El noble oficio de la política: las tesis de política de Dussel en el discurso y praxis obradorista

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Alejandro González Basurto (@alexgb1994)

Dussel y el obradorismo

“Para los jóvenes que quieren dedicarse al noble oficio de la política, lo principal es el amor al pueblo”. Esa frase fue pronunciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en su discurso del 18 de marzo de 2023 en el Zócalo de la Ciudad de México, en el marco del 85 Aniversario de la Expropiación Petrolera. De manera similar, en su discurso del 1 de diciembre de 2021 en el marco de los 3 años de su gobierno, AMLO sentenció: “[…] para los jóvenes que quieran formarse, dedicarse al noble oficio de la política, la clave está en la frase del presidente Juárez: “con el pueblo todo, sin el pueblo nada” y más adelante señaló: “el noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear”.

Rescato las citas anteriores– provenientes de discursos pronunciados en actos políticos de muy alto valor simbólico para el sexenio obradorista– para reparar en algunas referencias discursivas que AMLO ha hecho al noble oficio de la política, noción desarrollada por el intelectual argentino-mexicano Enrique Dussel en su obra 20 tesis de política (2006). A partir de ello, el objetivo de este texto es analizar la influencia que han tenido las 20 tesis de políticadusselianas en el discurso y praxis del gobierno obradorista.

Enrique Dussel es un ejemplo notable del intelectual-militante latinoamericano que, en concordancia con la tesis XI sobre Feuerbach, hace mucho más que interpretar el mundo: intenta transformarlo a través de la acción política. Desde 1975 ha radicado en México, país al que se exilió tras sufrir un atentado de bomba en Argentina derivado de su actividad militante.

Su actividad política en México en los últimos años ha estado ligada al obradorismo y al Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA): entre otras cosas, fue el creador de la idea de “República amorosa” en el marco de la campaña presidencial de AMLO en 2012[1]; en 2019 publicó la obra Hacia una nueva cartilla ético política, en la que analiza la Cuarta Transformación desde la mirada de la política de la liberación; y en 2020 fue nombrado secretario del Instituto Nacional de Formación Política (INFP) de MORENA.

El noble oficio de la política en la filosofía (política) de la liberación

Ahora bien, ¿qué significa la noción dusseliana de noble oficio de la política retomada por AMLO en múltiples ocasiones? Para responder a esa pregunta, considero indispensable remitir al escrito en el que Enrique Dussel desarrolla los conceptos fundamentales de su filosofía política de la liberación: 20 tesis de política. De entrada, hay que considerar que la política de la liberación se caracteriza por de pensar en y desde los oprimidos, identificando la complejidad de dominaciones que se presentan en diversos ejes (centro-periferia, élites-masas, hombre-mujer, etc.) para, desde ahí, pensar en horizontes emancipatorios en América Latina (Retamozo, 2007).

La obra comienza con las siguientes palabras “Estas 20 tesis sobre política van dirigidas primeramente a los jóvenes, a los que deben comprender que el noble oficio de la política es una tarea patriótica, comunitaria, apasionante.” (Dussel, 2006) Sin embargo, antes de abordar el noble oficio de la política, Dussel desarrolla su contraparte dialéctica: la corrupción de lo político. Para Dussel, la corrupción no es otra cosa que fetichización del poder: el actor político cree que puede afirmarse a sí mismo como la fuente del poder político, de la soberanía (Dussel, 2006). De esa manera, el político –o la institución política en que cumple su función, por nombrar un par de ejemplos la SCJN o el INE– se desentienden del origen del que debería emanar su legitimidad: la soberanía popular. En palabras de Dussel (2006): “Marx nos muestra que el fetichismo en política tiene que ver con la absolutización de la «voluntad» del representante, que deja de responder, de fundarse, de articularse a la «voluntad general» de la comunidad política que dice representar.”

La corrupción de la que habla Dussel (2006) operaría en dos vías: por parte del gobernante que se cree sede soberana del poder, y de parte de la comunidad política que se lo permite de manera servil. Así, todo ejercicio del poder en favor de un individuo, de una clase o de una élite es corrupción política. Por otra parte, sostiene que comúnmente el poder fetichizado, al no poder fundarse en la fuerza del pueblo, debe apoyarse sobre grupos que violentamente someten al pueblo o en poderes metropolitanos o imperiales, y ejemplifica con el apoyo que instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional brindaron a los gobiernos neoliberales durante sus décadas de dominio sobre América Latina –valdría agregar como ejemplos notables de ello a las fuerzas represivas del Estado en favor de las élites y al Gobierno de Estados Unidos en general durante el mismo periodo de hegemonía neoliberal–.

