El Dios de Evodio Escalante, entre lo terrenal y la trascendencia

Leonardo Meza Jara

I.- Las búsquedas en torno a Dios que forman parte del poemario Salmos sueltos (Tintanueva Ediciones, 2022), pueden ser rastreadas desde las primeras escrituras de Evodio Escalante. En la obra poética y la crítica literaria de este autor, hay una presencia constante de la figura de Dios. En 1979, Escalante publicó su estudio sobre la narrativa de Revueltas (José Revueltas. Una literatura del “lado moridor”). Al inicio de este primer libro, se hace un análisis del cuento Dios en la tierra, donde la figura de Dios desciende al mundo de forma trágica. En 1989 el poeta y crítico literario publicó el prólogo de una antología titulada: El Dios en el precipicio. La poesía de Manuel José Othón. En este segundo texto, la figura de Dios se hace presente desde el mismo título. En 2011, Escalante publicó el estudio: «Metafísica y delirio. El Canto a un dios mineral de Jorge Cuesta». Según Escalante, en el poema más conocido y hermético de Cuesta, los significados de Dios son concebidos a través de un “irracionalismo objetivista” que se manifiesta en el arte moderno (Ibidem. P. 19-22). Y existe otra conexión de este autor en torno a las búsquedas de Dios. En 1970, Evodio Escalante Vargas, padre del autor analizado, publicó el poemario Variaciones sobre un mismo tema. Rezos a un Dios nuevo y mejor. Las búsquedas literarias en torno a Dios que están presentes en la obra del autor analizado, son repetidas e incisivas.

La relación que se establece entre Escalante y la figura de Dios no es directa, sino que se despliega en una serie de lecturas y escrituras a lo largo de su obra. Las aproximaciones hacia la figura de Dios, están presentes tanto en la poesía como en los ensayos de crítica literaria del escritor nacido en Durango. En el marco de la teoría literaria, no estaríamos hablando de las representaciones de Dios que pueden tener un significado simbólico o de otra naturaleza. En la obra de Escalante la figura de Dios es mucho más o mucho menos, que una representación o una simbolización. Dios es un transcurso irresoluble, aproximaciones que no culminan, maneras de nombrar lo inefable que echan raíces en los lenguajes de la literatura. Dios nunca deja de ser, lo otro radical. Lo otro que no termina de leerse, que no termina de escribirse, que no termina de entenderse. Lo otro irresoluble, que se agita en un territorio donde la vida se confunde con la muerte, que se precipita hacia la angustia, hacia el abismo donde crece la angustia.

II.- En su estudio sobre la obra de José Revueltas, el poeta y crítico literario cita un fragmento del cuento Dios en la tierra:

La población estaba cerrada con odio y con piedras. Cerrada completamente como si sobre sus puertas y ventanas se hubieran colocado lápidas enormes, sin dimensión de tan profundas, de tan gruesas, de tan de Dios… («José Revueltas. Una literatura del “lado moridor”», 1990, P. 30).

Al analizar este fragmento, Escalante refiere que “el efecto está en el significante, o sea, en la materialidad fónica del enunciado”.  Aquí se identifica una acumulación del fonema “d”, que está en las palabras “dimensión”, “Dios” y, que se repite en las frases adverbiales: “de tan profundas, de tan gruesas, de tan de Dios…” Escalante sostiene que el sonido reiterado de la letra “d” en este fragmento, “roza peligrosamente lo cacofónico”, pero la intención es precisamente esa. La presencia de Dios en este fragmento del cuento de Revueltas, se deposita entonces en un significante fónico, que se repite poéticamente como el ruido de un tambor, de un sonido que se materializa en la “profundidad” y el “grosor” de un Dios que desciende del cielo hacia la tierra.

Las formas de significar a Dios en la obra de José Revueltas son terrenales. Estaríamos hablando entonces, de una terrenalización de Dios. Aquí se plantean dos preguntas: ¿De qué maneras Dios se vuelve terrenal en el cuento de Revueltas, que es analizado por Escalante? ¿Y cómo esta terrenalización, se hace presente en la poesía de Evodio Escalante? En el cuento Dios en la tierra la terrenalización de Dios tiene lugar mediante cuatro mecanismos que se entraman narrativa y poéticamente:

– La inscripción de la figura de Dios en el lenguaje de la literatura.

– La contextualización de la historia narrada en el momento de la guerra cristera.

