¿Qué hacemos con los peregrinos del curul?

CE, Intervención y Coyuntura

Hace ya varias semanas se gesta una discusión en las filas de la izquierda alrededor de la 4T sobre la conveniencia o no de ciertas incorporaciones en las listas de posibles candidaturas. Intelectuales de la 4T como Pedro Miguel o Fabrizio Mejía realizaron intervenciones en sus redes sociales apoyando este proceso. El primero señaló que solo se seguía la estrategia exitosa de AMLO desde hace más de seis años; el segundo utilizó el problemático concepto de hegemonía, para mostrar que algo nuevo se estaba forjando. Un núcleo importante de militantes, que también comparten el uso de las redes sociales, recriminó a estos el justificar incorporaciones que son consideradas negativas a nombre de una traición u olvido relativo de “las bases”.

Por nuestra parte, destacamos lo siguiente, en espera de contribuir al debate político sobre la transformación.

La incorporación de perfiles políticos es importante en el momento electoral, porque desorganiza la posible unidad del contrario. En esto, es claro que hay un acierto evidente de la estrategia seguida por la conducción de la 4T. Que estos perfiles no sean bien recibidos es normal y esperable. En términos estrictos son muy pocos los personajes ligados al PRIAN que serían bien recibidos; pero ello incluso podría extenderse a fundadores del mismo MORENA (¿o Monreal por estar desde el principio es más adecuado? ¿Son Torruco y sus “torruco-boys” cercanos a la izquierda?). En sentido estricto la mayoría de quienes se incorporen son impresentables, pero eso no debe desviar la atención, porque el tema es la acción política desorganizativa, y no si tal o cual personaje cae bien.

Ahora bien, esos personajes incorporados suelen ser de segunda fila. Salvo Javier Corral a quien si se le puede considerar un panista (con todo el sentido de clase que tiene esta etiqueta), la mayoría de los personajes incorporados son de segundo o tercer orden en términos ideológicos y programáticos. Ni Romel Pacheco ni Eruviel Ávila son los grandes estrategas políticos, ni las figuras más luminosas que desestructurarán con su presencia el discurso de la 4T. Amén de ello, y esto es importante, la incorporación a un movimiento más amplio se les está haciendo de manera disgregada, dispersa, por tanto, no como una corriente. Esto es muy importante, pues responde a lógicas y arreglos locales.

Las críticas a este proceso se han hecho presentes y de hecho se han amalgamado de manera importante. Hacen ruido y es importante escuchar la voz interna. Sin embargo, esta tampoco debe fetichizarse. Hablar de que estos personajes incorporados desplazan a “las bases” es también un tema por debatir. En términos estrictos no hay tales “bases”, sino aparatos de mediación que operan tanto al nivel de la formación política –algo inédito en la izquierda contemporánea– y en el ánimo electoral que responden a diversos liderazgos locales, regionales y nacionales. Cuando alguien habla de “las bases” en abstracto, en realidad puede referir a una multiplicidad de intereses, todos ellos legítimos, pero que se expresan en concreto en personajes, cuyas aspiraciones, en algunas ocasiones han sido imposibilitadas de continuar.

Finalmente, aunque lo dicho por Pedro Miguel puede ser cierto, la diferencia que se plantea es más de fondo. Si la incorporación que se hace a partir de alianzas es válida, esta siempre debe responder a un ¿para qué? Puede haber incorporaciones de niveles altos o (Corral, de nuevo) o a niveles medios (Eruviel Ávila) y sin duda, una gran cantidad de arribistas –hay que ver de nuevo y con lupa la fotografía de Sheinbaum en el monumento a la Revolución– a nivel local, que operan en ese nivel. Ahora bien, el gran problema no son los individuos, los nombres, menos aun las siglas por las cuales han deambulados estos peregrinos del curul. El problema real es que muchos de ellos imponen su forma de hacer política cuyo eje es, esencialmente, la reproducción de las formas de mercantilización de lo político, pues no saben otra cosa que replicar el concurso de popularidad y su estrategia es lograr sumas de dinero para todo ello: lo que se gana desorganizando al bando contrario se puede perder en las formas de operación cuando estos personajes son incorporados. Puede haber triunfos que sean derrotas a mediano plazo.

Es en ese momento en donde falta un partido en sentido estricto, es decir, algo más que un mecanismo electoral, sino un gestor de conflictos y en cierto sentido un disciplinador. Si el partido no es espacio paideico –y lo intenta, como lo muestran los esfuerzos de formación– esto puede actuar en contra. Incorporar sí, formar alianzas también, des-organizar al enemigo por supuesto: pero sobre la base de una renovada y no mercantilizada forma de hacer política. Sino, ¿cuál es el objetivo?