¿Marx era un vago? Desmontando el mito

Agnni Ulises Moreno Sánchez

Introducción

En los últimos años, figuras mediáticas como Javier Milei, Agustín Laje, Nicolás Márquez o Juan Ramón Rallo, acompañados por un séquito de ‘analistas’ reciclados del mercado de las ideas, han popularizado la idea de que Karl Marx fue un “vago”, un “parásito”, o incluso un “teórico mantenido” que jamás trabajó. Esta representación caricaturesca de Marx tiene fines ideológicos evidentes: desacreditar no solo su obra, sino también la tradición crítica que se nutre de ella. Sin embargo, al examinar seriamente su vida y su concepción del trabajo, el mito se desmonta rápidamente.

Marx: un trabajador intelectual perseguido

Karl Marx (1818–1883) no fue un vago, sino un trabajador intelectual que llevó adelante una labor titánica de investigación, escritura, militancia política y actividad periodística a lo largo de su vida (lo cual contrasta irónicamente con figuras como Milei o Gloria Álvarez, que dicen despreciar el trabajo intelectual, aunque en el fondo parecen envidiar la persistencia y profundidad que jamás alcanzaron).

Desde joven, ejerció como periodista en la Rheinische Zeitung, donde pronto se enfrentó a la censura prusiana por sus posturas críticas (McLellan, 2006). Tras su exilio forzado a París, Bruselas y luego Londres, Marx siguió trabajando como corresponsal del New York Daily Tribune, publicando más de 500 artículos (Mehring, 1918).

Además de su periodismo, Marx dedicó décadas a la investigación exhaustiva de economía política, historia, filosofía y política, cristalizada en su obra cumbre: El Capital. El primer volumen, publicado en 1867, es fruto de intensos años de estudio en la Biblioteca del Museo Británico, donde Marx pasaba jornadas completas revisando fuentes primarias, estadísticas industriales, informes gubernamentales y literatura económica contemporánea (Wheen, 2001).

En suma, el trabajo de Marx fue inmenso, pero no correspondía al ideal burgués del “empleo asalariado” rutinario. Su actividad intelectual fue en gran medida autogestionada, precaria, sostenida en parte por el apoyo económico de su amigo Friedrich Engels, pero en modo alguno ociosa o parasitaria.

El trabajo como alienación: crítica anticipatoria de Marx

Para comprender por qué Marx rechazaba los trabajos alienantes debemos acudir a su teoría del trabajo y la alienación. En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx describe cómo, bajo el capitalismo, el trabajador está alienado de su producto, de su propia actividad, de su esencia humana y de sus congéneres (Marx, 1844/2007). El trabajo forzado y repetitivo en tareas fragmentadas despoja al individuo de su creatividad, autonomía y dignidad.

Marx no estaba en contra del trabajo en sí mismo, sino de su forma bajo el capitalismo industrial. Imaginaba un trabajo libre, creativo y autorrealizador, donde el ser humano pudiera desplegar sus facultades intelectuales, artísticas y manuales de modo armónico (Marx, 1867/2009). Desde esta perspectiva, el trabajo de investigación, análisis crítico, escritura y docencia que él mismo practicó es justamente el tipo de labor no-alienada que reivindicaba.

Por su parte, Adam Smith (1776/2007), aunque defensor del mercado, ya advertía que la extrema división del trabajo puede embrutecer al trabajador, reduciendo su capacidad intelectual y su humanidad: “El hombre cuya vida entera se ha consumido en la ejecución de unas pocas operaciones simples […] no puede razonar extensamente” (Smith, 1776/2007, p. 781).

Perseguir el trabajo creador, no el trabajo alienado

Marx eligió consagrar su vida a un trabajo intelectual de alta complejidad, investigación constante, producción de conocimiento y acción política. A diferencia de quienes lo acusan de “vago”, dedicó su existencia a la producción de ideas que siguen influyendo profundamente en la economía, la sociología, la filosofía y la política contemporánea (Harvey, 2010).

Desde esta perspectiva, la crítica a Marx como vago resulta no solo falsa, sino profundamente superficial: pretende juzgar su vida desde los parámetros laborales del mismo capitalismo que él criticaba. Marx defendía que la humanidad debía emanciparse de los trabajos embrutecedores y aspirar a una sociedad donde cada individuo pudiera realizar una labor verdaderamente creadora, enriquecedora y libre.

La ética de la coherencia: autenticidad y responsabilidad

Desde el punto de vista ético, vivir de acuerdo con la propia filosofía expresa un principio de integridad moral que algunos autores vinculan al concepto de autenticidad. Charles Taylor (1991) señala que la autenticidad no implica simplemente “ser fiel a uno mismo” de forma narcisista, sino asumir la responsabilidad de responder con verdad y compromiso a los valores que uno considera superiores. En este sentido, Marx no optó por la comodidad del discurso vacío, sino por la difícil tarea de sostener su visión crítica a nivel práctico, lo cual implicó rechazar empleos asalariados y dedicar su vida al trabajo teórico emancipador.