– Un acaecer problemático que coloca la presencia de Dios entre dos bandos en pugna, los cristeros y los soldados federales adeptos al jacobinismo de Plutarco Elías Calles.

– El acaecimiento de Dios como un acto de violencia que culmina con el empalamiento de un maestro rural, que es linchado por una población desbocada por la fe cristera.

En el cuento de Revueltas hay una materialización histórica de Dios, que es literaria, que es conflictiva y que es violenta al manifestarse humanamente. Hacia el final del estudio sobre la obra de José Revueltas, Escalante vuelve a analizar la presencia de la figura de Dios en la novela Los días terrenales, cuestión que se relaciona con la pintura de El Greco y con Gregorio, el personaje central de la novela, que fue estudiante de pintura en la academia de San Carlos:

…el personaje recuerda los viejos pasajes de una lección sobre El Greco y la “revive”, por decirlo así, al mirar los torsos desnudos de los campesinos durante la sesión de pesca en el río Ozuluapan… Esta evocación de El Greco se torna decisiva. Quiero decir: aporta una verdadera clave de la lectura. ¿Qué es lo esencial en El Greco? Hasta donde se sabe la deformación, ese gótico crecimiento que alarga los rostros y los cuerpos como si tratasen de ascender al cielo y estar en contacto con Dios… Así como los personajes del pintor parecen deformados por esa aspiración a la verdad de Dios… así Gregorio, del mismo modo que el narrador, verá a todos los hombres deformados, cada quien por su verdad particular (Ibidem. P. 97).

Respecto a la “verdad de Dios” podemos encontrar un cúmulo de formaciones o de-formaciones. José Revueltas narra las de-formaciones de esta verdad en el cuento Dios en la tierra (la feligresía desbocada y violenta de los cristeros) y en la novela Los días terrenales (la militancia cuasi religiosa del Partido Comunista). Evodio Escalante es plenamente consciente de estas de-formaciones y, al escribir sobre Dios en el poemario Salmos sueltos (P. 5 y 6) toma una clara distancia a este respecto:

Aquí caí de rodillas sin saber por qué,

me dijeron que estaba

en los terrenos del Señor.

No supe si entendí bien

lo que dijeron, pero temblé,

y caí de rodillas sin conocer la causa…

Me dijeron que había un pastor

en el cielo que se preocupaba por mí,

fueron muy insistentes…

¿para qué quiero un pastor?

¿para qué quiero ovejas?…

Los acercamientos entre Escalante y Dios no están mediados por la pertenencia a una feligresía religiosa o una militancia política, que desembocan en la ceguera de la fe. Escalante coloca las rodillas sobre la tierra, cae ante Dios y comienza a hablarle poéticamente a lo largo de treinta páginas. En el poemario Salmos sueltos hay dos formas mediante las cuales el autor se aproxima a la “verdad de Dios”:

1o.- Una forma que terrenaliza a Dios, que lo historiza, lo humaniza y lo conflictúa. Esta elaboración está presente en los primeros cinco poemas del libro.

2o.- Una forma que trascendentaliza a Dios, que lo aleja de lo terrenal y lo coloca en el territorio de lo divino. Esta manera de aproximarse a Dios aparece en los últimos tres poemas del libro de Escalante.

Dios no pertenece de manera definitiva al espacio trascendental de la metafísica. Dios es terrenal, demasiado terrenal a veces. Según el poema El silencio en el cielo (Ibidem., P. 22-24) hay una “cuerda” entre Dios y el mundo, entre Dios y los hombres. Esta “cuerda” tendría dos orillas, una que está sujeta por las manos de Dios y otra que se coloca del lado humano:

La enseñanza de un día

se traslada a otro día

y la enseñanza de una noche

a la noche que sigue

para que así persista la palabra

y no falte la cuerda

que mueve nuestro mundo

Tú jalas esa cuerda, Señor,

y tú la estiras

con el saber que te acompaña (P. 22).

En el contenido del poemario analizado, Escalante no afirma que los hombres jalan la cuerda que está sujeta por Dios. Pero los cinco primeros textos del poemario Salmos sueltos son una forma de jalar esa cuerda, para traer a Dios del cielo hacia la tierra. Escalante tira de esa cuerda y problematiza en torno a la presencia de Dios sobre el mundo. Hay entonces una terrenalización de Dios, que desde luego es conflictiva. Toda forma de traer a Dios del cielo hacia la tierra, es conflictiva.

