Dos Pruebas para Desencriptar el Poder: Ontología y Política de la Liberación

Detalle de obra en pared del colectivo BEMBA PR publicada en EL Nuevo Día

Ricardo Sanín-Restrepo

Este análisis presenta dos pruebas sólidas que, aunque no agotan las potencialidades teóricas y prácticas de la teoría de la encriptación del poder, establecen sus pilares fundamentales y demuestran su carácter distintivo frente a otras teorías[i], una es ontológica, la otra histórica, ambas crean una profunda relación de sentidos y son, por tanto, indivisibles.

La prueba histórica: Se centra en un salto cuántico del significado de la soberanía a partir de la inaudita transformación y fusión del pueblo y la soberanía en las constituciones modernas, especialmente aquellas influenciadas (¿impuestas?) por el modelo estadounidense. Se demuestra que esta fusión ha creado una forma de poder novedosa, altamente impenetrable e insidiosa, donde el pueblo es simultáneamente soberano y excepción. Así, el pueblo puede ser asesinado, desplazado o excluido invocando su propio nombre. Se analiza cómo esta paradoja se materializa en la creación de un “pueblo oculto”, excluido y marginado, a partir de una imagen aberrante de otro pueblo (pueblo como totalidad o pueblo como sinécdoque) que es el pueblo de los incluidos (blancos, propietarios, etc.) y cómo, a partir de esta fraudulenta fractura, la soberanía logra la neutralización más maciza jamás vista de la agencia política. Anticipemos la clave de la encriptación: Sin el “pueblo oculto” la fantasía (fetiche) del pueblo como totalidad no funciona, es más no podría existir, pero ésta existe exclusivamente a partir de la negación del pueblo oculto, es esta la gran paradoja de la colonialidad constitucional.

La prueba ontológica: Se basa en una revisión crítica de los conceptos aristotélicos de potentia y actualidad, específicamente la distinción entre Energeia y Entelecheia. Se argumenta que la interpretación occidental dominante del poder ha privilegiado la Entelecheia, es decir, la actualización como realización de un fin (telos) predeterminado. En contraste, se propone rescatar la Energeia, la actualización como proceso inmanente y continuo, como fundamento de una política de la contingencia y la diferencia. Esta prueba busca demostrar que la precondición del mundo es que ningún ser puede ser calificado para existir, y que la única necesidad de la política es la contingencia absoluta.

En otras palabras, demuestra que la democracia como la posibilidad de otro mundo, es necesaria en todos los mundos posibles (Sanín-Restrepo 2021b). La democracia es la posibilidad colectiva contingente de transformar el mundo dado. Cualquier imposibilidad de hacerlo, que se autodenomine democracia, es un mero simulacro violento del mundo.

La Premisa: En una auténtica democracia (no liberal), “no puede existir cualificación ninguna para comunicar la diferencia. La democracia, como única materialidad de lo político, arroja la más hermosa paradoja de la filosofía: lo político es la cuestión de todas las cuestiones, porque es la cuestión de quién puede formular preguntas, de quién cuenta.” (Sanín-Restrepo 2018)

Ambas pruebas convergen en la teoría de la encriptación del poder, que revela cómo la soberanía moderna opera mediante la simulación y la exclusión, creando una ilusión de participación democrática mientras perpetúa un sistema de dominación. Ahora bien, la prueba ontológica se encarga de desencriptar y por ende destrozar dicha simulación por completo.

La Trampa de la Soberanía Popular: El Pueblo Oculto y la Encriptación del Poder

Comencemos con una pregunta. En la historia de la soberanía occidental (entendida como el poder absoluto, autónomo, original que crea la normalidad y la excepción desde la excepción) ¿Qué acontece con conceptos como “resistencia”, “obediencia”, “adoración”, “legalidad” cuando el soberano ya no es Dios, o un monarca, o una nación, es decir una exterioridad, sino cuando el supuesto soberano es el pueblo mismo? Es decir, ¿Qué pasa cuando soberano, excepción, obediencia, etc., se convierte en absoluta interioridad? ¿Qué acontece, en últimas, cuándo el pueblo puede ser asesinado, desplazado, llevado a la inanición a nombre del pueblo mismo?

