Flores Magón y la autoridad intelectual

Daniel Runnels

Hace cien años, el conocido anarquista mexicano Ricardo Flores Magón se encontraba en la famosa cárcel estadounidense, Leavenworth Penitentiary. Fue arrestado esta última vez por haber publicado un manifiesto en Regeneración, el periódico en el que, desde 1900, publicó de forma discontinua numerosos artículos, manifiestos y cuentos con el objetivo de instruir a la gente a tomar conciencia de la ideología anarquista –una ideología que escondía al principio, pero que iba introduciendo lentamente hasta declararse públicamente anarquista en 1911. En este corto texto me gustaría ofrecer una reflexión a partir de una de sus obras de ficción, un cuento publicado en 1911, «El apóstol».[1]

“El apóstol” cuenta la historia de un hombre que viaja por México en los tempranos días de la Revolución. El hombre pasa por varias regiones anunciando el estallido de la Revolución e intenta convencer a la gente a unirse a la causa. Se detiene en un pueblo pequeño –un villorrio– porque “se le ha dicho” que allí “hay compañeros”. El apóstol espera ser recibido con alegría y energía revolucionaria, ya que durante sus viajes ha visto “los campos yermos” y la devastación general del proletariado, pero su mensaje no logra convertir a nadie. El narrador cuenta que después en su primer encuentro con la gente del pueblo “nadie le responde; nadie despega los labios; pero vuelven a mirarse unos a los otros, los ojos tratando de salirse de sus órbitas”. Cuando las noticias de su llegada llegan al resto del villorrio, todos le cierran las puertas menos un hombre que le avisa a la policía para cobrar los veinte reales que ofrecen por la entrega de un revolucionario. La imagen con la que nos quedamos al final del cuento es un pueblo que rechaza por completo la ruptura política anunciada por el apóstol.

Como suele pasar con los escritores de renombre, la obra literaria y propagandística de Flores Magón ha aparecido en varias películas sobre la Revolución Mexicana. En particular, la película Ora sí ¡tenemos que ganar! (1978) de Raúl Kamffer cuenta una historia basada en varios cuentos –entre ellos «El apóstol»– que se nutre de trasfondo histórico real, como la famosa Huelga de Cananea de 1906. Vemos la historia de un grupo de mineros que, tras el colapso de una sección de la mina que atrapa a varios trabajadores, entran en conflicto con el dueño de la compañía, Mr. Creel, quien se niega a emprender viajes de rescate, a gastar capital en mejorar las condiciones en la mina, y por eso los trabajadores se organizan, toman control de la tienda de la compañía y, finalmente se defienden contra el ejército quien llega para aplastar la rebelión contra la empresa norteamericana.

Es curioso pensar la última escena de esta película dada la manera en que reescribe los cuentos de Flores Magón. Cuando los mineros triunfan contra el ejército, se escuchan gritos de “¡Viva Flores Magón!”, y una vez terminada la algarabía, anuncian la llegada de nuevos soldados, lo cual hace que los mineros se preparen para otra batalla. Aunque esperan una batalla sangrienta, es el Apóstol quien llega con una banda de revolucionarios. Ahora, levantando sus banderas rojas, los mineros gritan “¡Que viva el Apóstol!”. La última imagen con la que quedamos en la película es, entonces, distinta de la del cuento de Flores Magón. Aquí los mineros aplauden a los ideólogos que dieron sustento teórico a su lucha, y los celebran como héroes.

Me interesa esta yuxtaposición de «El apóstol» y Ora sí ¡tenemos que ganar! por varias razones. No es un dato menor, por ejemplo, la relación entre las claras resonancias bíblicas del término apóstol (del griego ἀπόστολος, una persona enviada para propagar alguna doctrina) y el estatus de Flores Magón como uno de los precursores ideológicos más importantes de la Revolución Mexicana; en una biografía muy conocida, el historiador español-argentino Diego Abád de Santillán le concede a Ricardo el título de «el apóstol de la revolución social mexicana». Pero de momento quiero detenerme en una cuestión particular: la autoridad intelectual dentro del anarquismo.

La figura del intelectual en la tradición anarquista es de por sí distinta a la tradición marxista. Aquí no me refiero a lo que dice Marx en sus Tesis sobre Feuerbach (“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”), porque, igual que el marxismo, el anarquismo también hace uso de la palabra escrita como una herramienta orientada hacia el cambio material en el mundo. A lo que me refiero es lo que nos señala el conocido antropólogo David Graeber en su libro Fragmentos de una antropología anarquista, el hecho de que el marxismo toma su nombre de un intelectual específico, algo que el anarquismo no hace: “Así como el marxismo surgió de la mente de Marx, del mismo modo tenemos leninistas, maoístas, trotskistas, gramscianos, althusserianos… Consideremos ahora las diferentes escuelas del anarquismo. Hay anarcosindicalistas, anarcocomunistas, insurreccionalistas, cooperativistas, individualistas, plataformistas… Ninguna le debe su nombre a un Gran Pensador” (14-15).

