El rescate del antisovietismo vulgar, a 2023, y la UJCE

David Fuente

La zanja abierta por la crisis en 2008

La crisis económica de 2008 propició en el mundo entero el leve resurgimiento de una idea que había sido enterrada: Karl Marx tenía razón. Precisamente ese fue el título provocador que Terry Eagleton puso a su libro de 2011: Why Marx Was Right. Las ventas de El Capital volvieron a aumentar.

Por supuesto, nadie se hizo marxista de la noche a la mañana. Ocurrió algo mucho más modesto: un puñado más de gente tuvo claro que había que volver a Marx. Algunos nunca se habían ido a otro lado; no habían olvidado la necesidad del marxismo ni cuando triunfó el eurocomunismo ni cuando venció la contrarrevolución en la URSS. Otros sí. Otros se habían dejado arrastrar, con más o menos antelación, hacia todo tipo de teorías reformistas. Algunos simplemente acabábamos de nacer cuando el Bloque del Este era destruido, y pronto nos cruzamos con la reedición de algunas obras marxistas en mitad de una fuerte crisis económica (por ejemplo, por cosa de 1 Euro, El Estado y la revolución, de Lenin, publicado por el periódico Público en 2009).

El retorno a Marx, por tanto, estaba necesariamente lleno de confusión y voces contrapuestas. No era un regreso ordenado de un ejército que retrocede para avituallarse. Era una exigencia teórica que atraía a grupos e individuos provenientes de diversas posiciones. Y no podía ser de otra manera. Pero hubo un saldo positivo: tras tres décadas de creciente abandono del marxismo, la tendencia comenzaba a revertirse. Era poco; pero era… Abrió zanjas luminosas. El mundo editorial se hizo de eco de ello con nuevas reediciones de viejos textos y algunas novedades de desigual interés.

De Podemos a no podemos

La situación de crisis propició un ascenso de la movilización obrera y popular entre 2009 y 2014. Pero la organización revolucionaria del proletariado llevaba 30 años de caída en picado en España y Europa en general, y a su vez 30 años más de larvado interno. ¿Qué podía entonces suceder? Lo evidente: entre las protestas se abrieron camino las grandes promesas reformistas y toda la ideología pequeñoburguesa respectiva. “Recuperar las instituciones”, “limitar los excesos”, “no es una crisis, es una estafa”, “solo falta voluntad política”. O sea, la cosa no era el capitalismo, sus instituciones superestructurales y dinámicas necesarias, sino la “voluntad política”.

Este reformismo iba a lomos de los últimos vientos, así que también se agarraba a ratos a las barbas de Marx. En parte reivindicaba aquella socialdemocracia previa a su mutación en socioliberalismo, de modo que no era raro que tuviera en cuenta algún miembro amputado del revolucionario alemán. Entre la academia burguesa de inspiración y deformación marxiana también encontró algunos restos del genio de Tréveris: se apoyó en el populismo de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, y en otros teóricos del llamado postmarxismo y del neomarxismo. Quienes encabezaron esto son conocidos: Pablo Iglesias, Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carlos Fernández Liria… El programa La Tuerka y su entorno, y luego el partido Podemos. Todo esto ya se sabe.

La organización revolucionaria de la clase obrera había sido tan profundamente liquidada las últimas décadas que una tremenda crisis del capitalismo, en un país de apabullante mayoría obrera, fue contestada bajo el liderazgo de la pequeña burguesía. Y nadie podría reprochárselo. Recuérdese que el Partido Comunista de España (PCE) fue madurando su desviación eurocomunista desde los años cincuenta. Cuando su influencia social se desplomó en los años ochenta, estaba prácticamente hueco de marxismo. Desde los años noventa y hasta la actualidad, no ha hecho sino continuar encogiéndose. Ante esta situación, y si no surgía otro PC realmente capaz de organizar a la clase obrera, ¿qué otra cosa podría ocurrir? Como se suele decir: no se le pueden pedir peras al olmo. Y habían pasado muchos años sin plantar perales.

La segunda década del siglo XXI aclaró estas cuestiones a más sectores de la órbita comunista. La organización revolucionaria era la primera cuestión a recuperar. Igual que con la vuelta a Marx, algunos ya lo tenían claro desde mucho antes, y habían estado resistiendo a la descomposición del movimiento por todos los medios posibles. En los últimos cincuenta años, en nombre del partido de la clase obrera se habían hecho decenas de escisiones y unificaciones. Pero nada había logrado de momento un resultado reseñable, duradero y con creciente vigor.

Esta vez el regreso desordenado a la necesidad del partido de la clase obrera se evidenció en el crecimiento de multitud de organizaciones comunistas por todo el Estado, paralelo al reforzamiento de otras. Antiguas pequeñas organizaciones, casi moribundas, salían de la UCI. También surgían nuevas, inspiradas en diferentes tradiciones, y a su vez enfrentadas. Todo era minúsculo. Pero las partículas, en las que se forjaba una nueva juventud comunista que iba recogiendo la débil herencia histórica de los que habían persistido, se templaban. Y no solo se templaban contra la política más reaccionaria de la oligarquía financiera, sino también contra el reformismo, que a lo largo de la segunda década del siglo XXI pasaba de las promesas a las disculpas, de asaltar los cielos a tiritar por la calle oscura y lluviosa del posibilismo más insignificante. Y en uno y otro extremo del péndulo, oscurecía la conciencia obrera.

La reafirmación revolucionaria a finales de los años diez

Como resultado, el movimiento comunista dio signos internos de ir saliendo del sopor. Uno de esos signos consistió en que, desde finales de la década, una serie de organizaciones juveniles con aspiraciones revolucionarias comenzó a reclamar más fuertemente a sus referentes partidarios que fueran consecuentes con el marxismo, es decir, con las necesidades objetivas de la clase obrera para su emancipación (llave de la emancipación universal). Esa exigencia se ha intensificó a tal nivel que, en Euskadi, cientos de jóvenes formaron el Mugimendu Sozialista rompiendo con el que ya no consideraban su partido: Sortu. Al mantener bajo su orientación al principal sindicato estudiantil vasco, Ikasle Abertzaleak, partieron de una base militante importante que ha continuado creciendo hasta la actualidad.

Inspirados en este proceso, a mediados de 2022 surgieron algunas réplicas de menor envergadura en algunos otros puntos del país. La más relevante ha tenido lugar en Cataluña y Valencia: Horitzó Socialista (también en ruptura con la izquierda nacionalista respectiva: desgajó más del 50% de Arran, las juventudes de la CUP). Se pueden resumir sus aspiraciones más esenciales así: intención irrenunciable de superar el capitalismo y, en consecuencia, de formar la organización revolucionaria de la clase obrera que permita luchar por el socialismo.

El reciente giro de la UJCE

Desde inicios de verano de 2022, la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), organización juvenil del PCE, fue dando leves muestras al exterior de estar asimilando los conceptos y perspectiva del Movimiento Socialista. Medio año más tarde, el 28 de enero de 2023, anunció que en diciembre el Comité Central había aprobado la convocatoria de un congreso extraordinario.

Cuando la mayoría del Comité Central de la UJCE aprobó esta convocatoria, no habían transcurrido ni ocho meses desde que había celebrado su anterior congreso (abril de 2022), donde obviamente se había ratificado su papel de juventud del PCE. El mensaje en el que se anunció el nuevo congreso era bastante críptico. No obstante, era lo suficientemente claro. El Comité Central aprobó que, si la aspiración de la UJCE consistía en la formación de un partido comunista en pleno sentido, revolucionario, entonces era un proyecto falto de rigor aportar cuadros al PCE, es decir, ser la juventud del PCE. En lugar de ello, en el congreso se llamaba a debatir sobre la siguiente cuestión: “aprovechar hoy las potencialidades existentes en cada ámbito de organización de nuestra clase”.[1] La potencialidad existente hacia la cual durante los últimos meses había exteriorizado inclinación la UJCE era el Movimiento Socialista.

El comunicado señalaba que la organización era incapaz de desarrollar la línea estratégica recién ratificada. ¿Se había producido algún cambio sustancial, en los últimos ocho meses, en las condiciones objetivas de la clase obrera o la juventud de España, y en el curso de sus luchas; cambios que obligaban a una rápida actualización de las tesis políticas, e incluso de la estrategia? Obviamente no. Pero, según el Comité Central, la UJCE acaba de despertar de un largo sueño; el sueño de “la asunción formal y no consciente de un enunciado general sobre la proyección estratégica de nuestro entorno partidario”. Dicho en palabras llanas: la línea estratégica que la UJCE había sostenido en el congreso de abril y en tantos otros previos, había sido, según afirmaba ahora el Comité Central, un copia-pegaacrítico de la línea del PCE que en realidad no servía a la práctica de la organización.

Este relato sobre la inconsciencia era falso. La línea estratégica había sido debatida muchas veces y a nadie se le escapaban las aristas a discusión. No obstante, la profundización en el izquierdismo que representaba esta dirección, y la simpatía por el Movimiento Socialista que se iba incubado en la mayoría de la misma, demandarían una llamada “autocrítica” llena de muñecos de paja. Solo así podía presentarse un profundo viraje político como una mera corrección.

La UJCE había despertado de su largo sueño con un jarro de agua fría y un ramo de flores. El agua fría lo puso el congreso del PCE de julio de 2022, en el que todas las aportaciones de la UJCE fueron unificadas, votadas y rechazadas en bloque (sin debatir una por una ni agruparlas siquiera en secciones). El ramo de flores brotó en verano: la seductora expansión por el país del Mugimendu Sozialista, que sobrepasaba el límite vasco y daba a luz a un Movimiento Socialista con ilusiones de convertirse en estatal.

Sobre la base de las contradicciones previas con el PCE, y sumados estos dos fenómenos veraniegos, el Comité Central de la UJCE cerró el otoño considerando imperativo debatir cómo “acelerar la rearticulación del proyecto comunista”. Desde inicios de 2023, la UJCE ha evidenciado en su web y redes oficiales una mayor sintonía ideológica con el Movimiento Socialista (MS). Además, parte de su dirección ha compartido, en sus cuentas individuales, las actividades editoriales y de otro tipo vinculadas al MS (mientras la UJCE no hacía ni actividad editorial ni un mero podcast ni nada parecido al trabajo audiovisual de otras organizaciones revolucionarias juveniles).  Al mismo tiempo, la dirección fue oponiendo a la UJCE públicamente contra el PCE. Hacía meses que todo el mundo mínimamente al tanto veía hacia dónde caminaban las cosas. La única sorpresa hubiera sido otro resultado distinto al actual.

El acuerdo de relaciones entre el PCE y la UJCE determina que esta organización debe aplicar de forma autónoma la línea de aquella. Si la dirección de la UJCE desafiaba pública y sistemáticamente dicha línea, no había que ser adivino para saber cómo iban a acabar las cosas. Era evidente que no haría falta esperar al congreso de la UJCE de diciembre de 2023 para decidir si esta se separaba o no del PCE. La ruptura se consumó en junio, cuando el PCE retiró su reconocimiento a la dirección de la UJCE. Se confirmó en septiembre, cuando el PCE aprobó comenzar a formar una nueva UJCE.

Todo esto ocurrió antes de que a la militancia de la UJCE se le permitiera abordar el centro del debate; antes de que el Comité Central de la UJCE diera a conocer siquiera los términos precisos de ese centro del debate a su propia militancia.  Que la dirección actual de la UJCE no representa a la mayoría de militancia de la UJCE, sino a un grupo de dirigentes izquierdistas emancipados de los acuerdos congresuales y a un sector de militantes ―bien seguidistasde vieja data, bien atraídos por la situación forzada―, lo evidenciará el inminente congreso de diciembre.

La nueva emergencia de ideas trotskistas y otras formas de antisovietismo

Todo este fenómeno del Movimiento Socialista, ¿En qué situación nos dejaba respecto al desarrollo anterior del marxismo y el comunismo? ¿Se había terminado ya el caos ideológico y al fin comenzaba a cuajar una organización obrera revolucionaria sólida? Por desgracia, no. En febrero de 2023 traté de explicar algunos de los problemas en un artículo: “La UJCE, la sanidad pública y Mugimendu Sozialista: principios positivos y algunos errores”[2].

Probablemente si uno volviese en el tiempo a 2011, a ese momento en que aumentaba algo el consenso por estudiar el marxismo, una buena parte de sus diversos integrantes ―los novatos y los eclécticos pequeñoburgueses―encontraría estrafalario recuperar las viejas discusiones en torno a, por ejemplo, el trotskismo. A algunos les parecerían polémicas históricas, hasta folclóricas, sin contenido actual. Y, no obstante, tras este proceso de 15 años de progreso débil del marxismo y de las aspiraciones comunistas constatamos que, entre una parte de la juventud que manifiesta voluntad revolucionaria, se vienen desarrollando desviaciones izquierdistas, las cuales están encontrando puntos de apoyo, además de en otros lugares, en aspectos del trotskismo[3].

No es que esté surgiendo una juventud doctrinalmente trotskista. No. El único trotskista que menciono en este artículo es Hal Draper. Ninguna de las otras personas u organizaciones lo son. Lo que ocurre es que algunas posiciones izquierdistas del trotskismo ―por ejemplo respecto a los Frentes Populares o a la revolución internacional (en contra de la teoría del socialismo en un solo país, que es la única teoría probada en la historia y la única forma de que progrese la revolución ante la ruptura de la cadena imperialista en tan solo uno o algunos países)― son funcionales a un sector juvenil que está manifestando desear la revolución con un ímpetu que supera la asimilación de los aprendizajes pasados, y que se está desbordando por el cauce de los viejos errores.

Como de buenos deseos está empedrado el camino al infierno, el famoso libro de Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, viene a recordarnos que los comunistas no pueden solo desviarse por la vía oportunista de derechas, sino también por la de izquierdas.

Ni siquiera hay necesidad de que este sector conozca doctrinalmente el trotskismo y defienda conscientemente las posiciones que tomó Trotsky y sus seguidores ante ciertos debates históricos. Al contrario. Lo más importante de este fenómeno contemporáneo reside en que, un sector juvenil inclinado al izquierdismo, sin necesidad de tener claro qué es el trotskismo ni pretender en absoluto afiliarse a él, está asumiendo algunas ―solo algunas― de sus posiciones. Esto no hace sino probar lo acuciante que es el estudio de cómo ha progresado el movimiento comunista en la historia a través de la derrota de las posiciones erróneas, que siempre son susceptibles de volver a emerger.

Y es que tampoco hace falta ser doctrinalmente consejista ni dominar exhaustivamente las posiciones de ultraizquierda de los años 20 del siglo pasado para reproducir hoy algunas posiciones antileninistas equivalentes a estas de Franz Pfempfert (1879-1954):

¿Qué pretende Lenin [en La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo]? Él quiere decir al Partido de Obreros Comunistas de Alemania (KAPD) y al proletariado revolucionario de todos los otros países, que son imbéciles, idiotas, y, peor aún, que no se arrodillan dócilmente bajo a la sabiduría de los bonzos, ya que no se dejan conducir de un modo sumamente centralizado por Moscú (a través de sus intermediarios, Radek y Levi). Cuando la vanguardia revolucionaria de Alemania rechazó la participación en los parlamentos burgueses, cuando esta vanguardia comenzó a demoler las instituciones sindicales reaccionarias, cuando volvió la espalda a los partidos políticos de jefes, de acuerdo con la consigna “la emancipación de los obreros sólo puede ser la tarea de los obreros mismos”, entonces esta vanguardia estaba conformada por imbéciles, entonces cayó en el “infantilismo de izquierda”, entonces necesariamente tuvo que serle negado el derecho de afiliarse a la Tercera Internacional (tal fue el resultado del folleto de Lenin). Sólo cuando los obreros del KAPD regresen, como pecadores arrepentidos, a la Liga Espartaco, la única fuente de la salvación, se les permitirá afiliarse a la Tercera Internacional. Así es como son las cosas: ¡de vuelta al parlamentarismo! ¡Entremos a los sindicatos de [el líder sindical, socialdemócrata de derecha, oportunista y revisionista, Karl] Legien! ¡Afíliense al KPD, aquel partido de jefes en sus convulsiones de muerte! ¡Esto es lo que Lenin le grita al proletariado alemán consciente![4]

Toda esta musiquilla, lloriqueo incluido, suena últimamente más familiar, ¿verdad?

