Hay que sublimar la parte luminosa de los Beaufs y los Barbarians. Entrevista con Houria Bouteldja [i]
Por QG décolonial, Azadî et Mariam
Traducción de Víctor Hugi Pacheco
Azadî: En su nuevo libro, publicado por La Fabrique,[ii] ha elegido como subtítulo Le pari du nous (El desafío del nosotros), mientras que ya existe un «nosotros» en su primer libro, Los blancos, los judíos y nosostros.[iii] Este último “nosotros” parece ser un “nosotros” indígena, mientras que el “nosotros” de su nuevo libro parece incluir otras categorías. ¿Cuáles son? ¿Quién es este “nosotros”?
Houria: De hecho, estos dos “nosotros” son tan antiguos el uno como el otro. En el Partido de los Indígenade la República (PIR) siempre hemos defendido la existencia de varios “nosotros”. El primer “nosotros” es social, es el de la condición indígena, el de los poscolonizados que viven en Francia. Es el que reúne en una misma comunidad de destino a las poblaciones nacidas de la historia colonial y de la historia de la esclavitud, y que viven bajo el régimen del racismo estructural. Este primer “nosotros” es estrictamente social e histórico. Luego está el “nosotros” del indígena político. Este es el indígena que se compromete en la lucha y especialmente en el antirracismo político, que se compromete a crear una fuerza autónoma dirigida por y para el indígena simplemente. Y hay un tercer “nosotros” que es el de la mayoría decolonial y que se puede asemejar a un bloque histórico. Este “nosotros” ha existido en el PIR desde el principio. Es el “Nosotros” de la alianza con los blancos. En el primer libro, me centré en los dos primeros “nosotros”: el social y el político. Sin embargo, no olvidé el “nosotros” decolonial, el de la alianza, que está contenido en la idea del amor revolucionario y que siempre ha coexistido con los otros “nosotros” dentro del PIR como perspectiva estratégica. El amor revolucionario incluye el otro “nosotros”, el de los blancos y el de los judíos. Tres vertientes que constituyen grupos raciales aparentemente irreconciliables en Francia. El amor revolucionario es la superación de estos tres “nosotros” hacia una colectividad política capaz de crear un equilibrio de poder frente al bloque dominante. El «Nosotros» del Desafío del nosotros es la encarnación del amor revolucionario. ¿Cuál es la vía estratégica para llegar a ese «Nosotros»? Este libro es un intento de responder a ello. No digo que todo esté en el libro verde,[iv] no tengo esa pretensión, pero intento trazar líneas para ir hacia ese “nosotros” político que es también un “nosotros” revolucionario.
Azadî: Antes de saber cómo llegar al “nosotros” revolucionario, intentas demostrar por qué no se ha conseguido hasta ahora. Tú sienta las bases. Para ti, se debe al Estado racial integral y a su pacto racial. Esta es la primera parte del libro en la que haces un análisis materialista de casi 500 años de formación de lo que llamas el estado racial integral. ¿Qué aclara este concepto?
Houria: Trato de dar un contenido concreto a la noción de racismo sistémico. Estaba bastante insatisfecha con la definición que nosotros mismos dábamos en el movimiento decolonial, porque seguía siendo abstracta, carecía de sustancia. Y entonces conocí a Gramsci y su concepto de Estado integral. Lo define como la asociación de tres cuerpos: el Estado y sus instituciones, más la sociedad política, más la sociedad civil. Esto es lo que marca la coherencia general del Estado, su existencia y su permanencia. En Gramsci, este análisis se aplicó al Estado burgués. Lo que perdure el Estado burgués es el vínculo orgánico que se ha creado a lo largo del tiempo –sobre todo a través de la aparición y constitución de los Estados-nación— entre el Estado, las organizaciones políticas que representan a las fracciones del pueblo en función de sus intereses, y la sociedad civil. Partiendo de esta idea, me dije que la cuestión de la raza y el racismo podía abordarse a través del concepto de Estado integral, porque el análisis de Poulantzas, Gramsci o los intelectuales actuales carecía de su dimensión racial. ¿Por qué funciona el racismo? ¿Por