Elecciones dominicales: júbilo, pero no desmedido
CE, Intervención y Coyuntura
Dos elecciones locales se aproximan. Los resultados, si nada increíble sucede, están definidos. En Coahuila el PRI mantendrá la gubernatura –evitando la extinción– y en Estado de México, Delfina Gómez encabezará el primer gobierno no priísta desde 1946.
Las militancias de ambos bandos asumen posicionamientos como si en ambas se jugaran los días del futuro. Para los opositores, no perder Coahuila, demuestra que les es posible ganar. Para los seguidores de Morena el Edo-Mex, antigua fortaleza imbatible, finalmente cae.
Un análisis mesurado debe llevar a pensar con júbilo, pero no con desmesura. Veamos.
Comencemos por Coahuila. Aunque la oposición querrá colocarlo como el “gran triunfo” y la resistencia frente a la ola guinda, esto está lejos de ser cierto. Coahuila es un estado con flujos de recursos considerables, económicamente significativo, pero políticamente nulo. Nadie construirá una alternativa desde ahí. La ruptura de la alianza, dadas las características locales de los partidos (en este caso el PT), la acción del exsubsecretario y el particular candidato de Morena, abonan a que este lugar quede en manos del PRI. ¿Es motivo de derrota o “tristeza política? No necesariamente. Al final, quizá es mejor perder un espacio no tan relevante que aparentemente gobernar con un candidato del que existen dudas sobre su capacidad y sus vínculos con los grupos empresariales. La militancia de Morena se entregó a esa candidatura, en un llamado de disciplina, lógico y esperable, pero ciertamente en un ambiente que no parece ser el de los vientos del cambio.
El Estado de México no es la madre de todas las batallas. Ni es el preludio de las elecciones del 2024. Esa fue una idea instalada por el príismo, creada en años anteriores cuando adelantó esas elecciones locales, con respecto a la elección presidencial. Ahora bien, el triunfo de Delfina Gómez es de por sí de júbilo para los partidarios de Morena y a quienes, sin adscribir a esa institución acompañan a la 4T. La alternancia es significativa. Existe además un ambiente de cambio en la sociedad mexiquense, harta y cansada de esos linajes familiares como los Del Mazo.
Sin embargo, este triunfo también viene acompañado de un cierto acuerdo de elites, en el que el gobernador saliente, claramente prefirió convivir y negociar con la 4T antes que confrontarla. Caso curioso, desde el Edo Mex si se puede construir una alternativa política, pero Del Mazo prefirió la negociación y la pacificación, quizá en la idea de que al PRI no había quien lo salvara.
Ahora bien, Delfina es una figura importante, con orígenes que deben ser reivindicados para los perfiles de gobierno. Sin embargo, ello no obsta para señalar que hace parte de un grupo cuyos métodos no son necesariamente los que deban entusiasmar a los partidiarios de la transformación. La fracción de Higinio Martínez y compañía, acompañará el inicio de este gobierno. Habrá que ver si, como en otros casos –como el de Cuauhtémoc Blanco y el desplazamiento del PES del gobierno– la maestra decide independizarse de esos grupos o bien, se mantiene.
Los triunfos son importantes, significativos, motivo de júbilo. La derrota que se avecina es pequeña, no resulta crucial en términos políticos o poblacionales, pero habla de prácticas de las elites y sus interferencias determinantes en los partidos a nivel local. Las elecciones del domingo son, a medio camino, un reflejo de los ánimos de la sociedad (caso Edo Mex) pero también de los ánimos de las elites locales y su capacidad de negociación.