Nicos Poulantzas y la teoría política del fascismo: 50 años después

Danilo E. Martuscelli

I. Introducción.

En 2020, la publicación de la primera edición de la obra Fascisme et dictadure: La IIIe Internationale face au fascisme (de ahora en adelante: Fascismo y dictadura), de Nicos Poulantzas, cumple 50 años.[i] Se trata de un libro orientado teóricamente por el marxismo y que puede caracterizarse como una de las obras clásicas sobre el fenómeno del fascismo, por su rigor analítico, su originalidad y su repercusión en el debate intelectual y político internacional.

A diferencia de los estudios y discusiones pioneros que abordaron el tema del fascismo en el calor de los acontecimientos, Poulantzas acomete un análisis post factum de este fenómeno, es decir, emprende un estudio con considerable distancia histórica de las experiencias concretas más emblemáticas del fascismo: la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, lo que le permitió: a) articular analíticamente las causas, dinámicas y resultados del proceso de consolidación de esta experiencia; b) observar la relación y el desfase entre las dimensiones económica, ideológica y político-estatal para abordar el proceso de crisis correspondiente a este fenómeno; c) abordar el papel de las clases y fracciones de clase en este proceso, guiado por una problemática teórica que analiza las clases sociales en sus dimensiones económica, política e ideológica; d) así como debatir un conjunto de reflexiones producidas sobre el tema, por intelectuales marxistas y no marxistas, en los 25 años posteriores a la derrota política del fascismo en la 2ª. Guerra Mundial.

Como el tema del fascismo está ganando cada vez más espacio en los debates públicos actuales con la aparición de movimientos y gobiernos de extrema derecha en diversas partes del mundo, como sucede con el gobierno Bolsonaro en Brasil, es oportuno llevar a cabo una evaluación crítica de las tesis expuestas por Nicos Poulantzas en la obra Fascismo y dictadura. En este sentido, proponemos enfatizar en este artículo la discusión sobre los alcances y límites de este trabajo como teoría política del fascismo, lo que implica tomar en consideración los siguientes aspectos: a) la relación entre teoría política e historia y su contribución a la elaboración de una periodización política del fascismo; y b) la caracterización del fascismo como una forma de régimen específico del “Estado capitalista de excepción”, es decir, como régimen político dictatorial particular inscrito en el desarrollo mismo del Estado capitalista.

II. Teoría política e historia: la periodización política del fascismo.

Uno de los principales objetos de análisis de la obra Fascismo y Dictadura son las tesis sobre el fascismo aprobadas en el ámbito de la III Internacional (IC), entidad que aglutinó a organizaciones y partidos comunistas de diversas partes del mundo. Es de la evaluación crítica de estas tesis y sus variaciones tácticas y estratégicas en el contexto de las décadas de 1920 y 1930, que Poulantzas concluirá que la concepción economicista del fascismo, defendida por la III Internacional, contribuyó al desarme político e ideológico del movimiento obrero y comunista internacional en esta coyuntura histórica por estar marcada por la “ausencia de una línea de masas” y por el “abandono del internacionalismo proletario”, elementos considerados relevantes para la efectividad política de la lucha de los comunistas contra el fascismo.

Sin embargo, Poulantzas no prioriza en su análisis la discusión de la estrategia política y la efectividad de una determinada línea política a ser adoptada por los comunistas contra el fascismo, ni considera que los factores subjetivos que involucran la táctica política y la estrategia de los comunistas, considerados aisladamente, explican las dificultades de la lucha antifascista de las décadas de 1920 y 1940. La estrategia y la eficacia políticas se conciben más como resultado que como punto de partida para su caracterización del fascismo. A lo largo de su obra, Poulantzas se dedica a refutar, incorporar y asimilar críticamente un amplio abanico de estudios y reflexiones sobre el fascismo, guiados por diferentes cuestiones teóricas y políticas.

Así, su principal contribución al examen del fascismo constituirá el campo de la teoría política, un lugar desde el cual moviliza y articula una serie de nociones y conceptos, tales como: forma de Estado, forma de régimen, bloque en el poder, escena política, dictadura, democracia, clases y fracciones de clase, fracción hegemónica, fracción reinante, clase poseedora del aparato estatal, aparatos estatales represivo e ideológicos, hegemonía y crisis de hegemonía, etc.; y formula, de manera original, el concepto de fascismo como una “manera particular de régimen de la forma de un Estado capitalista de excepción”. Por tanto, es posible coincidir con Jessop (1985),[ii] cuando afirma que Fascismo y dictadura contiene reflexiones sobre estrategia y teoría política, pero consideramos que es la teoría política del fascismo la que ocupa el lugar primordial en este trabajo y orienta el conjunto de sus análisis.[iii]

Para comprender mejor la originalidad de la obra de Poulantzas, es necesario distanciarnos de algunas posibilidades de interpretación de su obra que toman lo secundario como principal. En esta perspectiva, consideramos que el libro Fascismo y dictadura no se puede enmarcar como obra historiográfica. El propio Poulantzas ya nos había advertido sobre este tema. De hecho, la obra contiene análisis concretos de los casos de los fascismos alemán e italiano, pero, como observa el autor, dichos análisis se toman fundamentalmente como ilustraciones históricas del objeto de investigación:

(…) no se trata aquí de un estudio historiográfico de los fascismos alemán e italiano, sino un estudio de teoría política, e, indudablemente, este estudio no puede hacerse más que a través de una investigación histórica a fondo. Pero ni el tratamiento del material, ni sobre todo el orden de exposición pueden ser los mismos en los dos casos. En la circunstancia presente, he tratado de despejar los rasgos esenciales del fascismo como fenómeno político específico: los “acontecimientos” históricos y los detalles concretos no se consideran aquí más que en la medida en que permiten ilustrar oportunamente el objeto de la investigación (POULANTZAS, 1976, p. 3).

