• Rodríguez Sánchez, Adrián Gerardo. Una revolución llamada Zeferino Mares. Periodismo y política en México 1879-1970. México, 2022.

Karla Motte

Este es un extraordinario libro sobre un periodista aguascalentense y su ejercicio profesional durante la revolución mexicana.

En la introducción, el autor nos explica que su libro es una biografía y atinadamente nos expone dos visiones historiográficas que han delineado este tipo de ejercicios desde la disciplina histórica. El primero es observar al individuo como un reflejo de su tiempo, de su contexto y de sus decisiones individuales animadas por un momento específico del pasado. El segundo, se acerca a ese ejercicio tan relevante de una obra magnífica, la microhistoria italiana en El queso y los gusanos, donde se expone la vida del entrañable Menocchio como un universo en sí mismo, que se desarrolla, sí en un contexto particular, pero habla de excepcionalidades que transcurren paralelas al contexto, y no necesariamente como consecuencia directa sujeta a fuerzas externas.

Estas dos líneas interpretativas no necesariamente se contraponen, y por ello el autor opta por ejecutar una especie de mezcla, donde Zeferino Mares “se presenta lo mismo como un personaje que posee ideas y acciones propias, así como una figura que expresa los sentires de una comunidad, esto es, una gran colectividad que se levantó en armas e hizo una revolución social en México desde 1910”.

A lo largo del texto, por lo tanto, observamos a un Zeferino que transita entre diversos momentos cruciales de la lucha revolucionaria, como muchos otros de sus contemporáneos, observando un contexto cambiante, álgido, interesantísimo, y tomando parte en él. Estoy segura de que, como él, miles de mexicanos y mexicanas tenían conciencia de la trascendencia y desde ahí posicionaban sus acciones y pensamiento en aras de un futuro donde avizoraban, serían recordados de forma especial.

En este sentido, es importante que el autor continúa explicando la utilización de las fuentes disponibles para reconstruir la vida de Zeferino, en las cuales se encuentra una autobiografía. La reflexión sobre estos documentos históricos es importante para entender el resto del texto, que debe ir navegando entre memorias construidas no solo por Zeferino, sino por muchos otros participantes de la revolución, como una forma de sellar la memoria de sus acciones. A veces con intenciones de redimirse, otras con las de incitar al olvido de unos pasajes y subrayar otros, o incluso para justificarse. Zeferino, nos dice el autor, fue un hombre longevo que pudo dejar sus memorias cuando tenía alrededor de setenta años y a lo largo de todo el libro, se observa una crítica

El manejo de las fuentes, por lo tanto, es ejemplo acucioso de metodología para cualquiera que utilice memorias y documentación dispersa sobre un personaje. Por cierto, el autor nos comenta que tuvo la oportunidad de trabajar en la digitalización de un trabajo previo, que sistematizó la obra de Zeferino Mares en el Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes, lo cual es un trabajo importante y urgente para la conservación del patrimonio documental y para el acceso documental. Sin duda, esta labor del autor debió haber sido un ejercicio interesante que, ni más ni menos, le llevó a profundizar en esta extraordinaria biografía.

Quien acceda a este libro encontrará la complejidad de un personaje que logró sortear las peripecias de un país en plena transformación. Observar su trayectoria laboral, periodística y política, lleva a pensar en las oportunidades que se abrieron para un personaje nacido en una familia campesina, pero de nivel medio en las jerarquías hacendarias.

Zeferino Mares, observará quien lea este texto, tuvo múltiples oficios. Estudió para ser sacerdote, pero pareciera ser que nunca se imaginó a esta como su ocupación de vida. Más bien, era la forma de acceder a las letras, el estudio y el conocimiento y de ahí, se desprender muchos oficios más: fue telegrafista, ferrocarrilero, burócrata, soldado, pagador del ejército, telegrafista militar, lo que ahora llamaríamos jefe de campaña o asesor político, lavaplatos, juez de ministerio público, candidato a diputado, secretario de actas del Ayuntamiento de Aguascalientes, presidente del Partido Nacional Revolucionario de su estado, poeta, escritor y por supuesto, periodista.

Fundador y director de un puñado de periódicos, colaborador, corresponsal, jefe de información o columnista. Su vida, que le presentó muchas oportunidades de desplegar sus habilidades políticas como orador, agitador de masas, líder y político en el sentido amplio de la palabra, transcurrió siempre entre la máquina de escribir, espacio donde podía desplegar sus convicciones políticas (que vistas en perspectiva y dentro del caos revolucionario), parecerían cambiantes o hasta incongruentes. Decidió utilizar la pluma como arma y el periódico como estrategia.

¿Por qué digo que la vida de Zeferino podría parecer incongruente a los ojos del lector? El historiador Adrián Gerardo Rodríguez nos explica de forma cronológica, detallada y de acuerdo a los sucesos políticos locales y nacionales, que Zeferino Mares fue eligiendo el ala política de acuerdo con sus convicciones profundas, cercanas paradójicamente al pensamiento del catolicismo social que se impulsó en México por el ala jesuita y desde la expedición de la famosa encíclica Rerum Novarum en el sentido de buscar la justicia social como un equilibrio, reflejado en el campo laboral en que patrón y empleados ocuparan el lugar que les correspondía en armonía y con compromiso. Paradójico, repito, porque estos aprendizajes que probablemente venían de su estancia en el Seminario, convivían con un profundo anticlericalismo que le acercaba a los constitucionalistas o, pensaríamos, al propio Plutarco Elías Calles, artífice de la ruptura Iglesia-Estado más fuerte del siglo XX, que derivó en la Guerra Cristera.

