Elecciones y crisis en el imperio. Candidatos y perspectivas
Dra. Ana Alicia Solís de Alba y Dr. Max Ortega[1]
Candidatos
Kamala Harris, candidata presidencial del Partido Demócrata
El 25 de abril de 2023, el presidente Joe Biden anunció su candidatura a la reelección, manteniendo a la vicepresidenta Kamala Harris como su compañera de fórmula.
Biden fue declarado candidato del Partido Demócrata el 12 de marzo, fecha en la que alcanzó la mayoría de los delegados para ser elegido candidato en la Convención Demócrata. Pero el 21 de julio de 2024, Joe Biden anunció su retiro y dio su apoyo a su vicepresidenta Kamala Harris para la nominación demócrata. Kamala Harris recibió también el apoyo de los Clinton y los Obama.
El 2 de agosto de 2024, la Comisión Nacional Demócrata anunció que Kamala Harris había obtenido, de manera formal, suficientes votos de los delegados demócratas para ganar la candidatura del partido a la presidencia, con lo cual se convirtió en la primera mujer negra y la primera estadounidense de origen asiático en encabezar la candidatura de uno de los dos grandes partidos. Como vicepresidente fue nombrado Tim Walz.
Donald Trump, candidato presidencial del Partido Republicano
Trump a diferencia de Biden y Kamala Harris anunció con mucha anticipación su candidatura presidencial. En marzo de 2022 informó que sí se presentaría a la reelección presidencial republicana. Meses más tarde, el 15 de noviembre de 2022 presentó una declaración de candidatura ante la Comisión Federal Electoral (FEC) y anunció su candidatura en un discurso en Mar -a- Lago el mismo día. La campaña electoral de Trump había comenzado.
Tras los caucus de Iowa, en los que Trump obtuvo una victoria aplastante, DeSantis y el empresario Vivek Ramaswamy abandonaron la carrera y respaldaron a Trump, dejando al expresidente y a Nikki Haley, la exgobernadora de Carolina del Sur que sirvió en el gabinete de Trump, como los únicos candidatos principales. Trump continuó ganando las cuatro elecciones de votación anticipada mientras la campaña de Haley luchaba por ganar impulso. El 6 de marzo de 2024, el día después de ganar sólo una primaria de quince en el Supermartes, Haley suspendió su campaña. Trump entonces se convirtió en el único candidato importante que quedaba para la nominación presidencial republicana. El 12 de marzo de 2024, Trump se convirtió oficialmente en el candidato presidencial republicano. Más tarde, el 15 de julio de 2024, el primer día de la convención Nacional republicana, Trump anunció oficialmente que el senador JD Vance sería su compañero de fórmula.
Hasta finales de julio, la campaña de Trump avanzaba sin tener un verdadero opositor. A principio de agosto, sin embargo, la situación cambió. Kamala Harris, sustituyó a Biden, logrando modificar, en escasos tres meses, los términos de la competencia electoral.
Promesas electorales
Es importante subrayar que la competencia electoral entre Kamala Harris y Donald Trump se dio en el marco del sistema electoral y de partidos ya analizado. Sus diferencias, siendo importantes, no fracturaban el régimen político. Ni buscan expresamente modificar el sistema político.
Los temas de debate fueron la política económica, el derecho de aborto, el control de la frontera y de los flujos migratorios, los carteles de la droga, la guerra en Ucrania y en la franja de Gaza, y el tema ambiental.
Debe subrayarse que Trump y Harris compartían algunos diagnósticos acerca de los desafíos económicos del país, pero diferían en las medidas que proponían[2]. Dos ejemplos de ello eran la política comercial con China y la política fiscal[3]. Sus desacuerdos importantes estaban, sin embargo, en su visión sobre la política monetaria, la inflación, el nivel de precios y el desempleo.
