Fertilidad burguesa y fertilidad comunista

Jonatan Romero

“La renta no podría ser el índice constante de grado de la fertilidad de un terreno, puesto que la aplicación moderna de la química modifica continuamente la naturaleza del suelo, y precisamente en nuestros días los conocimientos geológicos comienzan a trastornar toda la antigua estimación de la fertilidad relativa. La fertilidad no es una cualidad del suelo natural como podría creerse: está estrechamente vinculada con las relaciones sociales existentes”.

Marx

Rosa Luxemburgo dio un giro epistémico cuando escribió La crisis de la social democracia, ya que la polaca revolucionaria desenmascaró la táctica revolucionaria del método oportunista y allí apareció la apotema revolucionaria “socialismo o barbarie”. El debate en la segunda década del siglo XX colocó en el debate dos cuestiones muy importantes: 1) la transformación social no puede reducirse a una cuestión moral o ética y 2) la praxis comunista debe estar al orden del día para detener el avance de la extinción del ser humano. Más allá de todo lo que se pueda decir, la intervención anterior abrió el debate sobre el tema de la teoría y como el marxismo clásico lee la crítica a la economía política desde el mundo que les tocó vivir.

Sobre lo anterior, el escrito resaltará algunas características que deben contemplarse dentro del debate que se abrirá en las siguientes líneas:

Eugen Von Böhm-Bawerk escribió ampliamente sobre la no vigencia de la teoría del plusvalor, pero su “gran aporte” residió no en la crítica a la teoría de Marx, sino que romantizó la explotación del trabajo bajo la lógica del capital. El capitalismo es el mejor de los mundos y la civilización no habría encontrado una mejor forma social, porque el mercado llegó para quedarse, ya que el mundo logró el mejor modo de distribuir la riqueza y terminar de una vez por todas con la escasez. Esta visión partió de un mirador cínico que defendió el sistema capitalista a capa y espada y dice que no darán un paso hacia atrás en el trayecto de la producción de la barbarie moderna.

Rudolf Hilferding desarrolló una crítica bastante sutil al planteamiento de Marx, ya que no fue tan severo con los planteamientos teóricos de El Moro, pero cuestionó la aplicabilidad de la teoría del plusvalor en el siglo XX y abrió el camino a una serie de premisas vulgares sobre la concepción del sistema capitalista. Esta visión apostó por una “táctica revolucionaria” que llevaría al nuevo mundo mediante las reformas y, también, gestó otra postura que afirmó que el capitalismo puede neutralizas sus contradicciones. Lo relevante recae en términos generales que la transformación social queda cancelada y los revolucionarios quedan atrapados en el mito del progreso burgués.

Karl Marx abrió una convocatoria muy particular en la historia de la humanidad donde colocó en el centro del debate que el capitalismo puede transitar a otra forma superior. Ahora, los lectores de la obra de Marx abrieron dos caminos muy interesantes: 1) la humanidad debe defender el valor de uso contra la barbarie moderna y 2) la modernidad creo la plataforma para poder transitar a una sociedad más justa. Así vista las cosas, la línea critica apunta a dos caminos, por un lado, indica que la humanidad se debe defender de la barbarie, por el otro, se tranza la ofensiva contra la lógica del capital. A continuación, la bandera de socialismo o barbarie debe contemplar no solo la lucha de las ideas, sino leer la situación del impacto que tiene sobre la naturaleza.

La fertilidad social

Bolívar Echeverría abrió una lectura única desde el mirador de la crítica a la economía política en donde colocó el valor de uso como la base de la vida misma y, por supuesto, la reproducción social se sostiene con base, no solo en el trabajo, sino también en los ciclos de la naturaleza. El discurso crítico abrió una posibilidad muy interesante para interpretar la relación que existe entre el ser humano y el planeta tierra o azul. La cuestión sería entender de manera fugaz que los dos polos de la riqueza son necesarios, en otras palabras, la riqueza social está sostenida bajo dos elementos: por un lado, el lado objetivo y, por el otro, el lado subjetivo.

Henry Lefebvre escribió su obra magna en la década de los 80´s del siglo XX que él bautizó como la producción del espacio en donde colocó una aproximación bastante peculiar en el debate internacional del marxismo clásico. Allí, el francés situó en el centro del debate una idea muy particular en donde observó al espacio no algo como ya dado, sino como resultado de las relaciones sociales en particular y describió la forma en que los seres humanos transforman su medio ambiente o la naturaleza. En este punto, el sujeto productor puede desplegar sus capacidades corpóreas más allá de su círculo vital y, con base en su producción del espacio, el trabajo lleva más lejos las potencias humanas. La producción del espacio tiene como primera premisa las necesidades sociales, es decir darle mejores condiciones de vida a la especie humana.

Karl Marx escribió una carta poco famosa a su amigo Friedrich Engels en donde comentaba una crítica a la biología de su época y manifestaba se rechazó a la visión mecanicista de la disciplina en aquellos momentos. En esa correspondencia, la fertilidad fue explorada más allá de sus fronteras naturales y, por ende, la crítica a la economía política ubicó en el centro que la sociedad le da forma y contenido a la producción de la riqueza social con ayuda a la naturaleza. Marx afirma de manera tajante que existe algo así como una fertilidad social y esta se relaciona con las capacidades humanas en ese momento histórico concreto.

