Fahrenheit 451 y los libros de la SEP
Eduardo Sabugal Torres
Fahrenheit 451 es una novela distópica, escrita por el estadounidense Ray Bradbury, que plantea un futuro aterrador para la humanidad, que bajo el totalitarismo experimenta una represión generalizada, y dentro de esa represión policiaca de la sociedad, se incluye, el vigilar y castigar, y desde luego, quemar y destruir libros. Dentro de los personajes principales se hallan unos que pertenecen a una especie de brigada de bomberos que tienen la misión de incendiar, paradójicamente, cuanto libro se les cruce por el camino, pues representan un peligro para el estado totalitario y alienante al que sirven. La novela que escribió Bradbury quizá haya sido concebida por la influencia del período macartista en USA, en el que se buscó eliminar el “virus comunista”, pues la novela distópica del escritor fue escrita en esa época. Fahrenheit 451 que trata sobre la censura en una sociedad deshumanizada puede decirnos mucho de lo que la derecha mexicana, históricamente pero también actualmente, tiene en mente. El personaje de Bradbury escrito en 1953, el bombero jefe llamado Beatty, hacia la mitad del libro, hace una profecía. Refiriéndose a la posibilidad de quemar libros sin cerillas ni fuego en un futuro, dice que precisamente no haría falta quemar libros si se consiguiera que el mundo empezara a llenarse de gente que no leyera, que no aprendiera, y que no supiera. Ese es el plan burdo de la reacción. Promover una sociedad alienada incapaz de leer, aprender, y saber. Por desgracia destruir libros total o parcialmente, no sólo es una ocurrencia de una novela distópica, lo hizo la inquisición, y lo hicieron los nazis en 1934 y lo hizo Pinochet en Chile en 1973.
Si bien la televisora Tv Azteca contribuye a diario con su programación basura a replicar estereotipos y promover la ignorancia, en esta ocasión fue más lejos. El locutor demencial que llamó virulentos los libros de texto parece sacado precisamente de una novela distópica. Las sugerencias del dirigente del PAN, partido de raíces fascistoides y cristeras, no van desencaminadas en el mismo sentido, y de buena gana les gustaría quemar con un soplete los libros que la Nueva Escuela Mexicana ha previsto para la educación de millones de niños en el país. La conclusión es sencilla, de retornar al poder en el 2024 la derecha, es decir los grupos de poder que encarnan la ideología de la oligarquía, buscarán prender fuego al queroseno real o simbólicamente y perseguir a los lectores y lectoras críticos, que aún sientan la necesidad de pensar, ser autogestivos comunitariamente y conocer la historia. La imagen de padres y madres de familia devolviendo o destruyendo los libros, es también como sacada de una película distópica o un retorno a las guerras cristeras, en donde la violencia fundamentalista, en la demencia total, también alcanzó a los profesores y profesoras, cuyo único pecado era el de alfabetizar. Afortunadamente lo contrahegemónico ha vencido desde el 2018, es decir el poder de los libros educativos han vencido a la indoctrinación televisiva y religiosa que se ostentaba como hegemónica.
Otro personaje importante de la novela de Bradbury era Montag, que tiene una especie de conversión, gracias a una mochila llena de libros, y de ser un incendiario, pasa a convertirse en una suerte de bibliotecario que memoriza a Lincoln o a Sócrates. La memoria contra la desmemoria, es otra buena forma de entender la batalla de los libros de la SEP. La Nueva Escuela Mexicana tendrá que remar contra la corriente, es decir, educar contra la superficialidad, el facilismo y la amnesia histórica promovida en la mayoría de lo mass media.
Carlos Monsiváis hablando sobre la educación, mencionaba como se transitó en América Latina de históricos procesos alfabetizadores a la catástrofe educativa. El funcionamiento de las Repúblicas en AL se puede entender al advertir el peso del analfabetismo, que predominaba a principios del siglo XX. La Historia de nuestros países, incluido México, la hicieron en primera instancia los que impulsaron la alfabetización, pero su error fue no adjuntar materiales de lectura que le imprimieran sentido a esa alfabetización, y por eso, dice Monsiváis, “el humilde y necesario proyecto utópico que era y es cada escuela lleva[ba] dentro de sí el elemento que lo contrarrestaba: la ausencia de una biblioteca” (Monsiváis, 2012, pág. 364). Es decir, uno de los factores que puede revertir la catástrofe educativa, y la desarticulación social es, sin duda, la creación y distribución de libros, y desde luego el acto de lectura. Los libros como instrumentos de lectura no serán un remedio mágico, pues la catástrofe educativa a la que nos llevó el periodo neoliberal implicó varios procesos simultáneos, la incapacidad de las escuelas públicas y privadas de actualizar los métodos de enseñanza, por ejemplo, o el crecimiento de la población escolar, la disminución que durante décadas hubo de los recursos del Estado en el caso de escuelas públicas y escuelas normales, y otros más.
