¿Es de izquierda subir el salario mínimo en México?

César Martínez (@cesar19_87)*

…  el reino de la libertad solo puede florecer

tomando como base el reino de la necesidad.

Marx, Capital, volumen 3

Tras más de 30 años de una política económica que normalizó los salarios de hambre y el despotismo en el ambiente laboral, el reciente anuncio de un aumento más al salario mínimo por parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha dividido a las diversas izquierdas: ¿Se hace justicia para quienes su capital más importante es su propia fuerza de trabajo, o solo es un analgésico para un problema cuya solución se aplaza nuevamente?

Los ánimos encendidos exhiben que la cuestión laboral es un caldero hirviente que no puede ni debe desahogarse solo por la vía del análisis económico. Que si los incrementos salariales se esfuman en la inflación, que si todavía falta la reforma fiscal a grandes contribuyentes, que si habrá ajustes después de 2024… Parafraseando a un antiguo líder de nuestra izquierda, la cuestión económica en México es fundamentalmente política, “pues la concentración de la riqueza en pocas manos no se dio aquí mediante la extracción de la plusvalía, sino a través de la corrupción.”

Considerando la variable corrupción, entendemos que la izquierda más escéptica esté sugiriendo, implícita o explícitamente, que el alza gradual al salario mínimo es algo así como las migajas que la Cuarta Transformación deja caer de su mesa de negociación con la patronal nacional y transnacional. En realidad se trata de la misma visión compartida por varios de los intelectuales críticos en el siglo pasado como Carlos Pereyra, Luis Villoro, Arnaldo Córdova o Luis Javier Garrido: es la visión según la cual el Estado surgido de la Revolución de 1910 montó sobre las demandas populares la maquinaria de dominación política y social más sólida de Latinoamérica.

Sin embargo, la crítica de estos intelectuales mexicanos no partió ni del marxismo ni del comunismo en boga durante aquellas décadas, puesto que estas escuelas comparten con el neoliberalismo una raíz economicista, es decir, priorizan lo económico sobre lo político en el examen de la sociedad. Para estos hombres, el discurso oficial de “unidad y movilización”, de apoyo al campo, de promoción de las clases medias, de atracción de inversiones públicas o privadas, de grandes obras de infraestructura y de generación de empleo, disfrazaba la hegemonía de una clase política enquistada en las instituciones, en una flagrante violación contra el espíritu democrático de los constitucionalismos de 1824, 1857 y 1917.

En esta perspectiva, una reivindicación social tan crucial como el derecho al trabajo digno siempre quedaría a merced del contubernio entre la clase que acaparó gobiernos y partidos y la clase dueña del poder económico. En un país de clases medias y clases populares sumidas en el analfabetismo político, advertían estos críticos, todo el artículo 123 de la Constitución quedaría en letra muerta. Y, efectivamente, así ha sucedido tras las reformas laborales del PRI y del PAN; y continúa sucediendo aún bajo diversos esquemas de subcontratación y simulación.

“No hay duda: la Revolución tuvo éxito al modernizar y desarrollar la economía mexicana,” escribía Carlos Pereyra en 1979, para señalar asimismo que el auge dio una coartada al “bloque social dominante, soslayando sus compromisos con las masas trabajadoras y culminando en un sistema corporativo de control vertical.” Viendo también al corporativismo como la esencia de la cultura política de nuestro país, Arnaldo Córdova en ese mismo año defendía la lucha por la democracia frente a la extrema izquierda: “¿Bandera liberal burguesa? Lo es, sin duda alguna.” Pero él añadía que, en una sociedad aferrada a sus tradiciones corporativistas, “la democratización no puede dejar de ser una bandera de izquierda.”

De modo que debatir sobre salarios, jubilaciones, jornadas semanales de 40 horas, créditos para la vivienda y otras prestaciones, sin considerar a un Estado que continúa siendo tan corporativo en 2023 como lo era en 1979 significa el riesgo de oler el pan caliente de hoy, pero tener la fría certeza del hambre para mañana. Acaso la mejor forma de demostrar cuán vigentes siguen siendo Pereyra, Villoro, Garrido o Córdova para el México contemporáneo es aquel refrán popular, según el cual hay que tener cuidado al hablar de progreso, “porque tú te quedas flaco y ellos aumentan de peso.”

*Maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Bristol y en Literatura de Estados Unidos por la Universidad de Exeter.

Bibliografía

Pereyra, Carlos, y Córdova, Arnaldo; en González Casanova, Pablo y Florescano, Enrique (1979) México, hoy. Siglo Veintiuno. pp 289-305 y pp 385-404.