Kamala Harris y sus propuestas
Política económica: recortar impuestos a las familias de ingresos bajos y medios, y aumentarlos de 21 a 28 por ciento a los hogares de altos ingresos y a las corporaciones; incrementar el crédito fiscal por hijos, añadir un crédito adicional para los recién nacidos y ofrecer un crédito fiscal de 25,000 dólares para la compra de la primera vivienda, además de aumentar el gasto en atención a niños y ancianos. Para aumentar los ingresos, además de subirle los impuestos a los hogares y las corporaciones que ganan 400,000 dólares al año o más, propuso cobrar un impuesto de 25% sobre las llamadas ganancias de capital no realizadas de las personas más ricas de Estados Unidos, es decir, aquellas con una fortuna de más de 100 millones de dólares.
Para empleo, salarios e inflación, no formuló programas concretos. Solo generalidades. “Luchará para aumentar el salario mínimo, poner fin a los salarios por debajo del mínimo para los trabajadores que reciben propinas y las personas con discapacidades”
Derecho de aborto: defensa del derecho al aborto tras la anulación del caso Roe contra Wade en junio de 2022, es decir, defender la libertad reproductiva y salvaguardar la privacidad de pacientes y proveedores. Como presidenta, nunca permitiría que una prohibición nacional del aborto se convirtiera en ley. Y cuando el Congreso aprobase un proyecto de ley para restaurar la libertad reproductiva en todo el país, ella lo firmaría.
Control de la frontera y de los flujos migratorios: reforma migratoria con “una vía a la ciudadanía” para algunos sectores migrantes, aunque se insiste en que regresará a quienes crucen de manera irregular. “En junio de este año, la Casa Blanca anunció una ofensiva contra las solicitudes de asilo con el fin de seguir reduciendo los cruces en la frontera entre EE.UU. y México, una política que la directora de campaña de Harris, Julie Chávez Rodríguez, indicó a finales de julio a CBS News que continuaría bajo un gobierno de Harris”[4].
Carteles de la droga: como presidenta, firmará el Acuerdo Bipartidista de Seguridad Fronteriza que financiará la Tecnología de detección para interceptar aún más drogas ilícitas y seguirá luchando para poner fin a la epidemia de opioides.
Tema ambiental: unirá a los estadounidenses para hacer frente a la crisis climática, promoverá la justicia ambiental, protegerá las tierras y la salud públicas, aumentará la resiliencia a los desastres climáticos, reducirá los costos de energía de los hogares, creará millones de nuevos empleos y continuará haciendo rendir cuentas a los contaminadores para garantizar aire y agua limpios para todos.
Derechos y libertades civiles: Lucharía para garantizar que los estadounidenses tengan la oportunidad de participar en la democracia aprobando las Leyes de Derechos Electorales John Lewis y Libertad para Votar, leyes que consagrarán las protecciones del derecho al voto, ampliaría el voto por correo y la votación anticipada, y más. Su administración también continuará protegiendo a los estadounidenses de la discriminación, continuará su trabajo para asegurar $2 mil millones en fondos para las Oficinas de Derechos Civiles en todo el gobierno federal. Y como presidenta, siempre defendería la libertad de amar a quien se ama abiertamente y con orgullo. Como presidenta, luchará para aprobar la Ley de Igualdad para consagrar las protecciones contra la discriminación para los estadounidenses LGBTQI+ en la atención médica, la vivienda, la educación y más.
Guerra en Ucrania: cinco días antes de que Rusia atacara a Ucrania, se reunió con el presidente Zelenskyy para advertirle sobre el plan de invasión de Rusia y ayudó a movilizar una respuesta global de más de 50 países para ayudar a Ucrania a defenderse de la ofensiva de Vladimir Putin. Y trabajó con los aliados de EEUU para garantizar que la OTAN fuera más fuerte que nunca. Kamala se comprometió a apoyar a Ucrania en su guerra contra Rusia, habiéndose reunido con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, al menos seis veces y anunciado en octubre una ayuda de US$ 1.500 millones.
