Literatura y política: contra el Milan Kundera panista

César Martínez Valenzuela (@Cesar19_87)*

La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido

El Libro de la Risa y el Olvido

Los recuerdos y tributos al finado novelista checo Milan Kundera por parte del sector derechista y conservador del espectro político en México y el mundo exhiben claramente una obra barnizada con una estética y una ideología específica: el anticomunismo, el estigma contra la cultura de Rusia y la obsesión de cierta clase media por una idea de libertad manifestada como apego al statu quo. Sin embargo, eso es solo un barniz y debajo yace una preocupación genuina del autor por el drama contemporáneo de la libertad.

¿Cuál es el mecanismo a través del cual la gente que simpatiza consciente o inconscientemente con partidos reaccionarios es llamada a leer novelas como La Broma, La Insoportable Levedad del Ser y La Ignorancia? El estilo dramático de Kundera coloca a personajes construidos hábilmente como profesionistas, médicos, estudiantes universitarios o artistas ante la ansiedad de perder su posición social y verse convertidos en limpiadores de cristales, camareras, mucamas u obreros en minas como resultado de toparse ante un sistema autoritario apuntalado militarmente desde los sótanos del poder en Moscú.

Así, la derecha europea, la latinoamericana y la mexicana ven en Kundera al gran narrador del exilio en el siglo pasado. Evidentemente esta manipulación de la narrativa del exilio, ya entrado el siglo actual, ha degradado en obsceno cliché: si a inicios del nuevo milenio eran opositores venezolanos quienes aprovecharon esto para politizar su propio estilo de vida, en últimos años se ha llegado al colmo cuando políticos panistas ahora presumen sendos exilios en zonas residenciales a las afueras de Atlanta o de Madrid. Si Kundera se fue a París ¿por qué yo no?

Estas interpretaciones muy superficiales de la obra literaria de Kundera como la voz libre del exilio checoslovaco desgraciadamente fabrican la imagen de un escritor a quien las mamás y los papás de derechas leyeron en la prepa (cuando el bloque soviético colapsó) pero irrelevante para las nuevas generaciones. Esto no es así: Carlos Fuentes enfatizaba que Kundera tenía una habilidad prodigiosa para incluir distintas voces narrativas; entre las cuales incluía la propia con el objeto de realizar comentarios vigentes sobre emociones universales como la nostalgia, el tedio y la angustia.

Quizá los dos comentarios geniales de Kundera están al inicio y mitad de La Insoportable Levedad del Ser: el primero citando a Nietzsche sobre el concepto del “eterno retorno” para denunciar el miedo a la libertad entendiendo libertad como la pesada carga que intimida a las personas; y el segundo sobre el “kitsch” como las distintas maneras de racionalizar y barnizar ese miedo. En esta novela, Kundera llega a admitir su dilema fatal como narrador: vivificar a sus propios personajes dándoles el peso que solo la experiencia de la tragedia puede dar, o abrirles la ruta de escape más fácil del melodrama sexual y del hombre de paja del comunismo.

Kundera angustia porque él mismo está angustiado, aburre porque él mismo está aburrido y desespera porque él mismo está desesperado.

Borges, quien nunca escribió una novela, sostenía que las mejores que él leyó consistían en usar la narración para operar deliberadamente cambios sobre sus protagonistas, al estilo del Ulises de Homero, quien fue uno al salir de Ítaca, y otro al volver a ella. Ya en La Ignorancia, en la recta final de su carrera literaria, Kundera realizó un último comentario genial sosteniéndose sobre Ulises: sugiere que la narrativa del exilio quizás terminó en cliché, que sus propios personajes son estáticos, y que la transformación de las personas en objetos ocurre independientemente de regímenes políticos o económicos.

Sus filias y fobias definitivamente le atrajeron audiencias identificadas ideológicamente con él, pero es el drama más profundo del escape de la libertad el que pone sobre su obra el peso abrumador de las preguntas, hondamente humanas, que por cálculo, comodidad o cobardía siguen sin ser preguntadas.

*Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en Literatura estadounidense por la Universidad de Exeter.