Pues bien, este es el primer fundamento histórico de la teoría de la encriptación del poder. Comprobar la emergencia de una forma de poder como dominación (potestas) completamente novedosa y extremadamente impenetrable y pérfida a través de, 1. La fraudulenta fusión del pueblo y la soberanía en las constituciones contemporáneas, y 2. La fractura del concepto de pueblo para lograr dicho engendro.

Recordemos la definición paradigmática de soberanía en Schmitt, reforzada por Agamben; “Soberano es aquel que decide sobre la excepción desde la excepción. “(Agamben 1998).

Expliquemos entonces una tesis central sobre el poder de la teoría de la encriptación que define un profundo viraje de lo que entendemos como poder, agencia, dominación y liberación.

La interacción entre la colonialidad y el liberalismo crea la máquina de dominación más implacable de la historia: principalmente (aunque no exclusivamente), a través de las constituciones de cuño estadounidense y su expansión y aceptación casi universal, el pueblo se convierte al mismo tiempo en la excepción (el excluido, a quien se le puede dar muerte legítimamente) y en el soberano (simulado). Soberano y excepción se funden en un aparato impenetrable. Este es el aspecto lógico fundamental: lo que el orden es y lo que el orden excluye –para poder ser– se convierte en lo mismo, normalidad y excepción se confunden en una sola substancia (Sanín-Restrepo 2016).

Así, “Nosotros el pueblo” es la fusión más y aterradora entre poder y la más pura forma de violencia bajo una armadura impermeable de legitimidad. (Sanín-Restrepo y Machado-Araujo 2025).

El pueblo se convierte en el modelo trascendente y místico de su propia exclusión. El pueblo se erige en fetiche de legitimidad de la guerra para subyugarlo y expropiarlo. La injusticia se naturaliza como justicia. El crimen como ley. El exterior se convierte en el interior, a medida que la excepción se convierte en el soberano-simulado (Ver, Matos 2025[ii]).

Como he sostenido:

La emboscada al pueblo que lo convierte en “poder constituyente” sigue una lógica simple. Hacer soberano al pueblo, delegar la soberanía a una norma (constitución), desactivar al pueblo dentro de la norma, capturar su energía en la legalidad, negar su acceso al lenguaje, expulsar sus cuerpos a la máquina trituradora del mercado. (Sanín-Restrepo 2016).[iii]

La soberanía no es un concepto directo de autoridad suprema, sino un mecanismo complejo y a menudo engañoso del poder. Está inextricablemente ligado a la “potestas”, el ejercicio del poder a través de la dominación, que implica la estratificación deliberada de las condiciones para limitar quién puede ejercerlo realmente.

Esta dominación se logra mediante la construcción de sistemas rígidos de identidad, la imposición de modelos trascendentes que definen la vida y, por lo tanto, la monopolización del poder, negando efectivamente la diferencia. De manera crucial, la soberanía se manifiesta en la capacidad de definir un “estado de excepción”, donde el soberano opera tanto dentro como fuera del orden legal normal, suspendiendo las reglas según sea necesario.

Este poder, en su vertiente contemporánea, se apoya en la creación del “pueblo oculto”, aquellos excluidos de la plena protección legal, relegados a un espacio liminal donde están sujetos a un poder arbitrario, sirviendo como la excepción que refuerza la norma (inmigrantes cruzando el mediterráneo que refuerzan la imagen de ciudadano europeo).

La fractura del pueblo

Para que la “potestas”, el poder como dominación, alcance su máxima impenetrabilidad, se requiere una operación crucial: la fractura del concepto de pueblo. Esta división estratégica se establece entre un “pueblo como totalidad” y un “pueblo oculto”. El primero representa la fachada de inclusión y participación, mientras que el segundo engloba a aquellos excluidos y marginados, cuya existencia es esencial para mantener la ilusión de la totalidad. Esta fractura es la piedra angular de la encriptación del poder, ya que permite que la soberanía opere a través de la simulación y la exclusión, perpetuando así un sistema de dominación aparentemente legítimo.

