La farsa de la neutralidad del periodismo en Colombia

Esteban Morales Estrada

Magíster en Historia

“Se miente sólo para dar a entender al otro que a uno nada le importa de él, que no necesita de él”

Theodor Adorno, Minima Moralia.

Los que apoyamos al gobierno Petro sabíamos que no la iba a tener fácil, más en un país con una clara preponderancia de la política de derecha, acostumbrado a que gobiernen los mismos, así lo hagan mal. En la coyuntura actual, puede hablarse de tres grandes bloques políticos: sectores de izquierda, que apoyan decididamente el proyecto de Petro; sectores indecisos y fluctuantes, que se van moviendo según vaya la marea, buscando mantener sus intereses en medio de las tormentas políticas que atravesamos; y una derecha recalcitrante y cavernaria, que con base en mentiras y tergiversaciones pretende construir un relato con dos elementos claros: en primer lugar repetir que el país está sumido en el caos y el desgobierno; y en segundo lugar, frenar las reformas sociales, propagando las ideas de que si se aprueban seremos un país comunista; o que triunfará el odio “entre empresarios y obreros”, si se dan garantías a los segundos, y se limitan las ganancias de los primeros.

En dicho marco de permanente confrontación se ha presentado últimamente un debate en torno a la supuesta neutralidad de la prensa, que en su mayoría (grandes medios), parece tener una agenda política que favorece claramente a los sectores de derecha, tomando partido por un statu quo que se siente vulnerable, y que cree poseer licencia para hacer y deshacer. Muchos de estos medios (La FM, Revista Semana, Caracol Noticias, etc.) se auto conciben como un “contrapeso al poder”, o como “defensores de la libertad de prensa”, sin embargo, muchos de sus periodistas usan argumentos endebles para deslegitimar a diario todas las acciones del gobierno. Lo anterior no es malo en sí, ya que es una forma de libre expresión al fin y al cabo (poco profunda la mayoría de ocasiones), lo negativo del asunto que venimos explicando se resume en varios aspectos centrales:

1. Los medios de comunicación con clara inclinación a la derecha, no siempre se autoproclaman como tales. O lo que es lo mismo, nunca advierten a sus lectores, audiencias o espectadores que son medios con una agenda política clara y explícita para cualquiera que se tome un rato para analizarlos (lo que casi no pasa). Defienden los intereses de los sectores tradicionales, vendiendo una idea de neutralidad informativa falsa.

2. Dichos medios “contestatarios”, ejercen un control del poder selectivo. Callan unas veces, con algunos temas o sectores; y en otras ocasiones son los defensores férreos de las libertades de la prensa para controlar el poder, pero solo el que ellos eligen como objetivo constante. Unas veces minimizan, otras maximizan. Si se es crítico con el poder, se debe cuestionar por igual a la derecha y a la izquierda, no exclusivamente a una parte del abanico político actual.

3. Muchos de estos medios incluso tergiversan o modifican la realidad, por medio de la construcción de relatos periodísticos que muestran verdades a medias, logrando trasladar el eje de la opinión pública hacia la zona deseada, que es clara: manifestar que Colombia es un caos con la administración Petro, que todo estaba mejor antes, que vivíamos en un país idílico, olvidando que si se dio una ruptura en la política Colombiana tuvo que ver con la nefasta administración de Iván Duque y los desastrosos resultados que dejó a su paso. Una de las estrategias más paradójicas consiste en culpar a Petro de todos los problemas que hoy son consecuencia de administraciones pasadas, mientras que se minimizan todos los logros del actual gobierno.

4. Es obvio que la crítica a todo gobierno debe existir, pero debe ser seria y argumentada, mostrando las diversas perspectivas sobre algún tema, tratando de oír todas las versiones. La idea de un supuesto periodismo apolítico y neutral es utópica, sin embargo, si es posible tener uno verídico, del cual no son representantes “periodistas” superficiales y mediocres como Vicky Dávila, Daniel Samper Ospina, Néstor Morales y Luis Carlos Vélez, cuya estrategia principal consiste en vender sus opiniones, prejuicios y posiciones como ejercicios neutrales y serios de periodismo del más alto nivel.

La batalla política actual entre unas clases dirigentes reacias al cambio, y un gobierno de izquierda que está interesado en reformar algunos aspectos de la vida del país, pasa por diversos espacios. Los medios de comunicación son sin duda uno de ellos, donde lo más sano sería que cada uno reconociera su filiación política, abandonando esa idea, superada o por lo menos aceptada en las Ciencias Sociales, de la imposibilidad de la neutralidad completa. No es posible que los medios continúen escudando sus líneas editoriales de derecha reaccionaria en ideales abstractos de “neutralidad”. Estos deben ejercer un control y mantener a las personas informadas, pero por medio de la argumentación, la contrastación, la rigurosidad, la seriedad, la crítica a las fuentes, la lectura de la situación internacional y nacional, etc. No puede ser que la prensa, la radio y los noticieros se vuelvan espacios de chisme, verdades a medias, y tergiversaciones, por el contrario, deben ser lugares desde donde se forme una opinión pública presentable.

Sin lugar a dudas, lo anterior es complejo de llevar a cabo en un mundo de redes sociales, donde todos creen poder opinar de todo, donde las noticias corren a grandes velocidades, donde la gente no lee un artículo de más de tres páginas, donde más que la noticia importa el chisme. No obstante, debe insistirse en ese camino, si no queremos que ciudadanos cada vez más mal informados, tomen partido por figuras como Trump o Bolsonaro, que usan sistemáticamente la mentira y las posturas contradictorias para sustentar proyectos de derecha radical, cuyo ideario parece contradecir todos los postulados de la racionalidad básica.

Sin duda el gobierno Petro debe mejorar sus estrategias comunicativas, debe aclarar aspectos importantes y reorientar algunas de sus políticas; lo que resulta inaceptable es que las clases dirigentes responsables directa o indirectamente del saqueo y la violencia en las últimas décadas sean ahora los faros morales de la democracia colombiana. El gobierno Petro fue elegido para hacer cambios, y no hace más que cumplir las promesas que hizo, cuando busca llevar a cabo transformaciones a nivel laboral o pensional. La derecha sigue anquilosada en su discurso de que Colombia es un paraíso inmejorable, pero es la gente en las calles, de manera pacífica, la que tiene que salir a defender los cambios que eligió.