La fertilidad contradictoria y la reforma a la ley minera

Jonatan Romero

Marx y la fertilidad del suelo

Karl Marx escribió en su obra magna que la naturaleza tiene tanto valor de uso como valor de cambio, es decir: 1) los humanos transforman su entorno para satisfacer sus necesidades y 2) en la economía capitalista, el suelo y subsuelo posee un precio. La fertilidad pasa de una forma específicamente social a otra totalmente burguesa. El rendimiento económico rige no solo la llamada vocación productiva de las hectáreas de tierras, sino también intensifican la explotación de sus propios frutos. En otras palabras, las necesidades sociales pasan a segundo plano y la ganancia extraordinaria se vuelve en el eje de la modernización de cualquier lugar o región.

Entonces, la vocación del suelo no depende de las necesidades humanas, sino, todo lo contrario, busca incrementar la valorización burguesa, es decir, la ganancia. La ganancia es el motor de la civilización capitalista, pues ella determina el nivel y lugar de la movilidad de “la terre-capital”. La movilidad de las inversiones no depende de motivos empáticos o humanistas, ya que intentan adentrarse en zonas cuya rentabilidad sea bastante jugosa. El movimiento molecular del capital, como lo bautizó Harvey, busca mejores rendimientos en espacios atractivos para incrementar el nivel de usura de las elites modernas.

Una mirada panorámica al problema trae una conclusión bastante particular, ya que los productos del suelo y subsuelo del planeta no están al servicio del pleno disfrute de la humanidad y, en todo caso, van en contra del desarrollo completo de la vida en particular como también de la general. Si la ganancia exige producir valores de uso cuya utilidad sea la muerte, entonces la naturaleza será pervertida y su vocación biofílica será modificada a una necrofílica. Es decir, la economía burguesa es capaz de sacrificar la producción de medios de subsistencia básicos para incentivar sectores económicos que depreden la naturaleza y dejen en jaque la reproducción de la vida.

Hasta este momento, el análisis reconoce la relevancia de leer en clave de fertilidad burguesa el dominio del capital sobre la naturaleza. La segunda conclusión apunta hacia una alerta civilizatoria, ya que o la humanidad trasciende hacia una forma de producción comunista o la aniquilación de la vida en el planeta será inevitable. En otras palabras, la emancipación de la humanidad depende generalmente de que la clase trabajadora transforme la fertilidad capitalista hacia una forma específicamente comunista. El lector debe recordar que los cambios nunca pueden ser inmediatos y necesitan una transición. De esta manera, la investigación presente retoma la visión de Lefebvre y este estudio llama a esa transición como: fertilidad contradictoria. A continuación, este escrito abordará el tema de la ley minera para explicar de manera tajante lo antes expuesto.

La encrucijada capitalista y la ley minera

La reforma a la ley minera que impulsó la llamada cuarta transformación está inscrita dentro de lo que denominamos la fertilidad burguesa, ya que, por un lado, nace de las contradicciones específicamente capitalistas y, por el otro, buscan detener o regular el despojo del modelo neoliberal en el sector que extrae tanto oro como plata. La ley minera está en una encrucijada, puesto que fue secuestrada por una legislación aberrante y, al mismo tiempo, esta exige liberarse de las cadenas que le impusieron los gobiernos del PRIAN (Partido Revolucionario Institucional y Partido Acción Nacional).

En primer lugar, el neoliberalismo impulsó un proceso de despojo masivo en México en donde la minería jugó un papel muy importante en este proceso histórico. Por un lado, las grandes corporaciones se benefician de manera general de la extracción de este mineral, por ejemplo, el Fundar dijo que, entre 2000 y 2018, México extrajo más oro que en los tres siglos de la colonia, y, por otro lado, solo unas cuantas sociedades anónimas tienen el control de estos recursos en donde las canadienses son las ganadoras. El saqueo sistemático en México ha sido profundizando en el modelo neoliberal y en especial en los últimos tres sexenios: Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Si el análisis quiere hacer una historiografía de este proceso, entonces debe fijar una fecha preliminar que está en 1992. El gobierno de Salinas de Gortari hizo ciertas modificaciones a la legislación en este periodo que integran el cambio en el marco constitucional del artículo 27 y que modificaron la ley minera y la ley de agua. Aquí, el horizonte crítico debe apuntar a dos conclusiones básicas sobre este proceso: 1) el neoliberalismo avanzó en darle un valor económico al suelo y subsuelo del país y en especial al oro, plata y agua, y 2) a la inversión extranjera se le garantizó la entrada en los nichos de mercado de la minería y los recursos hídricos. México perdió cualquier control de sus recursos naturales y, lo peor de esto es que entregó su soberanía al capital financiero.

En ese sentido, la reforma a la ley minera de Obrador es una respuesta clara de un gobierno de izquierda al saqueo sistemático de las corporaciones extractivistas de metales preciosos y que coloca en el centro las necesidades del pueblo mexicano. Así, la iniciativa es una fase de la lucha de clases en México en donde el carácter depredador del neoliberalismo exige transitar hacia una nueva forma: o más agresiva o más humana. Por eso, este análisis enfoca su atención en la cuestión de la fertilidad contradictoria, ya que, en primer lugar, la fertilidad burguesa exige más inversión extranjera para saciar su apetito por la usura, y, en segundo lugar, la sociedad necesita de un proyecto alternativo que intente transformar esa fertilidad hacia una más humanista: comunista.