En el contexto mexicano en particular, uno puede revisar los textos disponibles en el Archivo Magón[2] para darse cuenta de que el mismo Flores Magón rechazaba, en múltiples ocasiones, la reducción del movimiento a una especie de culto a la personalidad. Flores Magón no quería que las actividades del Partido Liberal Mexicano se conocieran como “el magonismo”. Lo que tenemos en “El apóstol” da voz a esta concepción de la política que enfatiza la (en este caso falta de) voluntad del pueblo sobre la labor intelectual de interpretar el mundo y sus múltiples injusticias. Resulta curiosa, entonces, la decisión de Kamffer de terminar su versión cinematográfica con la gente alabando a las dos figuras intelectuales presentes en la historia. Ahora, claro, no es que el anarquismo rechace por completo la autoridad intelectual en todo caso sin matices. Podemos referirnos al clásico Dios y el estado del ruso Mijaíl Bakunin (aunque en general me parece menos interesante que Kropotkin y Proudhon) donde señala que la disputa anarquista no es con la autoridad como tal, sino en la imposición de ella, ya que “Cuando se trata de zapatos, prefiero la autoridad del zapatero”.[3] A lo que me refiero es más bien la tendencia anarquista a favorecer las relaciones políticas horizontales en toda esfera posible, algo que la película de Kamffer nos impulsa a pensar.

Lo que está en juego en estas dos obras es también una cuestión de ideología: ¿quién levanta la máscara ideológica? Quizás mejor dicho, ¿quién debe levantarla? O incluso, ¿hace falta levantarla? El principal enemigo del anarquismo es el Estado (tanto sus aparatos represivos como los ideológicos, como diría Althusser) pero en todo momento tiene que lidiar no solo con la cuestión de qué, sino también cómo. ¿Cómo inaugurar un cambio general en las posiciones del pueblo frente al estado y el capital? Ya sea que uno tome la posición de Marx sobre la ideología (si supieran lo que están haciendo, dejarían de hacerlo) u otra como la de Žižek (saben muy bien lo que hacen, pero actúan como si no supieran)[4], la difícil cuestión del rol del intelectual queda muy presente. No es tan diferente a la clásica disputa en el marxismo entre Lenin, quien aboga por una clase de intelectuales vanguardistas, y Luxemburg, quien prefiere los fracasos honestos de la clase trabajadora. En el cuento de Flores Magón, el Apóstol comienza el trabajo de levantar la máscara ideológica sólo para enterarse que, en ese momento por lo menos, sus esfuerzos caen sobre tierra infértil. A mí me parece que el gesto principal del cuento son dos cosas: narrar cuán difícil es introducir ideas radicales, y también abogar por una relación entre intelectuales y masas que rechace la idea de una vanguardia intelectual (otra cuestión es, por supuesto, hasta qué punto Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano lograron poner en práctica este rechazo profesado).

Esta búsqueda del anarquismo a través del esfuerzo común y horizontal es algo que Flores Magón intentaba llevar a cabo hasta sus últimos días, incluso dentro de la cárcel en Leavenworth. En su excelente artículo “University of Radicalism: Ricardo Flores Magón and Leavenworth Penitentiary” Christina Heatherton relata cómo durante su último encarcelamiento, Flores Magón participaba en grupos de estudio con una gama amplia de prisioneros, grupos que estudiaron y formaron una “universidad de radicalismo” (577) incluso dentro de una de las instituciones punitivas más notorias de los Estados Unidos. Este es el tipo de trabajo intelectual que, a mi parecer, Flores Magón quería dejar como modelo: un esfuerzo crítico basado en la verticalidad. Obviamente, puede ser que la autoridad intelectual sea un precio que a veces el anarquismo tiene que pagar, pero para Flores Magón debe ser siempre consciente de sí y aspirando a su propia desjerarquización. Es, en parte, por este énfasis en la desjerarquización que el trabajo de Flores Magón sigue siendo influyente en los debates políticos durante el siglo XX, y hasta hoy. Entre los ejemplos más conocidos de esto es el de José Revueltas, quien califica al pensamiento de Flores Magón como «la más genuina corriente ideológica proletaria en el proceso de la revolución mexicana democrático-burguesa» (201) e intenta reivindicarlo no sólo como precursor de la Revolución, sino también como una fuente de inspiración para el pensamiento político luego de los sucesos de 1968. Si bien en el siglo XXI el anarquismo como tal no parece ser una gran fuerza de resistencia, igual la descentralización que propone sí podría serlo.

Bibliografía

Abad de Santillán, Diego. Ricardo Flores Magón, el apóstol de la revolución social

mexicana. México D.F., Centro de Estudios Históricos del Movimiento Obrero Mexicano, 1978.

Graeber, David. Fragmentos de antropología anarquista. Barcelona, Virus Editorial, 2019.

Heatherton, Christina. «University of Radicalism: Ricardo Flores Magón and Leavenworth

Penitentiary.» American Quarterly, vol. 66, no. 3, 2014, pp. 557-581.

Revueltas, José. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza. México D.F., Ediciones Era, 1980.

[1] http://archivomagon.net/obras-completas/obra-literaria-1910-1917/cuentos/cuento02/

[2] http://archivomagon.net/

[3] https://www.marxists.org/espanol/bakunin/dyes1.htm

[4] Ambas citas son paráfrasis, pero me refiero a La ideología alemana de Marx y El sublime objeto de la ideología de Žižek.