La congruencia de Marx también remite a la idea kantiana del deber moral. Según Kant (1785/2009), los actos tienen valor ético cuando se realizan por respeto al deber y no por intereses contingentes. Marx, al mantenerse firme en su crítica al capitalismo incluso en condiciones de extrema precariedad, actuó de acuerdo con un imperativo interno que no se subordinó a conveniencias económicas.

Las implicaciones psicológicas de la coherencia: identidad, sentido y sufrimiento

En el plano psicológico, la coherencia entre pensamiento y acción tiene importantes efectos sobre la construcción de identidad y el sentido vital. Viktor Frankl (1946/2015), desde la logoterapia, señala que el ser humano puede soportar grandes sufrimientos cuando su vida está orientada hacia un propósito o misión trascendente. La vida de Marx encarna este principio: sus privaciones materiales no lo destruyeron psíquicamente porque su existencia estaba anclada en un sentido profundo de misión intelectual y política.

Por el contrario, numerosos estudios en psicología moral y cognitiva advierten que la disonancia entre los principios declarados y la conducta concreta genera conflictos intrapsíquicos. Festinger (1957) formuló el concepto de disonancia cognitiva, donde la incongruencia sostenida entre creencias y actos produce malestar psíquico, racionalizaciones defensivas y, en última instancia, pérdida de integridad personal.

Marx, al vivir en congruencia con sus ideas, evitó este tipo de fragmentación psíquica. Su integridad le permitió sostener una narrativa unificada de sí mismo, esencial para la salud mental según Erikson (1959), quien describe la identidad coherente como un pilar para el desarrollo psicosocial adulto.

El precio de la coherencia: tensiones inevitables

No obstante, la coherencia filosófica no está exenta de costos psíquicos. La vida de Marx estuvo marcada por la pobreza, el exilio, la pérdida de varios de sus hijos y enfermedades crónicas. Como señalan Rollo May (1953) y Kierkegaard (1849/1989), asumir una existencia auténtica frente a los valores propios exige enfrentar la angustia inherente a la libertad y la responsabilidad radical. En este sentido, la coherencia no es garantía de bienestar emocional inmediato, sino de una forma más profunda de sentido, incluso en medio del sufrimiento.

Conclusiones

El mito de Marx como “vago” es parte de una narrativa ideológica que busca deslegitimar su obra. Lejos de ello, Marx fue un trabajador incansable que eligió consagrarse a una labor intelectual crítica, arriesgando su seguridad y sufriendo el exilio. Además, su concepción del trabajo —compartida en parte por pensadores como Smith— sigue siendo una de las aportaciones más lúcidas sobre la dignidad humana frente al trabajo alienante. Desmontar este mito no es solo un ejercicio histórico, sino también un acto de defensa del pensamiento crítico frente a la simplificación ideológica.

La vida de Marx ilustra cómo la coherencia entre la filosofía personal y la práctica vital no solo es posible, sino que puede constituir una forma superior de integridad ética y salud psíquica. Lejos de ser un “vago”, Marx representa un caso paradigmático de autenticidad existencial, donde la fidelidad a los principios se convierte en la estructura vertebral de la identidad. Esta dimensión ética y psicológica añade profundidad al debate y desmantela aún más la caricatura simplista promovida por sus críticos.

Referencias

Erikson, E. H. (1959). Identity and the Life Cycle. International Universities Press.

Festinger, L. (1957). A Theory of Cognitive Dissonance. Stanford University Press.

Frankl, V. (2015). El hombre en busca de sentido. Herder. (Original de 1946)

Harvey, D. (2010). El enigma del capital y las crisis del capitalismo. Akal.

Kant, I. (2009). Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Alianza Editorial. (Original de 1785)

Kierkegaard, S. (1989). La enfermedad mortal. Ediciones Sígueme. (Original de 1849)

Marx, K. (2007). Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones de la Flor. (Original de 1844)

Marx, K. (2009). El Capital: Crítica de la economía política. Tomo I. Siglo XXI Editores. (Original de 1867)

May, R. (1953). Man’s Search for Himself. W. W. Norton & Company.

McLellan, D. (2006). Karl Marx: A Biography. Palgrave Macmillan.

Mehring, F. (1918). Karl Marx: The Story of His Life. Edward Arnold.

Smith, A. (2007). La riqueza de las naciones. Alianza Editorial. (Original de 1776)

Taylor, C. (1991). The Ethics of Authenticity. Harvard University Press.

Wheen, F. (2001). Karl Marx. W.W. Norton & Company.