del “Frankenstein” encabezado por Claudio X. González y sus acólitos del PRIANRD. La limitación de esta última fuerza es tan evidente que aparece como la oposición perfecta para cualquier gobierno, en tanto que Convergencia es el huevo de la serpiente (Igman Bergman) al que hay que vigilar.
- Extraparlamentariamente tres grandes tendencias juegan en la oposición. La primera, la izquierda autonomista, comandada por el EZLN, cuyo punto de apoyo será la negativa a la aceptación de obras modernizantes como el Tren Maya. De la otra, un heterogéneo conglomerado de clases medias que abarcan a buena parte de académicos –de todas las posiciones ideológicas–, ONG´s, periodistas, un sector del movimiento feminista y “progresistas” de todo tipo. Algunos de este grupo encontrarán en Convergencia el vehículo de sus ansias, en tanto que todos, en última instancia, son un bloque que busca descarrilar la transformación. Una tercera vertiente es la izquierda social que agrupa a tendencias de sindicatos y organizaciones sociales que se han agrupado en diferentes frentes, que no logran impulsar un proyecto político más allá de sus espacios de incidencia ni rebasar su marginalidad. Estas tres vertientes consideran a la 4T, como una manifestación facistoide que ocupa el lugar del PRI en los procesos de cooptación clientelar; no obstante, estas denominaciones oscurecen el análisis, al reducir a un mero militarismo la política que la Guardia Nacional realiza, y a entender toda participación dentro de Morena como una claudicación, pero sobre todo, no logran ver que el obradorismo es un movimiento popular con diferentes raíces que están en tensión en todo momento.
- La 4T no es un proceso que tenga en la mira “agrietar” las murallas que separan a esas oposiciones y realizar procesos de unidad con ellas; su intención es, ante la imposibilidad de realizar una reforma tributaria, lograr que el Estado gaste menos, recaude más, reparta mejor y no se generen nuevos impuestos.
- La pandemia ha sido un acto inesperado, del que ningún gobierno en el mundo ha salido indemne, pero ha permitido consignar prioridades sociales. La pronta negociación de la vacuna y su esperada aplicación será un punto en disputa hacia el 2021. Tanto adentro del bloque gobernante como afuera.
- El gran enigma es el futuro de Morena como fuerza política. Sostenemos que por ahora se perfila como un partido que no logra ser el espacio de resolución de conflictos entre las diferentes tendencias que conforman el obradorismo. Su importancia simbólica –como herencia del liderazgo de López Obrador– es significativa, pero para el presidente no es el punto más importante.
- A lo largo de este periodo la 4T ha buscado consolidarse como una transformación cultural que permita una modificación radical de las estructuras el Estado –incluidos organismos autónomos, que si bien no serán desaparecidos, sí perderán parte del poder que han ganado sobre el presupuesto– y que, esto a su vez, posibilite una redistribución del excedente. Hay muchos obstáculos aún que superar, en la medida en que este tema es ajeno a las mayorías.
- La principal “oposición” no se encuentra en los ataques o fuerzas exteriores, sino en la dinámica de su posición como gobierno. Contrario a lo que los críticos creen, el gobierno no es la decisión de un solo hombre todo el tiempo, sino un frágil equilibrio entre fuerzas políticas comandada por un liderazgo fuerte, experimentado y que siempre está dos o más pasos adelante.