Beatriz Gutiérrez Müller y la novela histórica sobre el exilio

Manuel Vega Zúñiga[1]

Siento un enorme respeto y admiración por Beatriz Gutiérrez Müller, siempre es un placer escucharle y aprender de ella, me resultó profundamente placentero escucharle hablar hace unos días en la Mañanera, en un diálogo franco, valiente y fraterno, con las y los periodistas.

Escucharla me produce algo parecido al placer, y a la paz. Y su cordialidad en el diálogo, en nada le resta contundencia ni firmeza a sus palabras. Y más que a sus palabras, a sus actos propios; como Beatriz lo ha demostrado. Disfruto mucho lo que transmite y comulgo políticamente con lo que reivindica: Un republicanismo democrático del siglo XXI, como refirió ella misma expresamente.

Me dice un querido amigo chileno que la madre de Beatriz era chilena también. Yo desconocía eso. Pero ahora entiendo más una anécdota que quiero compartirles:

Hace un par de años escribí un breve artículo sobre la amistad entre Wenceslao Roces y Pablo Neruda. Escribí ese breve artículo a partir de una entrevista que tuve con Elena Roces Dorronsoro, hija de Wenceslao Roces, quien tuvo la amabilidad de recibirme en su casa, y me mostró algunas fotos, cartas, y reconstruyó para mí la historia del exilio de su padre; el gran traductor de El Capital de Karl Marx al castellano. Ella misma, producto del exilio, se crío unos años de su infancia en la entonces Unión Soviética, alejada de sus padres. Pareciera una historia de novela, pero es real.

Ese breve artículo, por azares del destino, llegó a manos de Beatriz Gutiérrez Müller, a través de María Elena Álvarez-Buylla (hija de Elena Roces, y nieta de Wenceslao Roces). Me mandó decir Elenita que el artículo lo había leído Beatriz, y que le había interesado muchísimo esa historia de la amistad entre Pablo Neruda y don Wenceslao; vidas vinculadas al exilio, a la militancia política, y a los sueños por la emancipación humana.

Me comentó también Elenita Roces que Beatriz le había planteado que le gustaría incluso escribir una novela histórica al respecto; ficcional, pero basada en los hechos reales de la amistad que existió entre ambos militantes revolucionarios, a partir de sus historias del exilio, la camaradería, y la lucha política. Por lo que Beatriz se dedicaría a hacer la investigación documental, sobre todo de archivo, pues no existe prácticamente bibliografía publicada al respecto. Sino justamente cartas, conjeturas cronológicas de hechos, testimonios, y fotografías.

Su objetivo será entonces: escribir una novela histórica en la que hablará sobre la guerra civil española, el golpe de estado en Chile, el exilio, la lucha por la democracia y el socialismo; teniendo como protagonistas a Pablo Neruda y a Wenceslao Roces.

No sé si Beatriz esté escribiendo realmente esa novela histórica, pero no me cabe duda de que sí se ha dedicado profusamente a investigar al respecto sobre esa íntima amistad que existió entre ambos, y los apoteóticos episodios de sus vidas, en la marcha de la historia por la democracia, el republicanismo y el socialismo.

Apenas en noviembre del 2023, Beatriz estuvo en el Archivo Nacional de Chile, y ahí dio una conferencia sobre la amistad política entre Pablo Neruda y Wenceslao Roces. Hizo referencia expresa al archivo personal de la familia de Roces, radicada en Colima, y compartió varias fotografías que dan testimonio de esa prolongada y fructífera amistad.

Beatriz Gutiérrez Müller señaló que esa conferencia formaba parte de una investigación más amplia que está realizando, y que para ello, ha recogido información del Acervo Histórico-Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, del Archivo General de la Nación, y del propio archivo personal de la familia Roces, mostrando al público chileno documentos y fotografías inéditas.

Relató algunos pasajes fascinantes de la vida de ambos, y de México como el punto de encuentro para sus exilios. Y después; el abrupto golpe de Estado en Chile contra Salvador Allende. Beatriz Gutiérrez narra que Wenceslao Roces voló a Chile después de aquél fatídico 11 de septiembre de 1973, y que le pidió a su amigo regresar juntos a México, advirtiéndole del peligro que corría. Pero Pablo no aceptó. Y el desenlace ya lo conocemos: el 23 de septiembre de 1973, murió también el poeta chileno. Hoy se cumplen 51 años de la muerte de Pablo Neruda.

Cuando yo escribí aquel texto en el año 2022, todavía no salían a la luz los resultados conclusivos de los informes forenses llevados a cabo por peritos internacionales que indicaban que Pablo Neruda fue envenenado.

El rumor siempre estuvo latente, pero no tomó fuerza mediática sino a partir del año 2011, año en el que Manuel Araya, guardaespaldas y chofer de Pablo Neruda, declarara ante la prensa mexicana lo que él venía ya sosteniendo desde antes: que Pablo no murió de cáncer, como se había dicho por tanto tiempo, sino que fue asesinado, mediante una inyección letal.

