Trump: la máscara de la ultraderecha

Dennis Saúl Miranda Palomares[1]

Con un cinismo inaudito, el actual inquilino de la Casa Blanca (por segunda ocasión), ha firmado una serie de decretos entre los que podemos destacar los siguientes: la salida del acuerdo de París, el indulto a quienes asaltaron el capitolio el seis de enero del 2021, la reinserción de Cuba en la lista de estados “terroristas”, la declaración de cárteles mexicanos como “terroristas”, el cambio de nombre al Golfo de México por Golfo de América y, últimamente, la imposición de aranceles a productos de México (que al día de hoy se ha retractado y dado un mes para negociar con nuestro país), Canadá y China.

En estos tiempos en el que ha emergido un odio exacerbado por parte de las élites estadounidenses y de quienes congenian con el proyecto político encabezado por Donald Trump, no debe extrañarnos el bombardeo mediante decretos que lo único que buscan es desestabilizar la arena política en el plano internacional y nacional, para no clavar la atención en un país que ha tenido una acelerada producción de desigualdad social al beneficiar a las clases adineradas y pasar la factura a las clases trabajadoras, de manera que, ha resurgido como punta de lanza: el neoliberalismo brutal junto con la degradación ecológica a escala planetaria.

No obstante, este tipo de bravuconerías, se comprenden a la luz de la historia de la formación de Estados Unidos como nación. Veamos algunos pasajes históricos del país que ahora tiene al mundo pendido de un hilo gracias a las exigencias hechas con decretazos.

Recientemente, Donald Trump realizó declaraciones en las que sugería que Canadá podría ser un Estado más de Estados Unidos, al mismo tiempo que advertía arrebatarles el territorio de Groenlandia al gobierno danés y, a Panamá amenazó con recuperar el control del canal, estas dos últimas advertencias por cuestiones de “seguridad nacional”. No debemos de olvidar que sus principales padres de la historia como Washington, Jefferson, Adams, entre otros, siempre coincidieron en que la mejor forma de hacerse fuertes era despojando a los indígenas de sus tierras y expandir así las fronteras del naciente país. Como vemos, esta idea de ensanchar las fronteras y ampliar su margen territorial ha estado presente desde las postrimerías del siglo XVIII, de modo que, la apropiación de territorio ha sido uno de los principales objetos de su política.

Baste recordar aquellas palabras de Luis de Onís enviadas al virrey Venegas, cuya centralidad era advertir al gobierno español sobre las intenciones expansionistas que se albergaban en las mentes de los gobernantes del naciente Estado:

Se van desarrollando más y más las ideas ambiciosas de esta república [la de Estados Unidos], y confirmándose sus miras hostiles contra España: V. E. se halla enterado por mi correspondencia, que este gobierno se ha propuesto nada menos que fijar sus límites en la embocadura del Río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Tejas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo Méjico y parte de la provincia de Nueva Vizcaya, y la Sonora. (de OnÍs, L., citado en García, G. 1971, p. 17)

La historia es de todos conocida, las turbas estadounidenses lograron apropiarse del territorio de Texas al apoyar la insurrección de 1836 y, posteriormente, arrebatarle en una franca guerra de conquista más de la mitad del territorio a nuestro país con la firma del Tratado Guadalupe-Hidalgo aquel fatídico 2 de febrero de 1848.

Es evidente que esa forma tramposa y maliciosa de hacer política ha estado presente en el devenir de su historia y eso se ha forjado con la complicidad de las élites políticas de los países más débiles que han visto en Estados Unidos un referente de “libertad” y “democracia”, en vez de mirar que todo se ha conseguido con amedrentamientos, amenazas, negociaciones y, finalmente, despojos. Así en ese orden ha actuado el gobierno estadounidense para conseguir su falaz supremacía.

De manera que, esta feroz política que observamos en la actualidad se ha mantenido a lo largo de su historia. El desprecio a la democracia ha sido su carta de presentación, aunado a sus posturas, eminentemente, racistas, xenófobas y aporofóbicas. Estas actitudes se ven reforzadas con el respaldo al Estado de Israel que, en contubernio con Estados Unidos, cometen uno de los genocidios más oprobiosos para la humanidad al negar la existencia del pueblo palestino y atropellarlo con crueldad pese a que ha resistido los embates de las hordas neofascistas.

