¿Quién le teme a López-Gatell Ramírez?

CE, Intervención y Coyuntura

En menos de una semana el subsecretario Hugo López-Gatell se ha convertido nuevamente en el blanco de ataque de conservadores de todo tipo, desde los más facinerosos y supuestos médicos al servicio de las grandes farmacéuticas, hasta el prototipo del “político” whitexican por excelencia, Salomón Chertorivski.

No es casual, ni es pasajero. López-Gatell será blanco de ataques mediáticos, de “funadas” de supuestas víctimas de las fallas del sistema de salud –tal como sucedió en su diálogo en Iztacalco. La derecha no tiene otra manera de tratar de mellar el prestigio de López-Gatell y se ha aferrado a repetir una y otra vez el nefasto guion de utilizar una demanda tan sentida como son los supuestos desabastos o grupos vulnerables para que los medios inflen la nota.

Así, vendrán los ataques que ya conocimos en la época más dura de la pandemia y que se han repetido incesantemente. La razón es muy clara: el subsecretario puede aspirar a competir por algún cargo político de altura. Y esto, les asusta. Dos son los motivos.

El primero es su evidente popularidad. La clase política siempre se siente perturbada e incómoda con alguien que no ha salido de su misma esfera. No se trata de un político profesional, en dos sentidos: no es la típica persona que hace carrera política buscando el beneficio personal, haciendo de la política un mero negocio, pero tampoco lo es si por eso se entiende como aquella persona que vive de la actividad de representación. Es más bien un profesional que ha enfrentado políticamente los problemas. Y esto no es menor. La 4T ha sido una mezcla de tecnicismos y perspectiva democratizante. Ningún gobierno puede vivir sin ambas dimensiones. López-Gatell sintetiza ambas. Es un conocedor, un experto, pero es también una persona de convicciones.

La segunda es el enojo que ha causado. López -Gatell está muy lejos antes, durante y después de la pandemia de esos “hombre de antes”, como los retrata Alejandro Svarch: “Había hombres importantes que privilegiaban a unos cuantos, con una asignación preferencial o con bloqueo selectivo de trámites. Esto facilitaba la creación de monopolios, es decir, un trámite autorizado termina en un medicamento autorizado y los demás trámites que pudieran competir en el mercado se mantenían en rezago” (La Jornada, 30/07/2023). A López-Gatell Ramírez no lo persiguen supuestas o reales víctimas de un sistema de salud que se encuentra en proceso de reconstrucción. Lo persiguen los grandes intereses de una industria multimillonaria que se ha visto afectada por las acciones del subsecretario.

Ambas cuestiones se entrelazan en un punto. López-Gatell es un defensor radical de lo público, de la perspectiva de que en el Estado no deben mandar ni los privados ni sus operadores (de ahí que Marcelo, un personaje acostumbrado a operar en lo público-privado, anunciara su ya conocida diferencia). La perspectiva de defensa y desarrollo de lo público que el subsecretario ha apuntalado ha costado a los privados mucho dinero.

El más preocupado por esto es el emecista Salomón Chertorivski, quien se vende como el progresista modelo con discurso pseudo popular. De ahí su absurda campaña de “Movimiento chilango”. Le preocupa porque López-Gatell es quien ha cumplido una agenda progresista y popular sin olvidar la técnica. Con él, las aspiraciones del emecista son nulas. Consideremos la distancia de ambas maneras de enfrentar y proponer una agenda ciudadana. Mientras que la defensa de lo público implica poner en el centro políticas para las grandes mayorías lo cual implica dotar de derechos sociales y de trabajo. Es decir, una política que apueste por la colectividad, la comunidad, cuestiones muy distintas y alejadas de los slogan emecistas que apuestan por el empoderamiento individual, una política de derechos de identidades, donde el prestigio y el privilegio siguen operando.

López-Gatell es un servidor público con futuro. Reúne la audacia de la política plebeya que apuesta a lo popular, para enfado de las oligarquías y la serenidad del técnico, cuya expertise no es monopolio, sino fuente de socialización del conocimiento. En hora buena por esta presencia, que había sido soslayada en el camino hacia la reconquista del corazón de la nación.