Palestina: por un pacifismo revolucionario

Julio Muñoz Rubio

El actual genocidio que el Estado sionista israelí está practicando contra el pueblo palestino ha generado una atención y niveles de repudio mundiales, tales que han dejado en un muy segundo plano la guerra en Ucrania. Vale la pena señalar que este genocidio, que no una guerra, se desarrolla en un contexto cualitativamente distinto a otros conflictos bélicos de “gran calado” ocurridos en el pasado. Sus características son:

  1. El proceso de calentamiento global de la atmósfera terrestre, eufemísiticamente llamado “cambio climático” y que amenaza en el corto plazo con producir irreversibles cambios y extinciones en la biósfera de todo el planeta.
  2. El desarrollo de una tecnología de control y vigilancia sobre todos los movimientos y ubicaciones del conjunto de los seres humanos, es decir, la sociedad del más refinado espionaje de que se tenga memoria.
  3. Una generalizada proliferación de fuerzas destructivas sin precedente en la historia, las cuales están ejemplificadas tanto en la creciente producción de armamentos, desde los llamados “convencionales” hasta las armas nucleares, químicas y biológicas como en numerosos tecnologías depredadoras de comunidades, ecosistemas y culturas. Tales son los casos de la biotecnología agrícola, la nanotecnología, la geoingeniería y variedades prefabricadas de microorganismos y virus como el SARS-CoV-2, agente de la pandemia del COVID 19 y que prefigura un futuro probable de más pandemias.
  4. Una economía mundial muy inestable, cada vez más enraizada en la especulación y por lo mismo, generadora de grandes incertidumbres, empezando por las inherentes a los propios capitalistas y con un papel cada vez más preponderante del sector militar.
  5. Un enorme decremento de los niveles culturales de amplios sectores de la sociedad; la destrucción de la educación crítica, desde la básica hasta la universitaria, la eliminación de la historia, la filosofía y las humanidades y su sustitución por meras técnicas, habilidades y competencias, lo cual ha hecho proliferar la ignorancia y la incultura en los centros educativos dominados por la ideología neoliberal, pudiéndose afirmar que estamos en la etapa del ingorantoceno.
  6. El sometimiento a una marcada, y en ocasiones completa, resignación o indiferencia a las perspectivas de vida. El decremento y desaparición, especialmente entre la juventud, de una visión global y esperanzadora; es decir: el despojo neoliberal de toda idea de futuro y de vida digna.
  7. La convicción inconsciente de la insignificancia individual frente el aplastante poder capitalista: Poder financiero, militar, comercial, propagandístico; la convicción de la imposibilidad de hacer algo efectivo para romper estos poderes, todo lo cual lleva a la producción de crecientes y más poderosas pulsiones de muerte.
  8. Ausencia casi completa de un elemento consciente de la revolución; de cualquier planteamiento organizado para luchar por la construcción de una sociedad sin explotación de la fuerza de trabajo y sin enajenación de las mentes.

A todo este contexto se le debe añadir, en relación con el punto 3, la posibilidad, cada vez más cercana, del desencadenamiento de una conflagración mundial con la utilización de armamento nuclear y biológico.

Hablamos de una posibilidad tangible de la desaparición de la humanidad, la cultura, la civilización y de grandes extensiones del planeta, con la extinción de millones de especies no humanas. Esa posibilidad, hasta hace no mucho tiempo vislumbrada como algo lejano e improbable, la tenemos hoy en día cada vez más al alcance de la mano.

Este es un nuevo nivel cualitativo que no puede ser ignorado al analizar el genocidio en Palestina y proponer acciones para detenerlo.

De nuevo, abundando en el punto 3, es ineludible considerar que en la actualidad, el poder destructivo de los ejércitos, aunque no exclusivamente de los países imperialistas, es muchos órdenes de magnitud superior al de los ejércitos de la II guerra mundial, incluso considerando sólo el uso de armamento convencional. Así, hoy en día es materialmente imposible que un ejército popular derrote en el campo de batalla a un ejército profesional imperialista.