Sin embargo, la Historia –destacadamente la de nuestra América en años recientes– nos muestra que todo régimen que ejerce el poder de manera fetichizada termina dando forma a su propio sepulturero: el Pueblo, que Dussel (2006) conceptualiza como el “bloque social de los oprimidos”; una categoría política que engloba dentro de sí a todos los movimientos, clases y sectores que, dentro de una sociedad, se encuentran insatisfechos en sus necesidades por opresión o por exclusión. Así, distanciándose del marxismo ortodoxo en cuanto a su concepción de la clase obrera como sujeto histórico último, Dussel (2006) plantea la idea de un bloque (conjunto integrable o desintegrable a lo largo del tiempo) que incorporaría, además de a la clase obrera, a sectores sociales variados como los movimientos feministas, ecologistas y antirracistas, a los pueblos indígenas, a los desempleados, a los campesinos empobrecidos, a personas de la tercera edad, a las juventudes, etc. En fin, a “todos esos fantasmas que vagan en la exterioridad del sistema” (Dussel, 2006).

Dussel (2006) señala que en los momentos coyunturales de las grandes transformaciones sociales, el Pueblo toma plena consciencia de que su voluntad-de-vivir ha sido negada por la voluntad-de-poder de los poderosos, con lo que se tornan disidentes del sistema opresor: se crea una crisis de la hegemonía del sistema (los oprimidos alcanzan un nuevo consenso crítico en oposición al consenso dominante en ese momento en la sociedad; la dominación, que antes lucía legítima se torna ilegítima para los dominados). Es en esa clase de coyunturas surgen los líderes políticos que canalizan las demandas de las víctimas del sistema, “que crean novedad en la historia, que innovan en las acciones y las instituciones, que se juegan en primer lugar por los excluidos, por las víctimas, por los pobres” (Dussel, 2006). En otras palabras, los políticos transformadores que ejercen la política como un noble oficio en favor de los desfavorecidos.

Ahora bien, ¿qué otra manera existe de ejercer el poder de manera no fetichizada? Para Dussel, esa otra manera sería a través del noble oficio de la política, que se cumpliría “cuando el político ejerce delegadamente el poder obediencial, cuando tiene una honesta pretensión crítico-política de justicia.” De entrada, el poder obedencial es aquel que se ejerce en función de las exigencias, reivindicaciones y necesidades de la comunidad; “mandar obedeciendo”, a la manera de la consigna zapatista, en lugar del “mandar mandando” propio del ejercicio corrupto del poder.

Por lo que hace a la pretensión crítico-política de justicia, Dussel señala que los líderes políticos transformadores se caracterizan porque tienen principios, y además los hacen explícitos. En ese orden de ideas, identifica al menos 3 principios ético-políticos necesarios para una auténtica política transformadora: 1) Principio material, 2) Principio formal-democrático y 3) Principio de factibilidad.

El primer principio (material) hace referencia a que el fin último de la política debe ser crear las condiciones para la posibilidad de la vida y para su acrecentamiento: una vida cualitativamente mejor para la comunidad y sus miembros. Dussel propone enunciarlo de la siguiente manera: “Debemos en nuestras acciones e instituciones afirmar, producir y acrecentar nuestra vida singular y comunitaria, en último término de toda la humanidad”. Esa búsqueda de acrecentar la vida tendría implicaciones en varios ámbitos: ecológico (de mantenimiento y acrecentamiento de la vida en general del planeta); económico (de desarrollo de la producción, distribución e intercambio de bienes materiales) y cultural (de conservación de la identidad de las tradiciones culturales).

El segundo principio (formal-democrático) se refiere a la toma de decisiones políticas en una comunidad, las cuales tienen legitimidad política, siempre y cuando sus miembros hayan podido participar en su formulación de la manera más simétrica posible y obedeciendo a razones (sin violencia). En ese sentido, las decisiones serían legítimas y los ciudadanos, al obedecerlas, se obedecerían a sí mismos. Dussel lo enuncia así: “Debemos siempre adoptar como decisión o juicio práctico a efectuar el que haya alcanzado el consenso, siendo el acuerdo de la comunidad, en donde sus miembros hayan participado simétricamente (es decir, con los mismos derechos y en igualdad), habiéndose basado en argumentos razonables o racionales, sin haber sido coartados por la violencia u otras causas que distorsionen dicho consenso”.

