Todas las vidas de Fanon[i]

Sonia Dayan-Herzbrun

  • Adam Shatz. Frantz Fanon. Une vie en révolutions. Francia: La Découverte, 2024, 512 pp.

Más de diez años después de una gran biografía de David Macey (La Découverte, 2011), Adam Shatz, brillante crítico literario y musical, redactor de la London Review of Books, vuelve a recorrer los episodios de una vida apenas más larga que la de Mozart, pero de una intensidad sin igual: la de Frantz Fanon (1925-1961).

Al titular su libro La clínica del rebelde, el nuevo biógrafo confirma que toda lectura es interpretación. La “clínica del rebelde” se refiere tanto a la práctica psiquiátrica del clínico Fanon, a quien Edward Said describió como “discípulo herético de Freud”, como al examen clínico de esta extraordinaria personalidad. Adam Shatz le sigue, y nosotros con él, desde su nacimiento en 1925 en Fort-de-France, ese “diminuto país”, hasta su muerte a los 36 años en un hospital de Maryland, bajo la mirada quizá demasiado atenta de la CIA.

Adam Shatz vio por primera vez una foto de Fanon en el reverso de un ejemplar de Piel negra, máscaras blancas en la pequeña biblioteca de obras revolucionarias que su padre guardaba en el sótano. “¿Quién es este hombre?”, se preguntó entonces, curioso por penetrar en la intimidad de este “eterno desconocido”. A partir de sus lecturas y de las entrevistas que pudo obtener de algunos raros supervivientes, ha elaborado una narración en la que la imaginación, como él mismo reconoce, así como la proyección y sus propias referencias literarias, desempeñan un papel primordial. No se limita a describir las múltiples vidas de Fanon. Lo representa y nos representa con sus encuentros, sus lecturas, sus emociones y sus pasiones.

Primero fue su Martinica natal y el amor incondicional de su madre, luego Francia, a la que Fanon se unió en 1944 para luchar en las Fuerzas Francesas Libres y donde descubrió un ejército dividido y compartimentado “según líneas raciales que reflejaban su lugar en la jerarquía imperial”. En Lyon, Fanon estudió medicina, se interesó por la filosofía y “cartografió el paisaje psíquico creado por el racismo”, lo que le llevó a escribir Piel negra, máscaras blancas. Lo que Adam Shatz dice sobre este texto enigmático pero seminal está abierto al debate, y podríamos preferir el comentario riguroso que ofrece el filósofo jamaicano-estadounidense Lewis Gordon en What Fanon Said (Fordham University Press, 2015).

Adam Shatz, por ejemplo, encuentra difícil aceptar la crítica de Fanon a las tesis expuestas por Octave Mannoni en Psicología de la colonización.[ii] Ve en él un “rechazo de la psiquiatría freudiana clásica”, en particular en su negativa a explicar las “patologías de la dominación racial” por la neurosis edípica, optando, en su opinión, por no ver “la compleja dinámica emocional de las familias martinicanas como la suya”. Sin embargo, la teoría de la sociogénesis (y no “sociogenia”, como escribe el traductor, por alguna razón) es precisamente lo contrario de esta interpretación. Rechazarla es, en última instancia, rechazar todo el planteamiento fanoniano. Lo que probablemente atrae a Adam Shatz es el interés de Mannoni por el sufrimiento de los colonizadores, y las dudas que expresa sobre la descolonización, como puede verse en los capítulos que dedica a la explosión argelina.

Del mismo modo, el énfasis de Adam Shatz en la “negritud” es cuestionable, con algunas páginas excelentes sobre Césaire[iii] y Senghor, pero el propio pensamiento de Fanon parece algo descuidado. Para Fanon, no existe una identidad negra, a diferencia de lo que el biógrafo escribe con demasiada frecuencia. Hay una experiencia vivida del negro cuando, fuera de su casa, se convierte en un ser para los demás. Sartre, con quien Fanon dialogaba, escribió que un judío es un hombre al que los demás consideran judío. Así pues, es la mirada de los demás la que hace al judío. Al menos en la Francia de los años cincuenta, los judíos tenían la piel clara. Los negros, en cambio, son percibidos como negros, tienen una “experiencia vivida de la negritud”, con todo lo que ello conlleva en términos de discriminación y violencia, a causa de su aspecto físico. Adam Shatz obviamente piensa que la negrofobia proviene del antisemitismo y de la creencia en una identidad judía. De ahí, sin duda, sus repetidas referencias a Hannah Arendt, y la insistencia en recordar a tal o cual persona que pudo haber estado en el camino de Fanon o tenido una conexión con él, que era judía. Si Shatz no fuera un judío de Nueva York, sería vergonzoso.