El artículo del trotskista estadounidense Hal Draper sobre ¿Qué hacer?

Los signos de este curioso acercamiento a algunos planteamientos del trotskismo, o la difusión de algunas viejas ideas trotskistas haciéndolas pasar por novedosas conclusiones del novísimo “Balance del Ciclo de Octubre”, están en muchas partes. Cuanto más esté uno metido en el ajo, más podrá constatarlo. Me voy a limitar a un ejemplo muy mundano.

Mario Aguiriano, de Café Marx ―podcast situado en el marco ideológico del marxismo occidental―, está por el momento entre los teóricos del Movimiento Socialista. En julio de este año comenzó a compartir en Twitter artículos marxistas que considera de interés. El 21 de julio compartió el número once: un texto del trotskista estadounidense Hal Draper (1914-1990). Se titula “El mito del ‘concepto de Partido’ de Lenin. ¿Qué hicieron con el Qué hacer?”. Fue escrito en los años sesenta[5]. Ese artículo lo retuiteó el secretario general de la UJCE, que es uno de los principales promotores de la integración de su organización en el MS.

¿Por qué el secretario general de una organización que se define como marxista-leninista comparte (es decir, valida, sin aclaración alguna) un texto de un militante trotskista que claramente se aleja del marxismo-leninismo? Esto no puede dejar de levantar incertidumbre ante la tan cacareada superación ideológica que la UJCE presume y que, según dicen, ha dejado invalidados los acuerdos de su anterior congreso. ¿Es una decisión personal? ¿El Comité Central de la UJCE aprueba o consiente que el perfil de redes de su secretario general sea, entre otras cosas, un espacio que se hace eco del trotskismo? ¿Es un leve desliz sin importancia? ¿Es anecdótico o sintomático? ¿Tiene tal calidad científica ese texto que deja todas estas preguntas en meras pequeñeces?

Conviene analizar el artículo. Eso evidenciará a qué responde su actual rescate. Centrémonos en profundidad en lo escrito por Draper y dejemos todo lo demás por un tiempo entre paréntesis.

La apertura es muy efectista:

El mito que se tratará en este artículo es un axioma de lo que podríamos llamar leninología: una rama de la kremlinología que creció rápidamente gracias a numerosos Institutos universitarios dedicados a Rusia, programas de doctorado, periodistas políticos, etc. De acuerdo con este axioma, el ¿Qué Hacer? ―libro escrito por Lenin en 1902― constituye la esencia de su “código operativo” o “concepto de partido”. Es el trabajo canónico del “Leninismo” sobre organización partidaria, por lo que carga el pecado original del totalitarismo. Establece el “tipo de partido Leninista”, una estructura autoritaria controlada por una jerarquía de “revolucionarios profesionales” que se erige sobre los obreros de base. El axioma leninológico en discusión es sostenido desde dos lados. Como afirma el prominente leninólogo [Sergei Vasilievich] Utechin, el QH es enseñado y alabado en las Escuelas del Partido del régimen estalinista. De hecho, Utechin prueba la importancia básica del QH citando la Historia del Partido Comunista de la Unión Soviética aprobada por el Kremlin. Utechin ―al igual que otros leninólogos― dice que ese libro “se transformó en una guía para sus seguidores en materia de organización, estrategia y tácticas y así fue tomado por los comunistas desde entonces. El mismo Lenin aplicaba consecuentemente estas concepciones… Los argumentos del QH tienen validez general y fue de hecho aplicado por los comunistas de manera general.”

En síntesis, leninólogos occidentales y estalinistas están de acuerdo en que el libro de Lenin es una Biblia del totalitarismo. Esto no sorprende, pero tampoco aclara nada.

Como vemos, Draper mostraba tener dos enemigos: los “leninólogos occidentales” (es decir, los académicos burgueses expertos en la URSS que, con una apariencia de mayor o menor objetividad, siendo más o menos abiertamente anticomunistas, proviniendo directamente de las filas liberales o habiendo dado un rodeo pasando por las filas comunistas, estudiaban, tergiversaban y enredaban confusamente la teoría marxista y la historia de la URSS: Sergei Vasilievich Utechin, John Plamenatz, Louis Fischer…) y los “stalinistas” (es decir, los comunistas; de los cuales no precisa a ningún autor ni obra más allá de Historia del PCUS).

Según Draper, el mito “leninológico” de ¿Qué hacer? era compartido por ambos sectores. No obstante, mientras en su trabajo citó a veces ―solo a veces― a los académicos burgueses que distorsionaron la obra de Lenin, en todo el texto no concretó qué autores soviéticos sostenían estas ideas demenciales. ¿Por qué? Efectivamente, porque no hay forma de endosárselas a ninguno en concreto.

La estrategia de Draper era la de golpear a los académicos burgueses bajo esta advertencia inicial: y esto vale también para los “stalinistas”. Y santas pascuas. Si hubiese sido honesto, habría refutado a esos académicos, o bien sin meter a la URSS por medio, o bien metiéndola y explicando la posición de los teóricos soviéticos sobre los debates. Pero Draper no lo hizo, porque hacerlo no era útil al trotskismo.

Por ejemplo, Draper manifestaba no sorprenderse por el hecho ―“hecho” sostenido por él, apoyándose en Utechin―de que coincidieran en la apreciación de una obra de Lenin los “leninólogos” burgueses occidentales y los comunistas soviéticos. Obviamente, esta presunta ausencia de sorpresa no era más que una fanfarronada trotskista. Si esta coincidencia fuera cierta, sería un fenómeno bastante curioso. Pero en realidad solo existe en la imaginación de Draper.

La verdadera significación histórica de ¿Qué hacer?

Si uno no hubiese leído la Historia del PCUS, de Stalin, tal vez se creyese esa idea que Draper toma de Utechin. Pero veamos qué dijo Stalin en este libro suyo, tan importante y recomendable, sobre ¿Qué hacer? ¿Acaso habló del texto de Lenin como la guía definitiva para la organización del partido? Absolutamente no. Stalin, después de una explicación de los seis argumentos más importantes del libro contra el oportunismo “economista”, expuso algo muy distinto.

La significación histórica de esta famosa obra consiste en que en ella Lenin:

1) puso al desnudo por vez primera en la historia del pensamiento marxista, hasta en sus últimas raíces, las fuentes ideológicas del oportunismo, demostrando que consisten, ante todo, en prosternarse ante la espontaneidad del movimiento obrero y rebajar el papel de la conciencia socialista en el movimiento proletario; 2) reivindica en todo su valor la importancia de la teoría, del elemento consciente, del Partido, como fuerza revolucionaria y dirigente del movimiento obrero espontáneo; 3) fundamenta de un modo brillante la tesis cardinal del marxismo, según la cual el Partido marxista es la fusión del movimiento obrero con el socialismo; 4) elabora genialmente los fundamentos ideológicos del Partido marxista[6].

Los diccionarios filosóficos soviéticos caracterizaban en esta misma línea, con fragmentos idénticos, a ¿Qué hacer?[7]. Y otro tanto hizo la Editorial Progreso en las obras completas de Lenin, tanto en la introducción de 1981 al volumen que incluía este libro como en la primera nota al pie del mismo. En esta nota puede leerse la siguiente caracterización de “la tesis fundamental” del texto: “la correlación entre el elemento consciente y el espontáneo en el movimiento obrero y el papel dirigente del Partido en la lucha revolucionaria de clase del proletariado”[8]. La introducción es un poco más detallada. Define así lo que hizo Lenin:

Fundamentó y desarrolló en él, aplicando a la nueva situación histórica, las ideas de Marx y Engels acerca del partido como fuerza revolucionaria, dirigente y organizadora del movimiento obrero, elaboró los fundamentos de la teoría del partido de nuevo tipo, del partido de la revolución proletaria.

Y desgranaba de este modo el contenido fundamental:

[En este folleto] los socialdemócratas rusos hallaron respuesta a los interrogantes que les preocupaban: la correlación del elemento consciente y el elemento espontáneo en el movimiento obrero, el partido como guía político del proletariado, el papel de la socialdemocracia rusa en la revolución democrática burguesa que se avecinaba, las formas de organización, las vías y los métodos de creación de un combativo partido proletario revolucionario.

¿Acaso pueden escogerse publicaciones más representativas sobre los consensos en la URSS? Y ninguna destacó este texto como “el trabajo canónico del ‘Leninismo’ sobre organización partidaria”. Entonces, ¿a qué jugaba Draper? Pues obviamente a aprovechar los errores y distorsiones de la academia burguesa para, de paso, manchar con ellos a los soviéticos y difamar a la URSS.

Desde luego, ¿Qué hacer? es un texto con elementos muy relevantes sobre cuestiones organizativas. De hecho, daba respuesta a cómo articular un partido fragmentado organizativa e ideológicamente, y además en el contexto de la Rusia zarista. Estos elementos concretos han sido más directamente útiles en otras coyunturas dictatoriales o de gestación partidaria. Pero lo crucial, lo universal del texto, es que estas soluciones particulares daban respuesta, en aquella coyuntura, a la tarea general del partido: a su relación con el movimiento obrero más o menos espontáneo, y al papel que debía jugar el partido respecto a la teoría. Además, Lenin, con su voluntad y capacidad orientadora, abordó el problema concreto sobre la base de aclarar en qué consistía la tarea del partido obrero en general. Si no había claridad sobre en qué consistía la tarea en general, tampoco hubiera sido posible encontrar la mejor forma concreta de afrontarla en aquel particular momento de la rusia zarista de 1902.

El militante contemporáneo encuentra, en el modo de Lenin de Explicar la tarea general, y en su modo de enfocar y resolverla en aquella situación concreta y lejana, el modo en que él mismo debe identificar y evaluar las tareas que impone la situación actual. Es decir, se educa en el enfoque revolucionario del partido. Estas soluciones particulares que expuso Lenin sirven, incluso al militante de la democracia burguesa más libre y del partido más cohesionado y con el espontaneísmo liquidado, para hacerse una idea más rica de la tarea general y de su importancia y formas de despliegue. En este sentido, y solo en este sentido, hasta las cuestiones particulares del texto tienen validez universal; “lo particular es lo general”[9]. Pero, si un militante se acerca a ¿Qué hacer? con la premisa que atribuye Draper a “leninólogos” y “stalinistas” (“el trabajo canónico del ‘Leninismo’ sobre organización partidaria”), al cabo de unas cuantas páginas se sentirá profundamente decepcionado.

No obstante, hay diferentes aspectos del contexto particular de ¿Qué hacer? que vuelven una y otra vez a aparecer en la historia, y a poner más directamente al día sus conclusiones. ¿No hace falta, a 2023 en España, golpear la mesa con la misma fuerza que Lenin, que a su vez recogía citas de Marx y Engels, y decir: ¡basta ya de desdeñar y pervertir la teoría revolucionaria!?

La introducción de Lenin a la reedición de 1907 de ¿Qué hacer?

En 1907 la editorial bolchevique Zernó comenzó a publicar lo que fue la primera compilación de obras de Lenin. Se titulaba En 12 años. De los tres tomos, se publicó el primero y parte del segundo, pero el proyecto se frenó a causa de la censura zarista. Entre los textos del primer tomo estaba ¿Qué hacer?. El siguiente párrafo es la explicación de Draper, interpretando y citando a Lenin (frases entrecomilladas), sobre las razones de la reedición.

El QH fue incluido (explicaba Lenin) porque “es mencionado frecuentemente por los mencheviques” y los escritores liberales burgueses.  Quería “llamar la atención de los lectores modernos” sobre lo que era su “contenido esencial”. Su explicación comenzaba con argumentos que bien podrían estar dirigidos a los leninólogos contemporáneos: “El error principal de los que hoy polemizan con el QH consiste en que desligan por completo esta obra de una situación histórica determinada ―largo tiempo atrás― de un período concreto del desarrollo de nuestro Partido”. […] El QH era eficaz para el año 1902, y no debería ser tomado como si fuera una propuesta vigente. […] [Lenin] lo estaba incluyendo solamente por su interés histórico. Los socialistas tampoco repudiarían la Primera Internacional, pero nadie podría soñar con traerla nuevamente a la vida. Estaba lejos de ser un “concepto de partido” permanente.

¿Qué significaba “interés histórico” en estas palabras de Draper? Pues que había jugado un papel relevante en el pasado. Y que, si el libro era aún criticado, las nuevas generaciones de militantes tenían que tener a mano aquello que aún causaba revuelo; aquello a lo que se seguía atacando en textos contemporáneos. Pero Lenin no tenía esta idea tan vulgar sobre las razones históricas de reimprimirlo.

Veamos primero lo que dijo Lenin exactamente.

Mencionó las críticas aún activas contra su texto y aclaró: “Por eso lo reproduzco con ligeras reducciones, prescindiendo únicamente de detalles sobre las relaciones orgánicas o de pequeñas observaciones de tipo polémico”. Es decir, si el libro no recibiese aún críticas, Lenin no lo habría excluido, pero lo habría reproducido en una versión más reducida, más esencial. Por ejemplo, Un paso adelante, dos pasos atrás, que era dos años posterior, lo recortó hasta casi la mitad por razones que entenderá todo el que lo haya leído: “los detalles menudos de la lucha en torno a los problemas de organización [que aparecen en Un paso adelante, dos pasos atrás], sobre todo en lo que atañe a la composición de los organismos centrales del Partido, no pueden interesar en absoluto a los lectores de nuestros días”. No obstante, las críticas a ¿Qué hacer? le impedían en 1907 condensar el texto en la misma medida.

Lenin decidió reimprimirlo porque era necesario que la militancia, especialmente la nueva, conociera la historia del partido; era necesario que comprendiera cómo el partido había progresado a través de la lucha en su seno. Solo así la militancia podía interiorizar estos avances.

Lo dijo siempre.

Lo dijo en 1905 cuando el partido se abría a nuevos integrantes: “Los comités del Partido deberán preocuparse, naturalmente, por ayudar a cada una de estas [nuevas] organizaciones, por suministrarles información para que conozcan lo que es el POSDR [Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia], cuál es su historia y sus grandiosos objetivos actuales”[10].

Lo dijo en 1914 en “Del pasado de la prensa obrera en Rusia”:

En ninguna parte del mundo el movimiento proletario ha nacido ni ha podido nacer “de golpe”, como un movimiento de clase en su forma pura, surgir ya presto, como Minerva de la cabeza de Júpiter. Sólo a costa de una larga lucha de duros esfuerzos de los propios obreros avanzados, de todos los obreros conscientes, ha podido el movimiento proletario de clase desprenderse de todas las impurezas, limitaciones, estrecheces y adulteraciones pequeñoburguesas, sólo así ha podido afianzarse. […] El obrero consciente, que ahora emprende una obra que le atañe muy de cerca y con la que se siente identificado por completo, la obra de organizar, poner en marcha, consolidar y desarrollar la prensa obrera, no olvidará la historia de veinte años de marxismo y de prensa socialdemócrata de Rusia. Hacen un flaco servicio al movimiento obrero sus amigos intelectuales de nervios flojos que no quieren saber nada de la lucha intestina de la socialdemocracia y claman y exhortan a los cuatro vientos a desentenderse de ella. Es gente buena, pero anodina, como lo son sus clamores. Sólo estudiando la historia de la lucha del marxismo contra el oportunismo, sólo conociendo a fondo y con detenimiento cómo la democracia proletaria independiente se ha ido separando de la mezcolanza pequeñoburguesa, los obreros de vanguardia fortalecerán definitivamente su conciencia y su prensa obrera[11].