Finalmente, el tercer principio (factibilidad) se refiere a la posibilidad de que las acciones políticas transformadoras sean llevadas a cabo lo que implica, por el contrario, que no puede ser ética una acción imposible (carente de factibilidad). Dussel propone enunciarlo así: “Debemos operar estratégicamente teniendo en cuenta que las acciones y las instituciones políticas tienen que ser siempre consideradas como posibilidades factibles, más allá de la mera posibilidad conservadora y más acá de la posibilidad-imposible del anarquista extremo.” En ese sentido, el político transformador se caracteriza por proponer como posible lo imposible para el la extrema izquierda, que todo lo concibe como mero reformismo; y opera lo imposible para el conservador, que no desea ningún cambio.

El noble oficio de la política en la praxis obradorista

Una vez realizada una brevísima síntesis de la noción dusseliana de noble oficio de la política vale la pena ahondar en la cuestión de cómo, además de discursivamente, la praxis política del obradorismo ha materializado una forma no fetichizada de ejercer el poder anclada en principios. Cabe señalar que la llegada del obradorismo al poder en 2018 representó la victoria político-electoral del bloque social de los oprimidos, el Pueblo, en respuesta a la exclusión y violencia a que fueron sometidos diversos sectores sociales por parte del régimen neoliberal.

En ese sentido, el énfasis que AMLO hace en la corrupción como el “principal problema de México” adquiere un matiz distinto cuando se aborda en el sentido que la filosofía política de la liberación lo entiende: corrupción como fetichización del poder, corrupción como aquella situación en que los gobernantes neoliberales –y la clase social a la cual representan, la burguesía– se colocaron a sí mismos como sede de la soberanía y ejercieron un dominio violento e ilegítimo sobre los demás sectores sociales. Entendida así la corrupción, su combate tendría como fin devolver la soberanía al Pueblo, alineando la voluntad del representante en la voluntad de las masas populares. En palabras del propio AMLO “El poder solo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás.”

¿De qué manera se observa el cumplimiento de los principios éticos de la política transformadora planteados por Dussel en la praxis obradorista? En primer lugar, porque el ejercicio del poder del obradorismo ha basado sus acciones en la afirmación de la vida (primer principio: material), lejos de la necropolítica practicada por sus predecesores neoliberales –en un ejercicio de memoria histórica, cabe recordar algunos episodios en que desde el poder no sólo no se afirmó la vida, sino que se ordenó la muerte utilizando para ello al aparato represor del Estado: la represión al EZLN, la masacre de Aguas Blancas, la masacre de Acteal, la represión al pueblo de San Salvador Atenco, la Guerra contra el Narcotráfico, la desaparición de 43 normalistas.

Todo ello contrasta con el enfoque de construcción de paz emprendido en este sexenio: la consigna “Abrazos, no balazos” que resume una política en materia de seguridad basada en atender las causas estructurales de la violencia, antes de combatirla con más violencia. El primer principio (material) también se hace realidad en el ámbito económico bajo la consigna “Por el bien de todos, primero los pobres” que en la práctica conlleva la realización de una ambiciosa política social en beneficio de sectores sociales excluidos por los gobiernos neoliberales (Sembrando Vida en favor de los campesinos, Jóvenes Construyendo el Futuro en beneficio de los antes llamados “ninis”, pensiones para adultos mayores), así como en la ampliación de los derechos de la clase trabajadora (aumento histórico al salario mínimo, aumento histórico a los días de vacaciones, prohibición de la subcontratación ooutsourcing).

En segundo lugar, porque la praxis política del obradorismo ha intentado, de manera inédita, involucrar directamente a la totalidad de la población en la toma de decisiones a través de la realización de consultas populares que van más allá de los límites marcados por la democracia representativa liberal. Con ello se ha materializado como nunca el segundo principio: formal-democrático. Así, pese a que el propio diseño institucional ha impedido que los resultados sean vinculantes, en lo que va del sexenio se han realizado consultas en temas tan relevantes como la construcción del nuevo aeropuerto, el juicio a los expresidentes y la revocación del mandato a AMLO.

Por otra parte, la conferencia mañanera actúa a la vez como un mecanismo de rendición de cuentas diario a la ciudadanía y como un auténtico mecanismo de politización de las masas, a través del cual se les brinda información con la cual puedan involucrarse de manera informada y racional en los asuntos públicos que les afectan. La conferencia mañanera como un contrapeso al inmenso poder de los medios de comunicación de la burguesía; con ello, la información se pone al servicio de las masas populares, pues anteriormente era manipulada para crear un sentido común y una narrativa en beneficio de las élites.