Existe entonces una división fundamental en el núcleo de la política. Mientras que “el pueblo” (no Dios, no el monarca, no el Estado-nación) se considera el núcleo de la política y el derecho modernos, su estructura está fundamentalmente fracturada. La clave de la encriptación es la conversión del concepto de pueblo en una sinécdoque. “En consecuencia, una falsa totalidad (el pueblo de los derechos humanos y las constituciones, los supuestamente incluidos racial, económicamente) simbolizan y representan falsamente un infinito imposible (el excluido, el pueblo oculto).” (Sanín-Restrepo y Machado-Araujo 2020b).

El pueblo como totalidad es una sinécdoque pars pro toto. Una parte arbitrariamente constituida (las personas blanca dentro de un Estado-nación, por ejemplo) representa y define un infinito imposible (los marginados, el migrante forzado, mujeres de color, lgbtqiapn+). El concepto de “el pueblo” funciona combinando simbólicamente lo que un cuerpo político descarta y lo que le falta para ser una autentica totalidad. Este “exceso” irrepresentable permanece lógicamente fuera del alcance de la capacidad de absorción de cualquier régimen de contabilidad.

El “pueblo como sinécdoque”, donde un grupo privilegiado y minoritario representa legítimamente la totalidad del pueblo, oscurece y niega efectivamente la existencia y agencia del “pueblo oculto”, que, en su posición paradójica, encarna las contradicciones inherentes del poder y la soberanía. Sin embargo, y este es el golpe de gracia de la encriptación, el pueblo oculto tiene que ser falsamente incluido para dar consistencia a la fantasía de la totalidad. “El punto crucial es que el pueblo en su conjunto solo puede existir y ejercer poder, si y solo si, mantiene esa otra zona del pueblo ‘oculta’” (Sanín-Restrepo 2016, 44).

Sin el pueblo oculto la fantasía (fetiche) del pueblo como totalidad no funciona, es más no podría existir, pero existe exclusivamente a partir de la negación del pueblo oculto, es esta la gran paradoja de la colonialidad constitucional.

La soberanía constitucional moderna fusiona estratégicamente el “pueblo oculto” como excepción y soberano simulado, creando un “simulacro” de soberanía popular.

En palabras de Angus McDonald “¿qué podemos concluir? El pueblo oculto, sobre cuya presencia se construye el edificio (constitución, soberanía), es el punto de fuga, el punto hacia el que tiende toda la construcción pero que no es visible, que se aleja infinitamente.” (McDonald 2020).

La consecuencia más notable de esta fusión es la impenetrabilidad de la soberanía, ya que la convierte en la máquina autopoyética perfecta. Como se ve, se crea una estructura profundamente antiética y poderosa. Utiliza el reconocimiento global de una población vulnerable (la idea o abstracción del pueblo oculto) como su fuente de poder y la razón de su potencial destrucción. Cualquier intento de combatirla simplemente la hace más poderosa e inmune. El poder del pueblo se neutraliza y se priva de derechos en su propio nombre.

Ahora somos capaces de comprender mejor lo que queremos decir con modelos trascendentes y cómo su papel es dictar las condiciones del “ser” y, por lo tanto, del poder. Para la teoría de la encriptación del poder, los modelos trascendentes se refieren a los marcos abstractos, ideológicos y violentamente impuestos (la economía, el estado, la constitución, el dinero) que legitiman y perpetúan el poder. Son el lugar de la encriptación. Estos modelos crean una sensación de inevitabilidad o naturalidad en torno a las relaciones de poder existentes, son aceptados como justos, necesarios, normales o incluso deseados.