Y lo dijo en 1920, en La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, dirigiéndose a los comunistas de otros países:

¿No convendría que las salutaciones entusiastas al poder de los soviets y a los bolcheviques se vieran acompañadas con mayor frecuencia del más serio análisis de las causas que han permitido a los bolcheviques forjar la disciplina que necesita el proletariado revolucionario?

El bolchevismo existe como corriente del pensamiento político y como partido político desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo en todo el período de su existencia puede explicar de un modo satisfactorio por qué el bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado.

Alguien puede verse tentado a agarrarse a este último párrafo y aislar a ¿Qué hacer? de la historia del bolchevismo. Pero hasta el que menos sepa podrá intuir que nada nace de generación espontánea de la noche a la mañana.

Lenin advirtió en su libro de 1902 que aquello que parecían pequeñas diferencias constituía en realidad un conjunto de importantes bifurcaciones de principio. Como se recordará, tras el II congreso del POSDR, en agosto de 1903 el partido se dividió entre la minoría y la mayoría: la fracción menchevique y la bolchevique. Los mencheviques no asumieron los acuerdos del congreso, amenazaron con la escisión y formaron su propia organización fraccional contra el partido. Año y medio antes, en ¿Qué hacer?, Lenin había expuesto el papel general del partido respecto a la clase obrera. El desacuerdo en torno a esta cuestión básica implicaría, ante cualquier debate más concreto sobre el proceder del partido, una división. Por ejemplo, en la concepción de Lenin del partido como organización de vanguardia de la clase obrera, centralizada, disciplinada, que orienta y eleva al conjunto de la clase, estaba implícita una concepción de militante restringida. Para que el partido pudiera golpear como un solo puño, era necesario que el militante asumiera el programa, ayudara al partido en el aspecto material y además estuviera afiliado a una de sus organizaciones (donde debía ser aceptado y se sometía a la disciplina del partido, de la cual era parte). Como se sabe, Yuli Martov defendió en aquel congreso de 1903 su propuesta laxa de militancia, sin requisito de afiliación a una organización. Esto llevaba a incluir en las filas del partido a cualquier manifestante y cualquier intelectual falto de verdadero compromiso. Esto hubiera implicado incubar un partido desorganizado, en el que sus integrantes no se sometieran a la disciplina consciente, sino que actuaran como simpatizantes. En tal caso, ni siquiera se hubiera podido saber exactamente con qué fuerzas contaba el partido. Este no hubiera podido ser el partido de la revolución socialista.

En el prólogo de 1907, Lenin explicó las grandes cuestiones que estaban en juego en el debate de 1902, las cuales pronto implicaron la escisión:

Ya señalé entonces (en ¿Qué hacer?) que las discrepancias parecían pequeñas, pero en realidad tenían enorme importancia, pues al comienzo de una nueva labor, al comienzo del movimiento socialdemócrata, la determinación del carácter general de esta labor y de este movimiento se reflejaría del modo más esencial en la propaganda, la agitación y la organización. Todas las discusiones posteriores entre los socialdemócratas giraron en torno a cómo orientar la actividad política del partido obrero en tales o cuales casos. Pero entonces se trataba de determinar las bases más generales y las tareas cardinales de toda política socialdemócrata en general[12].

¿Acaso tenía un interés meramente histórico (en el sentido más estrecho de la expresión) el que la nueva militancia conociera “las bases más generales y las tareas cardinales de toda política socialdemócrata en general”, cuyos flecos de debate seguían vivos y siempre podrían resucitar?  ¿No es evidente la necesidad de conocer las polémicas través de las cuales había vencido la línea adecuada, requisito indispensable para que esta no se torciera a futuro?

Draper tampoco indicó que Lenin, en el prólogo, al presentar los siete textos que conformaban el primer volumen, dedicó la mitad de la extensión tan solo a este. Y allí mismo dejó muy clara la cuestión:

Lanzando una mirada de conjunto a la lucha de las dos corrientes del marxismo ruso y de la socialdemocracia rusa durante estos 12 años (1895-1907), no se puede menos de llegar a la conclusión de que el «marxismo legal», el «economismo» y el «menchevismo» representan formas distintas de manifestación de una misma tendencia histórica. […]

En cuanto a la ligazón del «economismo» dentro de la socialdemocracia con el «marxismo legal» o «struvismo» de 1895 a 1897, la señalé en el folleto ¿Qué hacer? (1902). El marxismo legal, el economismo y el menchevismo están vinculados entre si no sólo ideológicamente, sino además por la continuidad histórica directa. […]

El conocimiento de las diferentes formas de manifestación de esta tendencia en la socialdemocracia de Rusia en los distintos períodos de su desarrollo es necesario para fortalecer el marxismo revolucionario y para templar a la clase obrera rusa en su lucha liberadora.

Si ahora volvemos a las palabras de Draper sobre todo esto, quedará claro que no había entendido nada de la cuestión:

El QH fue incluido (explicaba Lenin) porque “es mencionado frecuentemente por los mencheviques” y los escritores liberales burgueses. […] lo estaba incluyendo solamente por su interés histórico. Los socialistas tampoco repudiarían la Primera Internacional, pero nadie podría soñar con traerla nuevamente a la vida.

Draper quiso disminuir arbitrariamente el peso de la reimpresión de ¿Qué hacer?. Esta forma falsa en que presentaba el asunto, a tono con su propia necesidad argumental, no fue una excepción. No siempre podremos perder el tiempo en escarbar debajo de sus afirmaciones aparentemente inocentes, pero sí veremos varias de las más escandalosas.

La verdadera obra fundamental de Lenin sobre cuestiones de organización

En contra de las afirmaciones de Utechin, de las cuales Draper se hizo acríticamente eco, ¿cuál indicó Stalin, con sus propias palabras, que fue el texto en el que Lenin desarrolló “tesis fundamentales de organización […] que más tarde sirvieron de base para la organización del Partido bolchevique”?  Léase bien: “tesis fundamentales… base para la organización”; nada de biblias ni planes de instrucciones detallados, fijos y eternos. Pero tampoco coyuntura absoluta. Nada más preciso que las palabras de Stalin: “tesis fundamentales”.

Ese texto fue otro distinto. El famoso ensayo de 1904: Un paso adelante, dos pasos atrás. Stalin expuso las seis tesis fundamentales de este texto, que es posible resumir así (aunque conviene remitir al original[13]):

1) El Partido marxista es el destacamento de vanguardia, consciente, marxista de la clase obrera. El conocimiento del marxismo le capacita para conducir a la clase obrera y dirigir su lucha. La misión del Partido es elevar a las masas obreras al nivel de su vanguardia.

2) El Partido es, además, un destacamento organizado de la clase obrera, con su disciplina propia, obligatoria para todos sus miembros. Los afiliados al Partido se hallan obligados a estar afiliados también a una de sus organizaciones.

3) El Partido es, dijo Lenin, «la forma más alta de organización» entre las varias que tiene la clase obrera. El Partido, compuesto por los mejores integrantes de la clase, pertrechados con una teoría de vanguardia, está obligado a dirigir a todas las demás organizaciones de la clase obrera.

4) El Partido es la encarnación de los vínculos que unen al destacamento de vanguardia de la clase obrera con las masas de millones de hombres del proletariado. No podría vivir ni desarrollarse sin tener vínculos de unión con las masas sin partido, sin multiplicar y afianzar estos vínculos.  

5) El Partido debe estar organizado sobre la base del centralismo, con estatutos únicos, una disciplina de partido igual para todos y un solo órgano de dirección: el Congreso del Partido (y, entre congresos, el Comité Central). Con la sumisión de la minoría a la mayoría, de las distintas organizaciones a los organismos centrales, y de las organizaciones inferiores a las superiores. En condiciones de legalidad, el partido funciona sobre la base del centralismo democrático.

6) Tiene que mantener una disciplina proletaria única, que obligue por igual a todos los miembros del Partido, tanto a los dirigentes como a los militantes de filas, sin distinciones.

Como se sabe, en 1912 el bolchevismo, que hasta entonces había sido una de las fracciones del POSDR, y que había tratado de unificar al partido bajo premisas revolucionarias, se conformó como partido independiente. Aquel año continuó sin el lastre oportunista de los mencheviques construyendo el partido de nuevo tipo, el partido que realmente necesitaba la clase obrera para su revolución. Cuando Stalin expuso este momento de la historia del PCUSS, señaló cuáles habían sido los principales trabajos teóricos de Lenin que habían preparado para entonces la formación de tal partido:

El libro de Lenin «¿Qué hacer?» [1902] preparó ideológicamente este tipo de partido. Su libro «Un paso adelante, dos pasos atrás» [1904] lo preparó en el terreno de la organización. El libro «Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática» [1905] lo preparó en el terreno político. Finalmente, el libro de Lenin «Materialismo y Empiriocriticismo» [1909] lo preparó en el terreno teórico.

Por supuesto, los años siguientes Lenin siguió dando frutos indispensables en todos estos y otros ámbitos.

Los cuatro muñecos de paja burgueses que ataca Draper

Indicaba Draper, sin citar ninguna fuente, que “el ‘concepto de partido’ de Lenin, según el mito repetido hasta el infinito”, se resume, en sus palabras, en lo siguiente:

      1. Lenin concebía un partido formado principalmente por “intelectuales”, sobre la base de la teoría de que los trabajadores no pueden desarrollar por sí mismos una conciencia socialista. La idea socialista es siempre e inevitablemente introducida al movimiento obrero por la burguesía intelectual.
      2. Sostenía que el partido era simplemente un grupo de “revolucionarios profesionales” y no el partido del conjunto de la clase obrera.
      3. Repudió todo elemento de espontaneidad o movimiento espontáneo, y sólo respaldó una revolución dirigida.
      4. Planteó que el partido no debía estar organizado de manera democrática, sino burocráticamente o como una jerarquía semi-militar.

A poco que sepa el lector, ya habrá visto que esto es una mezcla de distorsiones y mentiras estrepitosas propias del pensamiento burgués. Hubiera sido útil que Draper las hubiese confrontado sin jugarretas, es decir, sin tratar de mezclar a los soviéticos con esto.

1) El partido burocrático semi-militar

El «mito» número cuatro es la tergiversación más burda, al gusto del antisovietismo más vulgar. No hay lugar donde el marxismo de la URSS defendiera semejante idea de partido.

Puestos a evaluar el canon soviético de la época, podemos tomar el Manual de marxismo-leninismo de Kuusinen, publicado en los años 60. ¿Qué dice al respecto? Pues lo que todos sabemos sobre el centralismo democrático:

La voluntad común del Partido sólo puede formarse por la vía democrática, es decir, conjunta y colectivamente, comparando opiniones y propuestas y adoptando luego acuerdos que son obligatorios para todos. La voluntad común, así elaborada, tiene la superioridad de que refleja de la manera más completa, y por tanto acertada, las necesidades objetivas de la lucha de clase del proletariado. Por lo tanto, el centralismo de los Partidos Comunistas es un centralismo democrático, o sea que se apoya en la voluntad de las grandes masas del Partido.[14]

Como es sabido, el aspecto democrático tiene sentido efectivo en condiciones de legalidad. En la clandestinidad se ve seriamente limitado. Un partido comunista policialmente acosado, con su militancia sometida al riesgo de la cárcel, las torturas e incluso la ejecución judicial o extrajudicial, no puede tener el debate público que permite la legalidad. Tampoco la militancia puede conocer el historial de actividad de la potencial dirección y elegirla democráticamente. Ni siquiera puede conocer más que a un puñado de sus camaradas.

La historia del PCE prueba que estas condiciones pueden ser aprovechadas por el oportunismo para corromper y desviar al partido, como fue el caso de Santiago Carrillo y su entorno. Pero la experiencia del PCE, y la de otros muchos partidos, también prueba que las condiciones de legalidad no aseguran en absoluto la derrota del oportunismo, el revisionismo y cualquier otro tipo de desviaciones. Todos los partidos comunistas han precisado, para su desarrollo exitoso, luchar contra el oportunismo que medra en su interior; tanto en condiciones de legalidad como de ilegalidad.

2) El partido que repudia el movimiento espontáneo

El “mito” número tres (“[Lenin] repudió todo elemento de espontaneidad o movimiento espontáneo, y sólo respaldó una revolución dirigida”) sorprenderá a cualquiera que haya leído dos cosas de Lenin; aunque no fuera más que algunas frases famosas: “El ‘elemento espontáneo’ no es sino la forma embrionaria de lo consciente”; “La revolución no se hace, se organiza”.

¿Cómo podría despreciar ningún marxista soviético el movimiento espontáneo si la tarea del partido es, entre otras cosas, la de estar sumamente atento al movimiento espontáneo, a sus formas de organización, al estado de ánimo que tiene, a las reivindicaciones que lo motivan, etc., tanto para aprender de las masas como para luchar junto a ellas y lograr que en el curso de su propia experiencia comprendan que la línea del partido es la adecuada? ¿Qué podría hacer el partido por sí mismo, sin todo el movimiento espontáneo de las masas?

Echemos otro vistazo al manual de Kuusinen:

La experiencia histórica demuestra que antes de convertirse realmente en vanguardia, los partidos revolucionarios atraviesan de ordinario varias etapas de maduración política y orgánica. En los primeros tiempos suelen ser más bien grupos entregados a una labor de propaganda que se realiza principalmente dentro de sus propias filas. Esto es necesario para asegurar la unidad ideológica, educar a los cuadros y organizarse debidamente. Luego viene un tiempo en que los partidos acuden a las masas y comienzan a dirigir las huelgas y las acciones de masas de la clase obrera. Este período es muy importante, significa la unión del movimiento obrero espontáneo con las ideas del socialismo, la conversión del mismo en un movimiento consciente y organizado de clase. La etapa siguiente es la transformación del partido en una fuerza política real capaz de llevar consigo no ya a la mayoría de la clase obrera, sino a grandes masas del pueblo. […] Únicamente es posible dirigir a las masas cuando se tiene presente su experiencia y el nivel de su conciencia de clase, sin apartarse de la realidad ni avanzar más de lo debido. De otro modo se corre el riesgo de quedarse en la penosa situación de la vanguardia que ha perdido el contacto con el grueso de las fuerzas.

Nótese que el manual habla del “grueso de las fuerzas”, el cual está ni más ni menos que fuera del partido, y se pone en movimiento con independencia de los deseos del partido. De ahí la necesidad de vincularse con ese “grueso de las fuerzas”. Lenin venía a explicar lo mismo en La enfermedad infantil:

La vanguardia proletaria está conquistada ideológicamente. Esto es lo principal. Sin ello es imposible dar ni siquiera el primer paso hacia el triunfo. Pero de esto al triunfo dista todavía un buen trecho. Con la vanguardia sola es imposible triunfar. Lanzar sola a la vanguardia a la batalla decisiva, cuando toda la clase, cuando las grandes masas no han adoptado aún una posición de apoyo directo a esta vanguardia o, al menos, de neutralidad benévola con respecto a ella y no son incapaces por completo de apoyar al adversario, sería no sólo una estupidez, sino, además, un crimen.

La revolución socialista no es la revolución de los partidos comunistas, sino la revolución de la clase obrera a la cabeza de las masas trabajadoras, que en los momentos de crisis revolucionaria se lanzan súbitamente a la actividad política. Los partidos comunistas son de la revolución socialista. Kuusinen:

La fuerza principal y decisiva de la revolución socialista puede ser sólo la clase obrera, sin que esto quiera decir que sea ella la que la realiza exclusivamente. Los intereses de la clase obrera coinciden con los intereses de todos los trabajadores, o sea de la inmensa mayoría de la población. En virtud de ello es posible la alianza de la clase obrera ―que mantiene la hegemonía― con las más grandes masas de trabajadores.