En el poema que cierra el libro Salmos sueltos, se afirma que «…la primera palabra pronunciada fue “Dios”». Es de suponerse entonces, que antes del ruido humano de esa primera palabra, lo que había era un silencio. Un enorme silencio que delata los significados de la eternidad donde cabe la muerte. Más allá del ruido del mundo, antes de la primera palabra y después de la última que puedan ser pronunciadas, está un silencio descomunal. Es un silencio que le pertenece a Dios. El mismo Escalante, refiere que después “…que irrumpa el último latido” de un corazón humano, lo que resta “…será un silencio ordenado por Él / querido por Él…” La muerte es significada como un silencio ordenado por Dios de manera definitiva.

De muchas formas, Dios habita el silencio. El poemario de Escalante roza las orillas del silencio de Dios, toca con la punta de los dedos ese lugar habitado por la angustia que se abre entre la vida y la muerte. Ese silencio es una ausencia de palabras que solo le pertenece a Dios. Es un vacío que no puede ser habitado por los hombres, que no puede ser perturbado de forma alguna. La escritura de Escalante se aproxima a ese silencio divino y con los ojos cerrados, toca apenas sus orillas.

III.- En el estudio realizado por Evodio Escalante sobre la poesía de Manuel José Othón, se hace también manifiesta una búsqueda de Dios que es conflictiva (El Dios en el precipicio. La poesía de Manuel José Othón, 1989). La poesía de Othón está inmersa en un conflicto. Por un lado, reconoce el progreso que se construye racionalmente a partir del pensamiento positivista que se introdujo en México durante la segunda mitad del siglo XIX. Por otro lado, subraya la necesidad de la fe heredada del cristianismo. Según Escalante, el poeta del siglo XIX pretende: “Borrar el conflicto. Borrar la contradicción” que tiene lugar entre el pensamiento científico del positivismo y el pensamiento humanista que se enraíza en la religión y la literatura (Ibidem. P. 8):

…el orden de la historia y el reino de Dios serán una y la misma cosa… que delata también su voluntad de ser en el último acto humano de justicia el primer signo de la verdad de Dios. Nada conmueve su catolicismo. Nada lo hace dudar. El progreso, la ciencia, el desarrollo tecnológico, maquínico; las glorias, en fin, del portentoso siglo XIX, no solo se llevan bien con los planes divinos: son, su sustancia misma.

Manuel José Othón hace confluir la historia terrenal y la historia divina, entreteje la racionalidad positivista y la fe judeocristriana. Según Escalante, a partir de este correlato conflictivo el poeta del siglo XIX elabora la metáfora de “la semilla sacra del progreso” en uno de sus poemas. Pero en la escritura de Othón, las correlaciones entre la razón científica y la fe católica son más conflictivas que resolutivas. Escalante identifica un “abierto impulso reactivo” en la poesía del autor que vivió el auge del positivismo mexicano durante el porfiriato, esta disidencia queda registrada en su «su airado soneto en contra de Augusto Comte y su “inmoral filosofía”, cabeza del positivismo que empieza a volverse dominante» (Ibidem., P. 11).

Este mismo conflicto está presente en la escritura de Evodio Escalante, aunque se manifiesta de forma diferente. En el último apartado del libro Las metáforas de la crítica (2015), el autor nacido en Durango parte de una lectura de La Poética y La Retórica de Aristóteles y plantea la existencia de dos tipos de discurso: “Es el paso entre dos categorías filosóficas, que lleva del terreno de la necesidad al de la probabilidad; o sea, de lo que es forzoso en lógica, a lo que solo es probable en retórica” (Ibidem., P. 270). La “necesidad” de una verdad definitiva, metodológica y teóricamente sustentada, forma parte de la escritura de la ciencia y la filosofía que se basan en la racionalidad de la lógica. La “probabilidad” que solo aspira a la aproximación de la verdad, forma parte de la escritura del ensayo y la poesía que hacen uso de la retórica.