Fanon se hizo psiquiatra tras una estancia en el hospital de Saint-Alban, donde conoció la psiquiatría institucional de la mano de François Tosquelles.[iv] Debido a la falta de recursos, la psiquiatría institucional dejó de practicarse en Francia (salvo en lugares selectos como la clínica de La Borde), y una muestra de esta práctica puede verse en la reciente película de Nicolas Philibert Sur l’Adamant. En 1953 marchó a Argelia y se convirtió en médico jefe del sector psiquiátrico del hospital de Blida (entonces Joinville), que hoy lleva su nombre. Trató, escribió y se propuso descubrir la sociedad argelina, pero no a la manera de Pierre Bourdieu, que era ciertamente un “recluta”, como escribió Adam Shatz, sino un recluta del gobierno general, para el que redactó un informe sobre la labor francesa en Argelia, que Francia presentó a las Naciones Unidas para defender su presencia en el país. Fue a Robert Lacoste, con quien trabajaba Bourdieu, a quien Fanon escribió para presentar su dimisión, al considerar imposible ayudar a salir de la alienación “al árabe, permanentemente alienado en su propio país”.

Lacoste respondió con una orden de expulsión, pero Fanon, que se había acercado al FLN, ya estaba lejos. Sus trágicas y gloriosas andanzas le llevaron a Túnez, donde continuó con su trabajo de médico, sus compromisos políticos y la redacción de sus textos, que dictaba a Marie-Jeanne Manuellan, una joven que más tarde escribiría sus memorias. Todo se aceleró en una especie de febrilidad, la de los tiempos revolucionarios pero también la de la enfermedad. Tras una larga estancia en Accra y varios viajes al continente africano en pleno apogeo de los movimientos de descolonización como embajador en misión especial del GPRA (Gobierno Provisional de la República Argelina), Fanon, al que se le diagnosticó entonces una leucemia, regresó a Túnez. Gracias a Adam Shatz, le seguimos, como en una novela de aventuras, hasta el Congo, Malí, con sus compañeros de viaje y, como a Marie-Jeanne Manuellan, nos cuesta creer que estuviera enfermo. Ella le confió a Adam Shatz: “Fanon emanaba tal fuerza de vida”. A ella también le dictó capítulo tras capítulo su último libro, Los condenados de la tierra, por el que Shatz no siente más empatía que por el primero: “Como Piel negra, máscaras blancas, su libro termina con un magnífico sermón, tan vago como estimulante”.

Adam Shatz ve a Fanon como una especie de aventurero revolucionario. El pensamiento de Fanon, que ha fecundado toda la teoría de la raza y el pensamiento decolonial, tal como lo ve hoy en Francia el polifacético artista Olivier Marboeuf, por ejemplo, le sigue siendo ajeno, por mucho que intente acceder a él. Además, Shatz no es ni historiador ni sociólogo. Su texto está salpicado de errores y omisiones a veces inquietantes. Presenta al novelista, lingüista y antropólogo Mouloud Mammeri, que tanto hizo por la enseñanza y la difusión de la lengua y la cultura bereberes, como un “narrador cabileño”. Habla del “ferviente populismo islámico de Messali Hadj”, que de hecho fue miembro del PCF y al que Benjamin Stora[v] ha dedicado importantes obras. La barba y el tocado que llevaba el fundador de la Étoile républicaine, el primer movimiento nacionalista argelino, no eran una profesión de fe. Al evocar la «furia» y los «celos» que Messali Hadj habría sentido cuando disidentes de su propio partido fundaron el FLN, Shatz parece burlarse de una escisión importante con consecuencias políticas y humanas considerables (al menos para los argelinos).