qué se mantiene y por qué es perenne? Se mantiene porque también es una coproducción de las tres autoridades mencionadas. Nos permite demostrar que no hay “malos” de un lado y “buenos” del otro. Por otra parte, y quiero subrayarlo, existe una jerarquía de responsabilidades en la estructura general del poder. La burguesía es más responsable que las otras dos instancias en el sentido de que tiene un poder de acción más contundente que las otras. El Estado capitalista es capitalista porque está dominado por la burguesía. El estado para mi no es una esencia, podría estar dominado por el proletariado. Pero resulta que desde hace 400 años, es el bloque burgués el que domina. Tiene el mayor interés en la organización racial de la sociedad porque obtiene todos sus beneficios, sobre todo de la estructura racial de las relaciones sociales y de la división internacional del trabajo. Pero también ayuda a identificar otras responsabilidades. Cuando se observan las organizaciones de izquierda que representan la oposición de clase a la burguesía, se puede ver la contradicción de clase. La burguesía explota al proletariado blanco. Sin embargo, están unidos por el imperialismo. El proletariado existe, vive y sobrevive gracias, entre otras cosas, al imperialismo, es decir, gracias a las relaciones desiguales entre centros y periferias. Esto es lo que permite comprender por qué las organizaciones de izquierda que representan al mundo obrero han aceptado el trato, el pacto racial, por qué son tan colonialistas y tan blancas. Es porque son parte del trato, ellas mismas participan en él. Lo que quería de mostrar con este libro es que la burguesía comprendió inmediatamente que le interesaba ganar a las clases trabajadoras para su proyecto. Logró universalizar sus propios intereses. Al hacerlo, este proceso crea una sociedad civil con afectos específicos propios. La burguesía no puede crear burgueses, porque eso significaría dejar de explotar a los proles blancos y compartir con ellos en igualdad de igualdad. Por tanto, debe crear blancos, y no todos los blancos son burgueses, ni mucho menos. La burguesía, en cambio, ni siquiera necesita ser blanca, no es tan importante para ella. Lo importante es que el pueblo sea blanco.
Azadî: Me recuerda a la burguesía negra que se creó en Estados Unidos.
Houria: Por supuesto, y en los países del Tercer Mundo, lo que llamamos las burguesías compradoras. Dicho esto, a escala mundial, las burguesías del Sur están en un nivel inferior porque sigue siendo Occidente el que está a la cabeza de la dominación capitalista. Es él quien más ha cosechado a lo largo de los siglos y el que más ha acumulado. Así que es normal que la mayor burguesía siga siendo blanca, pero su característica no es principalmente ser blanca.
Azadî: Es ser burgués. ¿Será por eso que los peces gordos de Arabia Saudí, por ejemplo, se llevan bastante bien con la burguesía blanca, que entre ellos no hay islamofobia?
Houria: Sí y no. Cuando hablamos de los saudíes, siempre lo hacemos con desprecio. El racismo no desaparece. Sigue habiendo un profundo desprecio por esos «beduinos» que se enriquecieron tan rápidamente, pero que en el fondo siguen siendo beduinos vulgares y atrasados. Pero la relación de clase mitiga el racismo. El negocio es el aspecto más importante de la relación.
Mariam: ¿Recuerdas cuando vistieron a Messi con un bisht (una capa tradicional considerada signo de prestigio en algunos países árabes) por la victoria en el Mundial y los periodistas de BFM se burlaron? Lo llamaron albornoz, con una mirada mezquina que significaba “¿es un vagabundo?”.
Houria: Eso es. Ese desprecio sigue existiendo. Cuando ves a ese mediocre de Pascal Praud burlarse de los qataríes, te da una cierta idea de la infinita arrogancia de Occidente.
Mariam: En el libro, insistes en mostrar cada vez la resistencia del internacionalismo obrero, de la extrema izquierda francesa. Momentos en los que fue anticolonialista. Lo mencionas con frecuencia, pero sus esfuerzos parecen a menudo insuficientes o débiles. ¿De dónde viene esta resistencia? ¿Y por qué no tienen éxito?
