¿Quién hace tanto ruido…?

Raúl Soto

                                                                                                 los saltos abruptos de lanecesidad

                                                                                                 Roxana Crisólogo Correa

1. Nuevamente uso el pretexto de la distancia geográfica para justificar mi tardanza en la lectura de Dónde dejar tanto ruido (2023), otro bello poemario producido por el equipo de Álbum del Universo Bakterial. En todo caso, más vale tarde que nunca. Con este libro Roxana Crisólogo Correa se sitúa como un referente y no solo del grupo generacional al que pertenece: la tesitura de su lenguaje fluye impecable en conjunción con la materialidad del discurso. Crisólogo es ajena a la exquisitez verbal que algunos poetas valoran, sin decir mucho. Además, su registro enuncia temas relevantes ubicados en contextos tangibles. Un mapeo nos permite localizar el centro de Lima, los arenales que rodean el Cono Sur, Guatemala y los países nórdicos, entre otros. Y algunas veces el hablante precisa la fecha contextual. Este es el caso del poema liminar «Qué habrá sido de ti Sonia Suzuki», que a la vez anuncia los temas principales y algunos recursos literarios del libro. Es 1984 —el año aciago de Orwell— y la capital peruana ya vive la violencia política que ha estallado en los Andes. Sonia y la narradora recorren el centro de una Lima en transición:

 y las calles se llenaban de más vendedores y gente que huí

y fundaba un país sobre nuestros pies

y yo bailaba para acallar ese país y a ti te pareció folklórico

 mi baile                                                                                                      (11)

La anáfora y dinamiza el mensaje: en este caso el exilio interno como consecuencia directa del conflicto armado que transformó el país. Lima se convirtió en un conglomerado de todas las sangres, como había enunciado José María Arguedas. El contexto histórico referido también originó la gran diáspora de los 1980. Las amigas sienten el encierro, el cerco apretando, y traman su expatriación «a algún lugar lejano»:

íbamos a aprender japonés juntas y juntas nos iríamos al Japón

ahí sí nos iban a reconocer el mérito de atravesar el futuro sin

   mirar atrás

pero nuevamente la química

los saltos abruptos de la necesidad    el deseo                                                         (10)

La metáfora del último verso es de una dialéctica prístina —como César Vallejo en Poemas humanos— y la metonimiadeseo representa poéticamente la casualidad. No todos los planes salen como queremos o deseamos. Aquí el intermediario o la causa de la ruptura final es la química: «el cloro de una limpieza implacable». La metonimia química adquiere un signo negativo: simboliza la separación de ellas y la explosión figurada de esta amistad juvenil y literal de todo el Perú.

De 1984 saltamos en el tiempo hasta el 2022-2023. «La arpillera» cierra el poemario y se refiere a las masacres del gobierno de Dina Boluarte en la región sur andina: Apurímac, Ayacucho y Puno. La artista trabajando en una arpillera —el alter ego de la poeta— enfrenta el dilema de cómo representar estos hechos históricos en este medio que cumple la funcion de mural:

10 mil policías

podrían ser producto de una composición errática de la arpillera

que no sigue los detalles que registró la cámara

10 mil trazos sobre una tela cortes incisiones

nudos que con la remalladora cubre de árboles y punto cruz

y dice son sauces pero podrían ser eucaliptos                                           (97)                                                

La cantidad hiperbólica enfatiza el poder letal de la represión que causaría decenas de muertos y cientos de heridos. Aunque también la voz poética nos presenta la perspectiva de los policías —incluyendo mujeres— recibiendo órdenes de arriba y cargando en sus hombros «la gran metralleta de la historia». ¿Quién es el verdadero enemigo? ¿Cómo identificar y representar al verdadero enemigo? Este problema de identificación personal tiene un final abierto:

ser y no ser el enemigo pero ser el enemigo encubierto entre

   las flores

que la arpillera cose para imaginar que no se le escapa ningún

   detalle                                                                                                        (98)

2. Crisólogo también empieza a explorar los alcances y límites de una poética personal en «Qué habrá sido de ti Sonia Suzuki». Las arenas de los médanos del Cono Sur limeño la acompañarán en su destierro:

me llevé ese desierto a cada lugar que pensé

lo escupí en algunas palabras

que llamé poesía                                                                                           (11)