3) El partido, grupo de revolucionarios profesionales

El segundo “mito” (“[Lenin] sostenía que el partido era simplemente un grupo de ‘revolucionarios profesionales’ y no el partido del conjunto de la clase obrera”) tampoco ha sido nunca defendido por el marxismo soviético. Al contrario, ha sido combatido.

Así lo hace el manual Fundamentos de la doctrina marxista-leninista, dirigido por G.N. Vólkov. Editorial Progreso, 1979, pp. 89:

El rasgo siguiente, que caracteriza al partido de nuevo tipo, está expresado en la fórmula leniniana: “Ser un partido de masas”. La deshonestidad de los adversarios ideológicos que atribuían a Lenin la idea de crear una organización limitada de conspiradores, se puede juzgar por el hecho de que callaban su crítica directa y constante, que pasa como un hilo rojo a través de todos los trabajos de Lenin, a los partidarios de la Voluntad del Pueblo porque no supieron “establecer un nexo firme entre su movimiento y la lucha de clases en la sociedad capitalista en desarrollo”.

El partido comunista debe ser el partido de la clase obrera. Eso es evidente. Pero eso no significa que incluya en él a toda la clase obrera. Eso también es evidente. Bajo el capitalismo, en condiciones generales, amplios sectores de los obreros y otros trabajadores están sometidos a la ideología burguesa y no tienen ningún interés por semejante partido. Pueden llegar a verlo como un partido de referencia, pero no militar en él. Precisamente, para ser el partido de la clase, debe recoger en su seno a los sectores más conscientes de las necesidades de la clase (no del interés de cierto sector de obreros). Debe incluir en su seno a los que toman conciencia de las tareas históricas de la clase obrera. Solo así puede trabajar firme y organizadamente para impulsar la conciencia y organización obrera revolucionarias, engrosas sus filas e ir crecientemente dirigiendo la lucha de la clase. Lenin lo expuso con toda claridad dos años después de ¿Qué hacer? en Un paso adelante, dos pasos atrás:

Nosotros somos el Partido de la clase, y, por ello, casi toda la clase (y en tiempo de guerra, en época de guerra civil, la clase entera) debe actuar bajo la dirección de nuestro Partido, debe tener con nuestro Partido la ligazón más estrecha posible; pero sería manilovismo y «seguidismo» creer que casi toda la clase o la clase entera pueda algún día, bajo el capitalismo, elevarse hasta el punto de alcanzar el grado de conciencia y de actividad de su destacamento de vanguardia, de su Partido socialdemócrata. Ningún socialdemócrata juicioso ha puesto nunca en duda que, bajo el capitalismo, ni aun la organización sindical (más rudimentaria, más asequible al grado de conciencia de las capas menos desarrolladas) esté en condiciones de englobar a toda o casi toda la clase obrera. Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que gravita hacia él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su avanzado nivel, sería únicamente engañarse a sí mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas, restringir nuestras tareas. Y precisamente así se cierran los ojos y tal es el olvido que se comete cuando se borra la diferencia que existe entre los que están en contacto y los que ingresan, entre los conscientes y los activos, por una parte, y los que ayudan, por otra.

Esto es plenamente coherente con el ABC del socialismo científico. Es la consecuencia organizativa necesaria de esta evidencia señalada por Marx en La Sagrada Familia:

No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o aun el proletariado íntegro, se propone momentáneamente como fin. Se trata de saber lo que el proletariado es y lo que debe históricamente hacer de acuerdo a su ser. Su finalidad y su acción histórica le están trazadas, de manera tangible e irrevocable, en su propia situación de existencia, como en toda la organización de la sociedad burguesa actual[15].

Por su parte, así resumió en 1939 Stalin (“leninólogo” soviético por excelencia…) el tipo de partido que Lenin defendía en las condiciones de lucha contra la autocracia (en 1902-3, en los debates previos al II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia):

Por lo que se refiere a su estructura y composición, Lenin entendía que el Partido debía constar de dos partes [¡atención: un partido, dos partes!]: a) un círculo reducido de militantes, que formasen los cuadros de dirección fijos y en el cual debían entrar, fundamentalmente, los revolucionarios profesionales, es decir, los militantes sin más ocupación que el trabajo del Partido y dotados del mínimum indispensable de conocimientos teóricos, de experiencia política, de capacidad de organización y de habilidad para luchar con la policía zarista y escabullirse de ella, y b) una extensa red de organizaciones periféricas del Partido, integradas por una masa numerosísima de afiliados y rodeadas de la simpatía y el apoyo de cientos de miles de trabajadores[16].

Esta era la organización adecuada para un contexto de clandestinidad. Sobre la condición para los miembros del partido, ya se sabe: “La fórmula de Lenin consistía en que sólo pudiese ser miembro del Partido quien aceptase su programa, ayudase al Partido en el aspecto material y estuviese afiliado a una de sus organizaciones”. Esta es la fórmula que el comunismo soviético e internacional ha defendido fehacientemente. La que toma en cuenta las exigencias del trabajo que debe desplegar un partido comunista. La que ha sido puesta exitosamente a prueba en multitud de procesos y durante décadas.

4) El partido formado principalmente por intelectuales

El “mito” primero es otra idea pintoresca que nunca defendió el marxismo soviético:

Lenin concebía un partido formado principalmente por “intelectuales”, sobre la base de la teoría de que los trabajadores no pueden desarrollar por sí mismos una conciencia socialista. La idea socialista es siempre e inevitablemente introducida al movimiento obrero por la burguesía intelectual.

Como se sabe, en ¿Qué hacer? Lenin combatió el oportunismo de los llamados “economistas”; esos jóvenes socialdemócratas que pretendían reducir la lucha obrera a la lucha por las reivindicaciones económicas, y que dejaban la lucha política contra el zarismo en manos de la burguesía liberal, poniendo a la clase obrera a remolque de esta. Estos socialdemócratas inexpertos consideraban que los obreros tomarían conciencia socialista al luchar por las cuestiones más inmediatas. Lenin les espetaba:

Todo lo que sea rendir culto a la espontaneidad del movimiento obrero, todo lo que sea aminorar el papel del elemento consciente, el papel de la socialdemocracia, significa […] acrecentar la influencia de la ideología burguesa entre los obreros. Cuantos hablan de “sobrestimación de la ideología”, de exageración del papel del elemento consciente, etc., imaginan que el movimiento puramente obrero puede elaborar por sí solo, y elaborará, una ideología independiente con tal de que los obreros “arranquen su destino de manos de los dirigentes”. Pero eso es un craso error[17].

A continuación, Lenin citaba un largo párrafo de Kautsky, como teórico de referencia en aquellos años, que aquí reproduzco solo en parte:

La conciencia socialista moderna puede surgir únicamente sobre la base de un profundo conocimiento científico. En efecto, la ciencia económica contemporánea constituye una condición de la producción socialista lo mismo que, pongamos por caso, la técnica moderna, y el proletariado, por mucho que lo desee, no puede crear la una ni la otra; ambas surgen del proceso social contemporáneo. Pero no es el proletariado el portador de la ciencia, sino la intelectualidad burguesa [subrayado por C. K.]: es del cerebro de algunos miembros aislados de esta capa de donde ha surgido el socialismo moderno, y han sido ellos los que lo han transmitido a los proletarios destacados por su desarrollo intelectual, los cuales lo introducen luego en la lucha de clases del proletariado.

Draper citó estas palabras de Kautsky e intentó abrir una zanja entre ellas y la concepción de Lenin al respecto. Se lanzó a las especulaciones. Dijo: “este joven Lenin no era (todavía) tan temerario como para atacar a su Papa [Kautsky] o corregirlo abiertamente. Pero es obvio que [en Lenin] había una sensación de incomodidad [hacia estas palabras de Kautsky]”.

Pronto comprobaremos que las obviedades de Draper no pueden más que olernos a chamusquina.

Lenin introdujo la cita de Kautsky con una doble aseveración: “Para completar lo que acabamos de exponer, añadiremos las siguientes palabras, profundamente justas e importantes”. O sea, Lenin ya había desarrollado su punto y venía a completarlo con las palabras de Kautsky. Si esas palabras le despertaban incomodidad, ¿qué necesidad tenía de citarlas literalmente y anunciarlas como “profundamente justas e importantes”? Pero Draper esquivó estas contradicciones a su argumento dejando de lado el modo en que Lenin introdujo la cita. En su lugar, prefirió hacer malabarismos. Trató de sostener que Lenin “insertó dos largas notas [al pie] rechazando (o si se prefiere, corrigiendo) precisamente lo que era peor en la teoría de Kautsky sobre el rol del proletariado”. Si ponemos la lupa en esto tendremos otro ejemplo del tipo de tretas de Draper.

De las dos notas, Draper reconocía que la segunda aparecía tres páginas más tarde de la cita de Kautsky, y que no impugnaba en ningún sentido esas palabras citadas ni el artículo de donde provenían.

Lenin había dicho en 1897 en Las tareas de los socialdemócratas rusos que: “El despertar de la clase obrera rusa y su tendencia espontánea al saber, a la unión, al socialismo y a la lucha contra sus explotadores y opresores se manifiestan con claridad y amplitud cada día mayores”. Y en 1900, en el Proyecto de declaración de la redacción de “Iskra” y “Zaira”, había afirmado, de “las masas obreras, que tienden espontáneamente al socialismo y a la lucha política”. Esto eran cosas ya sabidas entre los marxistas, desde los propios Marx y Engels. Buscando desbrozar el camino a esa sana tendencia espontánea y evitar desvíos, en la nota de ¿Qué hacer? Lenin precisaba:

Se dice a menudo que la clase obrera tiende espontáneamente al socialismo. Esto es justo por completo en el sentido de que la teoría socialista determina, con más profundidad y exactitud que ninguna otra, las causas de las calamidades que padece la clase obrera, debido a lo cual los obreros la asimilan con tanta facilidad, siempre que esta teoría no ceda ante la espontaneidad […]. La clase obrera tiende al socialismo de manera espontánea; pero la ideología burguesa, la más difundida (y resucitada sin cesar en las formas más diversas), es, sin embargo, la que más se impone espontáneamente a los obreros.

Ante esto concluía Draper:

Esta nota fue introducida obviamente para modificar y reformular la teoría de Kautsky, sin necesidad de aparecer diciendo que el gran Maestro estaba equivocado. ¡Muchas cosas ocurren “espontáneamente”, pero la victoria no la decide sólo la espontaneidad! ―esta fue la modificación [de Lenin].

Curiosa obviedad. Por un lado, Draper se desentendía de lo que el propio Lenin había dicho explícitamente pocos años antes sobre este asunto, y que era algo que aún sostenía: la tendencia de la clase obrera al socialismo existía. Por ella tenía que velar el partido, para luchar contra los frenos y desvíos burgueses. Era esa tendencia ciega la que permitiría que diera frutos la tarea partidaria de desarrollar y difundir el marxismo y de luchar contra la ideología burguesa y contra todas las desviaciones. Sin esa tendencia, ¿qué sería la tarea del partido, sino una utopía de un grupito de revolucionarios? En ¿Qué hacer? Lenin volvía a defender esto mismo en la lucha contra la corriente espontaneísta de un sector de los revolucionarios rusos. Esta corriente estaba dispuesta a abandonar a la clase obrera a la espontaneidad, a no reforzar el papel consciente y activo, y por tanto a dejar que fuera sometida por los poderosos aparatos de propaganda y represión zaristas.

Por otro lado, ¿en qué corregía esta nota a Kautsky? Draper no nos da pistas. No ofrece una referencia ni resume una idea de Kautsky que resultase desbancada. ¿Acaso Kautsky había dicho que la victoria la decidía la espontaneidad? No precisamente, y justo por eso era un aliado de Lenin. Tres años antes, en polémica con Bernstein, Kautsky había subrayado “la importancia que tienen la madurez y el poder crecientes del proletariado para el derrumbe de la sociedad capitalista”. Había afirmado que el énfasis en esta madurez y poder es “elemento característico” de la teoría marxista de la revolución. Es más, cerró aquel libro contra Bernstein con la siguiente reflexión, en plena coincidencia con la nota al pie de Lenin (aunque el ruso, como siempre, ganaba en precisión y, por tanto, en capacidad orientativa). Enfatizo con cursiva:

Nuestro deber […] consiste […] en pedir todo lo posible a las facultades políticas del proletariado y por consecuencia en trabajar con ahínco para aumentarlas […]. Para cumplir esta misión, no sólo tenemos que organizar el proletariado y ayudarlo a obtener las mejores condiciones de vida y de trabajo. Debemos, además, procurar que el proletariado extienda su mirada más allá del círculo de sus intereses profesionales del momento, y que reconozca la gran conexión entre todos los intereses de los proletarios y los intereses de la sociedad en general. […] Velemos para que la micromanía no degrade al proletariado y su objeto, para que una política del día a día no ocupe el lugar de una política inspirada en principios y previsora; velemos, en una palabra, para que la insubstancial banalidad no acabe con el idealismo, para que el proletariado tenga siempre conciencia de la gran misión histórica que le está encomendada. Si desplegamos todas nuestras fuerzas en este sentido, habremos cumplido nuestro deber de socialistas[18].

Estas eran las palabras de Kautsky en el cierre del libro. Tenían un tono innecesariamente romántico y, por lo mismo, impreciso. Y no cabe duda de que la floritura imprecisa es muchas veces expresión de no saber cómo concretamente resolver la tarea que se intuye. En cualquier caso, Kautsky llamaba al empeño de los revolucionarios para aumentar la conciencia y la fuerza del proletariado. Estas serían las cuestiones decisivas en la revolución ―obviamente, sobre la base de la maduración de las contradicciones del capitalismo―. La frase que Draper pretendía echarle en cara a Kautsky recorría toda la conclusión del reciente libro de este: ¡la victoria no la decide solo la espontaneidad!

La otra nota al pie de Lenin que Draper aprovechó para sostener su argumento, sí figuraba tras la larga cita de Kautsky. Lenin retomaba así la palabra en el cuerpo del texto: “Ya que no puede ni hablarse de una ideología independiente, elaborada por las mismas masas obreras en el curso de su movimiento […]”. Y en este punto colocaba la siguiente nota al pie:

Esto no significa, naturalmente, que los obreros no participen en esta elaboración. Pero no participan en calidad de obreros, sino en calidad de teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling. Y, a fin de que los obreros lo logren con mayor frecuencia, es necesario ocuparse lo más posible de elevar el nivel de la conciencia de los obreros en general; es necesario que estos no se encierren en el marco, artificialmente restringido, de las “publicaciones para obreros”, sino que aprendan a asimilar más y más las publicaciones generales. Incluso sería más justo decir, en vez de “no se encierren”, que “no sean encerrados”, pues los obreros leen y quieren leer cuanto se escribe también para los intelectuales, y sólo ciertos intelectuales (de ínfima categoría) creen que “para los obreros” basta relatar lo que ocurre en las fábricas y repetir cosas conocidas desde hace ya mucho tiempo.

Como se ve, la idea iba plenamente a tono con el cierre de la obra de Kautsky contra Bernstein. Sin embargo, Draper contraponía absolutamente la afirmación de Lenin sobre algunos obreros excepcionales que participan en la elaboración teórica pero no en calidad de obreros, a la afirmación de Kautsky sobre la clase obrera en su conjunto. De nuevo se trataba de una jugarreta argumental, pues esta última afirmación la había reproducido el propio Lenin con sus palabras. Lo que sí es una obviedad es que lo central en aquel debate no era la excepción de algunos obreros que no obraban en calidad de tales, sino determinar el papel del partido respecto a esa teoría y al movimiento obrero multitudinario, de masa, en su conjunto.

Draper, en su forma de argumentar completamente arbitraria, llegó a afirmar que “unas páginas antes [de la cita de Kautsky] Lenin lo parafrasea”. Draper se refería a una afirmación de Lenin situada en el aparto previo a aquel que recogía la larga cita de Kautsky. Se trataba de esta afirmación: “hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata. Esta sólo podía ser traída desde fuera”. Así lo interpretaba Draper: “empieza diciendo ‘Hemos dicho que…’: vale decir, la incluía directamente como la visión aceptada por el movimiento (o eso parecía pensar). Aun así, su reseña no era tan temeraria como la de Kautsky”.

