“El país político y el país nacional”: a propósito de un discurso de Gaitán

Esteban Morales Estrada

Historiador y Magíster en Historia

Docente

El 20 de abril de 1946, en el Teatro Municipal de Bogotá, el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán (1903-1948) invocaba herramientas como la razón para analizar la política colombiana de mediados del siglo XX y así lograr convencer a sus huestes en medio de las pugnas partidistas. Usando de manera repetitiva el concepto de “pueblo”, Gaitán hallaba una contradicción central en el panorama político del momento. A las clases trabajadoras que “se esfuerzan, luchan” pero apenas logran conseguir para “la diaria subsistencia”, anteponía unas “gentes sin calidad política, simples comerciantes” que “sin esfuerzo, sin lucha, sin razón y sin causa se enriquecen de la noche a la mañana”. Dicha antinomia clásica entre lo que podríamos definir como pobres trabajadores y ricos sin mérito, daba pista para que Gaitán fuera avanzando en torno a sus preocupaciones más directas, las cuales tenían que ver con las inmensas y colosales contradicciones[1] al interior del Partido Liberal, que gobernaba el país desde 1930, cuando inició la llamada República Liberal, que constituyó un acontecimiento de primera importancia después de casi medio siglo de gobiernos conservadores. El “indio” Gaitán dejaba claro que las desavenencias entre los dos partidos tradicionales colombianos no estaban centradas en asuntos de fondo, y no representaban ideas relevantes para el país antepuestas en una sana competencia, y procedía a introducir sus famosas categorías:

En Colombia hay dos países: el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder, y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene rutas distintas a las del país nacional.[2]

Con lo anterior, el caudillo liberal dejaba claro que desde su óptica existía un “país político” enfrentado a un “país nacional”, contradicción que probablemente inspiraría años más tarde el título del texto Colombia. País formal y país real del intelectual de izquierda Diego Montaña Cuellar (1910-1991). El voluble “país político” era la representación de la oligarquía, que Gaitán definía como “concentración del poder total en un pequeño grupo que labora para sus propios intereses, a espaldas del resto de la humanidad”.

Fuente: Portada de la Revista Semana, vol.1 n°2 (1946). Realizada por Jorge Franklin Cárdenas. Biblioteca Nacional de Colombia.

Dentro de dicha “oligarquía” o “casta política” que trascendía los partidos políticos tradicionales, Gaitán hacía una distinción entre tres grupos con funciones definidas: los dirigentes, los hombres de inteligencia y los que ejecutaban. Los primeros se dividían entre los líderes conservadores y los liberales, que estaban interesados en su propio beneficio; los segundos reverenciaban a los primeros y se encargaban de legitimar el estado de cosas, haciendo una alusión a los intelectuales del bipartidismo (periodistas, escritores, profesores, analistas); por último, los que pertenecían al tercer grupo tenían la habilidad electoral y “no tendrán título, pero serán doctores”. Podríamos sintetizar los planteamientos de Gaitán diciendo que para él había una oligarquía (liberal y conservadora), que constituía el “país político”, y buscaba sus intereses en contra del “país nacional”, compuesto por los sectores populares de la sociedad colombiana. Gaitán se enfocaba en una distinción que trascendía el origen liberal o conservador de la gente del común[3], y llamaba la atención respecto a una verdadera confrontación entre dos países con concepciones que se encontraban en las antípodas. Dicha idea pretendía unificar a los sectores populares, más allá de las lógicas partidistas tradicionales, enfilándolos para enfrentar a una oligarquía que detentaba el poder del país y que sólo actuaba con base en “la mecánica electoral”. Gaitán se tornaba como un defensor de la meritocracia de la que su vida política personal era testimonio.

Pues bien: si mañana cuarenta, cincuenta o sesenta sujetos al servicio de la oligarquía o país político se reúnen bajo custodia armada que los defienda del público que los rechaza, y se auto apellidan ‘convención’, sus decisiones tendrán para el país político fuerza perentoria porque están exclusivamente a su servicio. Pero si vosotros os reunís aquí y aclamáis unas ideas, un hombre o un sistema, entonces os gritarán que sois ignaros, que sois desconocidos, que vuestra decisión nada significa.[4]

Gaitán procede entonces a hacer una crítica demoledora a la República Liberal, entendida como un ejemplo de que el poder transforma las agendas, y de que la misma dinámica del “país político” enfrentado al “país nacional” no permitía llevar a cabo transformaciones profundas y duraderas. Al final, la aguda conciencia de clase de los sectores dirigentes impedía llevar a buen puerto las iniciativas que buscaban unos intereses distintos a los de la oligarquía. Los cambios eran superficiales, cosméticos e insuficientes. El caudillo liberal depositaba sus esperanzas en “la gran masa de la opinión cuyos ideales no han sido realizados”, en ese “pueblo”, en “el país que he llamado nacional, que sigue teniendo un objetivo de batalla”.

Sin duda Gaitán (en este discurso) entendió la política como un escenario de confrontación entre dos visiones de la sociedad colombiana. Su apuesta se ubicó en torno a la defensa de los intereses de ese “país nacional” y su misma vida política fue un ejemplo de superación y de eliminación de muchas barreras y obstáculos (económicos, sociales). El caudillo liberal fue un fenómeno político, que tuvo contradicciones como todo ser humano, pero que constituyó un hito en la historia política colombiana, apelando a la movilización popular, a la conexión con la gente común y al poder de la palabra ejercido en los espacios públicos de Colombia. Como lo señala Herbert Braun, “no solo era la confianza lo que le permitía dirigirse a su auditorio sin un texto escrito. Sentía que representaba al pueblo y que su personalidad y su ideología se correspondían y armonizaban con las de sus oyentes”, lo que lleva a Braun a afirmar que “su oratoria se basaba en la emoción”[5].

En medio de la coyuntura actual, donde “otro” ejerce la Presidencia de la República, es inevitable pensar en ese “país político”, acostumbrado a mandar por décadas y a vender sus intereses como los de toda la nación, que se resiste ante cualquier cambio en las estructuras socioeconómicas y pelea a diario para defender el atraso y el clasismo, con algunos sectores que le sirven como aliados en tan deplorable y cuestionable objetivo.

NOTAS:

[1]Tradicionalmente se habla de un liberalismo oligárquico y otro popular. Ver: Olga González, “Gabriel Turbay, ¿liberal de izquierda u oligarca? Una respuesta a la luz de su origen, ideas y trayectoria”, Historia y Espacio vol. 20, n° 63 (2024), pág. 12.

[2]Jorge Eliécer Gaitán, “El país político y el país nacional”, en Gaitán. Memoria e historia a 75 años del Bogotazo (Bogotá: Editorial Nueva Gente y Controversia Editorial, 2023), pág. 71.

[3]Ver: Esteban Morales Estrada, “Once consideraciones sobre el gaitanismo como ideología política en Colombia”, Revista Manzanillo n°7 (2023), pág. 101.

[4]Jorge Eliécer Gaitán, “El país político y el país nacional” …pág. 74-75.

[5]Herbert Braun, “Gaitán corporal”, en Mataron a Gaitán. Vida pública y violencia urbana en Colombia (Bogotá: Debolsillo, 2019), pág. 170.