Guerra en la franja de Gaza: “La vicepresidenta Harris nunca dudará en tomar las medidas que sean necesarias para proteger a las fuerzas e intereses estadounidenses ante Irán y de los grupos terroristas respaldados por dicho país. La vicepresidenta Harris siempre defenderá el derecho de Israel a defenderse y siempre se asegurará de que tenga la capacidad de hacerlo”[5].
Trump y sus propuestas
Política económica: aranceles generalizados del 60% para China –aún más para determinados productos, como los vehículos eléctricos–, 20% para el resto del mundo y 100% para los países que se nieguen a emplear el dólar para el comercio; recortar la tasa de impuesto corporativo de 21 a 20% para la mayoría de las compañías, y hasta a 15% en el caso de las empresas que fabricaran sus productos en suelo estadounidense; aplicar una fuerte agenda de desregulación, prometiendo que por cada nueva ley que se apruebe, otras 10 serán derogadas; no cobrar impuestos sobre los ingresos obtenidos de propinas, trabajo en horas extra o beneficios de seguridad social; crear un crédito fiscal para los/las cuidadores familiares; volver a hacer deducibles los préstamos para automóviles y para la compra de vehículos fabricados en Estados Unidos; exentar del pago de impuesto sobre la renta a 22 millones de socorristas, personal militar y veteranos de las fuerzas armadas estadounidenses; e incrementar los ingresos del gobierno mediante el establecimiento de aranceles y revirtiendo las políticas en curso en materia de energía verde o medioambientales[6]; substituir la Seguridad Social por cuentas privadas.
Derecho de aborto: continuar con la anulación del derecho al aborto y de las libertades civiles[7]. A insistencia de Trump, la plataforma del Partido Republicano, por primera vez en décadas, no pidió una prohibición nacional del aborto. Trump sostuvo que anular Roe vs. Wade era suficiente a nivel federal. Trump dijo en su plataforma Truth Social que vetaría una prohibición federal al aborto si tal medida llega a su escritorio.
Control de la frontera y de los flujos migratorios: deportaciones masivas de migrantes mediante la Guardia Nacional y algo así como crear campos de concentración para detenerlos.
Carteles de la droga: uso de la fuerza militar contra los cárteles en México; confiscar los bienes de bandas criminales y cárteles de la droga con el fin de usar esos bienes en un “fondo de compensación” para las víctimas del “crimen migrante”.
Derechos y libertades civiles: persecución de sus opositores políticos por conducto del Departamento de Justicia; despliegue de las fuerzas militares contra ciudadanos estadunidenses que forman parte del “enemigo interno de la izquierda radical”;
Guerra en Ucrania y en la franja de Gaza: desinterés en seguir apoyando a Ucrania, apoyar a Israel y bombardear a Irán.
Electores y votos
Desde 2022, los demócratas dominaban el Senado con escueta mayoría de 51 contra 49, mientras los republicanos controlaban la Cámara baja con mayoría de 220 contra 212. La presidencia estaba en manos de los demócratas.
Esta correlación de fuerzas se modificó para crear nuevos equilibrios políticos. Al 11 de noviembre del año en curso, Donald Trump contaba con 312 votos en el Colegio Electoral –muy lejos de los 270 requeridos para ser declarado ganador–, mientras Kamala Harris apenas solo tenía 226. En la elección para el Senado, los republicanos tenían 53 de 100, mientras que los demócratas solo tenían 46. En la elección de Representantes, los republicanos tenían 214 asientos y demócratas 205. Y en la elección de gobernador, los republicanos tenían 27 y los demócratas 23[8]. En el voto popular, Donald Trump tenía 75, 076, 634 votos (50.3%) y Kamala Harris contaba con 71, 775, 628 votos (48.1%)[9]
En suma, Presidencia de EEUU, Senado, Cámara de Representantes y Gobernadores quedaron en manos del Partido Republicano. Carro completo.
