El pasado presente: Los problemas de la Unidad Popular en la Cuarta Transformación a 50 años del Golpe de Estado en Chile

Arturo Flores Mora

El Golpe de Estado en Chile dejó marcas permanentes en toda una generación de izquierda que de caminar por las alamedas que conducirían al sueño de una nueva sociedad, transitaron abruptamente en la más horrenda pesadilla.

La experiencia socialista de la Unidad Popular (UP) fracasó no por contradicciones internas, sino por el afán de una burguesía primitiva y colonizada por boicotear el progreso histórico de la sociedad chilena que caminaba a pasos agigantados.

Si el socialismo realmente fuera un fracaso por sí solo, no habría necesidad por parte de las fuerzas conservadoras, neoliberales y occidentales de precipitar sus contradicciones a través de criminales y cobardes Golpes de Estado.

No obstante, el ejemplo chileno sólo ratifica una vez más la hipocresía del discurso liberal de la clase empresarial.

Así como el capitalismo en sus orígenes, el Neoliberalismo nació chorreando sangre y lodo por todos sus poros en favor de los dueños del dinero. 

A 50 años del Golpe de Estado en Chile, la historia se repite. México y Chile comparten experiencias similares por la posición dependiente que ocupan en América Latina. Los latinoamericanos, amén de la permanente intromisión del vecino del norte, cargamos con la condena de tener en nuestras sociedades a una derecha naturalmente golpista, sin creatividad en sus métodos y discursos, colonizada, y paranoica, que no tiene otro objetivo más que estorbar el desarrollo de los pueblos hacia formas superiores de vida, solidaridad y conciencia.

Con el triunfo electoral inédito de la UP por la vía pacífica, la derecha intentó impedir la toma de protesta de Allende sin ninguna justificación. Hoy en Guatemala se le intenta impedir a Bernardo Arévalo bajo el mismo método el acceso a la presidencia que logró democráticamente.

Con el reparto agrario, las nacionalizaciones de las áreas estratégicas en manos de monopolios abusivos, así como de un capitalismo de Estado que permitió inclusive el progreso de la pequeña burguesía, la derecha adujo sin conocimiento teórico-histórico (como siempre) que en Chile se quería implantar el comunismo, discurso superficial que hubiera sido irrelevante sin el insidioso papel de los medios de desinformación ligados al sector empresarial y a los partidos de oposición.

Con el petate del muerto, las clases medias aspiracionistas que subjetivamente se sienten empresarias, pero que objetivamente no dejan de ser fuerza de obra proletaria, cayeron en el engaño al grado de repudiar realmente sus posibilidades de ascenso materializadas en la política económica de la UP al intentar democratizar las actividades productivas.

El desclasamiento y mareo histórico de las clases permanece vigente. Nos atrevemos a decir que la falsa conciencia de clase, o bien, el síndrome «doña florinda», es el mayor obstáculo para el desarrollo económico, político e ideológico en la región latinoamericana.

En este tenor, la derecha, así como ayer, sigue aprovechando las carencias ideológicas de las clases medias para organizar movimientos que a través de reivindicaciones legítimas tienen como objetivo desestabilizar a gobiernos populares.

De igual manera, se ha intentado desvirtuar la legitimidad de los gobiernos a través del nada original «rompimiento de la legalidad», el «pisoteo de la Constitución», la «destrucción del Estado de derecho» que no es otra cosa más que un Estado de chueco funcional a los intereses económicos que legalizaban el saqueo y criminalizan a los pobres. En el caso de Chile, basta recordar que la creación de las tres áreas de la economía destinadas a erradicar el sistema de explotación capitalista se topó con la abierta oposición ilegal del Tribunal Constitucional y de los partidos opositores conservadores como el Partido Nacional y la Democracia Cristiana.

