Hacia una visión moderna del gasto público
Enrique Vera Estrada
No hay duda de que la falta de un espacio fiscal, derivado del endeudamiento público excesivo de años anteriores está afectando a muchos países, como los de la zona europea. Tradicionalmente en épocas de estancamiento económico el gasto público deficitario es una valiosa herramienta que impide que la destrucción de empresas, puestos de trabajo y de ingresos provoquen una crisis de mayor magnitud. La ortodoxia económica que afirma que el equilibrio fiscal siempre debe de mantenerse parece que ya es obsoleta. El gasto público en la mayoría de los países industrializados representa más del 40 por ciento de sus productos. El gasto público no es el mero complemento de la actividad privada. El gasto público contribuye de forma importante para la infraestructura e incluso la producción del sector privado. Los apoyos o subsidios a la producción empresarial e incluso los subsidios a productos y servicios de consumo masivo son vitales para mantener estable a una economía en momentos de crisis económica. Una gran cantidad de familias complementan sus ingresos gracias a las transferencias que reciben del gobierno. Y ello es especialmente cierto en familias vulnerables, es decir, la ubicadas en los primeros deciles de la economía. No hay que olvidar un precepto básico de la macroeconomía que establece que el presupuesto de toda familia o entidad particular es del resultado de sus ingresos brutos, a lo que le restan los impuestos que pagan, y a ello se le suman los apoyos o “ ingresos “ percibidos por esa transferencias que hace el gobierno. En el caso de una gran cantidad de familias vulnerables, cerca del 20 por ciento de sus ingresos provienen de esos apoyos del gobierno. Considerando esto ¿es factible el argumento neoliberal de que todo individuo o familia debe de vivir exclusivamente de su trabajo y no debe de recibir ningún apoyo del gobierno? ¿cuál sería la suerte de millones de familias que solo deberían vivir de su fuerza de trabajo sin recibir nada del gobierno? ¿cuál sería el resultado de tener un Estado que sólo fuera una entidad que impartiera justicia y orden legal sin participar en la vida económica de un país? ¿cuáles serían las consecuencias de implantar un régimen en donde cada hombre, con su trabajo debiera de sufragar sus necesidades y por lo tanto nunca depender del Estado?
John Keneth Gailbraith, economista notable del siglo XX era consciente de esta situación, incluso en los Estados Unidos en donde la intromisión del Estado es mal vista, con el argumento de que los estadounidenses se volverían dependientes del Estado y por ello nunca trabajarían duro para vivir mejor. El autor menciona un valioso concepto que es la de un gusto público compensador ante la contracción del gasto privado y sobre todo ante la falta de oportunidades que no siempre se dan. El autor crítica la mala distribución de la renta, la precariedad de millones de individuos y sobre todo los lujos y gastos excesivos una cúpula social y económica. Ante todo ello el gasto del gobierno no sólo es útil para redistribuir la renta nacional, sino también para mantener el ingreso, el empleo y el consumo a niveles vigorosos. El gasto público entonces no sólo es un mero complemento de la actividad económica, sino más bien es un elemento que siempre debe de estar presente. El gasto público vigoroso no sólo fue concebido como un elemento contra cíclico cuando se presenta un momento de contingencia económica. Y además el gasto público fuerte, sustentado en ingresos públicos tributarios fuertes puede llegar a ser un elemento vital para conformar un auténtico mercado interno, que deberá de ser la base del desarrollo de todo país.
En una gran cantidad de países la urgencia de sanear presupuestos públicos fuertemente deficitarios es en buena parte la explicación del estancamiento económico. El sanear un presupuesto excesivamente deficitario –lo que no es recomendable, pues el déficit moderado y financiable si lo es– implica grandes costos en cuanto a crecimiento y empleo. En esta situación es necesario recortar el gasto del gobierno o aumentar los impuestos para generar un superávit fiscal y con ello empezar a reducir la deuda gubernamental. Evidentemente un superávit reduce la demanda agregada, y el gasto público más que promover el crecimiento es un factor de contracción económica. Hay una gran cantidad de países de la Unión Europea con pesadas deudas pública que exigen una reducción del gasto de sus gobiernos. Es una idea falaz el pensar que el presupuesto fiscal de un país siempre debe de estar completamente equilibrado. Hay muchos momentos en que una economía necesita un impulso a través de mayores desembolsos, como por ejemplo, la obra pública, que genera inversión, empleo e ingreso a una gran cantidad de personas sin trabajo y sin empleo, y que gracias a ese déficit público subsisten. Hay muchas ocasiones en que ese desembolso extra de un gobierno puede ser un auténtico compensador de una economía en estancamiento. En muchas ocasiones los hacendistas han afirmado que el gasto público puede ser un excelente regulador de una economía. En momentos de estancamiento, un déficit público expande los gastos del gobierno para compensar la falta de gatos del sector privado. Por el contrario, en momentos de sobrecalentamiento, en donde la demanda agregada es excesiva, un superávit fiscal –un ahorro de los gastos de un gobierno– puede ser útil para reducir la inflación que se provoca por el exceso de gastos en la economía, y a su vez, tal ahorro puede funcionar para equilibrar una balanza de pagos deficitaria. Es ya conocido el déficit gemelo que se menciona en los textos de Economía, que establece una estrecha relación entre el déficit público y el déficit externo- en la balanza de pagos. Un déficit público muy elevado puede provocar un desajuste en las finanzas externas de un país. Por ello un déficit fiscal ligero y manejable es lo recomendable. El gobierno si puede gastar más allá sus ingresos sin llegar a darse un fuerte abuso fiscal, que es el gran problema que enfrenan muchos países. El caso de Grecia en 2012 fue un claro ejemplo, en done tal país se tuvo que declarar en default por no tener la liquidez necesaria para pagar todos sus compromisos, razón por la cual fue necesario un rescate que tuvo costos elevados en tal país heleno.