CELAC 2021: atravesando la sociología del imperialismo

Viridiana Espinosa Hernández – Internacionalista y feminista decolonial

Abdiel Hernández Mendoza – Profesor UNAM

Las regiones latinoamericana y caribeña representan como tal espacios de permanente disputa. Las relaciones de dominio aquí existentes son el resultado de la influencia económica y geopolítica que se ha reproducido desde el auge de mecanismos de política exterior afines al poderío estadounidense. Foros, acuerdos, tratados, conferencias, etcétera, son la materialización de la sociología del imperialismo, algunos ejemplos: Acta de Chapultepec (1954), Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (1947), Carta de la Organización de Estados Americanos (1948), Banco Interamericano de Desarrollo (1959), Alianza para el Progreso (1961)… hasta el intento fallido de conformar el Área de Libre Comercio de las Américas en 1994 y el Grupo de Lima (2017), entre otros.

Aquí, lo que se comienza a delinear es el problema de la integración en las regiones mencionadas. En el libro Sociología del Imperialismo de Octavio Ianni (1974), el autor apunta en una primera instancia al tema de la  «sumisión y [el] antagonismo» existente en América Latina y el Caribe (ALyC) reflejado en sus respectivas políticas exteriores, hasta analizar en el apartado «el Estado capitalista en el país dependiente» cómo las formas de desarrollo del capital se convirtieron en la principal agenda de los gobernantes en estas regiones. Octavio Ianni realizó una potente crítica al orden hemisférico en la década de los setenta. El contexto de la época se encontraba marcado por la necesidad de los representantes del colonialismo interno (González Casanova, 1967) por apagar los movimientos derivados de la revolución mundial de 1968 (Ianni, 1974) y, de esta manera, asegurarse el crecimiento de una ola expansiva de control –estadounidense– de la política y la  economía sobre toda ALyC, consolidando así la Doctrina Monroe durante la segunda mitad del siglo XX.

Esto tiene un antecedente inmediato: Al concluir la Segunda Guerra Mundial (SGM), ALyC se concibieron –por parte de los vencedores de la misma– como las áreas de influencia «natural» (sic.) estadounidense; emulando los patrones de panregionalismo dibujados por el geopolítico alemán Karl Haushofer, personaje señalado por contribuir al régimen nazi con sus teorías –aunque el señalamiento no prosperó.

Comenzó así una etapa de seguridad hemisférica en el Continente Americano, donde se establecieron mecanismos de supuesta integración regional, todos liderados por Estados Unidos (EE.UU.). De esta manera, se comenzó a tratar el tema del desarrollo como meta de los países latinoamericanos y caribeños, resultando ser la Organización de Estados Americanos (OEA) el mecanismo más fuerte de la época.

Es preciso traer a colación esto porque la intención que nos reúne al escribir el presente artículo es mostrar que la etapa geopolítica actual de ALyC posibilita pensar en un cambio de época, en un golpe de timón que permita cambiar de nave e incluso de espacio en el que se navega. Sin embargo, advertimos que cualquiera que sea el giro tendrá que partir del reconocimiento de las contradicciones inherentes a los sistemas políticos existentes en ALyC, así como de sus representantes en turno.

Para darle orden a las ideas señaladas en el objetivo planteado, es preciso comprender que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) creada en 2010 en Playa del Carmen, México, que hasta antes de 2020 se encontraba en un segundo plano, se reunió el 18 de septiembre de 2021 de nueva cuenta en el país que le dio nacimiento. Es importante señalar que, es la primera cumbre desde 2017. Dicha reunión levantó expectativas, sobre todo cuando el cuestionamiento en contra de la OEA es cada vez más fuerte, mientras que los giros políticos en ALyC son constantes y con tendencias más hacia el resurgimiento de la izquierda y los nacionalismos. Este no es un hecho aislado, hay que recordar su existencia en la coyuntura de una revolución industrial en ciernes que, como lo ha confirmado García Reyes (2007), se encuentra acompañada de cambios en el orden mundial.

Partimos entonces de una pregunta: ¿La reunión de la CELAC de 2021 representa un parteaguas en la relación geopolítica del continente Americano tan fuerte como para atravesar la sociología del imperialismo estadounidense? Tomamos en cuenta, por principio, la existencia de una correlación de fuerzas a nivel mundial, por eso no descartamos en primera instancia la invitación que el gobierno mexicano le realizó al presidente chino Xi Jinping para participar en el pleno de dicha reunión. Tampoco dejamos de lado el Foro sobre Energía y Clima organizado al mismo tiempo por Jospeh Biden al que asistió el presidente argentino, quien muestra un giro en su política interna cancelando en este contexto su participación al evento convocado en México. Y resaltamos, por supuesto, las visitas de Estado que recibió México en su territorio con fines de restablecer un mecanismo de diálogo latinoamericano-caribeño, urgente tras el Gran Confinamiento mundial derivado de la Pandemia por SARS-CoV-2.