Draper quería convencernos de un verdadero lío: como Lenin empezaba con un “hemos dicho”, en realidad no sostenía una idea suya, sino una que considera general en el movimiento, y que procedía de Kautsky, al cual Lenin parafraseaba implícitamente unas páginas antes de citarlo, pero formulando su propia versión. ¿Por dónde podemos empezar a desmontar semejante artificio montado por Draper a su antojo? Por suerte, podemos comenzar por lo más fácil, y con eso será suficiente.

Lenin uso varias veces en ¿Qué hacer? la formula “hemos dicho” o similares como plural de modestia (por ejemplo: “En el capítulo anterior, hemos destacado el apasionamiento general de la juventud instruida de Rusia por la teoría del marxismo”[19]). Sin embargo, Draper, a la hora de hacer su conjetura, se olvidó de lo que Lenin había dicho… ¡dos líneas antes!:

Los obreros no tenían, ni podían tener, conciencia de la oposición inconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir, no tenían conciencia socialdemócrata. En este sentido, las huelgas de los años 90, aunque significaban un progreso gigantesco en comparación con los “motines”, seguían siendo un movimiento netamente espontáneo.

Para cualquier lector con sentido de la lógica, siendo este el cierre de un párrafo, será bastante comprensible que Lenin continúe su argumento en el siguiente iniciando con la citada frase: “Hemos dicho que los obreros no podían tener conciencia socialdemócrata”.

Sea paciente el lector, porque aún no hemos terminado con las burradas de Draper. Aparecerán más.

Pasemos a revisar qué dijeron los soviéticos sobre el mito de este apartado: “el mito leninológico de que según el ‘concepto de partido’ de Lenin la organización consiste solo, o principalmente, o mayormente, de intelectuales burgueses”.

Draper, una vez más, no concretó qué “leninólogos” afirmaban esto. Pero por supuesto semejante tergiversación burguesa no podía venir de la URSS. Antes, en 1902, y siguiendo a Marx y Engels, Kautsky ya había advertido sobre el peligro de las vacilaciones de los intelectuales, de las cuales él mismo sería víctima 15 años después. En su libro La revolución social, cuya traducción al ruso había redactado Lenin en noviembre de 1902, dijo sobre los intelectuales:

Sus miembros se alinean con las clases y partidos más diferentes; les suministran sus defensores intelectuales. Unos combaten por los intereses de las clases dominantes al servicio de las cuales muchos intelectuales tienden a entrar como profesión. Otros han hecho suya la causa del proletariado. Pero la mayoría de ellos se han mantenido hasta ahora en el círculo de ideas de los pequeñoburgueses. […] Esta fracción de la burguesía que rinde testimonio de simpatías proletarias forma la parte menos apropiada para el combate y la menos combativa. […] Su única arma es la persuasión mediante la palabra y el escrito, la lucha entablada con las “armas morales”, con la ayuda de la “superioridad moral”; los socialistas de salón quisieran, a buen seguro, ver cómo se deciden así las luchas de clases, las luchas proletarias. Se declaran prestos a concederle al proletariado su asistencia moral, pero a condición de que renuncie a la violencia, no solamente allí donde esta carece de esperanza (los proletarios la abandonan igualmente en esos casos), sino incluso cuando el éxito es probable. También intentan desacreditar la idea de revolución, presentarla como un medio ineficaz. Se esfuerzan en desgajar del proletariado un ala reformista. Realizan, pues, una obra de división y debilitamiento[20].

En 1937 Stalin escribió un documento de gran valía: “Sobre los defectos del trabajo del partido y sobre las medidas para liquidar a los elementos trotskistas y demás elementos de doble cara”. En él, antes de defender una vez más el acertado criterio leninista para ser miembro del partido, exponía lo siguiente, en coherencia con todo lo que hemos visto. Las siguientes palabras son testimonio del hondo humanismo proletario de Stalin (enfatizo en cursiva lo crucial):

La mayoría de las veces se excluye del Partido por lo que se llama pasividad. ¿Qué es la pasividad? Se piensa que, si un miembro del Partido no ha asimilado el programa del Partido, es pasivo y debe ser excluido. Pero esto no es justo, camaradas. No se debe interpretar los estatutos de nuestro Partido de una manera tan pedante. Para asimilar el programa del Partido, hay que ser un verdadero marxista, un marxista experimentado y en posesión de una formación teórica. No sé si se encontrarán muchos miembros en nuestro Partido que hayan asimilado nuestro programa, que se hayan convertido en verdaderos marxistas y que posean una formación teórica. De continuarse por este camino, tendríamos que dejar en el Partido nada más que a los intelectuales y, en general, las personas cultas. ¿Quién necesita de tal Partido? Nosotros tenemos, para pertenecer al Partido, una fórmula leninista que ha sido verificada y que ha resistido a todas las pruebas. Según esta fórmula, es considerado como miembro del Partido el que reconoce el programa del Partido, paga las cotizaciones y trabaja en una de sus organizaciones. Observen bien: la fórmula leninista no habla de asimilación del programa, sino de reconocimiento del programa. Estas son dos cosas absolutamente diferentes[21].

El manual soviético de Konstantinov de finales de los años cincuenta, El materialismo histórico[22],  expresaba otro aspecto distinto de la misma gran cuestión:

El proletariado, por ser una clase explotada, sin acceso a la instrucción y a la cultura, no se encuentra en condiciones favorables, bajo el capitalismo, para formar sus propios intelectuales; sólo puede crearlos en masa después de conquistar el Poder político. La formación de una intelectualidad proletaria comienza, sin embargo, ya bajo el capitalismo, pues en el curso de la lucha revolucionaria del proletariado se destacan del seno de éste cuadros de revolucionarios profesionales. Por otra parte, se pasan al lado del proletariado los representantes más decididos y honrados de la intelectualidad burguesa. “Como cualquier otra clase de la sociedad actual ―ha señalado Lenin[23]―, el proletariado no sólo crea sus propios intelectuales, sino que también conquista partidarios entre todos los hombres cultos”.

Obviamente, las condiciones actuales para la formación de esta intelectualidad proletaria, con el grado vigente de instrucción, son mucho más favorables que los existentes en la Rusia de los albores del siglo XX. Por ello es un crimen mucho más imperdonable no cumplir con esta tarea ―en la que Lenin insistió ― empleando la vieja excusa “economista” de que el marxismo no interesa a los obreros.

Hace décadas que buena parte de la vanguardia comunista de España, mientras prosigue profundizando en su desintegración e insignificancia, muestra una dejadez teórica impropia de las necesidades de emancipación la clase obrera y de la inquietud de los obreros que apuntan hacia concepciones revolucionarias. Es claro como el agua que se realiza un esfuerzo completamente insuficiente para elevar a estos a la ciencia marxista-leninista y para introducir la conciencia comunista en el movimiento obrero; y lo que es peor: para dominar y defender el marxismo-leninismo en el seno de la propia organización revolucionaria. Es decir, no se cumple con las necesidades teórico-ideológicas obreras inexcusables. Primero, luchar contra el revisionismo y defender el marxismo, lo que exige dominarlo y desarrollarlo. Segundo, luchar contra el espontaneísmo e introducir la conciencia comunista entre los sectores avanzados de la clase obrera, es decir, ganarse a la vanguardia obrera al proyecto comunista. Tercero, extender la influencia sobre el conjunto de la clase y las masas trabajadoras. Son todo tareas alarmantemente abandonadas. Y de aquellos polvos, estos lodos.

Como para estas alturas el lector ya ha visto con sus ojos, Draper se dedicó en su artículo a confrontar “mitos” burgueses. Pero de forma gratuita, injustificada y difusa, había comenzado afirmando que algo de estos “mitos” tenía que ver con los “stalinistas”, esto es, con los comunistas. Obviamente, ese proceder no aportaba nada al movimiento revolucionario. Pero el trotskismo buscaba lo contrario: destruir la URSS[24].

Aguiriano, probablemente dejándose llevar por la corriente del texto, lo ha compartido indicando que “una de las curiosidades de estos mitos es que a menudo han sido defendidos y propagados tanto por los más férreos enemigos como por los supuestos amigos de Lenin. Y siempre con fines políticos catastróficos”. Pero, como se ha visto, los consecuentes continuadores de la obra de Lenin, entre los cuales el más destacado fue Stalin, no cayeron en estas tergiversaciones. Precisamente estas eran las tergiversaciones características del pensamiento burgués.

El problema de la conciencia desde fuera

Vayamos a una importante cuestión: la introducción de la conciencia desde fuera del movimiento obrero.

En 1883, ante la tumba de Marx, Engels había comentado este asunto de pasada al referirse al papel de su amigo (en todas las próximas citas de Marx y Engels, resalto el tema de interés con cursiva):

Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida[25].

El famoso texto de Engels de finales de los años 70, Del socialismo utópico al científico, derivado del Anti-Dühring y celebrado por Marx, cerraba aludiendo a este tema:

El socialismo científico, expresión teórica del movimiento proletario, es el llamado a investigar las condiciones históricas [de la revolución proletaria] y, con ello, la naturaleza misma de este acto, infundiendo de este modo a la clase llamada a hacer esta revolución, a la clase hoy oprimida, la conciencia de las condiciones y de la naturaleza de su propia acción[26].

Esto no puede sorprender a nadie. Era una idea inmanente en el socialismo científico. Estaba detrás de todos los esfuerzos de investigación de Marx y Engels durante décadas. ¿Cuál era el fin de El Capital sino abastecer intelectualmente a la clase obrera revolucionaria? En el prólogo a la edición francesa, así recibía Marx la idea de sacarlo por fascículos: “Aplaudo su idea de publicar por entregas periódicas la traducción de Das Kapital. En esta forma la obra será más accesible a la clase obrera, consideración que para mí prevalece sobre cualquier otra”[27].

En el propio Manifiesto del Partido Comunista, sin darse demasiada importancia (tal y como Marx y Engels acostumbraban a hacer, siendo pasmoso el abismo entre su enorme peso histórico y su ausencia presunción), indicaron de pasada dónde les situaba la historia:

Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir.  Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros.

Aquí, como en la cita de Kautsky ya señalada, el adjetivo de “intelectuales burgueses” hace referencia al origen social. La posición que toman en la lucha de clases, si son consecuentes hasta el final, como Marx, Engels y Lenin, es la de intelectuales debidos al proletariado. Se convierten en los representantes teóricos de esta clase. Históricamente se ha adjetivado de varias maneras a estos intelectuales: socialistas, socialdemócratas, comunistas. Lo siguiente fue escrito por Marx en 1847 y en 1867:

1847: Así como los economistas son los representantes científicos de la clase burguesa, los socialistas y los comunistas son los teóricos de la clase proletaria. (Miseria de la filosofía)[28]

1867: El peculiar desarrollo histórico de la sociedad alemana, pues, cerraba las puertas del país a todo desarrollo original de la economía burguesa [Marx explica que la economía es burguesa cuando considera el orden capitalista no como fase de desarrollo históricamente transitoria, sino, a la inversa, como figura absoluta y definitiva de la producción social], pero no a su crítica. En la medida en que tal crítica representa, en general, a una clase, no puede representar sino a la clase cuya misión histórica consiste en trastocar el modo de producción capitalista y finalmente abolir las clases: el proletariado. (El Capital, Prólogo a la primera edición)[29]

En el Manifiesto, Marx y Engels señalaron también: 1) qué distinguía a los militantes de su partido de las masas proletarias, 2) cuáles eran los objetivos inmediatos del partido y 3) cuál era el origen de sus proposiciones:

Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario

El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder.

Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad.  Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos[30].

Lenin fue el primer mejor heredero y desarrollador del legado de Marx y Engels. Dos años y medio después de publicar ¿Qué hacer?, en octubre de 1905, tuvo que volver a hacer énfasis sobre el asunto de la conciencia desde fuera. Escribió un párrafo introductorio al artículo de Stalin “Respuesta al Sotsial-Demokrat”. Esto es lo que decía Lenin sobre el texto de su camarada:

En el artículo “Respuesta al Sotsial-Demokrat” señalamos un magnífico planteamiento del problema de la famosa “introducción de la conciencia desde fuera”. El autor divide este problema en cuatro partes independientes: 1) La cuestión filosófica de la relación entre la conciencia y el ser: el ser determina la conciencia. De acuerdo con la existencia de dos clases, también se elaboran dos clases de conciencia: la burguesa y la socialista. A la situación del proletariado corresponde la conciencia socialista. 2) «¿Quién puede elaborar y quién elabora esta conciencia socialista (socialismo científico)?» «La conciencia socialista moderna puede surgir únicamente sobre la base de profundos conocimientos científicos» (Kautsky), es decir, su elaboración «es obra de unos cuantos intelectuales socialdemócratas que disponen de los medios y del tiempo libre necesarios para ello». 3) ¿Cómo penetra esta conciencia en el proletariado? «Aquí, precisamente, es donde aparece la socialdemocracia (y no sólo los intelectuales socialdemócratas), que introduce en el movimiento obrero la conciencia socialista». 4) ¿Qué encuentra la socialdemocracia en el mismo proletariado, al ir a predicarle el socialismo? Una tendencia instintiva al socialismo. «Con el proletariado nace, por necesidad natural, la tendencia al socialismo, tanto en los proletarios mismos como en los que asimilan el punto de vista del proletariado; así se explica el nacimiento de las aspiraciones socialistas» (Kautsky). Un menchevique deduce de aquí una conclusión ridícula: “¡De aquí se desprende claramente que el socialismo no se introduce desde fuera en el proletariado, sino que, por el contrario, sale del proletariado y entra en la mente de los que asimilan las concepciones del proletariado!”[31]

En contra de lo que Draper buscaba aparentar, tres años y medio después de ¿Qué hacer? Lenin no tenía problemas en seguir citando aquellas ideas adecuadas que había expuesto en primer lugar Kautsky. Tal vez alguien quiera ver un poco más en detalle cómo lo explica el propio Stalin en su artículo:

Así, pues, la conciencia socialista la elaboran unos pocos intelectuales socialdemócratas. Ahora bien, en el movimiento obrero esta conciencia es introducida por toda la socialdemocracia, que imprime a la lucha espontánea del proletariado un carácter consciente.

¿Cómo no puede comprender que, según nuestra opinión, según la opinión de los bolcheviques, la conciencia socialista es introducida en el movimiento obrero por la socialdemocracia y no sólo por los intelectuales socialdemócratas? ¿Por qué cree usted que en el Partido socialdemócrata no hay sólo intelectuales? ¿Acaso no sabe usted que en las filas de la socialdemocracia hay muchos más obreros de vanguardia que intelectuales? ¿Acaso los obreros socialdemócratas no pueden introducir la conciencia socialista en el movimiento obrero?[32]

Por supuesto, esto no significaba que el fenómeno intelectual del partido corriese en una sola dirección. Desde el inicio de un partido comunista surge una nueva dinámica. Unos pocos trabajadores se elevan a la ciencia marxista. De entre ellos, algunos llegan a destacarse, entre otras cosas, por su labor teórica (Stalin, por ejemplo). A su vez, quienes tienen por función más eminente la actividad teórica, aprenden de la vanguardia obrera y de las masas, al estar más cerca de sus aspiraciones y de todas las iniciativas que despliegan ante cada coyuntura, incluidas las nuevas formas de organización. A través de esta dinámica, toda la capacidad analítica del partido se levanta y robustece, así como la capacidad de continuar introduciendo la conciencia marxista-leninista en sectores mayores de la clase obrera.