No se trata de dudar de la necesidad de profundizar el debate historiográfico sobre el tema, señalando sus límites y alcances, pero a diferencia de la crítica historiográfica realizada por Caplan (1977) a la interpretación del fascismo realizada por Poulantzas, para los propósitos de este artículo, consideramos más apropiado abordar lo que es central en su obra: la teoría política del fascismo. Con eso, se hace oportuno debatir inicialmente dos aspectos centrales de su libro que se relacionan con la construcción de su teoría política y la historia. Nos referimos a la crítica al historicismo y la periodización política del fascismo.

En general, los análisis historicistas tienden a crear una relación de identidad entre concepto y hecho histórico y a considerar que la validez del concepto de fascismo está asociada al tiempo y lugar en el que fue producido.[iv] Es contra tal tendencia que Poulantzas se pronuncia en el examen del fascismo. Para él, el fascismo no es un fenómeno que se remonta solo a las décadas de 1920 y 1940 ni se circunscribe geográficamente a dos formaciones sociales europeas o capitalistas centrales. Como una de las formas de régimen del “Estado capitalista de excepción”, el fascismo se presenta como un hecho histórico que puede manifestarse en contextos históricos diferentes al original, como sucede también con el bonapartismo y las dictaduras militares.

Al parafrasear a Horkheimer, señala que los que no hablan de capitalismo, deben callarse sobre el fascismo; Poulantzas (1976, p. 7) sostiene que: “(…) es el que no quiere hablar de imperialismo quien debería también callarse en lo que al fascismo se refiere”. Y agrega: “el fascismo (…) se sitúa en la etapa imperialista del capitalismo”. Por tanto, el fascismo se caracteriza como un fenómeno histórico propio de la etapa imperialista del capitalismo, más especialmente de sus situaciones de crisis, no habiendo surgido en épocas históricas anteriores. Esto no lo lleva a concluir que cualquier crisis imperialista necesariamente derivaría en el surgimiento del fascismo, ya que tal fenómeno se manifiesta concretamente como uno de los posibles resultados –ni únicos ni inevitables– del proceso de crisis del imperialismo. Tal afirmación puede ser válida, tanto para comprender el contexto del propio fascismo original, como para entender las posibilidades de resurgimiento de este fenómeno en épocas posteriores, alejando así el análisis de Poulantzas de una visión historicista que confinaría al fascismo a un período histórico particular.

En cuanto a la periodización política, que sólo se puede hacer de manera consistente, post factum, Poulantzas retoma las discusiones presentes en la obra Pouvoir politique et classes sociales (de ahora en adelante: Poder político y clases sociales), publicada en 1968, especialmente las relacionadas con la teoría del bloque en el poder para aplicarla a análisis político del fascismo.[v] Esto se puede ver en la forma en que moviliza los conceptos de fracción hegemónica, cuyos intereses predominan ante la política de Estado sobre los de las demás fracciones que integran el bloque en el poder; fracción reinante, cuyos intereses reinan en el ámbito de la escena política y ejercen un dominio ideológico sobre todas las clases sociales; y la clase poosedora del aparato estatal, una clase que ocupa lo cumbre del Estado. Además, la periodización política del proceso de fascistización propuesta por Poulantzas toma en cuenta los cambios que se producen en estos tres niveles como resultado de las luchas entre clases y fracciones de clases.

En el análisis de Poulantzas, los casos concretos de los fascismos alemán e italiano están vinculados a la transición del capitalismo competitivo al capitalismo monopolista, pero, como señala: “(…) el fascismo no es en absoluto un fenómeno exclusivamente ligado a este ‘período’”, porque corresponde al fenómeno general de las crisis políticas, producto de las luchas de clases en una coyuntura dada y que “pueden muy bien surgir en períodos diferentes” (POULANTZAS, 1976, p. 52)

Para estos mismos casos concretos, el autor observa una cierta dinámica política que avanza a través de los siguientes pasos:

  1. a) Uno de los principales factores que crea las condiciones para el surgimiento del proceso de fascistización es la derrota estratégica de la clase obrera y las masas populares tras el enfrentamiento con las clases dominantes en un proceso de ofensiva política, como fueron los casos de las experiencias revolucionarias que fracasaron en el Alemania, en 1918-1919, e Italia, en 1919-1920.
  2. b) Lo que se observa, a continuación, es un proceso en el que la burguesía se coloca en la ofensiva política y que corresponde a un “proceso de politización declarada de la lucha de clases del lado del bloque en el poder” (POULANTZAS, 1976, p. 72), pero tal ofensiva se da en un contexto de crisis de hegemonía que afecta la organización del bloque en el poder y permite el surgimiento de una fuerza social (la pequeña burguesía) que se presenta en la escena política de manera organizada en un partido de masas: el partido fascista. Poulantzas señala aquí un punto esencial para entender el fenómeno del fascismo, es decir, el proceso de fascistización está profundamente ligado a la existencia de una base social de masas organizada y movilizada.
  3. c) Esta situación se prolonga hasta el “punto de no retorno” o “irreversibilidad”, que se caracteriza como tal porque coincide con la realización de la alianza entre la pequeña burguesía organizada en el partido fascista y el gran capital monopolista que confisca la revuelta pequeñoburguesa y comienza a dirigirla políticamente, garantizando así las condiciones para la llegada del fascismo al poder.
  4. d) En el primer período del fascismo en el poder, la pequeña burguesía se consolida como clase reinante, debido a los fuertes lazos de esta fracción con el partido fascista y la presencia masiva de este partido en la escena política, y comienza a convertirse en la clase mantenedora del aparato de Estado, ubicándose en los principales puestos del alto escalón del Estado. El gran capital monopolista, en cambio, se proyecta como la fracción hegemónica del bloque en el poder, pues el Estado fascista comienza a cumplir la función de priorizar sus intereses materiales, poner fin a la crisis hegemónica, así como neutralizar las contradicciones entre la nueva fracción hegemónica y las otras fracciones dominantes.
  5. e) En la última etapa que corresponde a la estabilización del fascismo en el poder, el gran capital monopolista se erige como fracción hegemónica y desplaza a la pequeña burguesía de la condición de fracción reinante en la escena política, al traspasar la capacidad real de gobierno a la policía política y subordinar el partido fascista a la burocracia estatal.