El autor también da gran credibilidad a sus escasas fuentes orales y escritas. Basándose en el libro de Joby Fanon sobre su hermano, del que David Macey desconfiaba, cuenta que Fanon envió a su mujer Josie a dar a luz a su hijo (no se disponía de ecografía, así que ¿cómo sabía que sería un hijo?) en Lyon, «porque quería que su hijo naciera en Francia de padres franceses». Probablemente era más el deseo de Joby que el de Frantz. Además, en 1955, cuando nació Olivier, Blida se encontraba en el departamento francés de Argel. Adam Shatz también parece fiarse de todo lo que dice Marie-Jeanne Manuellan, por ejemplo, cuando le dice que los estantes de la biblioteca de Fanon estaban casi vacíos y que no tenía ninguna relación especial con los libros. Sin embargo, al final de su edición de Écrits sur l’aliénation et la liberté de Frantz Fanon (La Découverte, 2015),[vi] Jean Khalfa y Robert Young enumeran unas cuatrocientas obras en la biblioteca de Fanon, muchas de las cuales estaban anotadas de su puño y letra. Toda una sección de esta biblioteca estaba dedicada a obras políticas, en particular marxistas. Porque si la alienación es un concepto de la psiquiatría, también es un concepto importante en Marx (al menos en el joven Marx). Si Fanon fue un discípulo hereje de Freud, también lo fue de Marx. Son los herejes los que hacen la historia. El título de Los condenados de la tierra puede proceder de un poema de Jacques Roumain, pero antes procede de la primera línea de La Internacional de Eugène Pottier. La llamada a “emerger de la gran noche” que cierra el libro de Fanon se hace eco de la llamada a levantarse y emerger de la oscuridad hecha a los “condenados de la tierra”.

“A pesar de su determinación de ser un hombre sin debilidades, Fanon seguía siendo un soñador”, escribe Adam Shatz. Sin duda, pero entonces un “maestro soñador”, como escribió Miguel Abensour (Le procès des maîtres-rêveurs, Sens & Tonka, 2013) sobre los grandes utopistas del siglo XIX. Soñadores cuyos sueños nos permiten alejarnos de las cosas en las que estamos atrapados, desposeídos de nosotros mismos. Avanzar hacia lo que Miguel Abensour llamaba la emancipación, y lo que Fanon buscó tercamente a lo largo de su vida, para sí mismo y para los demás: la desalienación.

 

[i] Texto publicado en En attendant Nadeau, el 30 de abril de 2024, https://www.en-attendant-nadeau.fr/2024/04/30/toutes-les-vies-de-frantz-fanon-adam-shatz/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR0zgyAaM9idplv7j3-bZuK8_VT-SJp0wCAT0r5aITZLHLSc5NvUhn5UIuY_aem_AWDz2RJdLbFWMAqgIsDR0tBXftzP5oPeTwKAqWoR__NN9eWUj56p9eEfneLV288FvIv4rSRuWXJfT43NIfuuNud1

[ii] Véase Sonia Dayan-Herzbrun, “Une psychologie coloniale de la colonisation”, publicado el 20 de julio de 2022, en https://www.en-attendant-nadeau.fr/2022/07/20/psychologie-coloniale-colonisation-mannoni/

[iii] Jean-Pierre Salgas, “Aimé Césaire, poète national sans nation”, publicado el 6 de octubre de 2021, https://www.en-attendant-nadeau.fr/2021/10/06/cesaire-poete-sans-nation/  

[iv] Maïté Bouyssy, “La psychiatrie, l’art brut et l’art modern”, publicado el 19 de enero de 2022, https://www.en-attendant-nadeau.fr/2022/01/19/psychiatrie-art-brut-tosquelles/

[v] Sonia Dayan-Herzbrun, “Benjamin Stora, un historien au présent”, publicado 23 de junio de 2020, https://www.en-attendant-nadeau.fr/2020/06/23/stora-historien-present/

[vi] Sonia Dayan-Herzbrun, “Docteur Frant Fanon”, publicado 23 de febrero de 2016, https://www.en-attendant-nadeau.fr/2016/02/23/docteur-frantz-fanon/