Y, no obstante, la nueva dinámica no anula la verdad anterior. Se levanta sobre ella y la hace más poderosa y compleja. Pero, por ejemplificarlo de manera concreta, Lenin tuvo que seguir escribiendo para asegurar que su partido no perdiera la línea y pudiera continuar introduciendo la conciencia comunista en el movimiento obrero. Estos fueron los trabajos de más envergadura posteriores a 1905 y que no he mencionado ya: Materialismo y empiriocriticismo (1908), El derecho de las naciones a la autodeterminación (1914), Imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), El Estado y la revolución (1917), La revolución proletaria y el renegado Kautsky (1918).

Es sabido que Stalin llamó numerosas veces a los comunistas, y especialmente a los dirigentes, a aprender de las bases del partido y de las masas[33]. Con ello, llamaba a seguir el ejemplo de Lenin también en este aspecto. Pero, teniendo en cuenta cómo Draper trata en su artículo al futuro renegado para reinterpretar a Lenin, conviene cerrar apuntando que Kautsky tampoco era ajeno a ello. En su intervención en 1901 en el Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Austria, lo planteó de este modo: “De la combinación del movimiento obrero con la teoría socialista surgió una nueva forma de pensamiento socialdemócrata, en cuyo desarrollo no sólo los trabajadores aprendieron de los teóricos socialistas, sino también los teóricos socialistas de los trabajadores”[34].

El partido de masas de Lenin y otras artimañas de Draper

En octubre de 1905 en Rusia, en plena revolución, se conquistó la libertad de reunión, asociación y prensa. Siguiendo la propia lógica de ¿Qué hacer? ―y no contra tal texto― era el momento de reaccionar organizativamente a la nueva situación.

La adaptación organizativa era necesaria, no solo porque ciertos derechos permitían desplegar una actividad legal antes más restringida, sino también porque se vivía un proceso revolucionario de profunda actividad de masas. El partido debía adoptar fórmulas que permitieran atraer a sus filas e influenciar a todos esos obreros revolucionarios probados, puestos súbitamente en movimiento con independencia del partido.

El Comité Central llamaba a crear nuevas organizaciones y a incorporar a ellas a todos los obreros socialdemócratas o dispuestos a ser socialdemócratas (“comunistas”, diríamos hoy).  La situación era muy distinta a la de inicios de 1902. Entonces Lenin había propuesto un periódico central clandestino como esqueleto de un partido desperdigado y perseguido por el zarismo, cargos no elegibles y una red de revolucionarios profesionales que aseguraran la pervivencia de la organización y su contacto con las masas en las situaciones de hostigamiento policiaco. Ahora la clase luchaba en masa, en plena revolución, a la luz del día.

En noviembre de 1905, Lenin, tras la resolución del CC, llamaba a mantener el aparato clandestino, pues las libertades recién conquistadas no eran confiables. Pero también llamaba a desplegar la nueva actividad posible: a crear asociaciones del partido (y también externas pero adheridas) adaptadas a la nueva situación, legales y semilegales[35]. Y llamaba a todos los militantes a concebir y crear las organizaciones de este tipo adecuadas a su zona de actividad, capaces de atraer a todos los obreros templados en la lucha revolucionaria de 1905 e inclinados al comunismo. Este era el modo de avanzar, en la nueva circunstancia, en la construcción del partido de la clase. También la elegibilidad de los cargos del partido era algo que ya podía empezar a aplicarse, aunque empleando pseudónimos, por la previsible contrarrevolución zarista. Construir el partido sobre el principio de la elección de sus cargos era esencial para Lenin en condiciones de libertad política.

¿Había riesgos en este llamamiento del partido a la incorporación de más obreros? Conociendo las artimañas de Draper, es propicio ver directamente cómo planteaba Lenin la cuestión:

Podría considerarse un peligro el hecho de que de pronto ingresara en el Partido gran número de elementos no socialdemócratas. El Partido se diluiría en esa masa, el Partido dejaría de ser el destacamento consciente de vanguardia de la clase, el Partido quedaría reducido al papel de retaguardia. Sería éste indudablemente un período lamentable. Y este peligro sin duda podría adquirir importancia muy seria si entre nosotros hubiese propensión a la demagogia, si estuviéramos totalmente desprovistos de los cimientos del Partido (el programa, las normas tácticas, la experiencia organizativa) o fueran estos débiles y vacilantes. Pero todo consiste en que no se dan esos «síes». […] En los momentos actuales, cuando el heroico proletariado ha demostrado con hechos que está dispuesto a luchar y que sabe luchar de modo solidario y firme por objetivos de los que tiene clara conciencia, que sabe luchar con un espíritu netamente socialdemócrata, en tales momentos sería simplemente ridículo dudar de que los obreros que ingresan en nuestro Partido y los que ingresarán mañana por invitación del CC serán socialdemócratas en el 99 por ciento de los casos. La clase obrera es instintiva y espontáneamente socialdemócrata, y la labor de la socialdemocracia durante más de una década ha hecho una contribución nada desdeñable a la transformación de esa espontaneidad en adhesión consciente. iNo imaginen horrores inexistentes, camaradas! No olviden que en todo partido vivo y en desarrollo habrá siempre elementos de inestabilidad, inseguridad y vacilación. Pero esos elementos son susceptibles de ceder y cederán a la influencia del núcleo firme y cohesionado de los socialdemócratas[36].

¿Y cómo se apoderaba de esto Draper? Pues eliminando todas las condiciones que había explicado Lenin y que hacían capaz a la organización de encuadrar a nuevos obreros en la lucha comunista (los “síes”). Y eliminado también el contexto revolucionario, que permitía la entrada de obreros probados al calor de la lucha revolucionaria.

Draper, extractando fragmentos como el siguiente, tendía a normalizar la noción de apertura del partido en abstracto: “No debemos tener miedo, decía Lenin, de ‘un repentino flujo de un gran número de [obreros] no socialdemócratas dentro del partido’”. ¿Nos explicaba Draper por qué no había que tener miedo en este caso y sí en otros? ¿Nos explicaba qué contexto revolucionario atraía al partido a qué tipo de obreros? ¿Nos explicaba en qué confiaba Lenin para vencer las vacilaciones que pudieran tener los recién llegados? Nada de esto está en Draper.  

Sin embargo, eran importantes los señalamientos que hacía Lenin para que la apertura del partido fuese un verdadero éxito de reclutamiento revolucionario:

Los camaradas en posesión de una vasta experiencia de trabajo revolucionario bajo la autocracia deben ayudar con sus consejos a quienes comienzan el trabajo socialdemócrata en las nuevas circunstancias “libres” (libres todavía entre comillas). Se sobreentiende que en estos casos se requiere sumo tacto por parte de los miembros de nuestros comités: […] a menudo es menester comenzar “desde el principio”, demostrar a los amplios sectores de los nuevos camaradas del Partido toda la importancia de un programa, una táctica y una organización socialdemócratas coherentes[37].

La selección unilateral de Draper de fragmentos de Lenin y la reinterpretación de sus posiciones, es especialmente palpable en el siguiente ejemplo. Draper comentaba así varias citas del texto de Lenin de noviembre de 1905:

Nótese una observación hecha casi al pasar: “La clase obrera es instintivamente, espontáneamente socialdemócrata, y más de diez años de accionar de la socialdemocracia han hecho un gran trabajo para transformar esta espontaneidad en conciencia” ¡Hasta parece que Lenin se hubiera olvidado de la teoría de Kautsky que copió y citó en 1902! “Ahora la iniciativa de los propios obreros se manifestará en proporciones que nosotros, los que ayer actuábamos en la clandestinidad, los ‘activistas de los círculos’, ni siquiera nos hubiéramos atrevido a soñar». Lenin aprovecha las nuevas condiciones en especial para apoyar la idea de que el reclutamiento masivo de trabajadores (posible por primera vez) debería hacer zozobrar la influencia de los intelectuales en el trabajo del partido:

“En el Tercer Congreso del partido expresé el deseo de que en los comités del Partido, hubiera aproximadamente ocho obreros por cada dos intelectuales. ¡Cómo ha envejecido esta sugerencia! Hoy sería de desear que en las organizaciones del Partido, por cada miembro procedente de la intelectualidad socialdemócrata correspondieran varios centenares de obreros socialdemócratas.”

El artículo culmina con una típica reacción de Lenin:

“Hemos ‘teorizado’ durante tanto tiempo (a veces ―por qué negarlo― en vano) en la atmósfera de la inmigración, que a fe mía, no estaría mal ahora ‘torcer el arco hacia el otro lado’, ligeramente, un poco sólo un poco, y hacer avanzar algo más la práctica.”

Draper celebraba entre exclamaciones el presunto olvido de Lenin de los planteamientos de Kautsky, que “copió y citó” en 1902 en ¿Qué hacer? Pero, como se ve en la frase de Lenin, este volvía a conjugar una vez más 1) la idea de la inclinación espontánea de la clase obrera hacia el comunismo con 2) el trabajo de los comunistas para convertir esta espontaneidad en conciencia. ¡Nada nuevo! ¿Con qué nos quiere sorprender Draper? Además, como hemos visto, en octubre de 1905, ¡solo un mes antes!, Lenin había escrito la introducción al texto de Stalin haciendo de nuevo alusión a Kautsky sobre el dichoso asunto. Efectivamente, no estábamos ante el olvido de Lenin, sino ante el desconocimiento de Draper.

Pero comparemos la construcción realizada por él con lo que Lenin dijo exactamente. Justo después de “ni siquiera nos hubiéramos atrevido a soñar” venían las siguientes frases. El asunto sobre “el Tercer Congreso” es una nota al pie de este fragmento:

Ahora la influencia de las ideas del socialismo sobre las masas del proletariado discurre y discurrirá por vías que a menudo no estaremos en condiciones de rastrear. A tono con esas condiciones tendremos que preocuparnos por lograr una distribución más acertada de los intelectuales socialdemócratas para que no se acumulen inútilmente donde el movimiento está ya encarrilado y puede, si cabe la expresión, valerse por sí mismo, y para que “desciendan” a donde el trabajo es más duro, las condiciones más difíciles, mayor la necesidad de gente experta y conocedora, donde las fuentes de luz son menos y el pulso de la vida política más débil[38].

¿Es honesto resumir esto diciendo que “Lenin aprovecha las nuevas condiciones en especial para apoyar la idea de que el reclutamiento masivo de trabajadores (posible por primera vez) debería hacer zozobrar la influencia de los intelectuales en el trabajo del partido”? Lo que estaba haciendo Lenin era dar mucha importancia, en unas tareas determinadas, a esos intelectuales socialdemócratas (así, con adjetivo, no intelectuales en general, como dice Draper). Lenin apostaba por su colocación allí donde el movimiento estaba más desorganizado y donde por tanto necesitaba más apoyo.

Obviamente, aumentar el peso de la militancia obrera, correctamente encuadrada en el partido marxista, era la gran tarea conducente al partido de la clase obrera. Este partido aspira a organizar a la vanguardia de la clase para dirigir a la clase y a todas las masas explotadas. No hay otra forma de organizar la revolución proletaria, que es obra de la clase obrera misma. Pero, ¿Lenin contraponía este aumento obrero a la presencia de los intelectuales comunistas? ¿No hacía lo contrario: indicar que los intelectuales comunistas debían, bajo las nuevas circunstancias, ser colocados donde favoreciesen dicho aumento? ¿Los consideraba Lenin un estorbo o una herramienta con una función específica? Todo esto no son más que preguntas retóricas.

El asunto es cristalino como el agua si uno, en vez de con dogmas, afronta los problemas según las complicaciones reales que presentan y las herramientas que hay al alcance. En septiembre de 1905, ante las dificultades organizativas en el campo, decía Lenin: “Utilizaremos todas las fuerzas socialdemócratas de la región, tanto las intelectuales como las obreras proletarias, para organizar y consolidar nuestros comités socialdemócratas de ‘depauperados’.”[39]

En realidad, todo el meollo de las varias tergiversaciones de Draper sobre este tema, se resume en que nunca entendió la concepción de Lenin de los intelectuales comunistas. Por eso pretendía que este se había olvidado de la teoría de Kautsky, aunque la hubiese citado de nuevo un mes antes y otorgase unas tareas concretas a la intelectualidad comunista en la nueva situación.

Para Lenin los intelectuales comunistas eran un activo del partido con ciertas capacidades. Si alguno tenía posiciones momentáneamente inconsecuentes, se le criticaba. Si manifestaba no someterse a las decisiones de la mayoría y representar una desviación oportunista, se le expulsaba. El partido se fortalece depurándose de los elementos oportunistas. Y si su falta de firmeza les llevaba a algunos a abandonar el partido por sí mismos, puente de plata. En enero de 1909 Lenin escribía:

Los elementos más proletarios del partido y los intelectuales más adictos a los principios y más socialdemócratas han permanecido fieles al POSDR. Los casos de abandono del partido equivalen a su depuración, equivalen a que el partido se ha desembarazado de los amigos menos firmes, de los amigos inseguros, de los “compañeros de viaje” (Mitläufer), que siempre se han adherido temporalmente al proletariado, procedentes de la pequeña burguesía o “desclasados”, es decir, descarriados de una u otra clase social[40].

La derrota de los intelectuales oportunistas no se lograba diluyéndolos en una masa de obreros. Esta ocurrencia de Draper no era la posición de Lenin, ni podría ser la de ningún marxista. Los intelectuales oportunistas debían ser puestos en evidencia teóricamente y sometidos a la estructura partidaria (es decir, expulsados si no eran reeducables). Pero si los intelectuales comunistas cumplían su función de manera consecuente, entonces tenían tareas que cumplir útiles al movimiento.

¿Por qué Lenin celebraba el descenso relativo de los intelectuales, en comparación con los obreros, en el seno del partido? Porque la revolución no se hace pensando, estudiando, debatiendo, dando mítines, concibiendo consignas ni escribiendo artículos y libros. Así se hacen, es verdad, varias cosas muy importantes: se la prepara conscientemente, se fortalece teóricamente el partido, se identifica la forma de propagar la política del partido, se clarifica la esencia de determinados hechos políticos, se define la línea adecuada del partido, etc. Pero la revolución la hacen las masas. El descenso relativo de los intelectuales en el partido era la evidencia de que en su seno se organizaba más y más la vanguardia obrera. Y esta era la única capaz de luchar junto a las masas, educarlas, arrastrarlas, hacer valer en ellas las consignas del partido y su programa. ¿Cómo no celebrar los progresos en esta dirección? Pero la satisfacción de Lenin por esto avances no tenía nada que ver con la razón incrustada fraudulentamente por Draper.

Veamos ahora lo que dijo exactamente Lenin antes del mencionar haber teorizado durante mucho tiempo, a veces incluso “en vano”.

Durante 1905, los obreros del POSDR reclamaban la unidad de mencheviques y bolcheviques. Las cúpulas habían llegado a un acuerdo. Lenin proponía poner en práctica esa unidad acordada, y hacerlo sobre la base de las votaciones de los mismos obreros encuadrados en ambas fracciones:

La necesidad de la unificación fue reconocida oficialmente en el III Congreso del POSDR [abril-mayo de 1905] y por la conferencia de los mencheviques de mayo del año en curso [1905]. Desde entonces han transcurrido seis meses, y la unificación casi no ha progresado. No es extraño que los obreros hayan comenzado a manifestar impaciencia. No es extraño que Un obrero, entre muchos, que escribió acerca de la unificación […] haya amenazado, finalmente, a la intelectualidad socialdemócrata con un «puño desde abajo». […]

La relación entre la función de los intelectuales y la de los proletarios (obreros) en el movimiento obrero socialdemócrata quizá pueda ser expresada con bastante precisión en la siguiente fórmula general: los intelectuales resuelven bien los problemas «a tono con los principios», trazan bien el esquema, razonan bien sobre la necesidad de hacer… y los obreros hacen, convierten la gris teoría en vida palpitante[41].