Sin embargo, comprender la forma y el fondo de esta política agresiva nos remonta al contenido mismo de su carta magna y a la concertación de intereses de aquellos esclavistas que se enriquecieron a costa del trabajo de los africanos esclavizados, junto con los intereses capitalistas industriales de la burguesía del norte. Howard Zinn (2011) escribe sobre La Constitución estadounidense que ésta ilustraba pues:

La complejidad del sistema americano: sirve a los intereses de una élite rica, pero también deja medianamente satisfechos a los pequeños terratenientes, a los trabajadores y a los agricultores de salario medio, y así se construye un apoyo de amplia base. La gente con cierta posición que conformaban esta base de apoyo eran un freno contra los negros, los indios y los blancos muy pobres. Permitían que la élite mantuviera el control con un mínimo de coerción, un máximo de fuerza legal y un barnizado general de patriotismo y unidad. (p. 77) [Las negritas son mías]

Como podemos observar, el sistema estadounidense desde sus inicios fue creado para que una élite rica sea la detentadora del máximo poder. Dejando, medianamente satisfechos a las clases medias para obtener su apoyo y, al mismo tiempo, ser un dique de contención frente a los africanos e indígenas que desde siempre han sido tratados como seres humanos inferiores frente a los anglosajones.

Por eso no es de extrañarse que detrás del bravucón de la Casa Blanca estén los hombres más ricos respaldando una política conflictiva en un país que sufre graves trastornos económicos, políticos, culturales y de salud pública que, según el National Institute on Drug Abuse, las muertes por sobredosis de fentanilo en el 2022 ascendieron a 73 838 fallecimientos (https://acortar.link/6q9fNn).

El magnate es un fiel representante de una extrema derecha que ha negado sistemáticamente la crisis terminal en la que se encuentra el sistema capitalista en su fase neoliberal. Parece ser que no están dispuestos a aceptar que el mundo ya no gira en torno a su supremacía blanca anglosajona protestante (WASP en inglés), por tanto, se niegan a aceptar las coordenadas de un nuevo orden mundial tripolar (Rusia, China y Estados Unidos).

La ola de deportaciones masivas de inmigrantes mexicanos que hemos visto en los últimos días se comprende al ver que el trumpismo ha logrado mantener un base de fervorosos seguidores empobrecidos por el mismo sistema que les ha llenado la cabeza de prejuicios, actitudes racistas y xenófobas ancladas en la más ramplona idea de que los Estados Unidos vuelvan a ser la potencia que eran tras la segunda gran guerra europea y justifican su declive con la llegada a su territorio de la mano de obra inmigrante, dicho de otra forma, la culpa no es del sistema, sino de quienes han sido expulsados por el mismo sistema.

La preocupación se acrecienta al ver que Trump personifica al fascismo que ha caracterizado a las élites estadounidenses, no hay que despreciar el número de votos que consiguió, pues, más de 70 millones lo votaron y lo siguen con fidelidad.

Por lo pronto, México cuenta con una gran presidenta, Claudia Sheinbaum, dispuesta a colaborar y negociar, siempre y cuando no haya una injerencia por parte de Estados Unidos. La mandataria ha dicho en repetidas ocasiones que, el problema del narcotráfico también atañe a Estados Unidos, debido a que enfrentan un problema de consumo que aceita la maquinaria de producción, sin embargo, ha hecho ver que el gobierno estadounidense no ha perseguido a los cárteles de la droga que distribuyen las substancias ilícitas dentro de su territorio, además, niega categóricamente que el gobierno mexicano tenga relación alguna con los cárteles de la droga, al contrario, ha dicho que la industria armamentista sí tiene responsabilidad al equipar a los cárteles mexicanos con armamento de alto calibre.

Desde nuestras trincheras respaldamos la postura y acciones de nuestra presidenta y reiteramos el apoyo incondicional frente a la arrogante y brutal embestida del gobierno estadounidense en contra de nuestro país. Ahora que se avecina un clima de saqueo y agresión de una potencia herida, la dignidad de un pueblo, ante lo que pretendan hacer los gorilas estadounidenses contra nuestra América, será la mejor arma para combatir a las hordas fascistas que quieren revivir la Doctrina Monroe.

Referencias:

García, G. (1971). Las invasiones norteamericanas en México. Serie Popular Era. México.

Zinn, H. (2011). La otra historia de los Estados Unidos. Siete Cuentos. E.E.U.U.

[1] Candidato a Dr. en Política de los Procesos Socioeducativos por la UPN y profesor de historia en educación secundaria.