Morir con armas es más hermoso que morir sin ellas

Samuel González Contreras[1]

Para Greta, quien se encargó de introducirme.

La casualidad resulta inverosímil. Hace unos meses se cumplieron 80 años del levantamiento en el gueto de Varsovia, justamente en las proximidades de la Pascua, lo cual resulta sumamente significativo. Este cerco infernal llegó a concentrar al 30% de la población en el 2.6% de la ciudad. Tal y como se reporta, a partir de 1942, 5 mil personas caían por enfermedades y desnutrición mensualmente. Esta revuelta soportó 29 días, “motivada por un deseo de matar a tantos fascistas como pudieran antes de que ellos mismos fueran asesinados” (Marcus Barnett). El registro de los hechos resulta ineluctable: para 1940, 500 mil judíos se hallaban encerrados tras los muros de esta prisión indómita.

A pesar del atroz seguidismo por parte de sectores judíos al fascismo, algunos de éstos, y no por nada, correspondientes a sectores altamente adinerados, los sectores izquierdistas de las comunidades judías animaron una potente resistencia, pasando por comunistas, socialistas-sionistas y socialdemócratas (Bund). Fue la juventud precisamente quien se convirtió en protagonista de esta experiencia extrema de humanismo y solidaridad. De ahí el surgimiento de un Bloque Antifascista, incluso cuando su periódico fue publicado únicamente en dos ocasiones.

Fue el comunista Pinkus Kartin el dirigente inicial de este abrevadero, y quien había sido parte de las Brigadas Internacionales al estado español. Tras su asesinato se fundó la Organización de Lucha Judía (ZOB), cuya diversidad no evita identificar en su interior una orientación internacionalista, antirracista y en abierta afinidad al movimiento obrero. Para 1942, 300 mil judíos serían asesinados o deportados. Ante el martirio individual de Adam Czerniakow, el joven Edelman expresaba furiosamente: “uno debía morir con una explosión”. La frase indica no sólo una orientación de vida, ante una época atroz, sino una afirmación que sigue resultando vigente. 

La revuelta enmienda el silencio, pero empieza en éste. Una ardua labor de zapa y secretismo derivó la mañana del 18 de enero de 1943, cuando las y los militantes del ZOB hicieron estallar la situación, al atacar y matar a varios policías fascistas. En ese periodo el traslado masivo de población para el exterminio hizo que la población del lugar se redujese hasta 80 mil personas. Durante los siguientes días, ante esa marcha infernal de traslado masivo, las y los militantes de ZOB le hicieron comprender a la policía fascista que su vida también podría encontrarse a orillas de la horca, aun y cuando ese ejercicio llevase a sus ejecutantes a una muerte inmediata.

Para abril de 1943 era claro que el gueto se aproximaba a un final cruel y apocalíptico. Durante ese mes las SS ingresaron cruentamente para ejercer el traslado de la población restante. Fue entonces, el 19 de abril de 1943, cuando más de 200 integrantes de la ZOB iniciaron la insurrección. De acuerdo con los relatos recabados, tanto la bandera roja como la bandera azul y blanca del movimiento sionista (cabe aclarar que se trataba de un sionismo que reivindicaba al nacionalismo y a la patria judía, sin exclusión ni violencia en contra otras naciones y pueblos), se alzaron sobre las edificaciones tomadas por la ZOB. Prosiguió entonces un combate de exterminio que se prolongó durante 29 días, y en donde las y los insurrectos fueron torturados, quemados y ultimados. Contexto ante el cual, algunos de las y los principales militantes de la ZOB optaron por un suicidio colectivo hacia inicios de mayo. Hacia finales de ese mes el levantamiento había sido arrasado y aquello que se conocía como la Gran Sinagoga de Varsovia fue estallada en mil pedazos.

¿Cuál es la lección, quién puede reclamar la herencia? He aquí una cuestión concomitante, pues incluso Bush y Obama se encargaron de orquestar grotescos festejos con razón del aniversario del levantamiento. Al mismo tiempo, existen múltiples y contradictorias lecturas de ese proceso desde el judaísmo. Comprendido como un acto de reivindicación, heroísmo y dignificación, incluso corrientes sionistas de ultra derecha pretenden apoderarse.     

En 2002 Marek Edelman, antiguo subcomandante de la Organización Militar Judía, y líder del levantamiento, evitó su asistencia a los eventos oficiales y, en su lugar, marchó a un evento mucho menos ostentoso y artificioso, al tiempo de enviar una potente carta a la resistencia palestina en donde, además de brindar su reconocimiento y legitimidad, también increpaba las tácticas consistentes en atentados a civiles. Dicha actitud ostenta un potente universalismo internacionalista imposible de ser apropiado de manera nacionalista o desde el sionismo ultraderechista, reclamando así su vigencia para la historia de las clases, naciones y grupos subalternos. Aduciendo entonces que el heroísmo del Levantamiento de Varsovia es un legado incrustado en el cielo de nuestras luchas, susceptible de ser retomado en momentos de catástrofe. Pues, en medio del tormento, tal y como dicta la sentencia de un militante del Levantamiento de Varsovia: “morir con armas es más hermoso que morir sin ellas”.

[1] Escritor, tallerista y promotor cultural.