Si bien hay que considerar que la periodización política propuesta por Poulantzas toma como referencia el fascismo originario constituido como forma de régimen, llama la atención la sofisticada manera en que aborda el proceso político, sus diferentes dimensiones y las conecta con las luchas entre clases y fracciones de clase. De esta periodización política es posible extraer algunas conclusiones que pueden orientar el análisis del ascenso y consolidación del fascismo en diferentes períodos históricos:

La primera es que el ascenso político del fascismo es precedido por un proceso de derrota estratégica de los movimientos obreros y populares. Es decir, el auge del movimiento fascista está ligado a una situación en la que los movimientos obreros y populares se encuentran a la defensiva después de haber pasado por sucesivas derrotas políticas. Esta tesis se enfrenta a una serie de análisis que buscaban identificar la emergencia del fascismo como respuesta a la ofensiva del movimiento socialista, como si la disyuntiva socialismo o fascismo estuviera a la orden del día.

La segunda es que el fascismo surge en una coyuntura de crisis política, o mejor dicho, una coyuntura de crisis de hegemonía, resultante de una acumulación de contradicciones, que incide en la organización del poder político, es decir, ninguna de las fracciones dominantes logran imponer dirección política al bloque en el poder, provocando una oscilación de una situación de inestabilidad a otra de incapacidad hegemónica; en cuanto a la escena política, se observa una crisis de representación política que afecta la relación entre las fracciones de la clase dominante y sus organizaciones/partidos tradicionales, que se desplazan al pasillo de la escena política, para referirse a una metáfora teatral. En esta etapa, el conjunto del bloque en el poder se coloca en la ofensiva política contra los trabajadores: “(…) la lucha política del bloque en el poder contra las masas populares ocupa el lugar dominante respecto de la lucha económica” (POULANTZAS, 1976, p. 72). Nuevamente, Poulantzas busca complejizar el análisis del fascismo, distanciándose de interpretaciones de este fenómeno que tendían a ocultar o secundar las diferencias entre democracia liberal y fascismo al considerarlos como regímenes representativos del gran capital.

La tercera conclusión, que podemos sacar de este análisis, es que la combinación de derrota estratégica de las clases populares, crisis de hegemonía política en el seno del bloque en el poder y crisis de representación política de las clases dominantes (crisis de los partidos tradicionales), deja espacio para la constitución de la pequeña burguesía como fuerza social organizada en forma de partido de masas. La pequeña burguesía, que ocupa una posición intermedia entre las dos clases sociales fundamentales, se convierte en la principal base social o fuerza motriz del movimiento fascista.

La cuarta conclusión es que la alianza de la pequeña burguesía con la fracción dominante que pretende elevarse a la condición de fracción hegemónica en el bloque en el poder, es fundamental para consolidar el fascismo en el poder. Esto significa que la base social del fascismo, que se origina principalmente en la masa de la pequeña burguesía, ahora está siendo políticamente impulsada por los intereses del gran capital monopolista, que guía la revuelta pequeñoburguesa hacia sus fines políticos, y esto permite que el fascismo se instale en el poder. O, para ser más precisos, la llegada del fascismo al poder está ligada a un proceso de redefinición de la hegemonía política en el seno del bloque en el poder y la ruptura institucional que se materializa con la constitución de una nueva rama del aparato estatal como rama dominante, en términos de capacidad de gobierno: la rama de la policía política.

La quinta conclusión es que el fascismo se constituye como un régimen político dictatorial que cuenta con una base social de masas organizada y movilizada, que se diferencia tanto del carácter predominantemente tecnocrático de las dictaduras militares que evitan la politización de las masas y tienden a contar con apoyo masivo esporádico al implementar el nuevo régimen; en cuanto a las dictaduras bonapartistas que tienen una base social de masas, pero cuyo apoyo se hace pasivamente sin convertirse en una fuerza social organizada y movilizada en la escena política. Estas conclusiones sobre la comparación de las bases sociales de las dictaduras fascista, bonapartista y militar no son sistematizadas por Poulantzas en la obra Fascismo y dictadura. El autor solo aborda la existencia del partido fascista de masas como un aspecto definitorio del fascismo. Sin embargo, consideramos importante hacer estas adiciones, ya que las diferencias entre estos tres tipos de dictadura no se limitan a la configuración de una rama específica del aparato estatal como rama dominante, como sugiere Poulantzas: fascismo (policía política), bonapartismo (burocracia civil) y dictadura militar (Fuerzas Armadas). Consideramos que las distintas configuraciones de las bases sociales en los tres casos: bases organizadas y movilizadas en el fascismo, base que ofrece apoyo pasivo en el bonapartismo y apoyo esporádico en la dictadura militar, son también aspectos importantes para la definición de estos regímenes.[vi]

Finalmente, la sexta conclusión es que las funciones de la fracción hegemónica (¿quién ejerce el poder político? ¿O quién tiene sus intereses priorizados por el contenido de la política de Estado?), reinante (¿quién ejerce el dominio ideológico en la escena política? o, en caso específico del fascismo, ¿quién es el motor impulsor del movimiento de masas?) y poseedora del aparato estatal (¿quién gobierna?, o incluso, ¿a qué clase pertenecen los que ejecutan la política de Estado?) sufren transformaciones a lo largo del proceso de fascistización y la consolidación del fascismo, siendo ocupado por diferentes clases y fracciones de clase.

