El obradorismo de la oposición

CE, Intervención y Coyuntura

El proceso de elección de candidatos, tanto para la continuación de la Cuarta Transformación como de la oposición, ha traído diversos fenómenos a los que hay que poner atención. Uno de especial singularidad ha sido el cómo la oposición ha comenzado a emplear un lenguaje político similar al del obradorismo; no es que la oposición defienda los programas como las becas y apoyos sociales a diversos sectores la población, o empoderar a los subalternos, o defienda el desarrollo de infraestructura social que permita una soberanía en las diversas direcciones que este gobierno lo ha hecho, o pretende introducir una defensa de las minorías raciales y sexuales excluidas históricamente por el Estado-nación, sino que mienten de manera abierta y cínica para tratar de instalar la idea de que los gobiernos previos fueron quienes apostaron por estas políticas públicas.

Más allá de las mentiras y el intento de apropiación por parte de la oposición, lo cierto es que el “obradorismo” se ha convertido en una especie de koine política, un lenguaje político común que funciona como un vórtice ideológico con diversos significantes que al ser interiorizados por la sociedad devuelven nuevos significados. Muestra de ello es que cada una de las fuerzas que pretende disputar la presidencia de la república ha tenido que definirse en torno a éste, ya sea, en el caso de la oposición, para desmentirlo y presentarse como “verdadero demócrata” (Creel) o mostrarse como alguien perteneciente a las minorías subalternas (Gálvez), o para, como los candidatos de la 4T, mostrarse como los herederos idóneos de la transformación de la que han sido parte. Sin embargo, la cuestión es que esa koiné ha llegado a la oposición y han comenzado a emplearla para revestirse con un atuendo impropio de ellos: el de la justicia social.

Ello no es nada nuevo bajo el sol. Ya durante la década de los treinta del siglo XX, en esa transición entre los gobiernos del Maximato y del gobierno de Lázaro Cárdenas, diversos actores se batieron ideológicamente con el fin de ganar posiciones en el marco de otra koiné que en ese contexto también funcionó como vórtice que atrapaba al resto de las tendencias debido al apoyo estatal con el que contaba: el nacionalismo. En ese marco, diversas fuerzas conservadoras y de izquierda, con distintos objetivos y con diferencias entre ellos, se movieron en el marco del nacionalismo para ganar posiciones con la finalidad de atacarse y, de ser posible, neutralizar a su adversario.[1]

Sin embargo, la llegada del gobierno de Cárdenas y del antifascismo hicieron que ese nacionalismo tomara rasgos más radicales, y con ello estas ideas se volvieron un nuevo centro ideológico a tal punto que muchos intelectuales y burócratas del conservadurismo más conciliador se acercaron al gobierno e incluso a proyectos cercanos al comunismo, como la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios.[2] Sin embargo, otro segmento del conservadurismo se reunió para realizar una política independiente a esos espacios con la finalidad de ocupar la plaza pública, como da cuenta el nacimiento de Partido Acción Nacional y el movimiento sinarquista.

El movimiento conservador vio la posibilidad de hacer política por dentro, fuera y entre los intersticios del cardenismo, para luchar por un proyecto distinto al que el cardenismo construía, logrando ser parte de las muchas razones por las que la continuidad del cardenismo recayó en un su candidato más moderado (Manuel Ávila Camacho) y no en el más radical (Francisco J. Múgica). Las consecuencias de ello fue un paulatino debilitamiento de la posición del cardenismo, dentro del nacionalismo, y con ello del proyecto de justicia social que enarbolaba hasta el punto de que, para la década de los cincuenta, los gobiernos dejaron de dialogar con los movimientos sociales, para tratar de aplastarlos por medio de la represión y maniatarlos por medio de lo que conocemos como el “charrismo” y otras de formas de burocratización.

Es decir, el “robo” de reivindicaciones y el camuflaje de la oposición funciona en más de un sentido, pues no sólo trata de influir en el electorado para confundirlo, sino también a largo plazo con la finalidad de minar el proyecto para desviarlo, para construir una prospección que deje de mirar hacia el futuro de la transformación, y situar ese lugar “ideal” en el pasado neoliberal de extractivismo del Estado.

La lucha ideológica en contra de estos intentos de la oposición por emplear distintas banderas de las izquierdas es importante, una tarea continua que por desgracia no cesará, pues es una de sus principales herramientas. Sin embargo, lo central está en no perder el rumbo, lo que significa seguir siendo un movimiento popular que logre transformar las condiciones de vida de los subalternos, fortalecer al Estado con la finalidad de ganar soberanía en todos los ámbitos y profundizar en el pueblo el ideario que el obradorismo ha creado.

Algo queda claro con este esfuerzo de la derecha por posicionarse discursivamente en la órbita de la Cuarta Transformación: el sentido común está ganado por la izquierda en este país, no sólo el debate político está puesto desde las mañaneras, sino que el discurso obradorista se ha interiorizado en el grueso de la sociedad. Por ello, esfuerzos como el de Gálvez parecen ridículos y caricaturescos, porque a menos que se proponga una radicalización de la política en dirección a esas clases populares, difícilmente disputará de manera contundente la presidencia, recordemos el ridículo que hizo “el Bronco” en las pasadas elecciones. Aquí podemos ver de nuevo el desprecio de las elites de pensar que una política hacia el pueblo es sólo parodiar y ridiculizar las expresiones que genuinamente surgen del comportamiento cotidiano de las masas. 

En se sentido, es nodal el esfuerzo por pensar de nueva cuenta el proyecto de nación para el siguiente periodo, pues las condiciones son muy distintas y los retos también lo serán. Es allí donde se juega que el proyecto no dé un paso atrás y que se vislumbren los nuevos senderos por los que caminaremos. La próxima elección presidencial no sólo abre la oportunidad para mantener una línea bien definida de la política mexicana sino de su radicalización en apostar por la soberanía, la redignificación y la políticidad de un pueblo que apenas en este sexenio fue el centro de las políticas públicas ¿Estarán en esta línea la y los precandidatos de Morena?

[1] Como sucedió en 1932 con la polémica en torno a la revista Examen, que culminó con la neutralización de los restos del grupo Contemporáneos y la inclusión de algunos de ellos en la revista Crisol. Javier Sainz Paz. “El movimiento conservador de la década de los treinta”. Intervención y Coyuntura. México, 6 de septiembre de 2021. https://intervencionycoyuntura.org/el-movimiento-conservador-de-la-decada-de-los-treinta/

[2] John Lear. Imaginar el proletariado. Artistas y trabajadores en el México revolucionario, 1908-1940. México, Grano de Sal-INBA-SME, 2019. pp. 203-228.