Crisis, elecciones y debilidad imperial
El orden económico mundial acordado en Bretton Woods estableció a EE UU como la potencia económica hegemónica en el mundo. En 1945, era la mayor nación manufacturera del mundo, tenía el sector financiero más importante, las fuerzas militares más potentes y, además, dominaba el comercio y la inversión mundiales mediante el uso internacional del dólar.
Estados Unidos y sus aliados en Europa dominaron el FMI y el Banco Mundial desde entonces, tanto en personal como en políticas. A pesar de algunas reformas menores en sus votaciones y toma de decisiones en los últimos 80 años, el FMI sigue estando dirigido por el G7, sin apenas dar voz a otros países. Hay un total de 24 puestos en el directorio del FMI, en el que el Reino Unido, EE UU, Francia, Alemania, Arabia Saudí, Japón y China tienen su propio puesto y EE UU tiene el poder de vetar cualquier decisión importante.
Muchos años después llegaron los tiempos de la ola globalizadora del aumento del comercio y los flujos de capital; del dominio de las instituciones de Bretton Woods, como el FMI y el Banco Mundial, que dictaban las condiciones del crédito; y, sobre todo, de la expectativa de que China quedaría bajo el bloque imperialista tras su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001.
Sin embargo, no funcionó como se esperaba. La ola de globalización llegó a un abrupto final tras la Gran Recesión y China no se prestó a abrir su economía a las multinacionales occidentales[10]
El mundo empezó a cambiar. Los impactos más fuertes de la globalización fueron sobre la industria y mano de obra estadounidense. Así llegó la crisis mundial capitalista, coincidiendo con las elecciones presidenciales norteamericanas
Discurso de Denver, 2008
El 28 de agosto de 2008, en Denver, Barack Obama pronunció un discurso de aceptación de su nominación como candidato presidencial del Partido Demócrata. Dijo: “Esta noche, más americanos están sin trabajo y más trabajan por menos. Muchos de vosotros habéis perdido vuestros hogares y muchos más veis cómo cae en picado el valor de vuestras casas. Muchos teneís automóviles que ahora no os podeís permitir conducir, deudas de las tarjetas de crédito que no podéis pagar, gastos de matrículas inalcanzables. Todos estos desafios no son todos atribuibles al Gobierno. Pero el no haberles hecho frente es la consecuencia de la descomposición de la vida política en Washington y las fallidas políticas de George W. Bush”[11].
Estas manifestaciones a las que se refería el candidato eran expresiones del inicio de una profunda crisis mundial capitalista que detonó en 2008 y se prolongó durante cuatro años más.
Discurso de toma de posesión, 2009
Ya elegido Presidente, Obama, reconoció en el discurso de toma de posesión, la hondura de la crisis y lo que significaba para su país, EEUU: “Que estamos en medio de una crisis es algo muy asumido. Nuestra nación está en guerra frente a una red de gran alcance de violencia y odio. Nuestra economía está gravemente debilitada, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por el fracaso colectivo a la hora de elegir opciones difíciles y de preparar a la nación para una nueva era.
Se han perdido casas y empleos y se han cerrado empresas. Nuestro sistema de salud es caro; nuestras escuelas han fallado a demasiados; y cada día aporta nuevas pruebas de que la manera en que utilizamos la energía, refuerzan a nuestros adversarios y amenazan a nuestro planeta.
Estos son los indicadores de una crisis, según los datos y las estadísticas. Menos tangible pero no menos profunda es la pérdida de confianza en nuestro país un temor persistente de que el declive de Estados Unidos es inevitable y de que la próxima generación debe reducir sus expectativas.
Hoy os digo que los desafíos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los enfrentaremos fácilmente o en un corto periodo de tiempo”[12].
