La noche de los paraguas
(una sucesión presidencial inédita)

Eduardo Sabugal

Quizá los futuros libros de historia consignarán en sus páginas la noche del lunes 5 de junio del 2023, en la que Andrés Manuel López Obrador cenó con la y los presidenciables y algunos gobernadores de MORENA en el restaurante El Mayor, ubicado en la parte de arriba del edificio que alberga la librería Porrúa en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Quizá no suceda así, el futuro es ignoto, pero por lo pronto, desde estas líneas planteamos que así será. En una suerte de postulación a priori, esa noche, la noche de los paraguas, hablará del inicio de una nueva forma, radical e inédita, de darse una sucesión presidencial en México. Una sucesión que si logra cumplir cabalmente lo que se fraguó y acordó esa noche lluviosa entre todos y todas, y si cumple con lo que seis días después se acordó en la sesión del Consejo Nacional de Morena, será entonces la concreción histórica de un tránsito del estado de barbarie democrático en el que nos hallábamos, para usar la expresión de José Revueltas, al de la democracia civilizada. El Estado mexicano para Revueltas, después de la Revolución, había sido, al menos hasta 1958, “un Estado de la burguesía que encuentra su sostén más vigoroso en las grandes masas domesticadas de la clase obrera, los campesinos y las clases medias” (Revueltas 23). Es decir que el tapadismo como un tabú inviolable de la clase política en el poder, había servido justamente para la domesticación de una clase social sobre otra. El liderazgo de López Obrador se ha construido justamente por caminar en sentido inverso a esa lógica. Por eso no es exagerado pensar que esa reunión con el Presidente de la República en el edificio de Porrúa, es el grado cero de la democracia civilizada. Asistieron personajes protagónicos dentro de la coyuntura política actual rumbo al relevo que ocurrirá en julio del 2024 en la Presidencia, entre los que se encontraban sólo por citar a algunos, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum, el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, el de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, los senadores Ricardo Monreal y Manuel Velasco, el diputado Gerardo Fernández Noroña, y el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado. La democracia civilizada deberá poner fin al dedazo; al tapadismo; al encono producto de las trampas y las difamaciones entre los aspirantes, en una guerra sucia; el uso del poder público para realizar elecciones de Estado; el uso de recursos económicos de cúpulas empresariales y/o de dudosa procedencia, para inflar a uno u otro precandidato; el desprecio deliberado de la voluntad popular; el gasto inútil y oneroso en precampañas y campañas; la no atención a las bases y las militancias de los partidos; la ignorancia de los principios y de la ideología en pro de intereses de grupo, inmediatos y pragmáticos; la ambición desmedida que no piensa en un rumbo nacional a largo plazo sino en estrategias a corto plazo en beneficio de una mafia.       

El riesgo que corría la 4T era el de usar un procedimiento erróneo para mantener la continuidad del proyecto transformador, que ha calado profundamente no sólo en el ámbito político, sino también en el económico, el social y el cultural. El riesgo consistía en que para que se diera la continuidad, se procediera de forma dictatorial como lo hizo Porfirio Díaz en la sucesión donde contendían Limantour y Reyes. El dedazo, el tapado, el uso de toda la fuerza del Estado para perpetuarse en el poder sin el menor asomo de congruencia democrática o de legitimidad real, eran tentaciones que sabiamente supo eludir López Obrador y el obradorismo. Aquella noche de los paraguas sucedió algo muy importante, y la salida del Palacio casi de forma incógnita del Presidente a esas horas y bajo la lluvia, se antojaba como una escena literaria o cinematográfica de una historia de trama política. Afortunadamente ya no la escena de una novela de Martín Luis Guzmán, sino la escena de una novela realmente atenta a la coyuntura histórica que vivimos. Lejos de replicar lo que se denunciaba en La Sombra del Caudillo, el liderazgo de López Obrador ha sabido tener largas miras y ha planificado una continuidad no de un hombre o de una clase política, no de un grupo o de un partido, sino de una verdadera y auténtica transformación, quizá la única pacífica y tangible, que se ha experimentado en los últimos siglos en nuestro país. El personaje de Guzmán llamado Ignacio Aguirre, en determinado momento de la novela explica que no quiere adueñarse a toda costa de la Presidencia y dice: “Nos consta a nosotros que en México el sufragio no existe: existe la disputa violenta de los grupos que ambicionan el poder, apoyados a veces por la simpatía pública. Esa es la verdadera Constitución Mexicana; lo demás, pura farsa” (Guzmán 906), esa era la descripción crítica que hacía Guzmán del régimen cuando escribió la novela en 1929, sin embargo a la postre resultó profética de la historia de la sucesión presidencial en México que se vivió durante décadas, desde el PNR hasta el PRI, pasando por el PRM. La historia o las historias de las sucesiones presidenciales en México, es una historia dolorosa, de terror y de aniquilamiento de las libertades, y que incluso costó vidas. Vivir a la sombra de un caudillo no es vivir en democracia real. Por eso en El Señor Presidente, la genial novela de Miguel Ángel Asturias, publicada en 1946, uno de los personajes, Canales, un militar ejemplar, que se duele de las injusticias por vivir bajo la sombra de una casta de ladrones, explotadores y vendepatrias, expresa: “Le dolía su país como si se le hubiera podrido la sangre. Le dolía afuera y en la médula, en la raíz del pelo, bajo las uñas, entre los dientes” (Asturias 219). Y más adelante Camila, desesperada, manifiesta querer vivir de verdad y no “estarse repitiendo a toda hora: ‘pienso con la cabeza del Señor Presidente, luego existo, pienso con la cabeza del Señor Presidente, luego existo…’” (Asturias 307). Esa es la consecuencia de la cultura del tapadismo y la imposición, la aniquilación de la conciencia libre en favor del pensamiento único.