Engels y Marx construyeron una lectura muy particular que contempló a nivel general que la riqueza social tiene un doble momento: 1) la naturaleza provee valores de uso y 2) el trabajo sirve como partera de este proceso. Aquí la cuestión estriba no solo en resaltar la creación humana sino también se debe recuperar la parte que le toca al planeta tierra. Pero, eso no puede reducirse a estos elementos, sino que también se debe observar la especificidad de la fertilidad dentro del orden social del cual parte, es decir, la producción y consumo no solo regulan la cantidad de valores de uso, sino también modifican la apariencia del mismo espacio en el cual ellos participan.

Entonces, los seres humanos no pueden construir una civilización sin antes transformar su realidad espacial y natural, pero también deben poner a su servicio las fuerzas productivas de la naturaleza a las necesidades históricas que marquen las relaciones sociales de producción. El marxismo clásico coloca en el centro la cuestión de la tierra, y la civilización no puede comprenderse sin la base de la riqueza social que no solo está anclado en el trabajo sino también en la fertilidad que nace de las fuerzas productivas en el planeta.

La fertilidad burguesa

Karl Marx abre una posibilidad inédita dentro de la teoría revolucionaria y, lejos de lo que el antimarxismo afirma, coloca en el centro un doble mecanismo de dominio: 1) capital-trabajo y 2) capital-naturaleza. Es decir, el discurso crítico de Marx ubica dentro de sus fronteras no solo la devastación de la fuerza de trabajo, sino también a las fuerzas productivas de la naturaleza y la sociedad burguesa destruye todo a su paso. En este sentido, la economía capitalista funda una forma de esclavitud muy precisa y reduce y amplia los ciclos biológicos a la lógica burguesa.

Marx escribió en la llamada acumulación originaria que la sociedad capitalista necesita articular una forma productiva muy particular en donde, primero, los medios de producción se desarticulan de los sujetos productores, y, segundo, los sujetos productores se conectan al proceso productivo mediante la forma del trabajo asalariado y los medios de producción pasan a formar parte del capital constante. La relación central del capitalismo no es otra que la dialéctica entre el salario y capital y el objetivo marca la pauta sobre 1) la producción de plusvalor y 2) la transformación de plusvalor en capital. De esta manera, la ganancia dirige la relación entre la producción de mercancías, su distribución en todos los niveles, la magnitud de su cambio y el consumo final.

Michael Löwy escribió ampliamente que el trabajo asalariado es el fundamento de la sociedad burguesa y, por eso mismo, ahí se encuentra el corazón de la barbarie moderna. También, el marxista francés sostuvo que el pensamiento marxista pecó de ignorancia al darle todo el peso a la fuerza de trabajo y, al mismo tiempo, dejo de lado la situación de la naturaleza. Aquí vale la pena reconocer dos cuestiones centrales para impulsar un debate serio: 1) la naturaleza no está reducida a un factor activo donde las inversiones se asientan en un lugar determinado y 2) la fertilidad de la tierra juega un papel muy importante en el sometimiento de la clase trabajadora bajo el mando del capitalista.

David Harvey, un marxismo clásico contemporáneo, acertó un golpe epistémico central cuando denunció que la producción de plusvalor no se puede dar en el aire y necesitaba de una base material, en este caso el planeta tierra. Marx fue más lejos, mucho antes de la llegada de los eruditos de la geografía marxista, porque había previsto dos cuestiones centrales en la economía capitalista, por un lado, la propiedad privada del suelo juega un papel muy importante en la construcción de la civilización burguesa, y por el otro lado, la tierra no solo era el sitio donde se ubicaban las inversiones, sino que la fertilidad ayudaba a diferenciar la cantidad de plusvalor obtenido dentro del proceso de valorización.

La fertilidad burguesa apunta hacia una línea de investigación muy relevante, en donde, la valorización del valor necesita, en primer lugar, que el trabajo se convierta en trabajo asalariado y, en segundo lugar, que las fuerzas productivas de la naturaleza pasen a la forma de capital constante. La ganancia extraordinaria es una combinación de la diferencia en la inversión con diferentes resultados y que estos están sostenidos por la fertilidad – ubicación de la tierra y también por la inversión del capital constante. En términos generales, la economía capitalista necesita de una forma específica de fertilidad en donde la producción de valores de uso pase a la forma mercantil simple hasta la producción del plusvalor.

La fertilidad contradictoria

La ideología burguesa impuso una narrativa muy particular que colocó a la propiedad privada capitalista como el eje central de la civilización. Unos más u otros menos, pero los portavoces suelen reproducir de manera muy superficial la hegemonía o superioridad de la sociedad burguesa sobre otras formas sociales que existieron antes. Aunque, la realidad dista mucho de esos sofismas, hoy en día, estos se promueven a diestra y siniestra por el mundo y se hace muy pertinente combatir contra esos dichos.