Sabelo Ndlovu-Ghetseni lo ha descrito así:

El ADN del internacionalismo hegemónico imperial/colonial/liberal es la colonialidad. El leitmotiv de la colonialidad es la encriptación del poder. La colonialidad del internacionalismo es una condición sine qua non del modelo trascendente de poder. Es concebido e impulsado por figuras destacadas (filósofos y estadistas) y países (imperios y estados-nación) en momentos particulares de la historia humana, con el objetivo de imponer órdenes particulares favorables a los poderosos. (Ndlovu-Gatsheni 2024, 12)

Como hemos declarado anteriormente,

Desde Platón, la política está predefinida a través de condiciones extenuantes de pertenencia al cuerpo político. En la medida en que “ser” corresponde a una calificación de vida ya existente, una división interna dentro de las formas de identidad donde algunos son bienvenidos a la política y otros son excluidos de acuerdo con calificaciones que están separadas del ser pero a las que el ser debe ajustarse para ser. Por lo tanto, tenemos la definición de potestas: potestas es la negación del poder a través de la estratificación de las condiciones para ejercer el poder. El elemento que sobre todo define potestas es la disposición de los sistemas de identidad a través de la construcción permanente de modelos trascendentes (presuposición) para definir la vida. (Sanín-Restrepo 2018)

Así mismo, hemos concluido

La condición ontológica de lo político reside en la ausencia de condiciones o cualificaciones más allá de la diferencia para pertenecer al cuerpo político. Si esto último es cierto, la política solo puede existir en la democracia (Rancière 2001)—un no-lugar donde el significado es potencialidad, el ser no está cualificado y todo está aún por decidirse. (Sanín-Restrepo y Machado-Araujo 2025).

El fundamento ontológico del ser y la política

Esta parte se dedica a sintetizar un enorme trabajo realizado durante años para probar que existe una ontología política firme que demuestra que la precondición del mundo es que ningún ser puede ser calificado para existir y por lo tanto la única necesidad de la política es la contingencia absoluta. Veamos.

En Decolonizing Democracy (2016) emprendo una revisión profunda de los conceptos de potencialidad (dunamis) y actualidad de Aristóteles, particularmente la distinción entre Energeia y Entelecheia, para desafiar una interpretación occidental inquebrantable del poder que se ha vuelto más estricta y obstinada (especialmente a partir del simulacro constitucional descrito arriba), pero también la interpretación de Giorgio Agamben del poder y la acción política. Esta revisión tiene como objetivo demostrar la contingencia fundamental de la política, estableciendo así la primacía lógica de la democracia radical (no liberal) dentro de cualquier marco político. Esta es la columna vertebral filosófica de la teoría de la encriptación del poder.

Esta no es una discusión ultrapasada, pues la construcción aristotélica de lo que es y puede ser (¡poder!) sigue siendo fundamental, de cartilla, para entender el poder hoy en día.

Entre la relación potentia y actualidad depende no solo la definición formal de poder, sino la posibilidad absoluta de la existencia, de lo que es posible e imposible, lógico, contingente, necesario y el tiempo. (Sanín-Restrepo 2016).

En esencia, potentia representa la potencialidad, lo que puede ser, la capacidad de ser, mientras que la actualidad significa la existencia, lo actual, la manifestación de ese potencial. La pregunta es si tener la potencialidad de ser “x” hace que “x” sea superior a la potencia y si la potencia puede llevar no solo a “x”, sino a “y” (o de “y” a “z” y a todas las combinaciones potenciales del abecedario).

Aristóteles distingue entre Energeia y Entelecheia para definir la actualidad (Aristóteles 1). Energeia significa actividad o “estar-en-trabajo”, enfatizando la acción inmanente y el mantenimiento continuo de una sustancia. Entelecheia, sin embargo, y aquí está la enorme diferencia, introduce el concepto de “telos” (fin o perfección), implicando una causa final que dicta el propósito de una cosa. Esta distinción es vital para diferenciar el poder como dominación (potestas) del poder inmanente y dinámico.

Sostengo que al entender Energeia como poder sin una finalidad trascendente, podemos desbloquear el potencial para la contingencia y el “devenir-otro”, contrarrestando, no solo la visión convencional colonial, sino la visión de Agamben (y de Negri, aun cuando no lo discutimos aquí) que lleva a la impotencia política, ya que entienden la actualidad únicamente como Entelecheia, es decir, una forma final que surge a través de un telos.