Autoirónica, para ella es importante la concreción y además conectar su poética con elementos de la naturaleza. Aquí podemos parafrasear a Bertolt Brecht: «la poesía es concreta». Las palabras deben de representar lo real, lo concreto: «si digo árboles y no concreto árboles», se autocritica la poeta. Otra de sus preocupaciones incide en la limitación del significado de las palabras debido a una retórica bella, pero vaciada de contenidos nuevos, común a la verborrea posmoderna. Ya Vallejo lo había advertido: «Si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra». De lo que se trata es de insuflar nuevos contenidos concretos al lenguaje, propugnaba Vallejo en El arte y la revolución, su breviario de estética marxista. Este topos es una exploración recurrente en los textos producidos recientemente por muchos poetas peruanos y Crisólogo no es la excepción. En el poema «Si el Perú es un país rico» —parodia del valse criollo «Y se llama Perú»— establece una analogía entre la distribución desigual de la riqueza nacional y la dificultad de hacer poesía:

hacer poesía de la riqueza y riqueza de la poesía

me obliga a adjetivar lo que con dificultad escucho                                    (69)

necesito expulsar de algunas palabras su función adulona

subir el volumen    la voz

aplacar la ira de la forma                                                                              (70)

Crisólogo considera necesario evitar el cosquilleo verbal —otra vez Vallejo—. Y en su caso, la experiencia del exilio en el Norte Global —en Finlandia, nada menos— ha contribuido a podar sus poemas y precisar su poética: «un lugar donde los largos inviernos se lleven las palabras / de más».

Como todo transterrado, la experiencia migrante de Crisólogo no ha sido fácil y a pesar de haberse establecido firmemente en un país europeo mantiene una visión crítica. Si no es complaciente con ella tampoco lo es con su nuevo entorno, ni ha perdido la brújula política:

voy contando las banderas que cuelgan de los balcones

los trapitos sucios de Europa que flotan al sol                                                         (29)

los neofascistas se reúnen en mi plaza favorita

ahí compro todas las fresas para revenderlas

reinvento la economía ordeno las mesitas del café en círculos

a pedido de la dueña

me usa para atraer clientes solos                                                                              (31)

3. El tema de la expatriación recorre el poemario y un recurso literario importante es el uso de las analogías. En los poemas «Ahí están las botas que cuento y reúno» y «Los abrigos rojos de mis dos amigas» la voz poética relaciona prendas de vestir con el exilio. En el primer caso, las botas que recorren las calles y son dejadas en la puerta de su dueño equivalen a los haitianos que duermen en las calles. Este es un espectáculo inverosímil que nada menos podemos observar en las ciudades del Norte Global capitalista. En el segundo poema, los abrigos rojos de las amigas asiáticas guardan correspondencia con la uniformidad que sufren al ser identificadas, debido a la ignorancia, como provenientes de un mismo país.

Crisólogo hace gala de una vena irónica cuando habla acerca de sus relaciones afectivas. En «Los papeles que la recicladora tritura» hace una analogía entre reciclar papeles y reciclar a sus enamorados. Recuerda amores que quiere olvidar, desechándolos simbólicamente:

los reúno con el algodón que absorbe la grasa y brilla

los arrimo uno a otro en bolsas negras que hundo cada vez más

al fondo del contenedor con mi pie

ahí van con los platos descartables

las servilletas de las malas palabras que eructan

con los mensajes que no se enviaron y me apuro en fondear                                 

junto a todo lo que no me comí y descongelé

el mal olor de nada que decir para tener algo que decir                                        (75)

Concluyo. Estas notas no han intentado alcanzar todo el estruendo discursivo de Dónde dejar tanto ruido y queda mucho pan por rebanar. Aquí una pista: el tema de la identidad peruana, con el agregado de que los expatriados siempre nos percibimos escindidos. Edward Said, el escritor cosmopolita de origen palestino, tituló sus memorias Out of place, sintetizando esa sensación permanente de desarraigo en que vivimos:

Cada día me convierto en peruana

Cocino convencida de que dedicarse

a la gastronomía es la salvación

pienso en lo orgullosa que me siento de ser peruana

y   Cocino   Cocino

              Cocino

y ya no puedo escribir nada que no llene un plato de sobras

y delicias de mi propia carne