Reseña de Reading Hegel

  • Žižek, S. Ruda F. & Hamza. Reading Hegel. A. Cambridge, Polity Press, 2022.

Salvador Medina Ramírez

Hegel es un filósofo que sigue generando controversias a casi dos siglos de su fallecimiento. Durante décadas, innumerables autores han tratado de contraponérsele o de señalar que dio en el punto, pero no de manera adecuada y debe replantearse, tal como ejemplifica Marx y la llamada inversión hegeliana. En años recientes, existe un renacimiento del estudio de Hegel, y destacan una nueva serie de relecturas que, a diferencia de las anteriores, lo reinterpretan para situarlo como un liberal pragmático y argumentar a favor de la democracia, la acción comunicativa, las acciones cooperativas, etcétera (p. 106).

Ante estas reinterpretaciones, Žižek, Ruda y Hamza responden con sus propias lecturas de Hegel, cada uno con un capítulo dentro de esta obra Reading Hegel. Los autores plantean que el libro busca repetir la idea que Lenin planteó en 1922 de crear la “Sociedad de los amigos materialistas de la dialéctica hegeliana” para debatir entre amigos desacuerdos y que caminos siguen abiertos a la exploración (p. 7). Un libro que busca mostrar la pertinencia contemporánea de Hegel y aclarar muchas de los planteamientos que los tres autores tienen de este filósofo.

En primer lugar, Žižek llama a un rechazo de las lecturas que señalan que Hegel planteaba un modelo implícito de sociedad futura reconciliada consigo misma, dejando la alienación de la modernidad atrás, autores a los que llaman “aún-no-hegelianos” (p. 23) y entre los que sitúa a Judith Buttler, Robert A. Brandom y Robert B. Pippin, entre otros. Su texto en específico es una crítica a la lectura de Hegel más cercana al liberalismo, en especial el título de su capítulo Spirit of Distrust es una larga respuesta a la obra de Robert A. Brandom, A Spirit of Trust (Harvard University Press, 2019). Ante ello, Žižek sostiene que Hegel no plantea recetas sobre el Estado, la teleología que se le atribuye es en realidad la interpretación retroactiva de los hechos y no existe un futuro escrito. Por más que se sostenga la necesidad de pasar por catástrofes para lograr un futuro sin contradicciones.

Por el contrario, Hegel planta cómo el mejor proyecto puede convertirse en su opuesto, como sería la revolución francesa y el surgimiento de la etapa del terror. Hegel tampoco es el teórico del absoluto y la reconciliación duradera, pues hay que recordar que Hegel ve a la guerra como una necesidad y consecuencia de la existencia d los Estados[1] y es la prueba de que cada reconciliación está condenada al fracaso (p. 97). En este sentido, el axioma de Hegel sería “que no importa que tan bien planteada y bien intencionado sea una idea o proyecto, de alguna manera saldrá mal” (p. 99).

Así, para Žižek, Hegel es el filósofo más abierto al futuro, a la contingencia y de ello deriva que la lección es que todo evento histórico hacía la libertad es finito. En este sentido, Hegel no propone que un mal giro puede ser evitado, más bien que es necesario “…aceptar que no hay un camino directo hacia la libertad concreta, la «reconciliación» reside sólo en el hecho de que nos resignamos a la amenaza permanente de la destrucción, que es una condición positiva de nuestra libertad” (p. 100). De ahí que Hegel visualizara un orden entre estados que se mantuvieran juntos por la amenaza permanente de la guerra.

Si bien es posible interpretar el pensamiento de Žižek de manera pesimista, también se puede entender que los proyectos emancipatorios no deben detenerse y deben intentarse una y otra vez. Aunque es inevitable que estos proyectos fracasen, esta misma condición es la que garantiza su posible éxito, como sostiene Supple (2022). De esta manera, Žižek sugiere invertir la famosa frase de Marx del Dieciocho Brumario por “nuestros actos están predeterminados por las circunstancias, no hay libertad en lo que hacemos, pero tenemos la libertad de cambiar las circunstancias, de seleccionar el marco que determina lo que hacemos” (p. 77).

Por su parte, Frank Ruda menciona que existe un regreso de la naturaleza en la filosofía, con planteamientos que se basan en la misma. Ante ello, analiza el concepto de naturaleza en Hegel, con el fin de generar concepto robusto para uso dentro de la filosofía. Ruda también crítica a las nuevas interpretaciones de Hegel que, de acuerdo con él, nacen ya obsoletas y se refiere a ellos como los “nuevos hegelianos seniles”. Autores que naturalizan los productos de la libertad y el espíritu, de tal manera que la libertad y el espíritu parecen naturales (p. 108). Siendo que el sistema hegeliano busca dar cuenta de cómo surge el espíritu dada la existencia de la naturaleza. Es decir, el espíritu, al tratar con la naturaleza, examina las condiciones de su propia existencia. En este sentido, el espíritu desnaturaliza la naturaleza, para formar el concepto de naturaleza que es la base de su propia comprensión.