Houria: Los sindicatos han sido a menudo los más temerarios. Son los que más han perseverado en la solidaridad de clase. El problema es que no son sólo los sindicatos, sino también los partidos políticos. El Partido Comunista, por ejemplo. Fue muy poderoso durante mucho tiempo, pero era y es muy chovinista. Era el partido que influía en los sindicatos, porque los sindicatos como la CGT estaban muy vinculados al Partido Comunista. Cuando se formó el Frente Popular, los sindicatos tuvieron que sufrir las consecuencias. Puede que tuvieran tendencias anticolonialistas, pero la relación de fuerzas también está determinada por la existencia de una burguesía industrial y financiera y por las grandes opciones de los partidos políticos. Cuando eres sindicalista y ya tienes que luchar por los trabajadores en Francia, y encima tienes que vincular tu lucha a la del antiimperialismo, no es fácil. Porque la relación de fuerzas no es suficiente, pero también porque la clase obrera tal como existe no tiene esa conciencia internacionalista que le permitiría ver más claramente cómo funciona el capitalismo. Los sindicatos también tienen que lidiar con sus bases y, por tanto, con una sociedad civil fabricada a su vez por el consenso nacional.
Azadî: Explicas muy bien el advenimiento del Estado racial integral, en particular a partir del tríptico “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. Creo que es un momento importante del libro, porque a través del lema explicas cómo funciona el pacto racial. Dices: «Blanco, el ciudadano votará al Imperio. Francés, el ciudadano votará por la preferencia nacional-racial. Como individuo, el ciudadano votará por sus propios intereses y no por los de su prójimo”. Dices que la libertad ha conducido al individualismo.
Houria: Libertad porque ya estaba determinada por el interés de la propiedad, es decir, la libertad de convertirse en propietario.
Azadî: Sí. Junto a la libertad, dices que la fraternidad se pierde dentro del pacto racial. Te preguntas “¿podrán los condenados de la tierra llamar ‘hermano’ a un blanco?” Desde el final de la primera parte, comprendemos a dónde quiere llegar con esto, a devolver algo de idealismo a este lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad”.
Houria: Sí, me gustaría salvarlo porque el ideal revolucionario en su esencia es hermoso. No quiero tirar al niño con el agua sucia de la bañera.
Azadî: Es también el lema que ha herido a los pueblos del Sur, con la bandera tricolor. Es en nombre de este lema y de la bandera que pretendieron civilizar el Sur. Y se la reapropian. Hay un verdadero simbolismo en ella, porque los blancos se aferran a ella, pero nosotros también podríamos aferrarnos a ella si hubiera en ella un verdadero significado revolucionario.
Houria: Por supuesto. De hecho, son palabras muy bellas. Pero su significado ha sido moldeado por el Estado racial integral. Sin embargo, en la época de la Revolución, existía la posibilidad de que estas palabras escaparan al destino que conocemos hoy. Me digo a mí misma que existe la posibilidad de volver a ellas. No debemos dejárselas al enemigo y, por tanto, debemos darles un sentido político, un sentido descolonial, anticapitalista, antiliberal. Pero esto será necesariamente objeto de una lucha.
Mariam: Terminas con el tema de la memoria en el capítulo “La elección de los antepasados”. Tengo la impresión de que, como dijiste en el Bandung du Nord en Bruselas, a la izquierda le falta una Idea en el sentido de Badiou y que en este libro intentas participar en esta nueva Idea, hacerla deseable. Y por eso das mucha importancia a los símbolos y a la memoria. ¿Por qué terminar tu libro sobre la memoria, con este último capítulo en el que propones un nuevo Panteón, una reflexión sobre el soldado desconocido? ¿Era esa tu intención desde el principio?
Houria: Sí, ésa era mi intención desde el principio, porque encuentro que la política de izquierdas en Francia carece de emociones, sentimientos y sensibilidad. Es seca, demasiado material, y Dios sabe que me gusta el materialismo, pero eso no basta. No tiene alma. Creo que nos falta aliento, nos falta Idea, nos falta trascendencia.
Mariam: E introduces tu libro con un hadiz y un extracto de la Biblia. Cuando lo vi, me hizo sonreír, pero en el buen sentido.
Houria: Por supuesto. Empiezo con el alimento del alma, aquello que nos mantiene en marcha. Lo que más valoramos. Y lo que, paradójicamente, se nos reprocha en la sociedad francesa: que hemos conservado el sentido de lo sagrado. Rendir homenaje a los antepasados también es sagrado. En la política francesa, en las movilizaciones de izquierda, lo sagrado no existe. Eso también está abandonado.
