El Antiguo Régimen: Leo Zuckermann no entendió a Tocqueville
César Martínez (@cesar19_87)*
Más vale dar el poder de cambiar
la Constitución a hombres quienes
imperfectamente representan la
voluntad del Pueblo que darlo a otros que
no representan más que a sí mismos.
Alexis de Tocqueville
A raíz de la mención del pensador francés Alexis de Tocqueville, hecha por Andrés Manuel López Obrador para respaldar la idea de votar a jueces, magistrados y ministros, el comentarista Leo Zuckermann se obstinó en fabricar a un Tocqueville conservador y reaccionario, cuando realmente el autor de Democracia en América es el gran profeta del derecho ciudadano a elegir: que solo hay igualdad en sentido humano cuando la ciudadanía se da a sí misma instituciones libres, libertad política.
Primero en su columna del diario Excélsior propiedad de Grupo Imagen y posteriormente en su espacio de ForoTV en Televisa, Zuckermann dio rienda suelta al enésimo episodio donde periodistas e intelectuales vinculados con el antiguo régimen de la transición entre el PRI y el PAN pretendieron presentar a López Obrador como un ignorante o un deficiente lector de libros clásicos de política y ciencia social. “Contra lo que piensa AMLO, Tocqueville veía la elección de jueces como un peligro,” escribió Zuckermann.
Algunas líneas abajo, el influyente comentarista quien además aparece en Tercer Grado citó textual la frase de un capítulo de Democracia en América para darnos la imagen de ese bizarro Tocqueville conservador: “Me atrevo a predecir que, tarde o temprano, estas innovaciones [la elección de jueces] tendrán resultados nocivos y que algún día verán que al disminuir de esta manera la independencia de los magistrados han atacado no sólo al Poder Judicial, sino también a la república democrática en sí misma”.
Para no transformar a Tocqueville en una figura ambigua interpretada sin honestidad ni rigor (como lamentablemente sucede con Marx), vale aclarar que el capítulo donde Tocqueville ciertamente cuestiona la elección de jueces, así como el juicio político para removerlos desde el Poder Legislativo, se refiere al rol que abogados y legistas desempeñan suavizando la regla democrática de mayoría, sin llegar al extremo de abolirla como pretende Zuckermann.
Algunos párrafos después de lamentar las “innovaciones” a las que alude Zuckermann, Tocqueville distingue el campo de acción de abogados y legistas del campo de acción del Pueblo a través de su acción directa o través de sus representantes, incluyendo a los del Poder Judicial: “Los legistas están, sin embargo, obligados a ceder a la corriente de opinión pública que los arrastra; pero es fácil encontrar indicios de lo que harían si fuesen libres. Los norteamericanos, que han innovado tanto en sus leyes políticas, no introdujeron sino ligeros cambios, y con gran trabajo, en sus leyes civiles…” (p.327)
Para el pensador francés existe una importantísima diferencia y jerarquía que pone a las leyes políticas antes que a las leyes civiles: las primeras son derechos ciudadanos, lo que él denomina instituciones políticas libres (tales como la libertad de expresión, de culto y de sufragio, así como el juicio por jurados, entre otras) y son la condición necesaria para lograr las segundas, civiles, definidas como igualdad jurídica o derechos personales recíprocos que hoy conocemos como libertad de profesión u oficio, de pareja y familia, de disfrute y ocio, de comercio y de consumo.
Ilustrando lo anterior para contrastar las raras ideas de Zuckermann sobre Tocqueville, cabe decir que el verdadero Tocqueville comprende que la regla de mayoría y el principio de soberanía popular significan un avance irreversible en la humanidad porque con todo y sus riesgos la democracia es más justa que la aristocracia, la oligarquía, la tiranía y el despotismo. Lo anterior se aprecia claramente en que, para Tocqueville, el Pueblo tiene el derecho inalienable de modificar su autoridad, su ley y su forma de gobierno sin ser importunado por jueces y legistas: “En Estados Unidos no existe este riesgo porque la Nación siempre puede reducir a sus magistrados a la obediencia por medio del cambio a la Constitución.” (p. 140).
En contraste, el bizarro Tocqueville fabricado por Zuckermann pone las cosas al revés: “Al francés”, escribió el conductor de La Hora de Opinar, “le parecía fascinante la revisión judicial de las leyes, es decir, que los jueces pudieran invalidar una legislación por inconstitucional.”
El Alexis de Tocqueville verdadero ofrece material abundante en Democracia en América para contradecir a Zuckermann, pues como hemos visto es la Nación por vía del Poder Legislativo la que reduce a los jueces a la obediencia y no al revés: por imperfecta que sea la representación popular, sigue representando más que quienes no representan más que a sí mismos. Zuckermann, en realidad, confunde los alcances del juicio de inconstitucionalidad porque en la visión del real Tocqueville se trata de un amparo aplicable estrictamente para controversias particulares, que bajo ninguna circunstancia anula el acto soberano de legislar.
De ahí que Zuckermann se quedó sin palabras en su propio programa cuando el panelista Javier Tello le aclaró que la revisión judicial no es un elemento esencial de la democracia, puesto que en Francia o Reino Unido los tribunales carecen de dicha facultad y aún así ambos países siguen siendo modelos clásicos de sistemas democráticos liberales.
Por más que Zuckermann se obstine, el verdadero Tocqueville no fue un legista sino un crítico mordaz del Antiguo Régimen elitista y antipopular: la esencia de la Democracia en América es que la ley tiene fuerza y prestigio cuando es justa, es decir, expresión de la soberanía popular mediante instituciones políticas libres como la libertad de culto, de expresión, de jurado, de sufragio y de representación. El bizarro Tocqueville de Zuckermann invierte la ecuación subordinando la política a la argucia judicial y, peor aún, subordinando la democracia al interés particular.
Al final del sexenio fue López Obrador quien comprendió correctamente a Tocqueville asegurando en sus discursos que “aunque la democracia no nos traerá por sí misma el cuerno de la abundancia, con ella vendrá una nueva legalidad, una nueva convivencia y un nuevo México liberado de la corrupción y de la impunidad”.
*Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en Literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.
Bibliografía:
Tocqueville, Alexis de (2007) La Democracia en América, Ediciones Akal.