Especial atención se coloca al tema mexicano que juega diferentes cartas en el escenario regional, siendo la más importante por cuestiones históricas el vecindario compartido con EE.UU., que no deja de considerar a la nación azteca como parte fundamental de un programa de dominación de amplio espectro denominado Homeland Security (USAGov, 2021), bajo el cual se ejerce una presión para mantener un granespacio de seguridad para el territorio estadounidense, sobre todo después de los atentados terroristas en Nueva York y Washington el pasado 11 de septiembre de 2001.

Como fue mencionado constantemente por la mayoría de los representantes de Estado en esta cumbre de la CELAC, la pandemia profundizó los problemas estructurales de la región. El bajo crecimiento económico, el desempleo, el aumento de la pobreza, las altas tasas de decesos y el acceso desigual a las vacunas, no pueden ser entendidos únicamente en el contexto coyuntural del COVID-19, sino también mediante la posición geopolítica de los países de ALyC dentro del entramado del sistema global. Esto significa, sobre todo, que el subcontinente ha padecido las consecuencias de la situación sanitaria mundial con muchísima más fuerza que los países del Norte, llamados “desarrollados”, debido a las relaciones históricas de poder –y, por consiguiente, de dominación– entre unos y otros.

Como nos cuenta Ramón Grosfoguel (2011), el discurso colonial por parte de Occidente de la evangelización de los “salvajes” del siglo XVI y el de la “misión civilizatoria” de los siglos XVIII y XIX, ha continuado a través del proyecto desarrollista y, más recientemente, de la retórica de “democracia” y “derechos humanos” para legitimar las intervenciones, las presiones de reformas económicas y el militarismo con tintas claramente neocoloniales. La herida colonial (Mignolo, 2005) ha quedado nuevamente al descubierto y, con ella, también la oportunidad de construir alternativas, algo que el gobierno mexicano está aprovechando a través de reposicionarse como líder regional, presentando proyectos de integración mucho más ambiciosos que en el pasado. Y estas propuestas no solamente sirven como forma de cooperación y solidaridad Sur-Sur, sino también representan una estrategia fundamental para el interés nacional de cada país de ALyC mediante la construcción de alianzas significativas que posibiliten el alcance de resultados que no podrían lograrse por separado.

Desde el nacimiento de los Estados independientes del subcontinente, las políticas imperialistas de Gran Bretaña y Francia primero, y Estados Unidos después, han dado como resultado la imposibilidad de materializar el sueño bolivariano. La posición de ALyC dentro del capitalismo y la división internacional/racial/espacial (el espacial es nuestro) del trabajo y producción (Quijano, 2014), nos mantiene aún en constante estado de competencia los unos con los otros, como quedó constatado en la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) o la famosa Guerra del Pacífico (1879-1884), por mencionar algunos ejemplos.

Y, dentro de este marco, desde su creación en 1948, la OEA ha sido un instrumento estadounidense no para la adhesión americana, sino para la consecución de sus intereses geopolíticos respaldados continuamente por los mismos representantes de los Estados latinoamericanos y caribeños, algo especialmente notorio a partir de la expulsión de Cuba en 1962 y la consecuente decisión de los demás países de romper relaciones diplomáticas con la pequeña isla –con excepción de México.

Lo que casi siempre les ha costado entender a los gobernantes de nuestros Estados, es que la división y competencia de nuestra región por complacer intereses del Norte Global ha tenido mucho más efectos perjudiciales dentro de nuestras sociedades que benéficos. Aunque por momentos específicos se logre un buen crecimiento económico por la inversión extranjera, este es tan volátil según se sigan cumpliendo las demandas de los Estados occidentales o no, algo que incluso personajes como Jorge Castañeda (2018) han admitido a manera de chantaje de los mercados. Por lo tanto, mientras más mecanismos de protección construyamos contra los vaivenes del capital y del intervencionismo, mucho mayor resiliencia y capacidad de maniobra para implementar políticas que satisfagan el interés nacional de cada uno tendremos.