En vista de lo anterior, consideramos que esta herramienta teórica utilizada por Poulantzas para analizar el proceso de fascistización y la consolidación del fascismo se puede concebir como una herramienta importante para examinar los zigzags coyunturales propios de una crisis política, los lugares donde las diferentes clases y fracciones de la ocupación de clase en el proceso político y los impactos que los conflictos de clase tienen en la organización de las ramas del aparato estatal, el contenido de la política estatal y la escena política. En resumen, en cuanto a la periodización política, el estudio realizado por Poulantzas ofrece elementos para abordar el fenómeno del fascismo desde una perspectiva que no descuida las relaciones entre clases e instituciones estatales/políticas; entre Estado y economía; entre economía, política e ideología, ni ignora las diferencias entre las clases y fracciones de clase que ejercen el poder político (fracción hegemónica), constituyen la base social del fascismo (fracción reinante) y ejecutan la política de Estado (clase mantenedora del aparato estatal).

También enfatizamos que el análisis de Poulantzas no se limita a situar el fascismo en una fase específica del capitalismo (por ejemplo, la transición al capitalismo monopolista), ni a caracterizar el fascismo como un fenómeno típico de las formaciones sociales capitalistas imperialistas. Para él, el fascismo es un fenómeno político posible en el seno de los límites del tipo de Estado capitalista en la etapa imperialista del capitalismo. El enfoque de Poulantzas también no vincula el fascismo con un tipo específico de política económica y social (keynesiana, desarrollista, neoliberal etc.), o con una configuración interna específica del bloque en el poder. Este conjunto de elementos no es concebido por Poulantzas como aspectos fundamentales para la caracterización del fascismo. Dicho esto, vale la pena responder a la pregunta: ¿qué es el fascismo para Poulantzas?

III. El fascismo como «forma de régimen del Estado capitalista de excepción».

La caracterización del fascismo como una “forma de régimen del Estado capitalista de excepción” es el aspecto central original del análisis desarrollado en Fascismo y dictadura.[vii] En este trabajo, Poulantzas no se dedica al estudio de los tipos de Estado en general o el tipo de Estado capitalista en particular, sino que se centra en la discusión sobre la variación de las formas de Estado bajo las cuales se encuentra en su evolución el tipo histórico de Estado capitalista. En particular, aborda la forma de Estado capitalista de excepción y sus respectivas formas de régimen, lo que le lleva a prestar especial atención al examen del régimen fascista.

En este sentido, se puede decir que Poulantzas se refiere al concepto de forma del Estado para abordar dos dimensiones analíticas distintas. En una primera definición, la forma de Estado alude a las etapas históricas del desarrollo capitalista: el capitalismo competitivo que corresponde a la existencia de la forma estatal liberal y el capitalismo monopolista (imperialismo) que surge gracias a la presencia de la forma de Estado intervencionista. Para el autor, la forma de Estado intervencionista juega un papel importante en la transición del capitalismo competitivo al capitalismo monopolista, etapa que está marcada económicamente por la concentración y centralización del capital, por el surgimiento del capital financiero, resultado de la fusión de los capitales bancario y industrial, el predominio de las exportaciones de capital sobre el comercio de mercancías, la búsqueda incesante de los países imperialistas de colonias por razones fundamentalmente económicas, etc. A nivel general, los rasgos comunes de todas las experiencias que encajan en la forma de un Estado intervencionista serían los siguientes: “una recrudescencia del papel de los aparatos ideológicos y una merma de la autonomía relativa de estos aparatos, debidos a la dominación política masiva del capital monopolista” (POULANTZAS, 1976, p. 375). En este proceso de transición al capitalismo monopolista, Poulantzas entiende que hay, por tanto, un fortalecimiento del papel del Estado, que mitiga a partir de la 2ª. Guerra Mundial.

En esta primera definición, la forma de Estado se caracteriza por la relación que se establece entre lo económico y lo político, es decir, la forma de Estado intervencionista concierne, como su nombre indica, el papel intervencionista del Estado en la economía para garantizar los intereses del gran capital monopolista. En los casos alemán e italiano, Poulantzas considera que el refuerzo del papel intervencionista del Estado se puede ver en un proceso de creciente centralización política que corresponde a una “unidad nacional vacilante”: “(…) podría decirse en cierto modo que todo sucede como si Alemania e Italia hubieran saltado la forma del Estado liberal” (IBIDEM, pp. 28-29).

En términos generales, Poulantzas identifica dos formas de manifestar esta forma de Estado intervencionista: una que corresponde a la existencia de estabilidad política, en la que no se observa una crisis de hegemonía, lo que él llama forma «normal» de Estado capitalista; y otro que se configura en medio de un proceso de crisis de hegemonía, que lo lleva a caracterizarlo como una forma de Estado capitalista “de excepción”. Esta forma de Estado albergaría tres formas de régimen: fascista, bonapartista y militar.