Los años de la crisis, 2008–2012
La intensidad de la crisis y sus consecuencias se prolongaron en el tiempo. Entre 2008 y 2012, la crisis tuvo cinco momentos importantes: 1) del inicio de la crisis financiera a mediados de 2007 al colapso financiero de finales de 2008; 2) la aplicación, a finales de 2008, de determinadas políticas fiscales y monetarias, y su generalización hasta el segundo semestre de 2009; 3) la “recuperación” de la economía norteamericana a mediados de 2009 hasta la aparente contención de la recesión capitalista que se prolongó, mediante la ejecución de políticas de austeridad, aplicadas a las y los trabajadores, hasta finales de 2010; 4) el estímulo fiscal y las políticas financieras con las que el PIB real se expandió en 2010, pero sin lograr resolver el desempleo generalizado, que en algunos casos se incrementó; 5) las políticas de ajuste y crisis del euro en la Unión Europea, “abismo fiscal” y el lento crecimiento en Estados Unidos, que infundieron nuevos bríos a la recesión económica, en 2011 y 2012.
En esos cuatro años, la crisis mundial capitalista pasó de la esfera financiera a la economía real, y luego a la crisis de deuda soberana. Observándose cómo en cada uno de estos momentos, los despidos, la reducción de los salarios, el incremento de los años para la jubilación, el descenso del gasto público y la supresión o reestructuración profunda de la contratación colectiva se produjeron uno tras otro.
La política y las medidas aplicadas desde las instituciones internacionales del capital (FMI, BM, OCD, G-8, G-20, Davos, etc,) no le dieron solución. Al contrario, esas medidas profundizaron la ejecución del programa neoliberal, agravándola. Su extensión, su ritmo y sus efectos sociales y políticos no hicieron sino continuar, hasta convertirla en crisis histórica de la civilización capitalista. La crisis financiera, de alimentos, energéticos y ambiental fue, en su conjunto, antes que la suma de varias crisis, las partes de una sola crisis, la crisis del capitalismo.
La vida social del capitalismo se oscureció totalmente con el desempleo masivo y generalizado de jóvenes con altos niveles de escolaridad, de mujeres y trabajadores en activo; altos porcentajes de reducciones salariales; nuevas legislaciones laborales que eliminaron los beneficios alcanzados en décadas de lucha sindical; empleo precario masivo para hombres y mujeres; nuevas condiciones para la jubilación, privatización y despojo de los fondos de pensiones; proletarización de las clase medias y normas de consumo a la baja; hambre, mayor pobreza y casi desaparición de la seguridad social. Reconfiguración, una vez roto el pacto social, de la relación entre las clases sociales. Resurgimiento, desde la subalternidad, de la centralidad de la clase obrera y los sindicatos; reutilización de la huelga de masas, como método de organización, unificación y movilización política colectiva en los centros de producción, en las instituciones de vida social, en los parlamentos y en las calles; desbordamiento del descontento social y convergencia de las más diversas resistencias (sindicatos, mujeres, jóvenes, empleados, desempleados, precarios, pensionistas e intelectuales); y desgaste gradual, pero constante de las instituciones de la dominación política (partidos políticos, ideologías, gobiernos y parlamentos).
La lenta rearticulación de lo social y lo político produjo nuevos fenómenos: crisis de la hegemonía neoliberal en sus dos variantes: conservadora y socialdemócrata; derrotas electorales de los partidos neoliberales; derrotas electorales de los partidos socialdemócratas más emblemáticos (Reino Unido, Alemania y Suecia); ascenso electoral de las fuerzas socialistas y progresistas de América Latina (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay, El Salvador, Nicaragua, Uruguay, Brasil, Argentina y Perú); reducción de la influencia y dominio estadounidense en la región latinoamericana (México, Chile, Colombia y Honduras, principalmente); surgimiento de la resistencia sindical y popular de masas a las políticas neoliberales de los gobiernos republicanos en el medio oeste norteamericano (Wisconsin, Ohio, Idaho, etc.); derrocamiento de gobiernos neoliberales (Kirguizistán), dimisiones (Hungría y República Checa) y crisis de gobierno (Bélgica e Italia ); países escindidos (Sudán) o naciones cuestionadas (Bélgica, Italia, España, Reino Unido) .