Sin duda, para lograr ese cometido se necesita asumir un papel geopolítico muy poco practicado en México. Esto implica ir más allá del papel de líder regional, implica la solución de problemas históricos de ALyC y, como se mencionó, no de manera unidireccional, sino bajo el principio de Cooperación Internacional para el desarrollo y la defensa de la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales –sea esta económica, militar, financiera o política–, convirtiéndose en herramientas para dar dinamismo a una Política Exterior que, desde la década de los noventa, se ha encontrado subordinada. Por ello es que la Declaración Especial sobre la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de América contra Cuba (CELAC, 2021) tiene especial significado, ya que congrega en una cuartilla el rechazo al asedio que se tiene a los países que no se encuentran en la “órbita neocolonial de Estados Unidos” (González Casanova, 2007, pág. 289).

Es necesario aquí señalar que, en términos geopolíticos, salirse de un área de influencia no es por decreto, significa una confrontación directa con quien de manera histórica ha mantenido la posición dominante en la relación de poder. ¿Un México aislado y débil es capaz de hacerlo? La respuesta parece ser obvia; sin embargo, implica que las condiciones políticas de ALyC sean favorables ahora para este tipo de encuentros, así como el que los problemas en EE.UU. sean cada vez mayores y respondan a los de una potencia en decadencia, cosa que podemos ver no solo en sus alianzas como la reciente con Australia y Reino Unido para asegurar un posicionamiento en Asia Pacífico, sino también con su guerra de última generación contra la dupla sino-rusa, y los problemas internos que, entre otros, involucran la desazón de su complejo empresarial encabezado por Amazon, Tesla, Google, Apple y Facebook.

También es importante comprender que el tema de la relación EE.UU.-ALyC no se reduce solamente al problema migratorio como se ha querido ver en distintos medios de comunicación, sino que es más amplio. La militarización que se experimenta es un ejemplo de ello; en este caso, la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán y su reordenamiento deberían mantener en alerta a los gobiernos latinoamericanos y caribeños.

Se trata, entonces, de un entorno geopolítico complicado que quizá no se repita, en el que las alianzas que hoy se formen respondan a la época; es decir, a cómo se posicionará ALyC ante la demanda creciente de recursos por parte de las grandes potencias, quienes buscan asegurar el funcionamiento de sus cadenas de suministro para liderar el mercado mundial. En la CELAC lo saben: los recursos vuelven a ser atractivos en este contexto.

No obstante, la conciencia de no reproducir los errores anteriores, como las políticas impulsadas durante la SGM de un crecimiento basado en la exportación de materias primas sin un verdadero desarrollo tecnológico, se ha hecho presente: la inversión conjunta en tecnología espacial y sanitaria que acordaron gran parte de los Estados de la CELAC claramente tiene como objetivo combatir la relación centro-periferia que los teóricos dependentistas describieron desde hace décadas. Crear sistemas de innovación e infraestructura conjuntas es vital para frenar políticas imperialistas o juegos geopolíticos –como el actual almacenamiento de vacunas de los países occidentales– en el futuro, así como para disminuir la actual dependencia. Si bien es difícil lograr un grado considerable de autosuficiencia dentro de nuestras naciones, actuando regionalmente se vuelve mucho más factible.

Es por ello que la presencia de Xi Jinping también posee un significado especial: fue China y no EE.UU. quien le dio el apoyo a la cumbre de la CELAC. El presidente chino recordó el acercamiento que su país ha tenido con la región de ALyC en el transcurso de la pandemia a través de la diplomacia de las vacunas. El pronunciamiento de China a la CELAC implica reconocer que la nación asiática busca encontrar mecanismos de diálogo para mantener sus intereses, a la vez que refuerza su presencia en la región más allá de dicha diplomacia. Las alianzas comerciales y políticas que varios Estados de ALyC han construido con China en las últimas décadas les ha representado un respiro ante la presión estadounidense; diversificar a los grandes socios comerciales disminuye la dependencia de estos países, mucho más si logran presentarse como un bloque con líneas de acción conjuntas.

No obstante, el tema de la cooperación con China también pone al descubierto las limitaciones que se le presentan a México en sus intentos de liderazgo: la guerra comercial entre el país asiático y Estados Unidos no ha dado tregua en la era Biden hasta el momento (Vega, 2021); y, en ese sentido, los esfuerzos que el país vecino ha hecho para contener la entrada de China en el bloque económico de Norteamérica presenta serios cercos al espacio de maniobra mexicano, como ha quedado de manifiesto en la cláusula del T-MEC. Por lo tanto, la política exterior mexicana, principalmente en el marco de las iniciativas de la CELAC, debe ser entendida como cautelosa, precisamente como quedó demostrado con su invitación a Canadá y Estados Unidos en los proyectos de integración. México, por su posición de Estado bisagra, debe moverse entre la contradicción de buscar mayor autonomía a través de la cooperación Sur-Sur y mantener buenas relaciones con su vecino y principal socio comercial.