Es precisamente la forma del Estado capitalista “de excepción” la que ganará centralidad en el análisis desarrollado en Fascismo y dictadura. A lo largo del libro, aunque ocasionalmente y en pasajes aislados, el autor utiliza otras nomenclaturas para caracterizarlo, como: “forma crítica del Estado” (POULANTZAS, 1976, p. 352) o “forma de crisis (… ) del Estado capitalista” (IBIDEM, p. 371). Se observa, por tanto, que esta forma de Estado está ligada a la existencia de una crisis política, no revolucionaria, que, en el caso del fascismo original, tiene tres características fundamentales ya mencionadas anteriormente: derrota estratégica y defensiva del movimiento obrero y popular, crisis de la hegemonía política en el seno del bloque en el poder y constitución de la pequeña burguesía como fuerza social (partido fascista). Aquí, la caracterización de la forma estatal se refiere a la autonomía relativa del Estado respecto al bloque en el poder y al gran capital monopolista, cuya hegemonía política busca establecer esta forma de Estado.

Así, si los conceptos de forma de Estado capitalista «liberal» o «intervencionista» aluden a la relación entre lo político y lo económico, los conceptos de Estado capitalista «normal» o «de excepción» se refieren a la relación entre Estado y las clases dominantes. Como la forma «de excepción» de Estado capitalista abarca una situación histórica de crisis de hegemonía, sería más apropiado tratarla como una «forma de crisis» del Estado capitalista que emplear la idea de «excepción» para caracterizarla, pero el límite de esta definición estaría en que la consolidación del fascismo corresponde al establecimiento de la hegemonía política del gran capital monopolista y, por tanto, a la superación de la situación de crisis de hegemonía. En otras palabras, la noción de forma de crisis correspondería más al proceso de fascistización que a la consolidación del fascismo, al fascismo establecido, constituyéndose como una noción sólo parcialmente válida y adecuada.

La crítica elaborada por Boukalas (2018) a la noción de “Estado de excepción”, formulada por el filósofo Giorgio Agamben, nos ayuda a problematizar la categoría de excepción concebida como algo opuesto o distinto a la norma, tal como lo utiliza Poulantzas: “Sin contenido, la norma es un corolario implícito de la excepción. Pero la excepción debe establecer su contenido en relación con la norma. Si la norma es vacía, entonces vacía es la excepción. ¿Cómo sabes cuál es cuál? » (BOUKALAS, 2018, p. 37). A los efectos de este artículo, cabe preguntarse: ¿cómo es posible describir una forma particular de Estado capitalista como excepcional, si Poulantzas no define o describe con rigor lo que constituye la normalidad? Como ya ha señalado Boito Jr. (s/f), ni la tipicidad de la democracia burguesa ni la excepcionalidad de la dictadura son caracterizadas por Poulantzas, argumento que solo refuerza la pertinencia de la analogía que hicimos con la crítica de Boukalas a Agamben.

Para abordar la especificidad de lo que Poulantzas llama el Estado capitalista “de excepción”, es oportuno no solo referirse a la idea de crisis política que corresponde a dicho Estado, sino que es más apropiado reemplazar la palabra excepción por dictadura. Tal operación analítica podría realizarse resumiendo las características del Estado capitalista, formulado en la obra Poder político y clases sociales. Por lo tanto, sería necesario señalar que, en el tipo de Estado capitalista, los miembros de todas las clases sociales son concebidos como individuos ciudadanos bajo el derecho civil. Si el tipo de Estado capitalista establece esta condición básica que lo distingue de otros tipos de Estado (esclavista o feudal) que, en el plan de los derechos civiles, dan un trato desigual a los socioeconómicamente desiguales, es posible distinguir dos formas principales de Estado capitalista: la democrática y la dictatorial. En la forma de un Estado capitalista democrática: la ciudadanía política está garantizada a los miembros de todas las clases sociales; ya en la forma de un Estado capitalista dictatorial, “la ciudadanía política se niega a miembros de todas las clases sociales” (SAES, 1987, p. 52).

En esta perspectiva, en la forma de un Estado capitalista democrática, el encubrimiento de los intereses de clase que representa el Estado, es producido por la ideología del pueblo-nación y garantizado por la burocracia estatal autonombrada (civil y militar) y por miembros de los poderes Ejecutivo y Legislativo, designados por todas las clases sociales a través del sufragio universal. En estas condiciones, los autonombrados y los representantes electos del pueblo-nación tienen una verdadera capacidad de gobierno, es decir, tienen la responsabilidad de implementar la política de Estado, responsabilidad que puede ser compartida de manera jerárquica o equilibrada entre el Ejecutivo y el Legislativo. Ya, en la forma de un Estado capitalista dictatorial, es la burocracia estatal autonombrada la que ostenta exclusivamente tal capacidad de gobierno, lo que implica otorgar al sufragio universal un papel nulo o significativamente secundario hasta el punto en que el Parlamento asume sólo un papel “decorativo” en relación con las acciones de la burocracia estatal.

Por tanto, la característica común a todas las formas de Estado capitalista dictatorial, que Poulantzas llama “de excepción”, está ligada al hecho de que la burocracia estatal asume exclusivamente la capacidad de decisión previamente atribuida constitucionalmente también a los órganos estatales constituidos por medio de sufragio universal. Poulantzas presenta algunas características generales de lo que él llama un Estado capitalista “de excepción”, que traducen bien lo que venimos diciendo hasta ahora. En relación a la ley, “(…) es la arbitrariedad la que reina” (POULANTZAS, 1976, p. 380). Como resultado, el Estado tiene ahora una cierta «libertad de acción» para reorganizar las relaciones de fuerzas. No hay límites “legalmente fijados”: “todo cae virtualmente en la esfera de la intervención estatal” (IBIDEM, p. 381). Además, hay una “suspensión del principio electoral”, producto de la crisis ideológica y la crisis de representación política que atraviesan los partidos burgueses tradicionales. Esto permite acentuar la burocratización y los mecanismos de cooptación y control de la designación de los miembros de la burocracia estatal, lo que no impide el uso de expedientes como plebiscitos o referendos para legitimar las acciones de esta burocracia.