En el norte de África se produjeron revoluciones y revueltas árabes, los viejos sistemas políticos se derrumbaron; trabajadores, jóvenes, mujeres e intelectuales pusieron fin a envejecidas dictaduras subordinadas a la Unión Europea y a los Estado Unidos de Norteamérica, modificando las relaciones políticas, económicas, sociales y militares de la zona y del mundo. En Túnez y Egipto las revoluciones triunfaron, y abrieron nuevos procesos. En Libia, Arabia Saudita, Barhéin, Marruecos y Omán, las revueltas populares fueron momentáneamente contenidas. Mientras que, en el Libano, Hezbolá arribó al gobierno y la autoridad palestina se recompuso. Esta crisis, verdaderamente global, engendró, como era de esperarse, cambios geoeconómicos y geopolíticos, que repercutieron en el imperialismo norteamericano[13]. Estos ya habían comenzado en el verano de 2009 durante la crisis capitalista. En el momento de su creación, el grupo de los BRICS representaba aproximadamente 40% de la población mundial. La participación de esos países en el PIB mundial aumento de 8% en 2001 a 26% (en dólares estadounidenses) en 2023, mientras que la participación de los países del G-7 cayó de 65% a 43% en igual periodo. Entre 1990 y 2022, los países integrantes de los BRICS lograron una tasa de crecimiento de 4,5%, mientras que los del G-7 lograron en ese lapso un magro 1,5%, con China (12,3%) y la India (6,4%) como las fuerzas que más empujaban. Los Estados miembros comparten intereses comunes en relación con la reforma amplia del sistema de la ONU y su enfoque del multilateralismo, reforma de las instituciones del sistema financiero internacional, el comercio y el desarrollo.
Después de la pandemia y la guerra de Rusia, los BRICS cobraron mayor relevancia. En su XV Cumbre se presentaron unas 20 solicitudes formales de ingreso y otros 20 países interesados. En enero de 2024 se sumaron a los BRICS, cinco nuevos países, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos[14]. Para la XVI Cumbre de octubre de este año, pertenecían a los BRICS, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (fundadores) los nuevos miembros, Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos, y 13 nuevas naciones que fueron incluidas en la cumbre con carácter de “asociadas”, paso previo a convertirse en integrantes. Los estados asociados eran: Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam.
Así pues, la crisis y la competencia comercial definieron el contexto en el que se desarrollaron estas elecciones, diferentes a otras que se han desarrollado en EEUU. Sus rasgos distintivos son: la debilidad creciente del imperialismo norteamericano: pobreza, desigualdad social, gasto militar mayor varias veces al gasto social, crisis política institucional, ruptura de los acuerdos de la clase dominante, expansión de la epidemia de opioides, crisis climática, derechos y libertades civiles restringidas, persecución de opositores políticos de izquierda, endeudamiento económico mundial, financiamiento de guerras (Ucrania y Franja de Gaza), y cambios geoeconómicos y geopolíticos, creadores de nuevos equilibrios mundiales de poder.
Bajo estas condiciones es dudoso que los próximos cuatro años sean, como dijo Donald Trump, el 6 de noviembre, en su discurso de la victoria electoral, “la era dorada de Estados Unidos”.
Consideraciones finales
Estados Unidos es el único sistema presidencial “democrático” que sigue utilizando un colegio electoral en el que los presidentes no siempre reciben el apoyo de la mayoría de los votantes. Estos gobiernos, democráticos en apariencia, solo son una garantía para el gobierno de la élite del poder.