Mariam: También está el registro de la dignidad que encontramos en los movimientos antirracistas, no sólo en Francia, sino también en Estados Unidos y en otros lugares. En la izquierda, hay menos interés por la dignidad. Seguramente porque los antirracistas son más sensibles a la dignidad despreciada por el racismo, que deshumaniza. ¿Es por eso que estás tratando de traer esa sensibilidad, por la historia de donde vienes?
Houria: Es cierto que la izquierda no se siente deshumanizada, mientras que todos los indígenas se sienten deshumanizados. Tenemos esta experiencia que nos determina y guía nuestras elecciones y nuestros afectos.
Azadî: Te inspiras en Gramsci, Poulantzas, Lenin y, por último, Sadri Khiari. ¿Cómo te ayudaron a desarrollar tu sentido de la estrategia política, ya que lo que les une es que todos son estrategas políticos?
Houria: En primer lugar, hay que reconocer a los marxistas el mérito de haber hecho el trabajo teórico sobre el Estado y el capitalismo, de haber despejado el terreno y de habernos ofrecido grandes herramientas de análisis estratégico y teórico. Gramsci y Poulantzas son indispensables. No se menciona a Lenin. Cuando se tiene semejante legado teórico, sería estúpido no valorarlo. Sadri Khiari es un teórico del Sur, que vive bajo el imperialismo, es tunecino. Pero también es marxista, así que tenía esa capacidad de articular las luchas del Tercer Mundo con el marxismo, lo que acabó traduciéndose en una obra decolonial. Cuando vino a Francia y creó el Partido de los Indígenas de la República (PIR) con nosotros, sinceramente, sin él nunca habríamos tenido los fundamentos teóricos del Partido de los Indígenas. El propio PIR es el producto de un encuentro, si se me permite decirlo así, de Beaufs y barbares, en teoría. Ya que ahí está la contribución del marxismo europeo y la de los teóricos del Tercer Mundo. Fue Sadri quien nos formó en teoría y estrategia política. En todo caso, fue él quien me formó a mí. Sin él, en Francia, sinceramente, no hay teoría de la raza. Ojo, no hablo aquí de la historia colonial a través de Césaire, Fanon y todos los que hicieron el trabajo en Estados Unidos. En el caso de la Francia poscolonial, creo que no hay teoría de la raza sin Sadri Khiari. Pero sigue siendo muy despreciado. Nunca se le cita. Simplemente porque reconocerlo sería rehabilitar el PIR, y eso es haram.[v]
Mariam: En la segunda parte del libro, en el capítulo “Manos sucias”, explicas cómo debemos captar la parte luminosa de las clases trabajadoras, en la que la izquierda se niega a ensuciarse las manos en cuanto tiene que enfrentarse a sus tendencias reaccionarias o a quienes son juzgados como tales. Pero mucha gente se pregunta ¿cómo captar esta parte luminosa sin caer en la política reaccionaria?
Houria: En primer lugar, propongo una apuesta. Una apuesta siempre es arriesgada y existe el riesgo de ser arrastrado por el bando reaccionario. Pero en política se corren riesgos. O no se toma ninguno, no te ensucias las manos, pero habrás contribuido mucho con tu cobardía a dejar el campo libre al otro bando. Además, para mí, ensuciarse las manos no es sólo una teoría, es también una práctica. A los Indígenas de la República puedo darles ejemplos en los que hemos sido capaces de sublimar la parte luminosa de los indígenas. Hemos sido capaces de separar la parte luminosa de la parte oscura. Daré un ejemplo que yo viví. A principios de los años 2000, después de la segunda intifada, hubo muchas manifestaciones en Francia. El antirracismo político no existía y las movilizaciones estaban organizadas esencialmente por la izquierda blanca, los comunistas, la CGT e incluso la LDH (Liga de Derechos Humanos). Sus consignas eran muy suaves. Pero los indígenas de los barrios estaban muy enfadados, enfurecidos, pero excluidos del campo político, excluidos de la izquierda. Necesitaban expresar su rabia, y como no estaban canalizados políticamente, como no había nada que los representara, que los construyera, a menudo eran sus instintos más bajos los que hablaban. Sus bajos instintos eran a veces antijudíos. Y la izquierda lo sabía y temía ver a los indígenas llegar y ensuciar sus manifestaciones. Y, en efecto, cuando llegaban, a menudo se producían estallidos antisemitas. En aquella época, activistas como Youssef Boussoumah, que formaban parte de los grandes frentes de solidaridad con Palestina, tuvieron que organizar servicios de seguridad para deshacerse de los indígenas que podían perjudicar a la causa palestina gritando consignas antisemitas. Youssef perseguía a la gente en las manifestaciones, les pegaba con un palo. Hay que entender que, en nombre de la causa palestina, era de suma importancia que las manifestaciones fueran irreprochables. Era el chantaje de la izquierda para que se dignaran a movilizarse. Se pusieron las condiciones en sus propios términos. Pero los palestinos, al carecer de un movimiento de masas de izquierda, anticolonial e independiente, necesitaban el apoyo de las organizaciones blancas. Cuantos más estallidos se producían, más abandonaba la izquierda a Palestina. Los antiimperialistas como Youssef tuvieron que hacer el trabajo sucio por la causa.