Sobre ello, hay un pasaje que parecería nimio, pero resulta interesante sobre el arrebatado carácter que probablemente tuvo Zeferino. En 1923, cuando Calles se perfilaba como uno de los líderes fuertes y posible candidato presidencial, Zeferino se lo encontró en una calle de la Ciudad de México, en una tarde lluviosa. Zeferino no se aguantó las ganas y le gritó, lo encaró (según cuentan el mismo en sus memorias) y le dijo de cosas, incluyendo que era un borracho (cosa que, sabemos, era un verdadero insulto para el artífice de campañas antialcohólicas en su natal Sonora).

De ahí que, como en muchos momentos, Zeferino optó por apoyar a la oposición política. Nos dice el autor que el personaje demostró tener una predilección particular hacia los candidatos opositores, ya en el proceso de consolidación de la “familia revolucionaria”. Apoyó, entonces, la candidatura de Ángel Flores, como en 1929 lo hizo también con Vasconcelos.

A nivel local, desde sus años antiporfiristas, cuando emprendió el apoyo a la campaña maderista, destacó como orador y se unió a la rebelión en San Luis Potosí, fue notorio este ímpetu poco alineado al poder. En 1913 cuando era Oficial Mayor del Estado, a invitación del gobernador Fuentes Dávila, se le ocurrió redactar un artículo crítico en el periódico EL Noticioso de México. Esto le valió una persecución y un juicio que lo iba a llevar a la cárcel, de la que se libró por el golpe de Huerta contra Madero, que llevó a la destitución del gobernador y a que el juicio no prosiguiera.

Pero volvamos al periodismo, que era el oficio preferido por Zeferino Mares. Para él, como hemos dicho, el periodismo era su forma de subsistencia preferida y un espacio importante donde se desplegaba la lucha revolucionaria. Era crítico, pero no un ideólogo radical. Su pluma también estaba disponible para la propaganda. Entendía muy bien la discusión política dentro del contexto de las campañas y como utilizaba la pluma para fines políticos que podían resultar indescifrables (muy colocados en su contexto), también se le llegó a acusar falsamente de utilizar la pluma para golpear políticamente a los jefes.

Por ejemplo, en 1915, año crucial de la Revolución, y en el marco de las álgidas confrontaciones entre el villismo y el carrancismo, a Zeferino lo acusaron con el Primer Jefe Venustiano Carranza de utilizar un periódico que él fundó llamado Patria, como un medio de propaganda anti constitucionalista. El Primer Jefe mandó desmantelar el diario, y mientras los trabajadores de aquél periódico eran perseguidos, Zeferino logró dirigirse directamente al Primer Jefe para convencerlo de que no estaba siguiendo esa línea.

Pero tras este episodio de 1915, me queda la impresión de que Zeferino actuó inteligentemente para no ser presa de la persecución política. Sin embargo, a la distancia y tras analizar cómo solía unirse a fuerzas políticas y espacios opositores al oficialismo (tanto estatales como nacionales), y ejecutar una prensa crítica, sí creo que gustaba de meterse en camisa de once varas.

Nos dice el autor que esa actitud, lo volvió un revolucionario marginado. Incluso en su momento desplegó un periodismo crítico con Cárdenas y constantemente estaba en la mira de las autoridades locales, aunque muchas veces lo invitaban a colaborar con el gobierno.

Zeferino fue un periodista trashumante. Su labor periodística y política se desplegó principalmente en Aguascalientes, Chihuahua y San Luis Potosí, con un breve periodo en 1927 cuando tuvo que vivir en El Paso, donde vivió de lavaplatos pero mientras, escribió en al menos tres periódicos (El Paso Times, El Fronterizo y el Heraldo de Chihuahua). Quien se acerque a estas páginas observará a un hábil escritor, poeta y periodista, que fundó más de una decena de periódicos, colaboró (de acuerdo con lo que registra el autor) en más de cincuenta, y escribió de política, pero también de variedades, mientras no dejó de ejercitar la poesía.

En este último género literario, nos dice el autor, Zeferino era lo que podríamos caracterizar como un poeta popular. Escribía con un uso del lenguaje y de temáticas cercanas a la gente, muy lejano a las dotes cosmopolitas y de altos vuelos del ambiente literario de la época.

Fue un personaje que luchó contra la élite revolucionaria, no rompió nunca con sus orígenes que estaban en su natal Santa María de Gallardo, Aguascalientes. Su vida fue reflejo de la heterodoxia caótica de los agitados tiempos revolucionarios. Lo reflejó en su pensamiento religioso, en sus vaivenes políticos y en su pluma. Nos dice el autor que no sería descabellado calificarlo como un “católico disidente o liberal”, con las paradojas inherentes a esa caracterización.

Finalmente, el lector contemporáneo, sin duda, observará que las plumas combativas revolucionarias como la de Zeferino y muchos de sus colegas, representaba una forma explícita de lucha política. Contrasta enormemente con el ejercicio del periodismo en el neoliberalismo, donde se difundió la idea de que era valiosa la neutralidad, cuando sabemos que el cuarto poder no sólo no puede alcanzar ese anhelo, sino que indefectiblemente está inmerso en disputas políticas. Leer sobre la vida de Zeferino, por lo tanto, nos brinda una reflexión profunda sobre el papel de la prensa y su influencia que, afortunadamente, en el presente se devela cada vez más en su faceta de actor político explícito, sin tapujos. Esta es una herramienta para todo espectador de noticias.