La resistencia en el proyecto transformador mexicano la encontramos en la misma fauna del Poder Judicial y los partidos de oposición encabezados por personajes sin ninguna autoridad moral: desde Alito Moreno, Xóchitl Gálvez, Marko Cortés, hasta ministros como Luis María Aguilar que se han opuesto a reformas de gran calado como la recuperación de la soberanía energética, la austeridad republicana y la seguridad nacional.

Es de destacar que tanto en el gobierno de la Unidad Popular como en el de la 4T, la burguesía, a través de sus perros guardianes, ha intentado aprovechar estos conflictos para precipitar un quiebre institucional que, en el caso de Chile, desembocó en el llamado abierto de los partidos de derecha al golpe de Estado.

Es a partir de estas experiencias como se corrobora históricamente que tener la presidencia no implica tener el poder. En coyunturas críticas, es un acto de suicidio asumir posiciones intermedias o blandengues, pues ni se queda bien ni con los de abajo, que exigen cambios sustanciales, ni con los de arriba, quienes por su naturaleza de clase serán enemigos permanentes. El gobierno no es sólo un aparato a través del cual las minorías ejercen su dominación; puede ser también el instrumento de defensa de las clases desposeídas contra el despotismo del poder económico. Para la derecha, la toma del aparato del Estado (de «su» aparato) por parte del pueblo, es un acto humillante, que desemboca el surgimiento de sus pasiones autoritarias y vengativas.

Por otra parte, con Chile se inauguran dos fenómenos que aún persisten en la actualidad: 1) la imposición sangrienta del neoliberalismo como modelo económico e ideológico en favor de los dueños del dinero que controlan como un juguete al gobierno para sus intereses económicos y que no es hasta con la llegada de AMLO en México cuando tiene su mayor punto de ruptura al desenmascarar económica y matutinamente su esencia antidemocrática, excluyente, clasista y desigual. Tal punto de quiebre ha motivado el surgimiento de un movimiento autodenominado «Libertario» que, amparados en una añoranza utópica, en una crítica simplona de lo político con personajes estridentes y «apartidistas», pero con financiamiento de oligopolios industriales y fondos de inversión financieros a través de estanques de pensamiento como la red golpista Atlas, intentan desconocer a su padre el neoliberalismo. Ejemplos patéticos lo son con Milei en Argentina, Gloria Álvarez en Guatemala y Ricardo Salinas Pliego en México; 2) las nuevas estrategias golpistas que se experimentaron destacadamente en América Latina contra Allende y que involucran una amplia gama de mecanismos que desde el Poder Judicial y Legislativo se intentan consolidar a través del derrocamiento no violento del presidente en turno.

Para el caso de Chile, fue tan importante el respaldo popular, así como implacable la conducta institucional del Gobierno de Allende, que las fuerzas conservadoras ante su debilidad ideológica y política recurrieron cobardemente a las fuerzas armadas adoctrinadas por Estados Unidos para salvaguardar el orden capitalista por la vía de las armas.

El desgaste de la injerencia política de las fuerzas armadas y el repudio que ocasionó el desmedido uso de la fuerza generó que la derecha ahora bajo las banderas de la libertad, la democracia y el estado de derecho potenciará los mismos métodos de derrocamiento que aplicó al principio del gobierno de Allende. Es decir, los Golpes de Estado blandos no son recientes; su origen data de casos como el de Chile y Guatemala con Jacobo Arbenz. Hoy esa forma de derrocamiento se ha extendido y lo han padecido todos los gobiernos de izquierda en los últimos años.

Para el caso mexicano, a pesar de la larga estabilidad de su sistema político derivada de que la orgía del PRI y el PAN lograban satisfacer los deseos de una minoría empresarial corrupta, la posibilidad de un Golpe de Estado se ha presentado más de cien años después, intentándose aplicar contra uno de los presidentes más populares no sólo de México y de la región, sino también del mundo.