Fue entonces cuando nació el antirracismo político. Radicalizó sus consignas, asumió por primera vez su antisionismo. Apoyó a los movimientos de resistencia, independientemente de su lealtad, Hamás por ejemplo. Legitimó la lucha armada de los palestinos estableciendo paralelismos con Argelia, Sudáfrica y la resistencia francesa. La gente en las manifestaciones tenía derecho a venir como musulmanes. Eran nuestras manifestaciones. Elevamos el nivel de radicalismo y nos encontramos con el afecto indígena. Los indígenas acudieron en masa a nuestras manifestaciones. Por ejemplo, durante las monstruosas manifestaciones de 2009 y 2014. Estabamos a la vanguardia, nuestras consignas antisionistas y radicalmente antisemitas eran asumidas de corazón. En nuestras manifestaciones, curiosamente, se han asumido todos los excesos indígenas. Porque venían a nosotros, y les decíamos “tienen derecho a venir como ustedes mismos”, “tienen derecho a ser antisionistas”. No podían ser más radicales que nosotros. Como resultado, el enfrentamiento antisemita ya no era necesario porque la necesidad de radicalismo se satisfacía con nuestra propia radicalidad. Incluso desapareció. A partir de entonces, los “incidentes” antisemitas, al no existir, tuvieron que inventarse, como ocurrió en 2014 cuando Manuel Valls creó un asunto antisemita de la nada.
Mariam: Así que ya no hay necesidad de hacer provocaciones antisemitas…
Houria: ¡No hace falta! Su rabia se expresó en palabras de antisemitismo porque la izquierda era blanda. No era capaz de expresar algo que estuviera a la altura de su rabia y del acontecimiento. Mientras que con nosotros, la gente se amoldaba a nuestras consignas. Y eso les bastaba. Y ahí apareció la parte luminosa, es decir, un anticolonialismo sincero y profundo, mientras que el sentimiento antijudío fue desapareciendo poco a poco.
Mariam: Vemos la importancia del trabajo político de la traducción. Sabes que el antisemitismo de los indígenas esconde en realidad un antisionismo que decides politizar para luchar mejor por Palestina y contra el antisemitismo.
Houria: Eso es. La paradoja de todo esto es que había antisemitas en las manifestaciones de la izquierda blanda pero al final no en las manifestaciones indígenas. Porque el trabajo de politización se hizo aquí. Se hizo en un espacio de quince años, fue largo, pero si nos fijamos en las manifestaciones prohibidas en París hace dos años, hubo muchos jóvenes que salieron y todo el mundo está de acuerdo en que las consignas, aunque espontáneas debido a la prohibición de las manifestaciones, eran perfectas. Cuando la gente tiene derecho a ser antisionista, no necesita ser antisemita. Esto demuestra que la ecuación antisionista = antisemitismo es una gran estafa. Incluso cabe preguntarse si quienes juegan con esta equivalencia no están intentando aumentar el nivel de antisemitismo en lugar de reducirlo.
Azadî: Tengo la impresión de que lo que acaba de decir es una puesta en abismo de lo que era el PIR y de lo que representas: ensuciarte las manos y permitir que la gente exprese lo que quiera expresar, pero dándoles un bagaje político que les proteja.