Primero, Aristóteles es el gran conjurador de la contingencia, como veremos a continuación, su gran ilusión, la que mantiene el poder como potestas a lo largo y ancho de la historia occidental, es que le otorga a la actualidad primacía sobre la potentia. Segundo, al construir la idea de lo político, dentro de la actualidad, Aristóteles otorga primacía a Entelecheia a través de causas finales, por lo que las cosas solo pueden volverse actuales si cumplen una finalidad que es exterior a ellas (Aristóteles 2).

¿Cuál es el objetivo primordial de la construcción aristotélica de las díadas potentia-actualidad y Energeia-Entelecheia? Transformar el no-ser en una consecuencia del ser (el pueblo en consecuencia de la constitución), de modo que cualquier ser que llegue a ser, sea el resultado de una actualidad prefigurada (modelo trascendente). La contingencia del futuro queda entonces atrapada en la necesidad de la actualidad presente. Para Aristóteles, potentia está subyugada a la actualidad, pero no a cualquier tipo de actualidad, sino a una que encarna una finalidad. A través de esta operación, Aristóteles introduce la necesidad como la fuerza neutralizadora de la contingencia (Sanín-Restrepo 2016). En consecuencia, al hablar de la contingencia de lo potencial, no es que la potentia sea contingente; lo que es contingente es el devenir de lo que es potencial: lo que está en potentia puede llegar a ser o no. La contingencia se reduce a un procedimiento muy preciso dentro de la díada.

Ahora bien, ¿cómo se manifiesta esto en la política? Para Aristóteles en 2, es decir de la Ética a Nicómaco, la política es esencialmente una Entelecheia, un “hacer bien”, donde la “virtud” es la finalidad de todo cuerpo político. Ahora, la pregunta socrática que tenemos que hacerle a Aristóteles es, “¿A qué te refieres realmente con la palabra virtud?” la respuesta es lógica, ¡la virtud solamente la pueden definir quienes ya están de hecho dentro del cuerpo político! por ende, la virtud obra como modelo trascendente para definir quién puede y quien no puede pertenecer (Sanín-Restrepo 2016).

Por ejemplo, la idea de nación, ciudadanía o “pueblo” como concepto unívoco, han funcionado como entelecheias, limitando la participación política a aquellos que cumplen con ciertos criterios preestablecidos.

Sin embargo, una política basada en la “energeia” sería radicalmente diferente. En lugar de imponer modelos trascendentes, reconocería la contingencia fundamental del ser y el devenir. La política como “Energeia” es un proceso constante de experimentación y aprendizaje, donde el objetivo no es alcanzar un estado final, sino mantener abierta la posibilidad de un futuro radicalmente diferente. Por ello, si un régimen político fija una finalidad como condición de pertenencia ¿Estamos hablando de democracia?

Ahora bien, Agamben interpreta la actualización de la potencialidad como la pérdida de contingencia (la calificación de la vida en un “cierto esto”, vida desnuda, bios, biopolítica), lo que lleva al estancamiento político. Aboga por un retraimiento a la impotencia, sabiendo (y tiene toda la razón, hasta aquí) que la potencialidad está atrapada dentro de la actualidad (por lo tanto, las condiciones de pertenencia a un cuerpo político están definidas por la finalidad que equivale a la muerte de la política).

Sin embargo, sostengo que el error de Agamben radica en confundir la actualidad con Entelecheia, descuidando el potencial liberador de Energeia. Para contrarrestar esto, el análisis propone “actualizar la diferencia” a través de Energeia. La teoría de las causas de Aristóteles, particularmente la causa final, refuerza el dominio de la actualidad. Entelecheia, con su énfasis en el telos, impone un objetivo externo y trascendente, limitando la acción inmanente (cuando una cosa llega a ser actual, solo puede serlo porque desarrolló la finalidad o perfección impuesta por su teoría de causas). Energeia, por el contrario, se centra en el “estar-en-trabajo” de una sustancia, donde el proceso mismo es el fin que no admite ninguna calificación o condición externa.