La fertilidad contradictoria viene siendo ese espacio de lucha entre dos proyectos civilizatorios: el esclavizante y el emancipador. De aquí, en primer término, la propuesta apunta en reducir la duración de las concesiones de 50 a 15 años e impedir la explotación rapaz de este mineral. La cuarta transformación es consciente de que es necesario ponerle un alto a las constantes agresiones contra el planeta y la clase trabajadora y para ello se buscan mejores condiciones de inversión para el pueblo mexicano. La reducción de contratos puede beneficiar en dos sentidos al pueblo mexicano: 1) los convenios se revisan en un periodo de tiempo más corto y 2) los beneficios de la inversión pueden retornar mucho más rápido a la comunidad mediante el control de la renta del suelo por parte del gobierno mexicano.

Otra disputa es la defensa de la naturaleza y la iniciativa clarifica está cuestión. Las inversiones extranjeras quedarán limitadas en las zonas donde no exista disponibilidad de agua y en áreas protegidas y zonas de minerales controladas por Estado. Así, la reforma intenta de alguna manera regular el daño que hacen las mineras grandes en el territorio nacional y el marco legal coloca una serie de candados para proteger los ecosistemas mexicanos. De ahí que la propuesta se enmarque en la fertilidad contradictoria, porque nace de la lucha de clases en el capitalismo, pero intenta superar esas contradicciones de forma transitoria.

Finalmente, la iniciativa intenta responder a una serie de conflictos socioterritoriales en el país, ya que propone lo siguiente: 1) las empresas deben firmar convenios con las comunidades o los pueblos para obtener el permiso del uso del terreno, 2) las inversiones deben respetar una consulta popular para ver la aceptación de su arribo y las condiciones de este y 3) los derechos humanos quedan garantizados y no pueden comprometerse bajo ningún argumento. La reforma es la expresión clásica de la fertilidad contradictoria, debido a que sintetiza la lucha permanente entre la burguesía y la clase trabajadora. Mientras el capital financiero busca romper con el valor de uso e incrementar sus ganancias, y, en el otro polo, los dominados modernos exigen y construyen un marco regulatorio que pueda ofrecer condiciones soberanas de producción en el sector minero.

El control de los frutos de subsuelo mexicano no es el objetivo único de la iniciativa, ya que también contempla el sector económico en general y las condiciones tanto de la clase trabajadora como de la naturaleza. La propuesta va en el sentido contrario de lo que el neoliberalismo impuso en los últimos 50 años en donde el capital financiero engrandeció su fortuna y los más vulnerables no tuvieron beneficio (ni social ni económico) alguno. La reforma a la ley minera es el comienzo de una serie de fases de la lucha de clases, pero su fortaleza radica generalmente en que inicia el camino de la soberanía en donde coloca en centro la defensa de la vida tanto humana como del planeta.

La fertilidad contradictoria

La civilización burguesa ha instalado una premisa epistémica bastante peculiar, ya que niega el progreso en formas de organización fuera del capitalismo y asume a la relación de producción vigente como la definitiva. Según ellos no existe posibilidad de cambio y cualquier intento de transformar esta sociedad terminará en un modelo apocalíptico. Entonces, su conclusión política es muy fácil, la humanidad debe abrazar la economía capitalista y dejar que la fertilidad burguesa se desarrolle en el destino: los ideólogos mercantiles recomiendan esperar que las cosas mejoren con las reglas que marca la valorización del valor. La promesa sería que la barbarie está en proceso hay quejarla prosperar y florecer y esperar que cambien las cosas para bien.

La civilización burguesa se rompe desde adentro cuando al no poder eliminar las formas de civilización precapitalistas, estas despiertan su conciencia y exigen su valorización cultural en la historia. Ellas dirán palabras más palabras menos, que existieron antes de la llamada acumulación originaria y que sus aportes son muchos a la humanidad. Otra forma al margen de la sociedad capitalista es posible y se cuestiona a la propiedad privada de los medios de producción bajo una lógica social. El progreso no sólo depende de la forma actual, sino también la propiedad colectiva o social dio grandes avances a la cultura y ciencia. Su presencia incomoda a la sociedad burguesa, porque le recuerda permanentemente que la civilización capitalista solo es transitoria y, en algún momento, finalizará de la faz de este universo.

La civilización burguesa encuentra otro límite desde sus propias contradicciones, ya que, por un lado, la pequeña propiedad queda aniquilada y se transforma en propiedad monopólica, y por el otro, el valor de la mercancía tiende a cero. Es decir, la propiedad privada deja de existir en el mismo seno del capitalismo y la gratuidad puede conquistarse en esta vida. A diferencia de la lucha premoderna, los revolucionarios modernos sientan las bases de una nueva forma de sociedad, pero también de una forma nueva de fertilidad: donde el valor de las mercancías sea igual a cero. El objetivo es sintetizar los avances de la fertilidad preburguesa con la fertilidad burguesa y, así, la humanidad conseguirá la forma comunista.

La fertilidad contradictoria aparece en este contexto, en donde la tensión política se ve trastocada en la concepción de la naturaleza: mientras una la ve como una fuente de ganancia, la otra la ve como proveedora de vida. La lucha política también se vuelve en económica y por supuesto impacta en la capacidad de producir valores de uso de la naturaleza. La lucha por un mundo mejor no sólo compete en producir un hombre nuevo, sino también concebir una naturaleza diferente a la que hoy percibimos. Por eso, el socialismo científico debe saludar y apoyar la reforma a la ley minera, porque se inscribe en esta lucha total en donde el objetivo es producir condiciones materiales y subjetivas para conquistar un mundo más humanista: comunista.