Houria: Es decir, hacemos todo lo posible para impedir el ensañamiento con los indígenas, siendo el antisemitismo una forma de ensañamiento. Intentamos detener este mecanismo. No está ganado, pero es en esta dirección en la que debemos seguir trabajando. Se necesitan organizaciones dispuestas a ensuciarse las manos. A la luz de esta experiencia, estoy convencida de que eso es lo que hay que hacer con las clases trabajadoras blancas. Tenemos que sublimar la parte luminosa de los beaufs y los barbares.
Azadî: En este nuevo libro, citas este pasaje de su primer libro, Los blancos, los judíos y nosotros: «Si las cosas estuvieran bien hechas, el deber de los más conscientes entre ustedes sería hacer una propuesta para evitar lo peor. Pero las cosas están mal hechas, nos corresponde a nosotros hacerlo». Me pregunto por qué sigue dependiendo de nosotros que se apueste por nosotros.
Houria: O lo hacemos, porque no tenemos tiempo que perder. O nos sentamos y esperamos a que lo haga la izquierda. Bien. Tendremos que ser pacientes porque no están preparados para ensuciarse las manos. Mientras esperamos a que tomen conciencia, nosotros haremos nuestro trabajo, y ellos avanzarán a su ritmo, que tendremos que acelerar si tenemos los medios para hacerlo.
Azadî: Lo de moverse a su propio ritmo me recuerda a cuando dices en el libro que tendrás que lidiar con blancos que sólo aman a sus hijos. Siempre volvemos al Nosotros. Dentro del Nosotros, hay dos velocidades, dos afectos diferentes.
Mariam: E incluso subvelocidades con subgrupos dentro de estas clases populares.
Azadî: ¿Cómo podemos avanzar con ritmos diferentes, cómo podemos unificar campos que no están unificados en sí mismos?
Houria: No voy a hacer nada. No tengo capacidad para unificar a los indígenas o para unificar a los blancos. Hay demasiadas contradicciones materiales e históricas para que yo pueda hacer algo. No soy un mago. Trazamos líneas estratégicas y teóricas. El trabajo de unificación será un trabajo político de todas las partes implicadas, de todos los que quieran comprometerse en esta dirección. Tendremos nuestra parte de trabajo como embrión decolonial. Este trabajo de acercamiento a los indígenas. Y esa es la paradoja del asunto, este trabajo a menudo tiene que hacerse a través de los blancos. En política, hay momentos. Tal vez ahora es el momento en que la prioridad es convencer a los blancos. Este es el trabajo político. A veces se trata de convencer a los blancos para que con los indígenas podamos avanzar más rápido. En este momento, como se dijo ayer en el programa sobre antirracismo político, estamos en la parte baja de la ola.[vi] Hay un trabajo que está infundiendo. Si la gente me dice que son sobre todo los blancos los que se interesan por mi libro, yo digo que tanto mejor. ¿Cuál es el problema? En la marcha de 2019, ¿por qué salieron tantos indígenas? Porque había “grandes figuras blancas”, Mélenchon y Martínez en particular. Hay dos cosas que hacen que los indígenas salgan en masa: las grandes figuras blancas que hacen que las manifestaciones sean legítimas y seguras, o la sangre: la sangre que brota en Gaza o el asesinato de George Floyd. No somos nosotros quienes los hacemos salir, somos como mucho los organizadores capaces de captar el momento y darle una dirección. Llevamos 15 o 20 años luchando contra la islamofobia, pero nunca hemos sacado a la calle a 30.000 o 40.000 personas. Hizo falta la participación de las grandes organizaciones blancas que tranquilizaran y hagan deseable y «rentable» el acto. Pero, ¿por qué acabaron uniéndose a nosotros los grandes blancos? Fue gracias al trabajo político de los indígenas. Así que también es gracias al antirracismo político que estos mismos grandes blancos han tomado conciencia del papel de la islamofobia como ideología contrarrevolucionaria, pero de forma indirecta. Como siempre, las cosas son dialécticas.
Azadî: Hablas también de los abstencionistas. Dices que hay abstencionistas que son indiferentes, al contrario que los otros que se inclinan más hacia el racismo. ¿Es el bloque abstencionista el que debería incluirse en la apuesta por el nosotros?