Una primera lectura crítica denunció que la civilización no puede reducirse a la reproducción del capital, es decir, la burguesía no abrió el camino a la producción de una vida material superior y que, antes del siglo XVI, las sociedades tenían grandes aportes civilizatorios en todos los niveles. El desarrollo de la sociedad no inició con la conquista de América y, por supuesto, los pueblos fuera de Europa no eran sociedades bárbaras que no habían caído del árbol. Todo lo contrario, por ejemplo, los españoles nombraron a la capital de los Aztecas como la venencia de América, porque era una ciudad maravillosa y con gran progresista.

Una segunda lectura crítica ubicó dentro del debate antiburgués que el desarrollo técnico no es para nada hijo exclusivo del capitalismo, a lo largo de la historia de la humanidad, la ciencia siempre ha tenido un lugar muy particular y su aplicación va más allá del arado. Por ejemplo, la astronomía tuvo un gran avance no solo en China sino también en las ciudades mayas, teotihuacanas, etc. De esta manera, el cero sería el gran legado a las matemáticas modernas, pero también se tiene el algebra del pueblo árabe y no olvidar la ingeniería de la antigua China.

Una tercera lectura critica desarrolló la idea de una fertilidad praxeológica, es decir, la naturaleza ofrece el medio para el desarrollo de la vida humana y el espacio no solo está para el servicio de la humanidad, sino que también recrea la forma en cómo el trabajo se refleja en la civilización. Las ciudades solo reflejan el nivel de desarrollo de los asentamientos humanos en particular y, al mismo tiempo, las grandes obras proyectan la concepción de la naturaleza. En ese sentido, esto ilustra de manera interesante como el ser humano entiende a la misma naturaleza y, por supuesto, proyecta a la fertilidad social en su fase histórica concreta.

Al final, la lectura critica tiene un pequeño limite histórico y epistémico, ya que, es cierto que cuestiona la relevancia de la propiedad privada burguesa, pero cede a la pequeña propiedad privada y abre la posibilidad al fortalecimiento de los terratenientes. Aquí, la cuestión central no solo se puede reducir a un problema del capital y la propiedad privada debe ser cuestionada en todos sus fundamentos. Hasta aquí se debe abrir una doble convocatoria: 1) la revolución crecerá bajo los ideales de la innovación técnica y 2) la humanidad florecerá sobre una base de la propiedad del suelo más allá de la burguesa.

La fertilidad comunista

La crítica a la economía política coloca en el eje central que una sociedad debe transitar a una sociedad que supere las formas de socialización con base en la circulación mercantil, dineraria y del capital. Aquí, el tema central está no solo en cuestionar una forma específica de la dominación moderna y apunta sobre otras dos fases muy poco exploradas por la ideología derivado de las elites burguesas y los terratenientes. De esta manera, un análisis debería contemplar los tres elementos para entender una forma más amplia de una sociedad más desarrollada e, por supuesto, imaginar una sociedad más allá de la sociedad burguesa.

Primero, la política comunista deberá indicar en esta línea de acción que la propiedad privada sostiene a la economía capitalista y, por lo mismo, la revolución proletaria deberá superar aquella fase histórica concreta. La cuestión no solo lleva a la reflexión de romper con una forma de apropiación del suelo, sino también a reflexionar sobre el nuevo paso que se puede dar con base al objetivo antes planteado y, así imaginar un mundo mejor. La mercancía, el dinero y el capital son relaciones sociales que no pueden reducirse solo al proceso de producción y consumo, sino que necesitan de expropiar el medio de producción más importante: el suelo.

Segundo, la política comunista deberá ubicar un segundo momento de la transformación social en donde el desarrollo tecnológico no solo dota de innovaciones sino también abre la posibilidad de reducir el trabajo humano de la producción de mercancías. El futuro de la sociedad no solo contempla una realidad donde la propiedad del suelo sea de todos, sino que el trabajo humano sea cada vez menor en la creación de la riqueza material y, así, la modernidad cumpla su promesa civilizatoria: mayor libertad y el derecho a la gratuidad. El fin del trabajo puesto bajo sus propios pies no debería solo decir que la plusvalía dejará de existir dentro del capitalismo, sino que solo bajo una sociedad que no dependa de la propiedad privada puede superarse el proceso de valorización.

La fertilidad comunista podrá únicamente hacerse realidad cuando la automatización este al servicio de las necesidades humanos y el trabajo deje su primera fase. La técnica moderna abre un camino harto interesante, donde los valores de uso lleguen al valor cero y la mercancía y el dinero no sean necesario porque si el valor desparece también lo hará el precio. La fertilidad burguesa está vencida a la lógica mercantil capitalista, la praxeológica depende mucho de la forma mercantil simple y la comunista busca la emancipación absoluta tanto del ser humano como de la naturaleza. El tiempo futuro augura un cambio de época, ya que la sociedad basada en la usura transitará hacia una cuyo fin sea el valor de uso y la libertad se consiga mediante el fin del valor mismo: la muerte de la mercancía, el dinero y el capital.