Habiendo hecho estas observaciones sobre lo que preferimos llamar la forma de un Estado capitalista dictatorial, pasemos al tratamiento del fascismo como una forma de régimen específico y posible para esta forma de Estado. Como ya se mencionó, Poulantzas trabaja con la tesis de que la forma de Estado capitalista «de excepción» admite tres formas principales de régimen para las que también utiliza el término «excepción»: la dictadura fascista, la dictadura bonapartista y la dictadura militar. En su análisis, tales formas de régimen “no son fenómenos limitados en el tiempo” (POULANTZAS, 1972, p. 6),[viii] y pueden reaparecer en otros contextos históricos, aunque no tengan las mismas características que las formas originales:

En cuanto al propio fascismo, cuyo resurgimiento sigue siendo posible, no se debe creer tampoco que revestiría forzosamente, como tampoco el proceso de fascistización que a él condujera, formas idénticas a las del pasado. La historia no se repite jamás por completo. Una misma forma de régimen de excepción y una misma especie de crisis política presentan rasgos distintos, según los períodos históricos en lo seno de los cuales surgen (POULANTZAS, 1976, p. 425)

El punto en común de estas tres formas de régimen es la apropiación exclusiva de la capacidad gubernamental real por parte de la burocracia estatal, que Poulantzas (1976, p. 387) identifica como “burocratización’ pronunciada”. El aspecto fundamental para distinguirlos es lo que el autor denomina “la rama dominante del aparato estatal”. Para él, la diferencia entre las tres formas de régimen está en el predominio de la burocracia civil (dictadura bonapartista), el ejército (dictadura militar) y la policía política (fascismo) sobre el resto del aparato estatal, es decir, las formas de régimen “de excepción” (que llamamos dictatorial) corresponden a un nuevo ordenamiento de las relaciones que se establecen entre las ramas del aparato estatal. Debido a que el establecimiento de estas formas de régimen implica efectivamente una ruptura institucional con la forma de régimen democrático, en el marco del tipo de Estado capitalista se establecerá una nueva jerarquía entre las ramas del aparato estatal, expresando así un proceso de emergencia de una nueva fracción hegemónica en el bloque en el poder.

En este sentido, Poulantzas establece una relación de correspondencia entre ruptura institucional, nueva jerarquía de ramas del aparato estatal y redefinición de la hegemonía política en el bloque en el poder. Si bien tales formas de régimen no pueden definirse mediante una caracterización particular del bloque en el poder y la fracción hegemónica, es posible decir que los procesos de instauración de estos regímenes están asociados a una crisis política (crisis de hegemonía) – proceso de fascistización -– y a una redefinición de esta hegemonía: la consolidación del fascismo en el poder. En el caso específico del fascismo, es posible añadir la existencia de una base social de masa organizada y movilizada que se constituye en fracción autónoma en la escena política y apoya el régimen fascista, lo que la distingue de las bases sociales típicas de la dictadura bonapartista (apoyo pasivo) y de la dictadura militar (apoyo esporádico)

Poulantzas también distingue la primera fase del régimen fascista de la fase del régimen establecido. Así, señala que son fuerzas exógenas al aparato estatal que llega a dominar las ramas de este aparato, ejerciendo simultáneamente las funciones represiva e ideológica. En la primera fase del régimen fascista, es el partido fascista el que asume este papel dominante e invade “desde fuera” el aparato represivo (POULANTZAS, 1976, p. 392). La diferencia de la forma de régimen fascista, en relación con otras formas de régimen dictatorial, es precisamente la movilización permanente de las masas populares que el partido fascista busca impulsar primero desde fuera y luego en el seno del aparato estatal. Si bien existen contradicciones entre el partido fascista y los poderes del aparato del Estado, su acceso al poder también se debe a la connivencia de dichos poderes en principio, ya que, luego, con el régimen establecido, el partido fascista se subordina al aparato estatal, sin fusionarse con él.

Para Poulantzas, la ideología fascista que guía la acción del partido fascista como partido de masas, atiende, en un proceso de “adaptación-torsión de la ideología burguesa”, a las aspiraciones de la pequeña burguesía. Si bien tales aspiraciones contienen aspectos genéricamente anticapitalistas de crítica a la “gran riqueza”, los monopolios, los bancos y lo capital de préstamo, al analizar la ideología fascista, el autor destaca una serie de características que pueden concebirse como síntoma de la presencia del principio del burocratismo en la forma de ideología del pueblo-nación. Es decir, la ideología fascista lejos de contradecir el efecto de representación de la unidad que produce el principio del burocratismo propio del Estado capitalista, se presenta como una de sus posibles formas de manifestación, sobre todo si consideramos parte de los aspectos destacados por Poulantzas que constituyen esta ideología, tales como: estadolatría o “culto al Estado”, que corresponde al “fetichismo del poder” sostenido por la pequeña burguesía, expresándose también a través del “culto al jefe” y la defensa de una “autoridad jerárquica”; el “culto a lo ‘arbitrario’” que concibe las reglas legales como orden del jefe, lo que permite resaltar la “ideología moral” que se ancla en las nociones de “honor y deber”; el elitismo y el racismo antisemita; el nacionalismo asociado con el “culto exacerbado de la entidad mística que es la ‘nación’”; el militarismo que combina nacionalismo, autoritarismo, jerarquía y culto al jefe; y el corporativismo, que se caracteriza por ser una forma de asegurar la participación política de la pequeña burguesía en el proceso político a través del Estado.