Con bastante simplismo y superficialidad, recientemente en nuestro país se ha extendido la expresión de las “corcholatas”, como si consciente o inconscientemente se quisiera retornar al método del tapado, esa maniobra mediante la cual el presidencialismo absoluto designaba a un sucesor como si se tratase de una unción o una bendición individual emanada del Señor Presidente. Un dictador toma un destapador y dobla, entre unas opciones limitadas, a una corcholata, que será lanzada violentamente a las alturas. La idea y la imagen les gusta sobre todo a los comentaristas reaccionarios, que parecen añorar las viejas sucesiones presidenciales. No es un asunto menor, pues habla de la urgencia de una democracia cognoscitiva, que permita pensar y conocer la realidad de forma distinta, previamente, antes de querer o intentar incidir en ella. La nostalgia por los viejos tiempos o la abierta mala intención se ve por ejemplo en uno de los últimos números de la revista Proceso, que en la portada de su número 2432, habla de “Los tiempos del Señor Presidente” y del “Tapadismo”, colocando de perfil los rostros de Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum, y Marcelo Ebrard. Como la narrativa de que AMLO quería reelegirse ya es francamente irrisoria, ahora han querido promover la idea de que el siguiente o la siguiente que ocupe un puesto en la Presidencia de la República, será la imposición de un solo hombre. Creer o desear que esa vieja lógica sigue siendo la imperante, es un error no sólo analítico sino hasta ideológico. Si medios así añoran esa simulación o esa farsa de democracia, allá ellos, lo cierto es que las y los mexicanos necesitamos experimentar con urgencia una democracia cognoscitiva, que piense y ayude a entender la sucesión de forma distinta, no de forma bárbara.

El gesto de un muchacho que se subió al estrado para extender una lona de apoyo a Adán Augusto durante un evento presidencial celebrado el sábado 10 de junio, en donde AMLO revisaba los Programas para el Bienestar en Veracruz, un día antes de la reunión del Consejo Nacional de MORENA, permitió que AMLO reiterara que es el pueblo y sólo el pueblo quien decidirá quién será el siguiente coordinador o coordinadora de la defensa de la 4T rumbo al 2024. Aquella cena en El Mayor, hizo que algunos periodistas y reporteros acudieran de improviso a ese lugar, y trascendieron unas fotografías en donde se podía ver a AMLO sujetando su propio paraguas, no sin haberse mojado el cabello y la cazadora verde olivo que portaba. Quizá otros y otras, aquella noche, necesitaron que alguien les cargara el paraguas, no está tan mal como parece, siguen aprendiendo, pero la metáfora involuntaria es poderosa, un líder no espera que lo sirvan ni se sirve de los otros, un líder no subyuga sino que convence porque él mismo empuña un destino. La o el próximo candidato que le pueda dar continuidad e incluso profundización a la 4T, deberá pasar por la praxis, por el hacer con el ejemplo, para poder convocar, convencer y mantener no sólo la esperanza sino la unidad y la capacidad de acción colectiva, esto es, popular. AMLO podría interferir, sin duda, en el proceso de relevo, pero renunció a ello, aconsejando que los precandidatos formaran un equipo sin denostaciones y erosiones innecesarias, dándole voz de mando a la militancia a través de las encuestas, y eso fue marcar un camino luminoso para la 4T, un camino democrático inédito alejado de los famosos madruguetes y otras maniobras sucias de las sucesiones anteriores. No sólo se puede conjugar el verbo madrugar en la política mexicana, quien así piense, vive en otro espacio y otro tiempo, y es, sin quererlo quizá, aliado del fatalismo. 

En un futuro no muy lejano, será recordada esa esquina, que forman las calles de República de Argentina y Donceles, como el lugar en donde se inauguró en una noche de lluvia, una manera de entender la democracia y el ejercicio del poder público completamente nueva. La defensa de una transformación histórica, de un proyecto de nación, sin tener que renunciar a la libertad. Si se quieren referentes literarios para lo que vendrá en los próximos meses, no están en Guzmán ni en Asturias, están en todo caso en esa novela o novelas que aún no se escriben, ya no La Sombra del Caudillo o El Señor Presidente, sino algo que aún está por escribirse, quizá La luz de un líder o El nacimiento de la democracia civilizada, en cuyas páginas iniciales se tendrá que hablar de La noche de los paraguas. 

Referencias

Asturias, Miguel Ángel. El Señor Presidente. Madrid: Alianza, 2011. Impreso.

Guzmán, Martín Luis. «La Sombra del Caudillo.» Guzmán, Martín Luis. Obras Completas de Martín Luis Guzmán. Tomo I. Ciudad de México: Compañía General de Ediciones, S.A., 1961. 731-947. Impreso.

Revueltas, José. «México: Una democracia bárbara.» Revueltas, José. Obra Política. Tomo 2. Ciudad de México: ERA, 2020. 11-172. Impreso.