“Sin novedad en el frente”, o la idealización de la guerra desde la lejanía
Esteban Morales Estrada
Magíster en Historia y docente.
“Que solo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz”
Estanislao Zuleta
Hace pocos días pude ver la película alemana Sin novedad en el frente (2022), dirigida por Edward Berger, a través de Netflix. Considero que hace una excelente recreación de los horrores de la Primera Guerra Mundial, que sacudió a la humanidad entre 1914 y 1918. Dicha guerra, marcada por la inmovilidad ante una muerte anónima e inesperada en unas mugrientas y tristes trincheras, ha sido mostrada por muchas películas, entre las que recuerdo especialmente 1917 (2019), centrada en las angustias de un joven soldado, designado para llevar un importante mensaje a unas tropas que están a punto de llevar a cabo un ataque suicida, de esos tan comunes en dicha conflagración mundial. En ambas películas asistimos a los horrores de una guerra que dejó millones de muertes, pobreza económica y zonas del viejo continente arrasadas. Debido a la aparición de esta película, quisiera llevar a cabo algunas reflexiones respecto a la misma, y tender puentes entre el largometraje y la realidad política colombiana.
Para nadie es un secreto en América Latina, que, así como tuvimos (y tenemos) las guerrillas más poderosas y longevas del continente (sobre todo las FARC y el ELN), también hemos tenido unas clases dirigentes retardatarias, reaccionarias y regresivas, que han impulsado la guerra, la corrupción y el despojo a escalas inmensas. A una tentativa de revolución palpable, sostenida en grupos guerrilleros (que también cometieron toda clase de brutalidades en medio del conflicto armado de varias décadas), se consolidó en Colombia una fuerte contrarrevolución, apoyada por amplios sectores de las clases medias y altas, que incluso ha legitimado la solución paramilitar a la problemática insurgente y subversiva que se presentó.
Es en la reflexión anterior donde adquiere relevancia la película que mencionamos al principio. Amplios sectores de dichas clases medias y altas han idealizado la guerra como solución a cualquier problema social o político en el país. Sin embargo, como los jóvenes de “Sin novedad en el frente” idealizan una guerra que aún no han conocido (y en la que luego van a morir todos, cambiando el optimismo inicial por un terror y una resignación completa), dichos sectores quieren una prolongación de la “mano dura”, pero ejercida por los jóvenes sin oportunidades del campo y las barriadas. Son entusiastas militaristas que opinan desde los cafés de Medellín o Bogotá, que hay que prolongar otro medio siglo la confrontación armada. No ven la búsqueda de reivindicaciones sociales, sino insurgencia “comunista”; no ven protestas legítimas, sino una “revolución en ciernes”; no ven una serie de reivindicaciones, sino una declaración desafiante al statu quo. Muchas de esas mismas clases medias, que incluso racionalmente se verían beneficiadas por reformas económicas en la realidad del país, sacan a relucir esa tendencia a doblegarse frente a los de “arriba”, con tal de humillar a los de “abajo”.
Puede decirse entonces que además de idealizar una guerra perpetua y lejana, muchos actores se han opuesto a la política de “paz total” (iniciativa que busca llegar a acuerdos de diversas características con múltiples actores armados que operan en Colombia) del gobierno de Gustavo Petro, básicamente porque le temen más a la paz que a la guerra, continuando en la búsqueda de enemigos internos y culpables de los males de Colombia. Impulsando entonces la muerte anónima, inútil y trágica de cientos de jóvenes (militares, policías, guerrilleros…), muchos rechazan radicalmente la búsqueda de la reconciliación, lo mismo ahora con la “paz total” de Petro, que con el plebiscito por la paz de 2016.
En la película, la brutalidad no solo se da entre los bandos enfrentados, sino también internamente cuando el comandante alemán envía a decenas de jóvenes (la guerra está a punto de acabar), a un supuesto enfrentamiento heroico, que desemboca en muertes sin sentido, mientras él está plácidamente en una mansión. Lo mismo sucede en el caso colombiano, donde muchos defienden a las Fuerzas Armadas, pero no buscando reivindicaciones reales como mejoras salariales, sino buscando que sean enviados a los campos del país a enfrentar directamente, lo que ellos solo ven a través del computador.
El ideal “heroico” de la guerra, como se ve en la película, queda rápidamente superado por la carnicería y las explosiones. Si en la película los jóvenes se desilusionan de los ideales de la patria, cuando comprenden que la actividad bélica es más que un uniforme y descubren en el enemigo jóvenes como ellos, indefensos ante el azar asfixiante de la conflagración, en la que la muerte asecha en cada instante; en la realidad colombiana muchos de los que son defensores de solucionar las cosas por medio de las armas, ven la guerra desde las ciudades y sus centros comerciales.
Toda película, todo libro, todo diálogo debe dejarnos alguna reflexión sobre la realidad específica. En cuanto a esta ocasión, me aventuro a defender la inutilidad de la guerra, con la gran esperanza de que muchos guerreristas, entiendan que no es un juego divertido.