Obviamente, no todos los intelectuales comunistas resuelven siempre los problemas a tono con los principios, de manera correcta. Nadie como Lenin para saber los defectos teóricos de sus camaradas mejor formados. Pero lo que aquí estaba en juego era demostrar que, aun cuando así era, esa solución teórica y esa comprensión clara de las necesidades de la acción era algo carente de efectividad sin la acción. Draper no citó esta parte del texto porque era un estorbo para su tesis. Habría tenido que decir que Lenin se había vuelto a acordar de Kautsky por algún tipo de lapsus, que lo parafraseaba no sin incomodidad o algún otro artificio por el estilo. Y peor se le hubiesen puesto las cosas si hubiera citado el párrafo completo de donde sustrajo la frase que le gustaba, pues Lenin continuaba así:

No hay en mí ni un ápice de demagogia, no disminuyo en lo más mínimo el gran papel de la conciencia en el movimiento obrero, no debilito en nada la gigantesca significación de la teoría marxista, de los principios marxistas, si digo ahora: en el congreso y en la conferencia hemos creado la «gris teoría» de la unificación del Partido; ¡camaradas obreros, ayudadnos a convertir esa gris teoría en vida palpitante! Venid en inmenso número a las organizaciones del Partido. Haced de nuestro IV Congreso y de la segunda conferencia menchevique un congreso impresionante y grandioso de obreros socialdemócratas. Ocupémonos juntos del problema práctico de la fusión; que en este problema haya como excepción (¡una excepción que confirma la regla inversa!), una décima parte de teoría y nueve décimas partes de práctica. Tal deseo es, en verdad, legítimo, históricamente necesario y sicológicamente comprensible. Hemos «teorizado» durante tanto tiempo (a veces ―por qué negarlo― en vano) en la atmósfera de la emigración que, a fe mía, no estaría mal ahora «torcer el arco hacia el otro lado”, ligeramente, un poco, sólo un poco, y hacer avanzar algo más la práctica. En el tema de la unificación que, por las razones de la escisión, nos ha llevado a derramar mares de tinta y gastar montañas de papel, en este tema sería indudablemente oportuno el empleo de tal procedimiento. En particular los que vivimos en la emigración echamos de menos el trabajo práctico. Y por añadidura, hemos escrito ya un excelente y completo programa de toda la revolución democrática. ¡Unámonos, pues, para poner en obra esta revolución!

Draper había desnaturalizado los problemas que identificó Lenin y el modo en que los afrontó.

El partido de revolucionarios profesionales y la espontaneidad organizativa

El partido de revolucionarios profesionales de Lenin y el partido de masas no se contraponían. Primero, porque en la clandestinidad la organización ilegal, de revolucionarios profesionales, era la única forma de mantener segura la actividad del partido ―incluida la legal― e impulsar y orientar la actividad de las masas. Después, en la etapa de legalidad, tal esqueleto se vería empequeñecido en comparación con los músculos desarrollados, pero sus tareas no desaparecían por ello, ni mucho menos.

Lenin no cambió su concepción del partido ni rechazó lo que había defendido anteriormente ni menos aún desmereció los importantísimos progresos logrados con el método adecuado a la clandestinidad. Lo que hizo Lenin en 1905 era, una vez más, proponer la fórmula que explotase al máximo las circunstancias concretas ―fórmula variable que dependerá de la situación interna del partido y de la situación externa de la lucha de clases―, para así seguir colocando al partido como dirección efectiva de la clase y de las masas ―objetivo leninista constante―. Quien tenga en cuenta esta última aspiración permanente de Lenin y del leninismo, esta tarea esencial y general del partido de nuevo tipo, entenderá sencillamente las formas distintas en que los bolcheviques la desarrollaron en función de las variaciones de las circunstancias. Y no solo el avance, también el repliegue del partido, cuando vence la contrarrevolución y se ve obligado a retroceder en la lucha ―conservando sus fuerzas, para evitar perderlas inútilmente y poder reorganizar el contrataque en cuanto sea posible―, responde a la misma aspiración general.

¿Cuál era la conclusión de Lenin, a toro pasado, sobre la organización de revolucionarios profesionales? Pues que esta había permitido tanto resistir el cerco zarista como impulsar, más velozmente que ningún otro partido, el aprovechamiento de la situación de mayor libertad en cuanto esta se produjo:

Tomad el período prerrevolucionario y los primeros dos años y medio de la revolución (1905-1907) en conjunto. Comparad durante este tiempo nuestro Partido Socialdemócrata con los demás partidos en cuanto a su cohesión, grado de organización y continuidad. Tendréis que reconocer que en este sentido es indiscutible la superioridad de nuestro Partido sobre todos los demás. […]

El Partido Socialdemócrata, a pesar de la escisión, utilizó antes que todos los demás partidos el destello temporal de libertad para hacer efectivo el régimen democrático ideal de organización abierta, con elección de cargo con representación en los congresos según el número de miembros organizados del Partido. […]

¿Quién ha realizado, quién ha encarnado esta superior cohesión, solidez y firmeza de nuestro Partido? La organización de revolucionarios profesionales, creada más que nada gracias a lskra. […]  el viejo núcleo fundamental que preparó y forjó al Partido con más celo que nadie[42].

Tres años antes, en ¿Qué hacer?, había luchado por generar esta organización que sería la única capaz de forjar el partido. Había que convencer de su necesidad. Pero eso era algo que ya se había logrado.

Ahora la idea de la organización de revolucionarios profesionales ha alcanzado ya una victoria completa. Pero tal victoria hubiera sido imposible si no se hubiese presentado esta idea en primer plano a su tiempo y si no se la hubiese explicado «exageradamente» a quienes impedían ponerla en práctica[43].

Pero, ¿cómo afrontó Draper las reflexiones de Lenin? Atenuando la importancia de los revolucionarios profesionales. Draper nos dice:

En ese momento [1907] Lenin estaba ocupado en señalar con fuerza que el éxito de la organización del partido fue logrado gracias a las capacidades organizativas inherentes de la clase obrera. Sin esta condición, una organización de revolucionarios profesionales podría haber sido solo una aventura o un mero espejismo. Lo enfatizó varias veces.

La segunda oración es correcta, pero no la primera. La cuestión de que “el éxito de la organización del partido fue logrado gracias a las capacidades organizativas inherentes de la clase obrera” es un error. Primero, hay que recordar lo que dijo Lenin en noviembre de 1905. Por un lado, defendió mantener la organización de revolucionarios profesionales, y por otro llamó a ampliar la actividad. Y lo hizo adelantándose a un problema potencial:

Si no aprovechamos la ocasión, la habremos perdido, en el sentido de que esa necesidad de organizarse, que de modo tan acuciante sienten los obreros, desembocará en formas anormales, peligrosas, fortalecerá a tales o cuales “independentistas” [agentes provocadores zaristas] [44].

Como se ve, en 1905 Lenin estaba lejos de pensar que en los obreros hubiese una capacidad inherente de organizarse de la manera revolucionaria correcta, que a su vez asegurase la organización del partido. Al contrario. Estaba preocupado por todos los problemas que se podían derivar de rebajar el papel del elemento consciente, del partido experimentado. Le preocupaban las formas de organización, incluso peligrosas, en las que podía acabar la clase obrera. En otoño de 1905 el gobierno zarista había formado el Partido Obrero Social Independiente para desviar a los obreros de la lucha revolucionaria. La policía secreta estaba inmiscuida. La única forma de evitar problemas de este calado era a través del abnegado trabajo del partido, y especialmente de los revolucionarios profesionales experimentados: “el viejo núcleo fundamental que preparó y forjó al Partido con más celo que nadie”.

La cita que Draper reinterpretaba era de 1907, de la introducción a la reedición de ¿Qué hacer?. Como ahora veremos, en ella Lenin subrayaba la capacidad organizativa obrera, sí, pero en comparación con el resto de clases. Esa capacidad organizativa de la clase obrera era la base de la eficacia de los revolucionarios profesionales comunistas. Por ejemplo, tales revolucionarios no habrían podido construir tan sencillamente una organización campesina. Pero nótese la diferencia enorme entre, como hizo Draper, poner el acento fundamental en el elemento base, que puede ser aprovechado o no, con ponerlo en el lugar en que lo colocó Lenin: en la forma organizativa que permitía sacar todo el rendimiento al elemento base. El éxito de la organización del partido no se lograba meramente por la capacidad organizativa de la clase obrera, sino por cómo se enfocaba y realizaba el trabajo del partido para aprovechar esa capacidad. Plantearlo como lo resumía Draper suponía dejar de lado lo que constituía el verdadero debate en el seno del POSDR.

¿Quién ha realizado, quién ha encarnado esta superior cohesión, solidez y firmeza de nuestro Partido? La organización de revolucionarios profesionales, creada más que nada gracias a lskra. […]  Naturalmente, la condición fundamental de este éxito fue que la clase obrera, cuyos mejores elementos crearon la socialdemocracia, se diferencia en virtud de causas económicas objetivas de todas las demás clases de la sociedad capitalista por su mayor capacidad de organización. Sin esta condición, la organización de revolucionarios profesionales sería un juego, una aventura, un rótulo vacío, y el folleto ¿Qué hacer? subraya reiteradamente que la organización defendida por él tiene sentido sólo en ligazón con la «verdadera clase revolucionaria que se alza espontáneamente a la lucha». Pero la máxima capacidad objetiva del proletariado para unirse como clase se realiza por hombres de carne y hueso y precisamente en determinadas formas orgánicas.

¿Qué estaba defendiendo Lenin con esto? Pues que la organización de revolucionarios profesionales era útil, no porque la clase obrera fuera una arcilla inerte a la que estos daban forma a placer, sino porque esa organización de revolucionaros profesionales servía a las potencialidades y a la tendencia de la propia clase obrera. Precisamente esa organización debía despejar, facilitar, clarificar el desarrollo de esa tendencia, y luchar contra todo lo que, interna y externamente, dificultara, oscureciera y desviara su desarrollo. Es decir, Lenin estaba explicando que la idea de los revolucionarios profesionales no era una idea voluntarista (de lo que le habían acusado), sino algo fundamentado en las condiciones objetivas. Se trataba de tensionar, capacitar y organizar al máximo al factor consciente, al partido, porque eso es lo que exigía de ellos, de los comunistas, las condiciones objetivas de emancipación de la clase obrera.

Plejanov acusa a Lenin de idealista por ¿Qué hacer?

Una parte del prólogo de Lenin a En 12 años tenía como objetivo aclarar la esencia de las críticas que se habían lanzado contra ¿Qué hacer? Una de las acusaciones que había recibido era la de aventurerista, e incluso de idealista.

Una dura crítica en este último sentido la realizó Plejánov. Lo hizo con cierto retraso, al calor de otras diferencias con Lenin evidenciadas a partir de 1902. En 1904, se lanzó con todas las armas contra ¿Qué hacer? en un artículo titulado “La clase obrera y la intelectualidad socialdemócrata. Más vale tarde que nunca…”[45]. Le llegó a acusar de haber abandonado el marxismo, nada menos.

En el prólogo a En 12 años, Lenin resumió de este correcto modo aquel artículo:

[Plejánov] proclamó su disconformidad de principio conmigo en la cuestión de la espontaneidad y la conciencia. […] no contesté porque la crítica de Plejánov era evidentemente por su carácter una pendencia vana, se basaba en frases tomadas al azar, en expresiones sueltas que yo no había formulado con todo acierto o con plena exactitud, pero se hacía caso omiso del contenido general y de todo el espíritu del folleto.

Lenin no lo especificó, pero ¿cuáles podrían ser esas expresiones sueltas que podrían pulirse, relacionadas con la cuestión de la espontaneidad y la conciencia? Pues teniendo en cuenta el artículo de Plejánov, y el propio texto de Lenin, en mi opinión, las siguientes. Hay que subrayar que se trataba de expresiones sueltas porque, en su contexto, no era posible la interpretación que Plejánov hizo de ellas:

1. Algunas en que podría inferirse que la teoría socialista surge en absoluta independencia de la lucha de clases del proletariado (cuando por todos es sabido, y sería delirante tratar de oponer esto a Lenin, que la teoría socialista es la expresión científica de esa lucha y de la anarquía de la producción capitalista).

a) “La doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en Rusia independiente por completo del crecimiento espontáneo del movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e ineludible del desarrollo del pensamiento entre los intelectuales revolucionarios socialistas.”

2. Algunas en que, contradiciendo otros pasajes, pareciera que Lenin niega la tendencia de la clase obrera al socialismo. Y que, por tanto, el proletariado podría ser por igual el receptáculo inerte de la ideología burguesa o la ideología socialista.

a) “La historia de todos los países demuestra que la clase obrera está en condiciones de elaborar exclusivamente con sus propias fuerzas sólo una conciencia tradeunionista.”

Movido por la polémica, y en una completa desmesura y descontextualización, Plejánov forzó las expresiones imperfectas hacia las peores conclusiones y llegó a equiparar a Lenin con la “crítica crítica” de Bruno Bauer y compañía; es decir, con los que consideraban en los años 40 del siglo XIX que solo la teoría actuaba en la historia y que esta se debía imponer a las masas pasivas. Evidentemente, acusar de esto a Lenin no era serio. Se trataba de una equiparación completamente insostenible. Para mantenerla, Plejánov hacía caso omiso de los lugares del mismo libro que no permitían sostener tales acusaciones.

Bastará este párrafo para ver lo lejos que llevó las cosas de una forma que, con toda claridad, no era en absoluto representativa de la concepción de Lenin:

Lenin no entendió ni a Kautsky, ni a Engels, ni a Marx, es decir, en general no entendió el socialismo científico en su relación con este tema. Y este malentendido suyo se le apareció en la forma de la incapacidad del proletariado para ir más allá de los límites del «sindicalismo», que, además, lo retrata como algo que cayó del cielo en forma completa, de una vez por todas, para todos dado e inmutable.

En el plano abstracto en el que Plejánov se movía, y en el que llamaba a Lenin al orden, debería por lo menos haber abordado cómo es posible que la clase obrera tienda al socialismo y que, al mismo tiempo, las ideas dominantes sean las de la clase dominante. Pero no lo hizo. Ambas son dos verdades básicas sostenidas por el marxismo y que, si uno las abstrae del movimiento histórico, parecieran desmentirse mutuamente. Ahora bien, en el movimiento histórico se produce la lucha entre estos dos procesos ideológicos. Y justo ese era el meollo resuelto por Lenin en ¿Qué hacer?: mostrar cómo el partido debía proceder para facilitar el avance ideológico y organizativo de la clase obrera en su tendencia espontánea al socialismo.

Quizá alguien se pregunte, ¿y qué dijo Draper sobre la crítica de Plejánov? Pues lo cierto es que no habló de su contenido ¿Por qué? Porque Draper no leyó esta crítica. Lo sabemos por lo siguiente. Lenin dijo en su prólogo que Plejánov escribió ese artículo poco después de Un paso adelante, dos pasos atrás. Draper malinterpretó a Lenin en esta precisión cronológica (ya no sorprende que Draper lea mal…) y afirmó: “La crítica de Plejánov a la cual Lenin se refería era sobre Un paso adelanté y dos atrás, pero en contra de ella aquí Lenin apeló al ‘contenido general y al espíritu del QH’.” Obviamente, hacer esta malinterpretación solo era posible si no se había ni ojeado el texto de Plejánov, que atacaba frontalmente a ¿Qué hacer? y solo al final tocaba el otro texto, más reciente. Y por ello mismo el subtítulo del artículo había sido “más vale tarde que nunca”; porque era una crítica a un folleto de hacía dos años.