Igualmente, dichas contradicciones no solamente se presentan para México, sino para la mayoría de los Estados que conforman la CELAC, no nada más internamente, sino a nivel regional. Las discusiones que se dieron durante la cumbre entre los representantes de Uruguay, Paraguay, Venezuela y Cuba fueron la muestra de la polarización que existe actualmente entre los gobiernos con tendencias más neoliberales –y, por lo tanto, mayormente alineados a los intereses estadounidenses– y los Estados de gobiernos izquierdistas que han sido sometidos a bloqueos e intervenciones. Construir una comunidad integrada entonces también se enfrenta a las batallas ideológicas que caracterizan al subcontinente; ningún mecanismo de integración está exento de contradicciones.

De esta manera, como manifestó el secretario de Relaciones Exteriores mexicano, Marcelo Ebrard, las propuestas de la CELAC no deben quedarse en el mero discurso, sino que deben dar resultados prácticos, sobre todo dentro de las poblaciones del subcontinente. Aquí es importante resaltar una parte fundamental de las participaciones de diversos jefes de Estado para que esto sea posible: Varios de ellos, como el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, alentaron un proyecto de integración similar al de la Unión Europea; sin embargo, como resaltó el presidente Nicolás Maduro, es prioritario que se observen otros proyectos en regiones más similares a la latinoamericana y caribeña, como la Unión Africana o la Liga Árabe. Con el objetivo de combatir los problemas estructurales de ALyC, es muy importante crear nuevos modelos que respondan a nuestra realidad específica. E, igualmente, la integración económica debe estar diseñada de tal manera que los países con economías más pequeñas no se conviertan en periferias internas de las mayores economías de la región, como precisamente ha sucedido con el caso europeo.

Para que estas propuestas sean factibles, la estrategia de la CELAC bajo la presidencia mexicana parece estar encaminada a pequeños proyectos que verdaderamente logren materializarse en el corto, mediano y largo plazo. Entre los enlistados por el canciller Ebrard, están el fondo para hacer frente al cambio climático –tema especialmente mencionado entre los representantes de Centroamérica y el Caribe, ya que son los mayores receptores de los efectos negativos ambientales–, la posición conjunta para la financiación y negociación de la deuda frente al Fondo Monetario Internacional (FMI), las líneas de acción para la producción interna de las vacunas y la ya mencionada creación de la Agencia espacial, dentro de un acuerdo de 44 puntos negociado durante los meses previos. Y es que, como dijimos, la vulnerabilidad de ALyC debido a su posición geopolítica en el sistema-mundo quedó especialmente visible con la crisis del  SARS-CoV-2, haciendo conscientes a los gobiernos sobre lo que el canciller mexicano condensó en la siguiente frase: “Nadie más va a ver por nosotros, si nosotros no vemos por nosotros mismos”. Es momento de tomar las riendas de nuestro propio destino.

Fuentes

García Reyes, M. (2007). La nueva revolución energética: El impacto en la geopolítica y la seguridad internacional. CIGEMA, García-Goldman-Koronovski, Universidad Lomonosov.

González Casanova, P. (1967). La democracia en México (2a). Era.

Ianni, O. (1974). Sociología del imperialismo (1a). SEP, Dirección General de Divulgación.

USAGov. (2021). U.S. Department of Homeland Security | USAGov [Government]. U.S. Department of Homeland Security. https://www.usa.gov/federal-agencies/u-s-department-of-homeland-security

Grosfoguel, R. (2011). Decolonizing Post-Colonial Studies and Paradigms of Political-Economy: Transmodernity, Decolonial Thinking, and Global Coloniality. Transmodernity 1(1).

Mignolo, W. (2005). La idea de América Latina. La herida colonial y la opción decolonial. Gedisa.

Quijano, A. (2014). Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En D., Assis (Ed.) Cuestiones y horizontes : de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder (pp. 777-832). CLACSO.

Castañeda, J. (26 de octubre de 2018). El chantaje de los mercados. El Financiero. https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/jorge-g-castaneda/el-chantaje-de-los-mercados/

Vega, M. (2021). La relación China-Estados Unidos en la era Biden y la reunión de Anchorage. Programa Universitarios Estudios sobre Asia y África. Recuperado el 19/09/2021 de http://pueaa.unam.mx/multimedia/china-estados-unidos-biden