Finalmente, la práctica política del obradorismo también lleva a cabo el tercer principio: factibilidad, en tanto que actúa dentro de los márgenes de “lo posible”, pero a la vez ha ampliado esos márgenes hacia horizontes que los gobiernos neoliberales consideraban no-posibles. Así, por ejemplo, las críticas de la extrema izquierda al obradorismo señalan que la política social planteada por AMLO es insuficiente, simplemente una manera de paliar el capitalismo pero no hace nada por destruirlo (socializar los medios de producción, expropiar, abolir las clases sociales, etc.). Desde el conservadurismo, las críticas han sido en otro sentido: que la política social –además de que “regalar dinero a los pobres” sería propio de regímenes “socialistas como Venezuela o Cuba”– era irrealizable y se trataba simplemente de una promesa de campaña. Contra esos dos entendimientos de “lo posible”, el obradorismo hizo lo que era factible en el momento histórico dado: una profunda política social que, si bien es insuficiente para eliminar el gran factor estructural que causa la pobreza (el capitalismo), sí aumenta los niveles de bienestar material y el desarrollo humano de manera tangible en millones de familias empobrecidas por el neoliberalismo, empoderándolas no sólo económicamente, sino también socialmente.

Otra crítica de cierta izquierda es que AMLO no ha impulsado una reforma fiscal profunda destinada a gravar directamente las fortunas de los multimillonarios. Por su parte, los conservadores han impulsado una narrativa según la cual, existiría el riesgo de que el gobierno obradorista realice una reforma fiscal que impediría el crecimiento económico. El obradorismo, en ejercicio del principio de factibilidad – y de realismo crítico sobre lo que es posible y no en una sociedad en que la burguesía adquirió demasiado poder en las últimas 4 décadas– emprendió dos acciones que, sin ser propiamente una reforma fiscal, en última instancia han producido como resultado la viabilidad financiera del proyecto: por un lado, la política de Austeridad Republicana que, además de ahorro, brinda una mayor legitimidad al aparato gubernamental a los ojos del Pueblo cansado de los dispendios y los privilegios; por otro lado, el combate a la evasión de impuestos con lo que el Gobierno ha logrado niveles de recaudación históricos a través del SAT.

Una última crítica a partir de la cual se puede observar el principio de factibilidad es el uso de las fuerzas armadas. Por un lado, está la extrema izquierda anarquista que señala que el ejército debe abolirse y que el uso de fuerzas armadas es incompatible con un régimen de izquierda. Por otro lado, están los conservadores cuya concepción ideal de las fuerzas armadas es el combate permanente a los grupos “antisociales” (los grupos del narcotráfico son un ejemplo, pero basta echar un vistazo a los crímenes de la Guerra Sucia para darse cuenta que la derecha no tendría ningún reparo en usar a las fuerzas armadas para eliminar a sus opositores políticos). El realismo crítico del obradorismo le permite saber que las fuerzas armadas son un factor real de poder del cual no se puede prescindir para tener gobernabilidad sobre el territorio; sin embargo, lejos de utilizarlas para la represión, este sexenio el énfasis de sus funciones se encuentra en la construcción y administración de infraestructura pública, bajo el entendimiento de que, si bien son necesarias, no deben seguirse utilizando para la represión y violación sistemática de derechos humanos (rol que les asignó la derecha).

Epílogo

AMLO ha cometido y cometerá errores, sin duda. Parafraseando a Dussel (2006), el hecho de que un político ejerza el poder obediencial y el noble oficio de la política no quiere decir que no cometa errores; por el contrario, la imperfección es intrínseca a la condición humana. Por ello concluye: “Siendo que es imposible la extrema perfección, lo que se exige normativamente al político de vocación es que honestamente cumpla lo más seriamente posible las condiciones de un acto justo. A esto se denomina pretensión política de justicia.” (Dussel, 2006)) Los tres principios éticos mencionados en la sección anterior (material, formal-democrático y factibilidad) son condiciones para juzgar de tal pretensión. Sirva este texto como una invitación a juzgar las acciones del obradorismo bajo la óptica de la filosofía política de la liberación: que toda acción gubernamental en favor de los pobres, de los humillados –para ser una auténtica acción transformadora en ejercicio del noble oficio de la política– haya “intentado afirmar la vida, con el consenso del afectado, factiblemente” (Dussel, 2006).

Referencias

Dussel, E. (2006). 20 tesis de política. CREFAL, S.XXI, México.

Dussel, E. (2020). Hacia una nueva cartilla ético política. Instituto Nacional de Formación Política de MORENA, México.

Retamozo, M. (2007). Enrique Dussel: Hacia una filosofía política de la liberación: Notas en torno a «20 tesis de política». Utopía y Praxis Latinoamericana, 12 (36), 107-123. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.8822/pr.8822.pdf

[1] Proceso (2022). AMLO quiere consolidar un liderazgo mesiánico: Enrique Dussel, disponible en: https://www.proceso.com.mx/reportajes/2022/11/26/amlo-quiere-consolidar-un-liderazgo-mesianico-enrique-dussel-297636.html