Veamos ejemplos de la historia reciente. La derrota norteamericana en Vietnam fue política y moral, no militar; si el gobierno de Johnson-Nixon se hubiera decidido a usar todo su poder militar contra el pueblo vietnamita, no hubiera habido la menor posibilidad de victoria de éste. En las recientes guerras de Irak o Siria y Ucrania, la devastación ha sido tal que ningún movimiento popular armado, por consciente que sea, es capaz de hacer frente a esas devastadoras máquinas de muerte que son los ejércitos imperialistas contemporáneos. Menos aún si se considera el material “infrahumano”: la fuerza de trabajo de que están constituidos esos ejércitos, es decir, una masa de soldados insensibilizados, enajenados y fanatizados como nunca antes; sádicos profesionales, fascinados por producir la mayor cantidad de muerte y sufrimientos en el menor tiempo posible.

Ciertamente rebeliones populares expresadas en las guerras de guerrillas de Cuba, Nicaragua o Vietnam salieron victoriosas gracias a la solidaridad internacional y las presiones políticas anti imperialistas. Pero desgraciadamente los costos que en su momento tuvieron estos triunfos se pagaron a un precio muy alto, el cual en su momento valió la pena pagar. Dada la situación de los ejércitos actuales ¿Vale la pena seguir pagando estos costos, máxime si, como en Gaza son costos mucho más elevados que en los casos anteriores? El imperialismo no conoce límites destructivos y está dispuesto a llegar a transgredirlos.

Hoy es imprescindible un replanteamiento y una nueva toma de posición respecto a concepciones anti belicistas y pacifistas que hasta el momento habían dominado la escena mundial. Esto no está exento de dificultades, sobre todo si, desde una perspectiva marxista revolucionaria, se sigue manteniendo en una posición ortodoxa y esquemática.

Entre los revolucionarios se ha señalado que la principal limitación del pacifismo, normalmente dominado por concepciones pequeño burguesas, consiste en hacer llamamientos a la no violencia y a la conciliación que se quedan en el plano superficial y de las apariencias y dejan intactas las causas de fondo de las guerras capitalistas, depositando en la fuerza de voluntad y las buenas intenciones individuales la lucha por la paz, una paz frecuentemente abstracta y apegada a la hegemonía burguesa. Esta objeción, en términos generales sigue siendo válida.

Pero no todas las concepciones pacifistas se quedan siempre en este nivel. Existen esfuerzos y logros de otro tipo de pacifismo que en ocasiones han logrado generar movilización, opinión y una visión del mundo que han calado en la mente de millones de personas y conformado actitudes profundamente antisistémicas. El mejor ejemplo de ello es el del pacifismo hippie de los años 60 e inicios de los 70, que formó parte de una profunda revolución cultural, en su momento triunfante y que puso en cuestión todos los componentes del sistema capitalista de dominación, y que gracias a eso jugó un papel fundamental en la derrota imperialista en Indochina. Es una muestra de que no todos los pacifismos son ingenuos, conservadores y superficiales, no todos entran en contradicción con las prácticas revolucionarias. Aquel pacifismo fue radical y revolucionario.

Es necesario rescatar lo mejor de esa tradición, tomar en cuenta que hoy nos enfrentamos a una realidad desconocida en tiempos de la I, la II Guerra Mundiales y la guerra de Vietnam. Reiteremos: hoy en día estamos frente a la posibilidad cercana de la aniquilación de la humanidad y de mucha de la naturaleza. La posibilidad real y próxima de la destrucción de nuestro futuro. Siria, Ucrania y ahora Gaza son los botones de muestra.

¿Qué hacer?