Toca al filósofo, al moralista, al sociólogo, al hombre de ciencia, instalarse dentro de este campo; sus explicaciones, mejor que sugerir, están encaminadas a demostrar una tesis, una visión del mundo. La validez, en fin, de un método de conocimiento… El ensayista, en cambio, es un campeón del pensamiento aproximativo. No le interesa la verdad sino esa peculiar aproximación a la verdad que se llama lo verosímil. El ensayista es un novelista de los conceptos (Ibidem., P. 272)

Aquí se plantean dos formas de escritura, cuya conflictividad se conecta con la interpretación que Escalante hizo de la poesía de Manuel José Othón a finales de la década de 1980. Y esta conflictividad, que forma parte de la conceptualización del “ensayo” planteada en el libro Las metáforas de la crítica, se proyecta hasta el poemario Salmos sueltos escrito por el mismo Escalante.  En el libro Las metáforas de la crítica (Ibidem. P. 265-266), Escalante refiere la “vía de la intuición” y la “revelación” como formas de conocimiento que son parte sustantiva del lenguaje de las metáforas. Y queda claro, que las metáforas son cruciales tanto para la escritura del ensayo como para la escritura de la poesía. La vía de conocimiento de la “intuición” que está presente en las metáforas, es concebida por Escalante como la “sabiduría del rayo”. Esta forma de conocimiento que es metafórica e intuitiva, que actúa en el mismo plano epistemológico que la revelación, está presente en la “verdad de Dios” del poemario Salmos sueltos. En este poemario las aproximaciones a la “verdad de Dios” son epistemológicamente intuitivas y poéticamente reveladoras al depositarse en el lenguaje metafórico de la poesía. La figura de Dios no puede ser racionalizada de forma alguna. Dios es irracional. Y hay que dejar en claro, que  a irracionalidad intuitiva de Escalante difiere de la “irracionalidad objetiva” del poema “Canto a un dios Mineral” de Jorge Cuesta, que es analizado por el mismo Escalante. Estaríamos hablando entonces, de diferentes registros discursivos, cuya irracionalidad está presente en las búsquedas de la poesía mexicana en torno a la figura de Dios.

IV.- Hay algo de Dios que no le pertenece a los humanos, algo que huye, que se ausenta inevitablemente. La filosofía ha tratado de aproximarse a ese territorio desde la metafísica, que coloca al ser en un espacio trascendental, allende de la materialidad del mundo. La religión ha concebido este territorio como un espacio divino, o mejor dicho, divinizado, cuya condición sagrada se configura míticamente de diferentes formas en distintas religiones. La poesía es una forma de pensamiento extática, que se aproxima lingüística y musicalmente al territorio inefable que es habitado por Dios. La poesía construye aproximaciones alrededor de la belleza de Dios, y nos convida esa belleza que se traduce en significados lingüísticos y ritmos musicales elaborados mediante palabras.

La “verdad de Dios” que atraviesa de lado a lado el libro Salmos sueltos opta por el camino de la intuición y la revelación, y de esta forma, establece un diálogo poético con lo divino. Un diálogo que se desprende de lo religioso y se instala en lo poético. Escalante toma la forma de los salmos bíblicos, más por su condición poética que por su condición religiosa. Aunque se deja en claro, que las formas de conocimiento de la intuición poética y la revelación religiosa, que Escalante refiere en el libro Las metáforas de la crítica (P. 265-266), forman parte de un mismo plano epistemológico que debate con la cerrazón del discurso científico y filosófico. 

Los salmos son uno de los textos más poéticos de la Biblia:

Nos preguntamos, pues: ¿qué significan los salmos para nosotros, para nuestra vida? Se ha dicho que son poesías maravillosas: que la belleza de su lenguaje, la fuerza de sus imágenes, operan aquella elevación del corazón que solo puede suscitar el arte de gran nivel (La sabiduría de los salmos, Guardini, P. 14).

En los salmos hay una belleza artística que es poética, y hay también una serie de aproximaciones a la figura de Dios, que se unifican en un solo discurso. En el libro de Escalante se identifican estas dos cualidades: una belleza artística de cualidades poéticas y una serie de aproximaciones a la “verdad de Dios”, que transcurren de manera fragmentaria en once poemas que forman parte de una misma búsqueda. Nueve de los once poemas del libro de Escalante, inician con un epígrafe. Diez de los epígrafes son tomados de los salmos bíblicos y el restante es una cita del poeta y teólogo Fray Luis de León. Hay entonces una intencionalidad dialógica en el libro de Escalante, que de ninguna manera es constrictiva. Escalante dialoga con los salmos para decir algo más de lo dicen estos textos del antiguo testamento, para contradecir las interpretaciones de los salmos que se han vuelto cerradas y doctrinarias en la hermenéutica cristiana, para actualizar la poetización de lo divino en el siglo XXI. En este sentido, el diálogo de Escalante con los salmos bíblicos es un diálogo disruptivo. Una transgresión que circula en torno al lenguaje radical de la poesía.