En términos generales, así como la UP, la 4T padece una ofensiva desde los pocos espacios que conservan las fuerzas retardatarias como lo es por su naturaleza antidemocrática, clasista y de privilegios el Poder Judicial, que a lo largo de todo este sexenio ha sido la principal fuerza de contención de la fauna empresarial colonizada.

A 50 años del Golpe en Chile, la Derecha latinoamericana no ha cambiado en nada su cultura y estrategia golpista. Utiliza facciosamente instituciones y medios de comunicación, sigue polarizando con campañas de desprestigio, generando falsas movilizaciones sociales, recibiendo financiamiento y narrativas desde Estados Unidos, e intentando conquistar el gobierno para su beneficio sin respaldo popular.

Dado lo anterior, ¿qué enseñanzas a nuestro criterio nos hereda el Golpe de Estado en Chile con relación al proceso transformador que se está gestando en México y América Latina?

Primero: el Neoliberalismo ha resultado una catástrofe no sólo para los sectores más necesitados de la sociedad, sino que incluso ha resultado contraproducente para la propia hegemonía estadounidense. Hay que decirlo con todas sus letras: el neoliberalismo, como la forma pura de explotación del capital, ha resultado un fracaso tanto para sus víctimas como para sus victimarios, lo cual ha ocasionado 1) el ascenso de la izquierda en América Latina; y 2) la expansión económica de China a nivel global. En términos cuantitativos, el modelo neoliberal tuvo un crecimiento mediocre del 2% promedio, mientras que bajo el modelo keynesiano (también de corte capitalista) se experimentaron ritmos de crecimiento superiores al 6%. En términos dramáticos, la menor riqueza que se produjo en los últimos 40 años se distribuyo entre menor cantidad de población, generando así una mayor concentración de la riqueza en pocas manos.

2) En un contexto de crisis social, las medias tintas no sirven. En el caso de la UP, la falta de apoyo a un movimiento obrero autónomo y en ascenso desde el gobierno, y la priorización del diálogo con fuerzas antagónicas tuvo como resultado la precipitación de la estrategia golpista. El dilema socialismo o fascismo se quedó en el discurso ante una disyuntiva inminente. La 4T aún tiene fortaleza para evitar tendencias acomodaticias, o en términos más refinados «socialdemócratas», que pueden generar división en el movimiento como lo ha demostrado Marcelo Ebrard, o dar concesiones a ministros golpistas que sólo postergan la resolución de los problemas nacionales y el tránsito hacia formas superiores de organización colectiva, máxime cuando en plena crisis estructural ronda el fantasma del fascismo en personajes adversos a la razón como Milei en Argentina, Trump en Estados Unidos y Claudio «Xochitl» González en México.

3) Si bien desde las ciencias sociales es difícil establecer leyes con criterio universal, para el caso de América Latina se corrobora que el conservadurismo-capitalismo-neoliberalismo-libertarismo son abiertos enemigos de la democracia, la libertad y la igualdad, y que todo gobierno de izquierda es susceptible por medios jurídicos o violentos de sufrir Golpes de Estado.

Dado lo anterior, es de urgente relevancia evidenciar la falsedad burguesa de los pesos y contrapesos del conservador modelo de Montesquieu. Reformar el Poder Judicial se ha convertido en un acto incluso de sobrevivencia, lo cual no sólo basta con su democratización, sino también con una reforma estructural de alto alcance que implique incluso la modificación de los planes de estudio de las elitistas escuelas de derecho que se han dedicado en los últimos años a enseñar a sus cuadros cómo acumular dinero a costa de la ignorancia y necesidad del ciudadano común.

En conclusión, es imprescindible construir poder popular autónomo a través de la generación de comités de base, labor que sólo el partido, y no la gracia divina, puede lograr, pues sí por algo el presidente no ha podido ser derrocado por la Derecha, es porque el pueblo ha demostrado en estos 5 años que es capaz de salvarse a sí mismo y por tanto, a uno de los suyos.