En esta perspectiva, la ideología fascista puede ser tratada simultáneamente como una expresión de las aspiraciones de la pequeña burguesía, de ahí una de las posibles explicaciones del carácter de masas del movimiento fascista, y como una forma de manifestación específica de la ideología del pueblo-nación. No es casual, por tanto, que el partido fascista consiguiera, en un principio, acomodarse al aparato estatal, a medida que se desarrolla el proceso de fascistización del llamado aparato represivo. Con la instauración del fascismo, ese mismo partido fascista comenzará a posicionarse de manera subordinada en el aparato estatal y a servir los intereses de la nueva fracción hegemónica del bloque en el poder: el gran capital monopolista. Con la consolidación del régimen fascista, es la policía política la que se convierte en la rama dominante y asume el control del proceso de toma de decisiones del estado. ¿Qué caracteriza a esta policía política?

La policía política se define como la rama dominante del aparato estatal, pero está directamente sujeta a la voluntad del jefe supremo. Asume gradualmente un dominio ilimitado de intervención sobre las principales ramas del aparato estatal y el contenido de la política estatal, traducido en el control de la seguridad, la administración y las actividades militares. Así, comienza a jugar un papel represivo e ideológico. Este proceso se consolida a través de lo que Poulantzas denomina “connivencias profundas” entre el partido fascista y el aparato policial, teniendo como razón explicativa la lucha llevada a cabo por el aparato represivo estatal contra las masas populares. Sobre este tema de la connivencia, cabe señalar que lejos de perder el monopolio del ejercicio de la fuerza y la violencia legítima, el aparato represivo jugará un papel importante frente a las milicias privadas, al armarlas: “(…) se trata aquí es de una transferencia o delegación de funciones, que se legitima, por lo demás, pelo el camino indirecto de la magistratura” (POULANTZAS, 1976, p. 397).

Además, Poulantzas (1976) está consciente de que el fascismo, como movimiento inicialmente exógeno al aparato del Estado, busca infiltrarse fundamentalmente a través de la administración civil y la policía, realizando lo que él llama un asalto simultáneo a la periferia y a al centro de este dispositivo. En otras palabras, en el caso alemán, el fascismo influye inicialmente en la base del ejército y la policía de los gobiernos locales, lo que le permite eludir el control que la dirección del ejército ejerce de forma centralizada sobre el aparato represivo. Poco a poco, la propia dirección del ejército recluta milicias privadas para garantizar la defensa de las fronteras. Así, las milicias privadas que se encontraban fuera del aparato represivo, llegan a controlarlo, incluso constituyendo una “red paralela de poder”, como fue el caso de las S.S.:

El aparato SS encarnaba concretamente, para el nacionalsocialismo, el desplazamiento entre aparato represivo de Estado y aparatos ideológicos de Estado (…) precisamente a causa de este reclutamiento en masa y de esta formación ideológica, la policía política SS no se convirtió, como suele suceder con la policía secreta de las otras formas de Estado burgués, en un “Estado en el Estado” en el sentido riguroso, sino que se mantuvo estrechamente controlada por los dirigentes nacionalsocialistas (IBIDEM, p. 406).

En el caso italiano, las milicias fascistas no cumplen el mismo papel represivo e ideológico que las milicias S. S. hitlerianas, ejerciendo menos control sobre el aparato represivo, ya que la cúpula del ejército fue conquistada por el fascismo. En relación con la administración civil, la policía política ejerce control sobre las intervenciones del aparato del Estado, pero no sobre su contenido. En definitiva, la red paralela de poder está menos desarrollada que la existente en Alemania, pero aún así, la policía política asume el papel dominante sobre todas las ramas y aparatos del Estado.

IV. La actualidad de Fascismo y la dictadura: 50 años después.

¿Cuál sería la actualidad de la obra Fascismo y dictadura, 50 años después? Inicialmente, es necesario resaltar la caracterización del fascismo como un fenómeno histórico que emerge en una situación de una crisis política particular en el seno del desarrollo histórico del tipo de Estado capitalista. Como fenómeno histórico, el fascismo no se concibe como algo fechado, sino como una de las posibles formas de régimen que puede asumir el Estado capitalista, es decir, el fascismo es una posibilidad histórica para la realidad del Estado capitalista. Tal crisis política no debe confundirse, por tanto, con una crisis revolucionaria, en la que podría configurarse una situación de doble poder que pondría en jaque la existencia misma del Estado capitalista. Es una aguda crisis política inscrita en la dinámica misma de la reproducción del capitalismo, que resulta en procesos complejos y conflictivos de realineamiento político de clases. Poulantzas caracteriza esta crisis como una crisis de hegemonía y la vincula a la derrota estratégica previa del movimiento obrero y popular, la politización de la lucha del bloque en el poder contra las masas populares, la incapacidad de una fracción de las clases dominantes dirigir políticamente este bloque en el poder, la existencia de una crisis de representación política que atraviesa los partidos tradicionales y lo surgimiento de la pequeña burguesía como fuerza social organizada en un partido político de masas (el partido fascista).

La resolución de esta crisis de hegemonía está directamente relacionada con los siguientes procesos: constitución de la alianza de la pequeña burguesía con el gran capital monopolista, que Poulantzas aborda como un «punto de no retorno» para el ascenso político del fascismo; redefinición de la hegemonía política en el seno del bloque en el poder, que, con el régimen fascista establecido, es asegurada por el gran capital monopolista en el contexto de las experiencias clásicas del fascismo; transformaciones en el dominio ideológico, que permite que el gran capital monopolista ejerza la función de fracción reinante anteriormente ocupada por la pequeña burguesía – este proceso ocurre cuando el partido fascista se integra y se subordina al aparato estatal; configuración de la pequeña burguesía como clase mantenedora del aparato estatal, lo que la hace responsable de implementar la política de Estado del nuevo régimen fascista; y cambios en las relaciones de las ramas del aparato del Estado, abriendo la posibilidad para la constitución de la policía política como rama dominante.