La raíz histórica del Colegio Electoral se remonta a la Convención Constitucional de 1787, y al papel que en ella tuvieron los Estados protectores de la institución de la esclavitud, a fin de poder obtener la representación legislativa y electoral que querían para su población de personas esclavizadas sin darles el derecho real a votar o hacerlos ciudadanos. Fue de esta forma original como en “la tierra de los libres” nació la “democracia” de los esclavistas.
Los ciudadanos estadounidenses, contrariamente a lo que creen, no votan al presidente, sino a una lista de electores que corresponden a ese candidato y se comprometen a votar por él.
La crisis del sistema político norteamericano afloró abiertamente el 23 de enero, 2021 cuando Donald Trump, instó a sus seguidores a ir al Capitolio, que después fue tomado por asalto, con la intención de frenar la certificación de la elección presidencial que había perdido. Dos son los componentes de esta crisis. El Colegio Electoral y el bipartidismo. Uno y otros son partes fundamentales del sistema electoral y del sistema de partidos. Durante casi 200 años (siglos XIX – XXI) fueron funcionales, pero ya no lo son. La estructura que les dio origen cambió igual que el contexto mundial.
Para resolver la crisis del sistema político norteamericano se hace necesaria una reforma del sistema electoral y del sistema de partidos, que haga realidad la existencia de una verdadera democracia política. Hasta el momento, sin embargo, ninguno de los dos bloques en que se encuentra agrupada la burguesía estadounidense ha querido aceptarla como solución. Así que, si la negociación y el acuerdo no sustituyen a la confrontación, la crisis será cada vez más profunda y difícil de resolver.
La crisis social y del sistema político norteamericano tiene como base, la crisis de las políticas neoliberales que la clase dominante norteamericana y sus dos partidos, el Republicano y el Demócrata aplicaron desde el gobierno de Ronald Reagan (20 de enero de 1981). Dichas políticas le confirieron a la sociedad norteamericana sus rasgos actuales más sobresalientes: racismo sistémico, pobreza y desigualdad, cancelación de derechos políticos, represión masiva, devastación ecológica, economía de guerra y militarismo, injusticia e inmoralidad completas.
El sistema electoral y el sistema de partido favorecieron el movimiento populista de derecha dirigido por Donald Trump, con rasgos neofascistas crecientes y bloquearon el desarrollo de un verdadero movimiento democrático.
[1] Doctora en Ciencias Sociales y Doctor en Ciencia Política, respectivamente.
[2] Real Instituto elcano, Juditha Amal y Federico Steinberg, “¿Qué podemos esperar de las elecciones de Estados Unidos en el plano económico?”, en https://www.realinstitutoelcano.org/analisis/que-podemos-esperar-de-las-elecciones-de-estados-unidos-en-el-plano-economico/
[3] Idem., “En segundo lugar, los planes de ambos candidatos en materia de política fiscal están profundamente alejados de un más que necesario plan de consolidación fiscal a medio plazo, a pesar de unos crecientes niveles de deuda pública, deficit público e intereses de la deuda. En efecto, ambos candidatos proponen una suerte de utopía fiscal, aunque sobre bases diferentes: Trump apoyándose en recortes impositivos (pretende dejar el tipo del Impuesto de Sociedades en el 15%, eximir las propinas y bonificar la Seguridad Social) y Harris en un mayor gasto público, aumentando subsidios para vivienda, sanidad y cuidados infantiles”.
[4]CNN, 4 de noviembre de 2024, Tami Luhby y Way Mullery, “Las propuestas de Kamala Harris para la presidencia de EE.UU.: economía, salud, inmigración, aborto y más”.
[5] Harris / Walz, “Un nuevo camino hacia adelante, en https://kamalaharris.com/es/issues/
[6] El Economista, 5 de noviembre de 2024, Sebastián Díaz Mora, “Harris propone aumentar impuestos a las corporaciones; Trump se los recortaría”.