Houria: Entre los blancos, en realidad me dirijo a los abstencionistas, porque al final me parecen interesantes. Se les hace una oferta, que es la del racismo y el Rassemblement national (RN), y no ceden a ella. Me parecen importantes. Es absolutamente necesario ir hacia ellos porque sentimos que les falta una oferta. Son una prioridad. El otro objetivo son los que votan a la izquierda, a los que debemos mantener en la medida de lo posible en nuestras filas. Y entre los que votan a la extrema derecha, me dirijo a los que votaron a Mélenchon (o a varios izquierdistas) en la primera vuelta, y a Le Pen en la segunda. También son muy importantes. Sería una tontería abandonarlos al voto RN, ya que primero han hecho una elección de clase. A los que voten a Le Pen en primera y segunda vuelta, no los calculamos. No estamos tan desesperados.
Azadî: Quería que hablara de los apartes[vii] porque me parecen extremadamente bellos, muy conmovedores y en conexión con lo que escribes. Como lectores, nos hacen bien, pero ¿te ayudaron a veces a salir de lo teórico? Porque en su escritura siempre hay una forma de poesía.
Houria: Para mí, los apartes añaden alma. Pero también son lo que no quiero describir de forma analítica. Por ejemplo, en mi libro faltaba algo. Era la forma en que nos mezclamos con los blancos. Cómo convivimos realmente, quiero decir, concretamente. Somos un país de razas mezcladas, de hecho, no nos damos cuenta de lo mezclados que estamos. Pero no quería hacer un análisis sociologico, merecía un tratamiento diferente. Un capítulo entero sobre eso no es muy interesante en sí mismo. Quería un tratamiento más emocional. Hay una cosa que está clara, hay una barrera infranqueable, es la barrera de clase. Los ricos, se reproducen entre ellos, y no puedes mezclarte con ellos. Los grandes blancos no quieren mezclarse con los pequeños blancos. Por otro lado, los pequeños blancos y los indígenas, lo que sea, se mezclan. Eso significa que la barrera racial se rompe. Pensé que eso merecía un tratamiento especial. Tenemos niños. Están aquí. Y dicen la posible alianza de beuaf y barbares mejor y más que mil palabras.
Mariam: Eugénie Bastié leyó su libro y fue una de las primeras periodistas en escribir un artículo sobre él en Le Figaro (“En la cabeza de una revolucionaria racista”). Lo «analiza» así: «Los beauaf y los barbares deben aliarse contra un enemigo común, el gran capitalista blanco y el Estado racial. Es la alianza de la hoz y el Corán, de la lucha de razas y la lucha de clases”.
Houria: Si Eugénie Bastié tuviera un mínimo de cultura política, sabría que esta expresión, “la alianza de la hoz y el Corán”, procede de su propio campo, de la derecha. Fue su campo el que tuvo miedo de la alianza de los trabajadores blancos y los trabajadores indígenas. Fueron ellos los que convirtieron una lucha obrera indígena en una lucha islamista. Estas son sus palabras, no las mías. En segundo lugar, encontré este artículo menos delirante que lo que a veces he leído de las plumas de periodistas de izquierdas. También me he dado cuenta en Facebook de que dice que no hablo del antisemitismo de Soral. Creo que con el PIR fuimos los primeros en denunciar la alianza entre Dieudonné y Soral basada en el antisemitismo, entre otras cosas. Soral me odia por eso, porque lo hemos denunciado muchas veces. Me pregunto cómo lo ignora. Si realmente leyó mi libro, no puede ignorar la parte en la que digo que la ideología de Soral es antisemita. Es una mentirosa. No es ni la primera ni la última. De Bastié, Le Point y Charlie Hebdo han seguido su ejemplo. Son tan malos que no merecen ninguna atención.
Azadî: Usted dice a menudo que la clase burguesa es la que tiene mayor conciencia de clase. Eugénie Bastié dice con razón: “A muchos les gustaría silenciar a Houria Bouteldja. Creo que hay que leerla al contrario, porque su pensamiento racista está ganando a la gente. Además, ella misma se jacta del botín de guerra que ha ganado Mélenchon, partidario del pensamiento indigenista. La izquierda apuesta por el islamomarxismo, del que es sacerdotisa”.