En términos de la teoría política del fascismo, la principal contribución del libro Fascismo y la dictadura fue caracterizar al fascismo como una forma de régimen en la forma de un Estado capitalista “de excepción”, que preferimos definir en este artículo como una forma de Estado capitalista dictatorial. Además, a partir de su análisis, es posible identificar dos rasgos fundamentales que caracterizaron la particularidad de la dictadura fascista: un rasgo institucional, es decir, la policía política como rama dominante del aparato estatal; y un rasgo social, a saber, la constitución de un régimen político que tiene una base de apoyo organizada y movilizada. Estas especificidades –institucional y social– marcan la caracterización de la dictadura fascista cuando, como hemos visto a lo largo del texto, se establece una comparación entre dicha dictadura y las dictaduras bonapartista y militar. El examen de la especificidad de la dictadura fascista, lejos de ser un mero goce intelectual, tiene profundas consecuencias para la lucha antifascista. No observarla puede resultar en errores tácticos y estratégicos de gran magnitud, que incluso han sido cometidos por el movimiento comunista internacional en el pasado. Como nos recuerda Poulantzas (1976, p. 426) en las conclusiones de su libro: “(…) si la historia tiene un sentido, es porque puede servir de lección para el presente”.

Referencias bibliográficas:

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BOITO JR., Armando. Apresentação e discussão do conceito poulantziano de fascismo. In: Angela Lazagna e Tatiana Berringer (org.). A atualidade da teoria política de Nicos Poulantzas. Samto André, Ed. UFABC, (s/d) (no prelo).

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POULANTZAS, Nicos. Fascismo e ditadura: a III Internacional face ao fascismo (vol. I). Porto, Portucalense, 1972.

POULANTZAS, Nicos. Fascisme et dictadure: La IIIe Internationale face au fascisme. Paris, François Maspero, 1970.

SAES, Décio. Democracia. São Paulo, Ed. Ática, 1987.

[i]La primera edición de esta obra fue publicada por la editorial François Maspero en 1970, véase: Poulantzas (1970). La segunda versión, publicada por las editoriales Seuil y François Maspero en 1974, sufrió algunos cambios con respecto a la original. Ya no aparecen en esta nueva edición del libro: el subtítulo “La IIIe Internationale face au fascisme”; el anexo «L’URSS et le Komintern»; los análisis concretos de los casos alemán e italiano del último capítulo del trabajo que abordó el tema del estado fascista; y los últimos párrafos de las conclusiones. Además, se realizaron varios ajustes estilísticos específicos en la redacción de la nueva publicación del libro.

[ii] Jessop (1985) insiste en la tesis de que Poulantzas no encajaba bien con la definición de «marxismo occidental» de Perry Anderson precisamente porque había vinculado teoría y estrategia política en su trabajo, a diferencia de otros análisis, como los realizados por la Escuela de Frankfurt, que habrían abandonado la reflexión sobre estrategia política.

[iii] Al hacer un balance general de los conceptos de Estado y revolución en el itinerario intelectual de Poulantzas, Codato (2008) también sostiene que, en el conjunto de sus principales obras formuladas desde 1968, es posible extraer de la caracterización del Estado capitalista un concepto de estrategia política.

[iv] Retomamos aquí las observaciones críticas realizadas por Boito Jr. (s / d) al trabajo de Poulantzas.

[v] Bensaïd (1973) afirma que Fascismo y dictadura debe entenderse como una obra en la que Poulantzas aplica los conceptos producidos en el libro Poder político y las clases sociales al análisis concreto. Esta tesis solo es creíble si consideramos los conceptos y nociones que se articulan en torno a su teoría del bloque en el poder. No se puede decir lo mismo de su caracterización del Estado capitalista como estructura jurídico-política, formada por el derecho burgués y el burocratismo, que marca efectivamente la relación de Poulantzas con las tesis expuestas por Althusser y su grupo en las obras Pour Marx y Lire Le Capital. Este tipo de tesis ligadas a la matriz oficial althusseriana y que están en la base del concepto de Estado capitalista formulado en la obra Poder político y las clases sociales, fueron abandonadas por Poulantzas en Fascismo y la dictadura, que pasó a adoptar el concepto de Estado capitalista como siendo constituido por un conjunto de aparatos (represivos e ideológicos).

[vi] Extrajimos estas conclusiones sobre las bases sociales de las dictaduras fascistas, bonapartistas y militares de una discusión teórica instigadora sobre el concepto de fascismo, realizada por el profesor Armando Boito Jr. en un seminario realizado en el Centro de Estudios Marxistas (Cemarx)/Unicamp) a principios de octubre de 2020.

[vii] Otro tema que tiene originalidad y relevancia es la relación que el autor busca establecer entre el fascismo y las diferentes clases y fracciones de clase (clases dominantes, clase obrera, pequeña burguesía y clases sociales en el campo), en particular Poulantzas realiza un análisis profundo de las causas de la adhesión o no de estas diferentes clases y fracciones de clase al fascismo. Desafortunadamente, debido a la falta de espacio, no podremos abordar este tema en el presente trabajo. Este debate fue retomado en otro momento por Poulantzas (2019) en un artículo publicado en 1975.

[viii] Nos referimos aquí a la “Nota a la edición portuguesa”.