Ese mismo año, el Partido Comunista de Chile presentó una denuncia para investigar los hechos referidos por Manuel Araya. En el año 2013 el cuerpo de Neruda fue exhumado, y en el 2017 un primer informe forense arrojaba indicios de haberse encontrado en la osamenta de Neruda presencia de una bacteria que le habría sido inoculada en el cuerpo. Finalmente, en febrero del 2023, habrían sido entregados los informes conclusivos del panel de expertos internacionales, sin que hasta este momento los tribunales chilenos hayan resuelto en definitiva. Pareciera una historia de novela, pero es real.

Yo decía en mi breve texto, frente a la polémica del posible asesinato por envenenamiento de Pablo Neruda, que no sabía si eso era un mito o era realidad, pero que don Wenceslao Roces, desde el 28 de septiembre de 1973, tenía la plena convicción de que a Pablo lo habían asesinado y, precisamente, que le habían inyectado algo en el hospital, “un letal veneno”, así lo describió Wenceslao en un muy doliente texto de 1973. 

«El verdugo se disfraza de camillero. El refinado homicidio y la tortura se envuelven en los colores inocentes de una muerte natural. (…) Pablo nos fue arrebatado por la bestia en las horas finales del domingo 23 de septiembre de este año de desgracia de 1973», fueron algunas de las afirmaciones de Wenceslao Roces con el duelo a cuestas por el homicidio de su amigo y camarada.

Beatriz Gutiérrez Müller, ya en noviembre del 2023, hace referencia a los resultados arrojados por el panel internacional de expertos forenses, que confirman lo que Wenceslao Roces y Manuel Araya, habían afirmado desde tantas décadas atrás: Que a Pablo Neruda lo habrían asesinado.

Manuel Araya murió recién en junio del 2023. Él siempre sostuvo que a Neruda lo asesinaron, que lo envenenaron con una inyección. Y a diferencia de la versión de Beatriz en la que afirma, a partir de las cartas de Wenceslao, que Pablo se negó a venir a México luego del golpe militar, Araya sostiene que aquel 23 de septiembre de 1973, él se encontraba junto a la esposa de Neruda, Matilde Urrutia, recuperando a las prisas los manuscritos inéditos y haciendo el equipaje de Neruda para el viaje, pues saldría al día siguiente rumbo al exilio en México. «El médico me puso una inyección en el estómago», le habría dicho Pablo Neruda a su esposa y a su chofer, y murió ese mismo día.

Entre los manuscritos inéditos que recogieron de la casa de Neruda, estaban los originales de sus memorias: “Confieso que he vivido”, que le fueron entregados junto con otras pertenencias al entonces embajador de México en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá, quien confirma que, pese a la resistencia inicial de Pablo Neruda, finalmente accedió a viajar hacia México.

Un avión de la Fuerza Aérea Mexicana aterrizaría en Chile para traer a Pablo Neruda a México el 24 de septiembre de 1973. Pero se adelantó la muerte. En una entrevista realizada a Corbalá que fue publicada en el año 2016, él afirmó: “Lo que puedo decir con toda seguridad y certeza, es que cuando yo hablé con Neruda al mediodía del 22 de septiembre de 1973, habíamos convenido la partida a México como huésped distinguido”. «Confieso que he vivido» se publicó de forma póstuma en 1974.

El día de hoy se cumplen 51 años de la muerte de Pablo Neruda. Y todavía hay muchas interrogantes en el aire. Espero que Beatriz Gutiérrez Müller tenga ahora en esta nueva etapa el tiempo suficiente para concluir la redacción de esta apasionante novela histórica, que necesariamente será una mezcla de ficción con realidad, en donde lo mismo se enhebrarán las fuentes documentales de los archivos históricos, con los relatos, testimonios, fotografías, con la reconstrucción literaria e imaginaria de alternativas posibles para terminar esta historia.

Ha pasado ya medio siglo desde aquella tragedia que marcó a América Latina y al mundo. El golpe de estado en Chile, la instauración de la dictadura militar, el sofocamiento temporal del intento de construir una sociedad democrática con verdadera justicia social, la muerte de Salvador Allende y la de Pablo Neruda.

Sigue vigente la premonición de medio siglo adelantado con la que Wenceslao Roces nos hablaba a las futuras generaciones cuando nos mandaba decir que: “la poesía es la voz del pueblo, y el pueblo es la voz y el brazo de la justicia”.

Hoy, 23 de septiembre del 2024, nos habla también Pablo Neruda con inquietante actualidad para recordarnos que: “Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los seres humanos. Así la poesía no habrá cantado en vano”.

[1] Abogado por la Universidad de Colima, y maestro en Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México.