Energeia es inmanente, con el principio de generación contenido dentro de sí mismo. Por ejemplo, una oruga que se convierte en mariposa es un proceso de Energeia, sin calificación externa, un aprendiz de pintor que se convierte en un virtuoso es Entelecheia, pero el punto es, volviendo a la mayéutica socrática ¿Qué entendemos por virtuoso? ¿Quién lo define? Un niño que se convierte en mujer, hombre o “elles” (them) es también un proceso de Energeia, no de Entelecheia. Y, ¿no sería propio de una democracia que su misma composición sea Energeia, es decir donde ningún ser pueda ser condicionado por fuera de su ser, ni limitado o excluido por fuera de lo que puede ser? La cuestión es lógica. Si existen condiciones para pertenecer, quien fija esas condiciones es el auténtico detentador del poder (soberano, poder constituyente) y por tanto todo ser depende del modelo para poder existir. Una abierta contradicción con la democracia.

Agamben está atrapado por su comprensión de la actualidad únicamente como Entelecheia, que correctamente equipara con la dominación. Entelecheia implica que solo aquellos que alcanzan una perfección predeterminada (virtud, para seguir el propio ejemplo de Aristóteles) son parte de lo político. Esto conduce a divisiones entre lo racional y lo irracional, lo virtuoso y lo vil, y entre la vida (bios) y la vida desnuda (zoe).

Sin embargo, y este es nuestro formidable giro, si la política se define por Energeia, abarca a todos los seres sin calificación. Energeia enfatiza la producción continua e inmanente de diferencias, donde el poder es un proceso sinérgico y comunicativo.

La condición para actualizar la diferencia a través de Energeia es que la actualidad no se imponga como una finalidad. Energeia permite transiciones de poder y supone contingencia e inmanencia. La política, definida por Energeia, no es un ejercicio calificado sino una condición común del ser, donde la vida misma es el único criterio.

Energeia es su propia perfección inmanente, sin calificación ni obediencia a ningún modelo trascendente. La perfección inmanente de Energeia es un infinito abierto e interminable, donde cada diferencia contribuye a la constitución del ser. Esta perspectiva ofrece una forma de liberarse de las restricciones de Entelecheia que han marcado la potestas como inevitable en el pensamiento y la práctica occidentales, al tiempo que supera la visión pesimista de Agamben sobre el poder político, abriendo una realidad política inclusiva y dinámica.

Quizás la lectura más importante de lo expuesto es la siguiente. La interpretación de toda la historia occidental de poder como dominación se invertiría radical y automáticamente así: Todo poder que impone una Entelecheia es necesariamente sinónimo de dominación y por tanto está simulando la democracia, la inclusión y la diferencia, mientras que toda resistencia que asuma la Energeia, es decir donde ningún ser puede ser calificado antes de existir, está ejerciendo la verdad de lo político. Lo cual deriva en que la construcción moderna del poder occidental encarnado en estado, capitalismo, constituciones, etc., no es más que un simulacro de poder.

Bibliografía:

Agamben, Giorgio. 1998. Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life. Stanford: Stanford University Press.

Aristotle. (Aristóteles 1) Metaphysics. Perseus Digital Library. http://www.perseus.tufts.edu/hopper/

Aristotle. (Aristóteles 2) Nicomachean Ethics http://www.perseus.tufts.edu/hopper/

Matos, Andityas. 2025. “An-arquia contra a soberania.” Revista Justiça Do Direito38(2), 193 – 224. https://doi.org/10.5335/rjd.v38i2.15984

McDonald, Angus. 2020. “Crypt, Mausoleum, Cenotaph; Sepulchre: Metaphors of encryption.” Revista da Faculdade Mineira de Direito. V.23 N.45. 49

Ndlovu-Gatsheni, Sabelo, J. 2024. Beyond the Coloniality of Internationalism: Reworlding the World from the Global South. Dakar: Codesria.

Rancière, Jacques. 2001. Ten Theses on Politics. Baltimore: John Hopkins University Press.