Lo cierto es que, si Draper hubiera conocido el texto de Plejánov, se hubiese visto obligado a ceñirse más a la verdad. Draper sostenía que Lenin solo aparente y momentáneamente estaba en sintonía con una supuesta tesis del partido de Kautsky, centrada en dar demasiada primacía a los intelectuales y rebajar el papel de los obreros. Draper buscaba redirigir las críticas burguesas lanzadas a ¿Qué hacer? hacia esta tesis, librando así a Lenin y poniendo en la diana a Kautsky, el futuro renegado al cual bien se le podía ya ir decapitando. Para presentar las cosas de este modo, Draper hacía todo tipo de tretas. Hemos visto las principales. Pero ocurría que Plejánov defendía justo lo contrario: afirmaba que Lenin no tenía derecho a basarse en Kautsky porque, al contrario de este, Lenin defendía una organización y una teoría absolutamente independizada de la clase obrera, y no reconocía la tendencia de esta al socialismo. Cualquiera que rascara un poco en la obra de Kautsky y en la crítica errónea de Plejánov, se encontraría en serios aprietos para sostener el planteamiento de Draper.

La única e importante rectificación posterior de Lenin respecto a ¿Qué hacer?

Respecto a ¿Qué hacer?, la única cuestión de principio que Lenin rectificó fue la vieja defensa de la neutralidad de los sindicatos. Así lo explicó en 1907, y es conveniente tomar buena nota de ello:

En particular yo me pronuncié por la neutralidad de los sindicatos. Desde entonces, ni en los folletos ni en los artículos de prensa me he manifestado de otro modo, a pesar de las múltiples afirmaciones hechas por mis contendientes. Solo el Congreso de Londres del POSDR [primavera de 1907] y el Congreso Socialista Internacional de Stuttgart [agosto de 1907] me hicieron llegar a la conclusión de que no se debía defender en principio la neutralidad de los sindicatos. El único principio acertado consiste en la mayor aproximación de los sindicatos al Partido. Nuestra política debe tender a acercar y ligar los sindicatos al Partido. Hay que aplicarla con perseverancia y firmeza en toda nuestra propaganda y agitación y en el trabajo de organización, sin aspirar a simples «reconocimientos» y sin expulsar de los sindicatos a los que piensen de distinto modo[46].

El vigente rescate de ideas trotskistas, consejistas y otras viejas desviaciones

El pasado agosto, Joti Brar, del Partido Comunista de Gran Bretaña (Marxista-Leninista), publicó un destacable artículo; yo diría que necesario para el movimiento comunista actual. Es un texto que encierra conclusiones cruciales. En él, al criticar al KKE, Brar expuso los puntos de encuentro de la política de este partido con las desviaciones de Trotsky. El lector encontrará que varios de estos puntos no se limitan al KKE:

Al igual que Trotsky, los promotores de esta «teoría» [de la “pirámide imperialista”] se niegan a reconocer la realidad imperialista de las naciones oprimidas y opresoras.

Al igual que Trotsky, se niegan a reconocer la necesidad de unificar la lucha proletaria en los países imperialistas con la lucha antiimperialista en las naciones oprimidas.

Al igual que Trotsky, se niegan a ver el potencial revolucionario en cualquier clase que no sea el proletariado.

Al igual que Trotsky, se niegan a ensuciarse las manos con cualquier alianza que les permita dar un paso concreto hacia la meta del socialismo, que sigue siendo un sueño abstracto e inalcanzable.

Al igual que Trotsky, cubren su refuerzo de la propaganda imperialista contra todos los líderes y movimientos antiimperialistas con frases revolucionarias sobre la solidaridad de la clase obrera.

Al igual que Trotsky, se han convertido, ya sea voluntariamente o por accidente, en vehículos para difundir propaganda imperialista dentro de nuestro movimiento[47].

Quien conozca más en detalle la producción teórica (por llamarla de alguna manera) de la actual dirección de la UJCE, la que lleva en curso desde mayo de 2022 y que va a terminar en diciembre de 2023, sabrá que otras de las críticas que este artículo vuelca al KKE (como la ausencia de datos para demostrar sus posiciones) son moneda de uso común del esquematismo izquierdista.

No voy a repetir el certero análisis del movimiento comunista internacional que figura en el artículo de Brar. Solo dejo constancia de que la difusión y producción de los típicos artículos antisoviéticos, como el de Draper, y de las viejas visiones izquierdistas, están tomando nuevos bríos en el marco de un escenario internacional fatalmente propicio. Por Twitter, se mueven como la pólvora. No es casual ni es un fenómeno estrechamente español. En el contexto actual, esta dinámica responde al oportunismo izquierdista. Se trata de una acción refleja y unilateral contra el oportunismo de derechas. Lleva, por la vía del radicalismo verbal, a la misma impotencia y fracaso del movimiento revolucionario de la clase obrera y de los países que luchan por su independencia nacional. Los comunistas hemos de trabajar contra las dos grandes desviaciones que retrasan el despliegue de la capacidad revolucionaria de la clase obrera y que debilitan la lucha contra el imperialismo.

Esta situación nos arroja una obligación teórica: volver a saldar cuentas, a 2023, con la “izquierda comunista”, antileninista, de hace 100 años, así como con el trotskismo, con el fin de evitar que los momentos de crisis sean afrontados con falsas salidas. Así como no es complicado desviarse a derecha y a izquierda sin tener un dominio doctrinal de estas tendencias, los marxistas-leninistas sí tienen serísimas complicaciones de analizar y actuar siempre como tales tan pronto como dejan de lado algún episodio crucial del movimiento comunista en el que se aclaró la línea correcta.

No dejaremos de pagar duramente, con el precio de la confusión y la ineficacia, esta costumbre de estar de espaldas a la obra de Marx, Engels, Lenin y Stalin y, en su lugar, agarrarnos a cualquier cosa vistosa que pasa por delante de las narices. Si algo positivo comenzó a gestarse en la primera década del siglo XXI, hemos de continuar empujándolo hacia delante sobre la base de todos los problemas ya superados por la historia del comunismo.

[1] “El simple hecho de tener un referente partidario concreto que ‘reconstruir’ mediante la acumulación cuantitativa de cuadros más avanzados no constituye un proyecto de reconstrucción riguroso, pues obvia todas las barreras políticas que enfrentamos tanto dentro como fuera de dicho referente y que están estrechamente relacionadas con el actual estado de postración del comunismo. Afirmar que nuestro primer objetivo es la reconstrucción efectiva del Partido Comunista exige una gran responsabilidad a la hora de pensar cómo rearticular el proyecto comunista en su totalidad y en qué medida podemos aprovechar hoy las potencialidades existentes en cada ámbito de organización de nuestra clase. […] [En la elaboración de una estrategia y un proyecto partidarios claros y consistentes en el congreso extraordinario] reside la posibilidad de avanzar de modo definitivo y firme hacia la germinación definitiva del Partido Comunista, dejando atrás grandes cantidades de esfuerzos políticos colectivos que, si bien son tan útiles como el marco de experiencia colectiva que hoy define a la Juventud Comunista, no han desatado hasta ahora ningún avance de envergadura en el proceso de reconstrucción del Partido Comunista.”

https://www.juventudes.org/la-juventud-comunista-convoca-un-congreso-extraordinario-sobre-estrategia-y-partido-comunista/

[2] https://intervencionycoyuntura.org/la-ujce-la-sanidad-publica-y-el-mugimendu-sozialista/

[3] La vieja evaluación trotskista de los frentes populares y la III Internacional, ejemplificada en el siguiente vídeo a partir del minuto 5:19, se abre camino en la UJCE, el PCTE y el Movimiento Socialista:
https://www.youtube.com/watch?v=Gvd5bngv9Ao

[4] Franz Pfempfert, La Enfermedad Infantil de Lenin… y la Tercera Internacional, 1920: https://www.marxists.org/espanol/pfempfert/1920/eil.htm

[5] Esta es la traducción del texto de Draper al castellano. Es defectuosa. https://www.academia.edu/104792720/El_mito_del_concepto_de_Partido_de_Lenin_Qu%C3%A9_hicieron_con_el_Qu%C3%A9_hacer_Hal_Draper
Aquí está el texto de Draper en inglés:

https://www.marxists.org/archive/draper/1990/myth/myth.htm#n3

https://www.whatnextjournal.org.uk/Pages/Back/Wnext12/Lenin.html

[6] Stalin, Historia del PCUS:

https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2014-15.pdf

[7] Entradas sobre ¿Qué hacer? de los diccionarios filosóficos de la URSS: https://www.filosofia.org/enc/ros/que.htm

[8] Sexto volumen de las Obras completas de Lenin de la Editorial Progreso, que incluye ¿Qué hacer?: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo06.pdf

[9] Lenin: “Empezando por una locución cualquiera, de las más sencillas, corrientes y de mayor empleo, etc.: las hojas del árbol están verdes; Iván es un hombre; Zhuchka es un perro, etc. Ya aquí (como lo señalaba genialmente Hegel) hay dialéctica: lo particular es lo general”. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1915dial.htm

[10] Lenin, “Sobre la reorganización del partido”, noviembre de 1905:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo12.pdf

[11] Lenin, “Del pasado de la prensa obrera en rusia”, abril de 1914:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas05-12.pdf

[12] Prólogo a la recopilación En 12 años, de Lenin, 1907: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo16.pdf

[13] Stalin, Historia del PCUS:

https://www.marxists.org/espanol/tematica/histsov/pcr-b/cap2.htm

[14] Manual de marxismo-leninismo, Kuusinen: https://creandopueblo.files.wordpress.com/2011/08/acurss-manualdemarxismo-leninismo.pdf

[15] Marx y Engels, La Sagrada Familia:

https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/sagfamilia/04.htm#iv

[16] Stalin, Historia del PCUS:

https://www.marxists.org/espanol/tematica/histsov/pcr-b/cap2.htm

[17] Lenin, ¿Qué hacer?:
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/que_hacer.pdf

[18] Bernstein y el programa socialdemócrata. Una anticrítica (La doctrina socialista), 1899, Kautsky:https://www.marxists.org/espanol/kautsky/1899/1899-bernstein-programa-kautsky.pdf

[19] El lector que quiera comprobarlo puede revisar el texto. Me limitaré a dos ejemplos más. He añadido el énfasis en cursiva para marcar la continuidad argumental. 1) Fin del primer capítulo: “Y tenemos derecho a esperar que conquistaremos este título de honor, que se merecieron ya nuestros predecesores, los revolucionarios de los años 70, si sabemos infundir a nuestro movimiento, mil veces más vasto y profundo, la misma decisión abnegada y la misma energía que entonces”. Inicio del segundo capítulo: “Hemos dicho que es preciso infundir a nuestro movimiento, muchísimo más vasto y profundo que el de los años 70, la misma decisión abnegada y la misma energía que entonces”. 2) “Si en ‘todo lugar algo considerable de concentración de obreros’ se publicaran en efecto periódicos con una sección urbana tan detallada como quiere Svoboda, dadas nuestras condiciones rusas, la cosa degeneraría inevitablementeen verdadera cicatería, conduciría a debilitar la conciencia de lo importante, que es un empuje revolucionario general en toda Rusia contra la autocracia zarista, […]. Y hemos dicho ‘inevitablemente’, subrayando así que no es esto, sino lo contrario, lo que Svoboda quiere a sabiendas. Pero no basta con las buenas intenciones.”

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/que_hacer.pdf

[20] En abril de 1902, Kautsky pronunció dos conferencias en Holanda: “Reformas sociales y revolución social” y “Al día siguiente de la revolución social”. En junio, retocadas, se publicaron como libro: La revolución social.

https://www.marxists.org/espanol/kautsky/1902/1902-revosocial-kaustky.pdf
En 1899, Kautsky, en polémica con Bernstein: “No cabe duda que el proletariado tiene amigos fieles aún entre los intelectuales, pero en su mayor parte son partidarios inactivos que desean su victoria, pero que no pueden acudir en su auxilio más que cuando sea vencedor. No debe, pues, el proletariado contar con los esfuerzos de combatientes que procedan de las filas de los intelectuales; por el contrario, sólo encontrará en ellos encarnizados adversarios.”

https://www.marxists.org/espanol/kautsky/1899/1899-bernstein-programa-kautsky.pdf

[21] Enlace a las obras escogidas de Stalin que recogen este texto:

https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe1/Stalin%20-%20Obras%20escogidas.pdf

[22] El materialismo histórico, de Konstantinov: https://historiaycritica.files.wordpress.com/2012/11/mh.pdf

[23] Lenin, “Aventurerismo revolucionario”, septiembre de 1902. La traducción es ligeramente distinta:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1902/agosto/001.htm

[24] José Antonio Egido, en su libro De la URSS a Rusia. Una historia de infamias y resistencias, menciona varios posicionamientos de relevantes trotskistas ante la victoria de la contrarrevolución en la URSS:

https://www.revistalacomuna.com/cultura-y-memoria/la-victoria-de-la-contrarrevolucion-en-la-urss-aclaraciones-fundamentales-de-jose-antonio-egido/

[25] Discurso de Engels ante la tumba de Marx, 1883:

https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/83-tumba.htm

[26] Engels, Del socialismo utópico al socialismo científico:

 https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/dsusc/3.htm

El mismo párrafo cierra el folleto Del socialismo utópico al socialismo científico, así como el capítulo II “Cuestiones teóricas” de la sección tercera del Anti-Dühring, que es de donde proviene:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion3.htm#264

[27] Prólogo a la edición francesa de El capital:

https://www.nodo50.org/gpm/clasicos/Marx/Elcapital/libro1/0.htm

[28] Miseria de la filosofía:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1847/miseria/005.htm#i

[29] Prólogo a la primera edición alemana de El capital:

https://www.nodo50.org/gpm/clasicos/Marx/Elcapital/libro1/0.htm

[30] Manifiesto del Partido Comunista:

https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm

[31] Lenin, Obras completas, Editorial progreso, tomo 11, p. 403: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo11.pdf

[32] Stalin, Obras completas, Lenguas extranjeras, tomo 1, p. 62:  https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe15/Stalin%20-%20Obras%2001-15.pdf

[33] Los últimos párrafos de la Historia del PCUS se dedican a ello:
https://www.marxists.org/espanol/tematica/histsov/pcr-b/concl.htm
Consúltese también el ya referido “Sobre los defectos del trabajo del partido y sobre las medidas para liquidar a los elementos trotskistas y demás elementos de doble cara”, Stalin, 1937:
https://www.marxists.org/espanol/stalin/obras/oe1/Stalin%20-%20Obras%20escogidas.pdf

[34] Citado por Plejanov en ruso: «Из соединения рабочего движения с социалистиче¬ской теорией возник новый, социал-демократический, образ мыслей, при развитии которого не только рабочие учились у социалистических теоретиков, но и социалистические теоретики у рабочих». https://www.marxists.org/russkij/plekhano/cw/t13.doc

[35] Lenin, “Sobre la reorganización del partido”, noviembre de 1905:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo12.pdf

[36] Lenin, “Sobre la reorganización del partido”, noviembre de 1905:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo12.pdf

[37] Lenin, “Sobre la reorganización del partido”, noviembre de 1905:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo12.pdf

[38] Lenin, “Sobre la reorganización del partido”, noviembre de 1905:
https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo12.pdf

[39] Lenin, “La actitud de la socialdemocracia ante el problema campesino”, septiembre de 1905:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo11.pdf

[40] Lenin, “En ruta”, enero de 1909:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas03-12.pdf

[41] Lenin, “Sobre la reorganización del partido”, noviembre de 1905:

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo12.pdf

[42] Prólogo a la recopilación En 12 años, de Lenin, 1907: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo16.pdf

[43] Prólogo a la recopilación En 12 años, de Lenin, 1907: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo16.pdf

[44] Lenin, “Sobre la reorganización del partido”, noviembre de 1905.

https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo12.pdf

[45] Tomo 13 de las obras completas de Plejánov. El artículo contra Lenin se titula: “Рабочий класс и социал-демократическая интеллигенция”

https://www.marxists.org/russkij/plekhano/cw/t13.doc

[46] Prólogo a la recopilación En 12 años, de Lenin, 1907: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oc/progreso/tomo16.pdf

[47] Traducido al castellano:
https://haizeagorriak.wordpress.com/2023/10/01/como-el-kke-usa-la-terminologia-marxista-para-cubrir-su-retirada-del-marxismo/
En inglés:
https://waporgan.org/?p=2647