Sin embargo, la NEM y sus libros, si logran escapar al fuego derechista, como seguramente pasará, gracias al apoyo de millones de mexicanas y mexicanos, permitirá remediar la catástrofe educativa mediante un proceso de enseñanza-aprendizaje centrado en la comunidad. Un conocimiento situado, pues como exponía Gramsci en La formación de los intelectuales, “la conciencia del niño no es algo ‘individual´ (y mucho menos individualizado), sino que es el reflejo del sector de la sociedad civil en que participa el niño, de las relaciones sociales que se manifiestan en la familia, en el vecindario, el pueblo, etc.” (Gramsci, 1967, págs. 126-127). Justamente eso es lo que privilegia el modelo de la NEM y por lo tanto sus libros de texto, que ponen como núcleo del proceso enseñanza-aprendizaje a la comunidad. Todo lo contrario al viejo modelo neoliberal de educación que impuso un sistema de competencias centrado en el individuo, en el progreso personal y no comunitario, y que además, buscaba medir exclusivamente desde el punto de vista cuantitativo, los desempeños tanto del alumnado como del profesorado. Para Gramsci, y esto lo dice pensando en la escuela tradicional italiana, no había unidad entre escuela y vida, porque se habían planeado los programas escolares, en el marco de una cultura fosilizada y anacrónica. Por eso para él, “el nexo instrucción-educación en la escuela sólo puede representarlo el trabajo vivo del maestro, puesto que éste conoce los contrastes entre el tipo de sociedad y de cultura que él representa y los representados por los alumnos y porque, además, conoce su tarea encargada de disciplinar y acelerar la formación del niño conforme al tipo superior en lucha con el tipo inferior” (Gramsci, 1967, pág. 127). Para Gramsci es necesaria pues una escuela activa y creativa, no coercitiva como la fundada por los jesuitas, ni una escuela fácil, de pasatiempo. Un conocimiento situado, que corporice lo positivo, y no se quede en el plano retórico. Paulo Freire en su excelente Pedagogía de la esperanza, que es un trabajo de autocrítica y reelaboración que emprende el propio Freire respecto a su obra anterior Pedagogía del oprimido, planteaba que la cuestión fundamental de la lectura y escritura de la palabra, siempre está precedida por una lectura del mundo y que además: “La lectura y la escritura de la palabra implican una re-lectura más crítica del mundo como “camino” para “re-escribirlo”, es decir, para transformarlo” (Freire, 2015, pág. 62). Lo que le molestó de los nuevos libros de texto de la SEP a la reacción derechista e incendiaria en México, fue que precisamente estos libros proponen una rescritura del mundo, una transformación, porque justamente provienen de una lectura previa del mundo radicalmente distinta a la instrumental y mercantil, que era la que había prevalecido hasta entonces. Freire sugería tomar posiciones radicales, pues era necesario “superar, por un lado, los sectarismos basados en verdades universales y únicas, y por el otro, las acomodaciones “pragmáticas” a los hechos, como si éstos se hubieran vuelto inmutables, tan al gusto de posiciones modernas los primeros, y modernistas las segundas” (Freire, 2015, pág. 71), de ahí que desde finales del siglo pasado Freire clamara por una pedagogía radical y utópica, es decir, progresista. Esa pedagogía progresista bien podría emparentarse con lo que está proponiendo el humanismo mexicano a través de la NEM. Estos nuevos libros, que les gustaría ver arder a las derechistas retrógradas, no tienen ningún virus, no tienen una orientación comunista, sino progresista, radical, utópica y humanista.
Frente a la envestida de los sopletes incendiarios, ya hubo una sabia y efectiva estrategia de contrataque. El presidente puso en marcha una serie de conferencias vespertinas para dar información sobre los libros de texto gratuitos que la SEP a través de maestros y maestras, innovadores de la educación, realizó y diseño, y que distribuirá en el próximo ciclo escolar en las escuelas del país. También se publicó una carta de los gobernadores y gobernadoras de la 4T, pronunciándose en apoyo a la distribución del libro de texto en todas las primarias del país. La carta remataba diciendo “por el futuro promisorio de nuestra niñez ¡que nadie se quede sin sus libros! Estas acciones servirán de algo para contra-informar y para contrarrestar la campaña que la derecha reaccionaria ha emprendido, sin embargo, los ataques seguirán y debemos estar atentos y fuertes, para defender el liderazgo moral e intelectual de la 4T.
Bibliografía
Freire, P. (2015). Pedagogía de la esperanza. México, D.F.: Siglo XXI.
Gramsci, A. (1967). La Formación de los Intelectuales. México, D.F.: Grijalbo.
Monsiváis, C. (2012). Las esencias viajeras (Hacia una crónica cultural del Bicentenario de la Independencia). México, D.F.: FCE, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.