Las movilizaciones masivas que están teniendo lugar en muchos países del mundo contra el genocidio en Gaza, exigiendo un inmediato y total alto al fuego, corren a contracorriente de lo señalado en los puntos 5 y 6 del inicio de este texto. La realidad no es totalmente desesperanzadora. Esas movilizaciones muestran que la capacidad capitalista de manipulación, fabricación de mentiras y falsificación de los hechos tiene un límite y no es omnipotente, cuando menos para un sector de la población. Muy ilustrativo es que en las últimas semanas, la punta de lanza de éstas se ha orientado, de nuevo, como hace 50 o 60 años, en las universidades y más ilustrativo es que sean en las universidades de Estados Unidos donde esto tiene lugar y donde el nivel de valentía, honestidad y radicalismo de estos jóvenes, y muchos académicos también, se va reforzando con el paso de las semanas. Eso tiene un elemento esperanzador muy importante. Más aun, en la conciencia de los participantes en estas movilizaciones se expresa un soterrado malestar generalizado por las condiciones de vida a las que el sistema los (nos) tiene sometidos: Mientras los gobiernos limitan seriamente las posibilidades de trabajo, servicios de salud, educación y disfrute de la vida, se gastan sumas astronómicas en la producción de armamentos, mantenimiento de ejércitos y bombardeos masivos destructores de todo lo que hay a su paso.

Las contradicciones en la sociedad y en el capitalismo le juegan malas pasadas a este último. Cuando más seguro se sentía de haber logrado una dominación absoluta sobre las mentes y las opiniones de la población, un incidente “sorpresivo”, como el ataque de Hamás a Israel provoca la desmedida ira del sionismo y el bombardeo inmisericorde sobre Gaza… y entonces el mundo despierta. Calles y plazas se llenan de protestas como hacía mucho no las había. La conciencia de las masas sufre un sobresalto. La esperanza parece resurgir.

Pero ojo, todas estas manifestaciones, masivas como están siendo, por sí solas no van a parar ni ese genocidio ni ningún otro; ninguna guerra ni ninguna destrucción. Es necesario aprovechar esta fuerza, esta indignación y este entusiasmo y canalizarlo hacia formas de lucha que, sin descartar las movilizaciones callejeras, las refuercen con otras acciones que apunten al corazón del capitalismo. No sólo en su aspecto productivo-económico, sino en el subjetivo-cultural, es decir, atacarlo en su totalidad.  El pacifismo radical es, en esta coyuntura, un punto nodal para esa ofensiva.

Este movimiento mundial, por admirable y heroico que es, no ha adquirido aun lo que se llama un carácter pacifista global. Se ha concentrado correctamente en exigir el cese al fuego en Gaza, y la ruptura de relaciones de universidades con las universidades de Israel y en muchos casos la ruptura de las relaciones diplomáticas con el gobierno sionista de Netanyahu. El gran valor de esas demandas puede hacerse confluir con un espíritu pacifista revolucionario, lo cual llevaría a la formulación de un eje de lucha que puede ser mundial, universal. Una consigna central que aglutine todas estas luchas:

¡POR LA ELIMINACIÓN INMEDIATA DE TODOS LOS ARSENALES, NUCLEARES Y CONVENCIONALES, POR LA DISOLUCIÓN DE TODOS LOS EJÉRCITOS DEL MUNDO! ¡ABAJO TODAS LAS GUERRAS, Y TODOS LOS GENOCIDIOS! ¡NUNCA MÁS!

No basta con exigir el alto al fuego o la retirada del ejército de Israel a las posiciones previas a 1967 y la devolución de los territorios palestinos a los palestinos mismos. Eso es imprescindible y tiene que sostenerse a capa y espada, pero sólo es eficaz transitoriamente. Es necesario ir más allá. Tomemos en cuenta que en última instancia el imperialismo podría ceder en estas demandas o parte importante de ellas pero, mientras sigan existiendo los ejércitos existirá la posibilidad y la promesa de las guerras, al fin y al cabo los armamentos tienen un valor de uso: la destrucción de todo, y ese valor de uso está ahí, esperando hacerse realidad, o realizándose ya, como en Gaza. Esta sociedad necesita acabar con ellos, ahora.

Se trata de revivir la legendaria y vigente consigna de John Lennon: “LO ÚNICO QUE DECIMOS ES: DENLE A LA PAZ UNA OPORTUNIDAD”

¿Que es difícil?

¡Muy difícil!

¿Que es una utopía?

¡Claro que lo es!

Sólo persiguiendo la utopía el ser humano se realiza como tal, como verdadero humano

¡Vamos por ella!