Sanín-Restrepo, Ricardo. 2016. Decolonizing Democracy: Power in a Solid State. London: Rowman & Littlefield International.

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Sanín-Restrepo, Ricardo. 2021b. “Many Worlds Interpretation, Critical Theory and the (Immanent) Paradox of Power.” In https://criticallegalthinking.com/2021/11/22/many-worlds-interpretation-critical-theory-and-the-immanent-paradox-of-power/

Sanín-Restrepo, Ricardo and Marinella Machado-Araujo. 2020. “The Theory of Encryption of Power: Itinerary of an Idea.” Revista da Faculdade Mineira de Direito.V.23 N.45. Belo Horizonte, Brazil.

Sanín-Restrepo, Ricardo and Marinella Machado-Araujo. 2025. “A Prolific Paradox of Justice and Two Theses on the Encryption of the Hidden People” In Decrypting Justice: Form Epistemic Violence to Immanent Democracy. Ricardo Sanín-Restrepo, Marinella Machado-Araujo and Sabelo Ndlovu-Gatsheni (Ed.). Lanham, Maryland: Lexington Books.

Schmitt, Carl. 2006. The Nomos of the Earth in the International Law of the Jus Publicum Europaeum. Translated and annotated by G. L. Ulmen. New York: Telos Press Publishing.

[i] Se puede ver en Sanín-Restrepo, Ricardo. 2023. Ser y Contingencia. Tirant lo Blanch. Valencia, España. Sanín Restrepo, Ricardo. 2016. Decolonizing Democracy: Power in a Solid State. London: Rowman & Littlefield International. Sanín-Restrepo, Ricardo (Ed.). 2018. Decrypting Power. London: Rowman & Littlefield International. Sanín-Restrepo, Ricardo. 2021. Being and Contingency: Decrypting Heidegger’s Terminology. London: Rowman & Littlefield International.  Sanín-Restrepo, Ricardo. 2021. “Many Worlds Interpretation, Critical Theory and the (Immanent) Paradox of Power.” In https://criticallegalthinking.com/2021/11/22/many-worlds-interpretation-critical-theory-and-the-immanent-paradox-of-power/ Sanín-Restrepo, Ricardo and Marinella Machado-Araujo. 2020. “The Theory of Encryption of Power: Itinerary of an Idea.” Revista da Faculdade Mineira de Direito.V.23 N.45. Belo Horizonte, Brazil.

[ii] Andityas Matos escribe sobre la teoría de la encriptación (traducción al castellano del original en portugués) “Se trata, pues, de un proceso que despotencia la an-arquía al encriptarla como soberanía y luego prácticamente anularla al dividir la soberanía en dos dimensiones, una constituida, que se expresa efectivamente a través de las instituciones de la política centralizada y trascendental, y otra constituyente, completamente vaciada y domesticada. Por último, se podría hablar de un tercer momento de encriptación, cuando el poder constituyente, según la doctrina constitucionalista liberal, se divide en poder constituyente originario y poder constituyente derivado, siendo este último el único que “existe”, ya que el primero se habría agotado con el acto fundacional de la Constitución de un Estado determinado. Sin embargo, el pueblo, aunque esté encriptado en la forma de un “pueblo soberano”, lleva en sí un índice de irreductibilidad con respecto al poder constituyente, que nunca podrá ser regulado y vaciado por las medidas determinantes del Estado y del capital. Si se acepta que corresponde al poder constituyente crear el orden, sería contradictorio afirmar que ese mismo orden pueda regularlo, presentándose como una estructura inmune al flujo y a la inagotabilidad del poder creador de las subjetividades y formas de vida mutantes. Es por ello que el proceso de constitución de una democracia es en sí mismo una paradoja, lo que indica que sólo puede ser vivido, no teorizado ni controlado por el poder constituido (encriptado). (Matos 2025).

[iii] No voy a tocar aquí el papel preponderante que tienen los expertos (tribunales constitucionales, economistas, etc.) para encriptar el poder. Pueden consultar Sanín-Restrepo 2016, 2018, 2021a.