Obituario de Maryse Condé

Juan Schulz

Ha muerto una de las escritoras más destacadas de nuestro continente: la escritora guadalupeña Maryse Condé (1934-2024). Autora de varias novelas, obras de teatro, narraciones infantiles, entre otros. Por distintas circunstancias tuvo una vida errante, además de en su isla natal en el Caribe, vivió en Francia y en varios países de África como Ghana, Senegal y Guinea.

En todos esos lugares que habitó, a veces en condiciones muy adversas, encontró experiencias políticas que la formaron y se plasmaron en su obra, en la cual, de manera heterogenea trazó las consecuencias de la esclavitud y varias veces plasmó una mirada compleja –lejos del victimismo– sobre las dinámicas sociales de la negritud, de la clase y de las mujeres. En su obra también está presente el pensamiento anti colonial; se alude a menudo en su personajes a la relación que tienen con las metrópolis.

Obtuvo un doctorado en la Sorbonne de París y fue profesora en escuelas africanas y también en prestigiosas universidades de Francia y Estados Unidos, donde, entre otras cosas, logró que se apreciara más la literatura caribeña. Como ensayista y académica, escribió sobre Cesarie, sobre la negritud, el Caribe, el créole, África, y tradujo al francés parte de la obra del trinitario Eric Williams.

Son muy recomendables sus libros de corte autobiográfico “Corazón que ríe, corazón que llora” o “La vida sin maquillaje” (donde narra sus peripecias por la África de los procesos de liberación nacional). Pero también se puede ir directo a su novela de reconstrucción histórica “Yo, Tituba, la bruja negra de Salem” donde se cuenta, a partir de una transcripción autobiográfica, la vida de una cimarrona acusada de brujería; también la novela “A través del manglar” donde la vida colonial del Caribe es narrada a través de múltiples perspectivas, incluido el rumor oral, manera de contar una historia que se opone al saber de una sola voz, de los llamados narradores “omniscientes”.

Al final de su vida obtuvo varios premios y reconocimientos, incluidos el Premio Nobel Alternativo. Pero tal vez el verdadero premio, a riesgo de incurrir en una repetida cursilería, lo tengamos los lectores al saber que nos espera una obra amplia y necesaria.