Houria: Pero voy a contradecirla. Nosotros no racializamos, desracializamos. Repito, fue su bando el que transformó en islamistas a los trabajadores inmigrantes que reivindicaban derechos sociales y políticos. Así es como se racializan las relaciones sociales. Cuando Mélenchon ataca la islamofobia, desracializa. Eric Ciotti, por su parte, me hizo reír porque se ofende con la extrema derecha por el hecho de que se diga que hay un “suicidio francés”. El tema del suicidio francés es un tema de extrema derecha. Son ellos los que dicen que Francia se está suicidando. Tienen derecho a decirlo, pero cuando nosotros hacemos las mismas observaciones, pero con análisis diferentes y para objetivos diferentes, de repente no funciona. No tenemos derecho a decir que hay un suicidio francés en el sentido cultural, porque para mí las identidades modernas están moldeadas por la mercantilización y el individualismo. Hay una distinción muy fuerte entre mi posición y la de la extrema derecha, porque la extrema derecha considera que las identidades sociales e históricas de Francia están desapareciendo a causa de la masificación de la inmigración, del Islam y de un proyecto del “gran remplazo”.[viii] Yo digo que si hay una desaparición histórica de las culturas locales es a causa de la aparición de los Estados-nación, del capitalismo y del imperialismo. Francia está más amenazada por la americanización que por la islamización o la africanización. Ese es el verdadero gran remplazo. Además, se trata de dos dinámicas completamente diferentes, porque la americanización significa vaciar una cultura de su sustancia para conservar únicamente su carácter consumista. Mientras que la africanización no es más que una mezcla de culturas, es un enriquecimiento que nos aporta algo, que nos aporta dimensiones espirituales y culturales. Nos aporta otra forma de ver las cosas y, por tanto, sólo puede enriquecer el sustrato francés, que siempre se ha enriquecido con su historia y desde el principio, como cualquier cultura. Toda cultura se compone de préstamos y mezclas. No existe una cultura argelina estricta y homogénea. Todos somos fruto de una historia compleja. Así que lo que le ocurre a Francia por su historia, y en particular por su historia colonial, es que llegan otras culturas y se mezclan con la existente. Cuando vienen los inmigrantes, no dejan su cultura en el perchero, para entrar en el aula, en la gran nación de Francia, todos desnudos, para ser francistizados según una norma definida por el Estado. Entran al aula con su abrigo, con su historia, su memoria, y comparten su cultura. Para mí, compartir la cultura es mi madre haciendo cuscús para los vecinos. No vamos a volvernos neuróticos como la extrema derecha. Alguien que quiere compartir algo conmigo, su baguette por ejemplo, pues lo acepto, soy muy feliz cuando alguien me ofrece un trozo de baguette y un trozo de queso.
Risas: si acabamos en esto, me acusarán de esencializar a los franceses, que no pueden reducirse al cliché de la baguette y el queso. ¡Vamos, corro el riesgo!
[i] Publicada el 6 de febrero de 2023 en el portal del QG DÉCOLONIAL, traducida por Victor Hugo Pacheco Chávez, link https://qgdecolonial.fr/2023/02/06/il-faut-sublimer-la-part-lumineuse-des-beaufs-et-des-barbares-un-entretien-avec-houria-bouteldja/?fbclid=IwAR2wZZoWaya9eq8_OOJsDEJuHh8I527Ha_fVoTjIeFojZsP4cPnawnUiaYI
[ii] Houria Bouteldja, Beaufs te barbares. Le pari du nous, Paris, Le fabrique, 2023.
[iii] Houria Bouteldja, Los blancos, los judíos y nosotros, Madrid, AKAL, 2019.
[iv] En referencia al diseño del libro Beaufs te barbares. Le pari du nous, cuya cubierta es verde. [N. del T.]
[v] Literalmente cosa prohibida. Aunque en árabe tiene cierta connotación de pecado, es más cercano un significado que refiere a aquello que esta prohibido o es sagrado. [N. del T.]
[vi] Refiere al programa títulado “Le système POLICE-JUSTICE raciste : comment le pouvoir blanc se protège?”, Paroles D’Honner, 5 de febrero de 2023, link https://youtu.be/TsNkDn3pAtE
[vii] Aparte es un recurso teatral en el cual un personaje entabla un discurso que no va dirigido a un interlocutor sino así mismo (y, por ende, al público), por ello, los demás personajes se supone que no pueden escucharlo. A diferencia de un monologo es más breve y menos estructurado. Ver. Patrice Pavis (1998). Diccionario del teatro. España, Paidos, p. 47-48.
[viii] Teoría conspiracionista difundida por el supremacista blanco Renaud Camus.