Morena, ni partido ni movimiento: crisis develada

CE, Intervención y Coyuntura

La formación del Movimiento de Regeneración Nacional supuso un proceso de acuerdos que partían, al mismo tiempo, de la ruptura y de la continuidad de su antecesor. Desfondado el Partido de la Revolución Democrática (PRD), Morena de a poco fue creciendo; primero con los leales al liderazgo que lo formuló, con una serie de intelectuales que apuntalaron un avanzado programa y, posteriormente, una vez ganadas las primeras elecciones, con quienes abandonaban el cada vez más minúsculo barco perredista.

Morena es difícil de definir, como lo son todos los partidos el día de hoy. Frente a las certezas de las obras clásicas de estudio de la organización partidaria y frente a la incertidumbre de sus fronteras, hoy los partidos y en especial Morena, es muchas cosas. Morena es una burocracia que vive de gestionar ante el INE su registro legal; pero también son los operadores territoriales, personal pagado (los llamados COT´S) que mantiene vivos a los comités distritales; pero también es, en este caso, una estructura paralela formada al amparo del Instituto de Formación Política, que a su vez tiene múltiples ramificaciones.

La crisis develada en estos días, ante algunas abolladuras de una maquinaria que parecía en ascenso cuyo climax fue el cruzazulazo –la incapacidad de llenar un estadio de 40 mil personas– nos orilla a realizar nuevamente la pregunta: ¿qué es Morena? Y qué es lo que le está pasando. Es obvio que los liderazgos –en este caso el de Sheinbaum– no pueden depender, como quedó demostrado, solo del conjunto organizacional partidario, al que no controla al ser este, a su vez, dependiente de otros acuerdos y arreglos.

Desde nuestro punto de vista se avecina una crisis de la idea que dio nacimiento a Morena, lo que no significa una crisis terminal ni una derrota electoral (que podrían darse aisladamente). Es una crisis en un sentido más amplio y profundo y que, de hecho, lo orilla a ser un equivalente contemporáneo del PRD de la primera década del siglo XXI.

Morena no es movimiento hoy, porque sus cuadros dependen de un sueldo pagado, sus estructuras territoriales de organizadores profesionales o bien, de los sueldos de asesoría que se pagan a partir de la incidencia parlamentaria. La entrada al gobierno –o a los gobiernos– anula la figura del movimiento. La espontaneidad, la movilización y otras características de la acción colectiva se encuentran subsumidas a lógicas lejanas a la idea del movimiento.

Sin embargo, aunque esto no es necesariamente negativo, se combina con otro elemento. Morena tampoco es un partido en el sentido estrecho que la ciencia política asigna: existe una burocracia, costosa, sí; pero que es incapaz de mover al cuerpo partidario. El cruzazulazo es una muestra candente y patética de ello. No es sólo eso. Las elecciones locales han mostrado que la burocracia morenista no está actuando como tal, es decir, como un ente racionalizador que garantice el cumplimiento de normas, reglas y disposiciones, sino una dispuesta hacer caso omiso de ellas con tal de mantener la “unidad” de los acuerdos entre dichas cúpulas.

Un claro ejemplo es la convocatoria para Coordinar los comités de defensa de la 4T. En ella se expone claramente que no debe haber bardas pintadas, ni gastos onerosos. Pues bien, las aproximadamente 21 toneladas de propaganda que han producido dos de las candidaturas pasan por alto. Simple y sencillamente en Morena cada quien hace lo que quiere en términos de la “operación territorial”, de producción de propaganda, de articulación de alianzas (¡Brugada con Salinas Pliego quien llama “gobiernícolas” a los militantes de la 4T!). Tierra sin ley, se trata de una burocracia que no cumple su papel esencial de resguardar la reglamentación y la disposición, tanto estatutaria como contingente.

No hay que ser alarmistas, ciertamente, no es la primera ocasión que vemos esto. Es el modo de operar de las “tribus” como se les llamaba a las corrientes al interior del PRD. Es decir, la combinación de una burocracia aparente, que es incapaz de controlar las extremidades –las corrientes, los grupos–, pero que sobrevive ella misma en condiciones de acceso a recursos.

Burocracia aparente y movimiento inexistente: la crisis de Morena no es por falta de votos o ausencia de simpatía, sino porque, a la vieja usanza, la historia parece repetirse. Una conocida frase que habla de farsas y tragedias, pero parece que no como dos momentos distantes, sino unidos. La crisis es farsa porque lo que se sacrifica es una burocracia que en realidad se siente cómoda así y tragedia porque va de por medio el proyecto nacional-popular.