Cabe destacar que Hegel no elaboró una teoría sistemática sobre la naturaleza, aunque emplea constantemente el concepto. Para él, la naturaleza es contingente e inconsistente, con fallos. No tiene equilibrio en sí misma, ni autoconciencia, por lo que el concepto de naturaleza no se da en la naturaleza. La naturaleza es indiferente a los humanos y es sólo naturaleza, es decir, es lo que es (sin apariencias) y no tiene necesidad alguna. Asimismo, para Hegel la naturaleza es infinitamente finita, pues produce cosas de manera azarosa, pero son finitas. Por ejemplo, innumerables especies de animales a lo largo de la historia, pero número finito de sus integrantes.

Finalmente, Hamza retoma una sugerencia que Žižek suele plantear: hay que invertir a Marx, es decir, leer a Marx desde Hegel[2]. Esto lo hace al examinar los temas de la religión y el Estado para replantear los problemas actuales y la orientación del Estado en búsqueda de la emancipación.

Hamza, recuerda que Marx realiza una crítica a la religión, la cual es mal entendida y, dada la situación actual, es necesario entender el papel de la religión, para enfrentar los nuevos fundamentalismos y las filosofías new age. Esto se debe al papel que la religión permite para la crítica, pues las relaciones capitalistas quedan expuestas al compararse con la religión. Algo que Marx demostró al desarrollar el concepto de alienación y de cómo las abstracciones se convierten en relaciones sociales, a través de dos premisas. La religión es una expresión del sufrimiento real y una protesta contra este mismo sufrimiento (p.171) y que la religión crea mentalmente figuras que interactúan entre ellas y con el humano, de la misma manera que sucede con las mercancías que interactúan entre ellas para luego tratar con el hombre (p. 178). Así como el capitalismo toma a la religión como modelo para reificar las mercancías al ocultar las apariencias.

Además, señala que el materialismo de Hegel muestra cómo surge el cristianismo y da cuenta de la vida de las colectividades. Esto es, para Hegel la muerte de dios en el cristianismo muestra su límite interior, el fallo de dios, su contradicción. Dios es sólo sostenido por una comunidad de creyentes, es decir, solo emerge con la perdida de dios como el espíritu santo (p. 177). Lo que resulta paradójicamente en la base del ateísmo: dios proclama su inexistencia y lo hace para que se crea en él.

En el último ensayo, Hamza propone una interpretación del Estado, ante las dificultades que el marxismo ha tenido para elaborar una teoría del Estado alternativa. Para Hegel, el Estado es el reflejo actual de la sociedad, de lo que es la humanidad en un momento determinado. El Estado es la actualidad de una idea ética (p. 187). Es ese ámbito en el que la gente vive bajo la misma promesa y expresa la racionalidad de la vida humana. Por el contrario, para Marx el Estado surge de su lectura de Feuerbach del ser genérico, por lo que es incompatible con el desarrollo de Hegel. El ser genérico en el que el trabajo hace su objetivo racional; por lo que el Estado estaría en función de las relaciones de producción y sería parte del problema de la alienación al proteger la propiedad privada.

Hamza sostiene que es el Estado una solución para el internacionalismo y del problema de los comunes, y que este tipo de planteamiento son contrarios tanto para la derecha, como para cierta izquierda. Por lo que plantea que la tarea de hoy para la izquierda es pensar en un Estado que funcione como un no-estado, uno que no esté en manos de “el partido” (en referencia al partido comunista) (p. 195-196). Al mismo tiempo, que resalta que el conflicto actual se encuentra en los comunes, en su “cercamiento”, por lo que se requiere revivir la idea de comunismo y de lucha de clases para enfrentarlo. Pues el “cercamiento” es la proletarización, la “deprivación de la sustancia del sujeto” y su respuesta es el comunismo que “…es la apropiación colectiva de los comunes” (p. 199). En este sentido, si la idea del fin del comunismo es la idea de que simultáneamente era el fin de la historia, significa que traer de vuelta la idea de comunismo es traer de vuelta la idea de historia (p. 199).

Por lo tanto, concebir al Estado de forma comunista, también es concebir la historia. Y para ello, la teoría comunista del Estado debe de contener en sí misma la teoría de las condiciones y posibilidades de la creación de dinámicas históricas que afectan a la gente, más que ser la teoría del gobierno central (p. 200). Por tal motivo, no se debe de concebir al comunismo como la contraposición al capitalismo, debe de ser percibido como una forma completamente diferente de organización social (P. 207). Debe de ser visualizado y entendido como un proyecto sin fin, con sus antagonismos y contradicciones. Como sostiene Hamza: “El comunismo es el nombre de la emancipación que no será una sociedad ideal, pero tendrá que aceptar la necesidad de la falla. Esta es la lección de Hegel” (p. 208).

En conclusión, presenta tres lecturas contemporáneas de Hegel que responden críticamente al uso pragmático de su pensamiento y a sus detractores que lo plantean como el origen del totalitarismo. El libro demuestra así la pertinencia actual de Hegel para la izquierda al plantear una serie de cuestiones y necesidades que merecen ser debatidas para lograr la emancipación.

Referencias:

[1] Hamza, en el tercer capítulo también recuerda que Hegel no era un absolutista o totalitario, como Popper sostenía. Hegel no planteó ningún un modelo de Estado ideal a futuro, ni planteaba que el Estado acabara con los antagonismos, pues siempre planteaba la necesidad de la guerra.

[2] Para Hamza, con el filósofo que más interactúa Marx es Hegel. No a nivel de sólo citarlo, sino de recuperar su aparato crítico, su instrumental dialectico dentro de su obra.