[7] Esta política conservadora en contra de las mujeres fue impuesta por el Tribunal Supremo de EE.UU., desde 2022. En este tribunal, la influencia de Trump es muy poderosa. “La decisión del Tribunal Supremo de EE.UU. de junio de 2022 en el caso Dobbs contra Jackson Women’s Health Organization, que anuló el derecho al aborto protegido constitucionalmente, siguió teniendo repercusiones negativas en las mujeres, las niñas y otras personas que pueden quedar embarazadas en el país.
Hasta el 15 de septiembre, 22 estados habían prohibido el aborto o restringido el acceso al aborto en la etapa temprana y 14 estados habían promulgado leyes que criminalizan a los proveedores de atención médica que practican abortos. Algunos estados también tipificaron como delito que cualquier persona, incluidos los proveedores de atención médica, ayude a las personas embarazadas a obtener un aborto. Como resultado, aproximadamente 22 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva, así como otras personas que pueden quedar embarazadas, viven ahora en estados del país donde el acceso al aborto está muy restringido o es inaccesible.
En agosto de 2023, un tribunal federal de apelaciones, en su intento por conciliar dos opiniones contradictorias de tribunales inferiores emitidas con pocos minutos de diferencia entre sí (una que revocaba la aprobación de la mifepristona, un fármaco seguro y eficaz utilizado para el aborto con medicamentos, y otra que la mantenía disponible), dictaminó que el acceso al medicamento debe limitarse en ciertos contextos: cuando se envía por correo y se prescribe mediante telemedicina. El Departamento de Justicia de Estados Unidos y el fabricante apelaron la decisión (Human Rights Watch, Informe Mundial 2024: Estados Unidos).
[8] La Jornada, 11 de noviembre de 2024, “Elecciones EE.UU. 2024”.
[9] En 2016 y 2020, el voto popular se expresó como sigue: 2016: Abstención: 100 millones de votos; Hillary Clinton: 65 millones de votos; Donald Trump: 62 millones de votos; 2020: Abstención: 80 millones de votos; Joe Biden: 81 millones de votos; Donald Trump: 74 millones de votos (sinpermiso, 3 de noviembre de 2024, Michael Moore, “Carta de Michael Moore a los que no votan”).
[10] sinpermiso, 30 de noviembre de 2024, Michael Roberts, “FMI y BRICS: no hay vuelta a Bretton Woods”.
[11] PSOE, 29 de agosto de 2008, “Intervención del candidato demócrata a la Presidencia de EEUU en la Convención del Partido Demócrata”, en https://www.psoe.es/actualidad/noticias-actualidad/discurso-de-barack-obama–24414/
[12] Texto completo del discurso de toma de posesión de Barack Obama, 20 de enero de 2009, en https://s.libertaddigital.com/doc/discurso-de-investidura-de-barack-obama-41913386.pdf
[13] El imperialismo del siglo XXI se caracteriza económicamente, según Guglielmo Carchedi y Michael Roberts, por «la apropiación neta persistente y a largo plazo por parte de los países capitalistas avanzados de alta tecnología del plusvalor transferido de los países dominados de baja tecnología». Los cuatro canales por los que el plusvalor fluye a los países imperialistas son: el dominio y señoreaje de su moneda; los flujos de ingresos de las inversiones de capital; el intercambio desigual (UE) a través del comercio; y los cambios en los tipos de cambio.
Estos aspectos económicos se complementan con el poder militar, el control político de las instituciones internacionales (ONU, FMI, Banco Mundial, etc.) y el poder de la «diplomacia internacional” (SinPermiso, 17 de mayo de 2024, Michel Roberts, “Sobre la economía del imperialismo”)
[14] Nueva Sociedad, marzo abril de 2024, Uwe Optenhögel, “BRICS: de la ambición desarrollista al desafío geopolítico”, https://nuso.org/articulo/310-BRICS/