Disidencia y miedo a la libertad en la praxis de liberación

Gabriel Salazar

Disidencia y miedo a la libertad en la praxis de liberación

Gabriel Salazar

1.- Sobre la disidencia

A lo largo de mi equivocada vida he tratado de buscar donde dejar los huesos y poniéndonos constantemente el traje de la disidencia nos hemos ido buscando entre los movimientos que tratan de organizarse para luchar por alguna causa común y justa.

La disidencia lo único que demuestra es que no hay consensos perfectos; si los hubiera, seríamos dioses —y lamentamos darnos cuenta que no lo somos—. La disidencia prueba que no hay una sola razón, que no tenemos la verdad en su totalidad, que somos distintos; en suma, que sería absurdo que todos pensáramos de la misma manera, y que, si esto fuese así, la vida carecería de sentido porque ya estaría todo resuelto.

Es por esto que resulta necesario escuchar las razones que tienen aquellos que son disidentes de los acuerdos de la mayoría. Hay ocasiones en que las mayorías se equivocan. Lo que queda, entonces, es escucharnos y con argumentos y razones tratar de convencernos sobre lo mejor para todos, con el objetivo de tomar decisiones que beneficien a la comunidad. Esto en la izquierda se llama comunismo, es decir, una puesta en común. Hay que dejar asentado que es un postulado ideal, puesto que no hay organización perfecta, siempre existen aciertos y errores que se van aprendiendo en la práctica.

Por estas reflexiones vagabundas en un mundo viejo, cansado y decadente, invitamos a los actores de los movimientos sociales a que dialoguemos sobre lo que nos conviene más, apostándole nuevamente a la unidad. La ausencia implica asumir los acuerdos de la mayoría, y si hay desacuerdo, entonces tenemos que decirlo en su momento y lugar precisos.

Sin duda vivimos sumergido en el capitalismo, pero el que estemos obligados bajo coacción a asumir al capital no quiere decir que estamos de acuerdo con el sistema. Sin embargo, cuando somos hermanos y no estamos en acuerdo no se vale utilizar dicha posición para eludir responsabilidades. Aunque no compartamos una posición política tenemos que cumplir con las responsabilidades que nos asigne la mayoría y no caprichosamente sostener un nihilista “mejor ya no hago nada”, que la extrema izquierda infantil históricamente ha llevado a dramáticas consecuencias a lo largo de la historia.

Si logramos un objetivo común caminaremos juntos. Si caminamos por brechas distintas evitemos pelear porque el enemigo no se encuentra entre nosotros; el enemigo es muy claro y él sí mata a sangre fría. Tampoco tenemos que confundir entre ser maduro con ser conservador. El imaginar que podemos transformar el mundo no quiere decir que seamos unos ingenuos.

 

2.- Sobre el miedo a la libertad

En el año 2008 llegamos a San Cristóbal de las Casas en días de lluvia, cuando parece que el cielo se cae a pedazos, nuestra estancia era indefinida. Veníamos muy lastimado después de que el 5 de junio del 2006, por el techo de lámina de la casa donde habitábamos, penetró una segunda bala calibre 9 milímetros de uso exclusivo del ejército. Ante este acontecimiento violento nos decidimos a continuar de otro modo en la Coordinadora Regional Sur de la Otra Campaña. Tenía miedo y voluntad para comenzar de cero.

Los meses que siguieron a los acontecimientos del 3 y 4 de mayo en San Salvador Atenco, fueron de mucha tensión, al grado de perder el trabajo donde dábamos clases. En el mes de septiembre volvíamos a la docencia, esta vez en las prepas construidas por AMLO cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México. A finales del 2007 la institución comenzó a cambiar personal arrebatándose los puestos en las altas esferas de la Secretaría de Educación de la Ciudad de México.

Todo se complicó al apoyar a los estudiantes. El Comité Estudiantil había podido filtrar a la red interna de la “pejeprepa” dos comunicados. Se habló de un “hacker”, hasta que las autoridades descubrieron que la máquina de donde habían salido era de un maestro de filosofía. Después circuló la versión de cuadros guerrilleros en el plantel y de maestros de dudosa procedencia. Más tarde enfrentamos un proceso jurídico donde nunca se pudo comprobar las difamaciones contra nuestra persona. La inocencia quedó condicionada cuando las autoridades nos advirtieron de manera amable que se nos podía adjudicar de mala fe el delito de autor intelectual de las explosiones con bombas caseras a los cajeros automático que habían acontecido en la Ciudad de México meses atrás.

Era el año 2008 cuando nos despedimos en la UAM-I del maestro Enrique Dussel, quien dijo: “usted es mi bendición, eso que haces es de valientes”. En la mañana de aquel día presentamos la renuncia como profesor, comenzando una estancia en Chiapas que duró dos años. Nos habíamos dado cuenta que ser disidente lleva el estigma de “maldito” y que uno de los refugios para disidentes era Chiapas. En agosto de 2008 arribe al “exilio”, en la mente hasta los huesos traíamos la consigna de Carlos Fonseca: “subsistir y sobrevivir”.

Hoy, en un país como México —que tuvo su revolución armada en 1910— ¿podemos afirmar que somos libres en un mundo globalizado? En este sistema capitalista que oculta con su sutileza las cadenas que nos atan y no nos dejan ver la verdad de su mentira: ¿Somos libres de elegir verdaderamente?

La metáfora de la caverna de Platón nos arroja directamente al tema de la libertad y liberación. La caverna platónica quizá hoy está en aquella imagen de la película de Matrix donde al personaje principal se le invita a ver otra realidad, pero, a cambio, ya no hay regreso a la concepción del mundo anterior, aquél que se abandona por el hecho de ingerir unas cápsulas que hacen percibir la realidad de otro modo, ya no puede, una vez ingresado a ese nuevo mundo, volver a ser igual. ¿Estás dispuesto? ¿Te atreves?  ¿O tienes miedo? Si no aceptas, no pasa nada, el mundo sigue como hasta ahora; pero si aceptas, prepárate porque esto que está por-venir es nuevo y hay que repensar todo lo pensado, y hay que volver a aprender.

El judío Erick Fromm, alumno de la escuela de Frankfurt, en Alemania, dice que uno de nuestros máximos miedos es el miedo a la libertad. Salir de la caverna implica romper las cadenas. Pero tanta luz no deja ver, enceguece, nos lleva hacia otra oscuridad, una luminosa pero que igualmente nos deja ciegos. Esa es la paradoja. Aporía que se disuelve con el tiempo, es decir, cuando nuestros ojos poco a poco se vuelvan a acostumbrar a ese nuevo mundo, volveremos a ver las cosas claras y distintas. ¿Ese nuevo mundo será acaso perfecto? ¿O será el engaño de otra realidad que, sin dejar de ser realidad, no por ello es la verdad desnuda? Porque si así lo fuera, la vida dejaría de tener sentido. Sería todo absoluto, perfecto, sin errores, ya estaría todo resuelto, sería absolutamente aburrido. ¿Dónde quedaría la risa, el llanto, la esperanza, el amor?

El ser humano es imperfecto, mortal, antes de llegar a la perfección muere.  Somos la única especie que tenemos conciencia de la muerte y por ello buscamos estar lo mejor posible en esta vida, antes del derrumbe, antes del fin. ¿Cuál es ese ideal de prosperidad? Hoy en el siglo XXI parece ser el del paraíso construido por el capitalismo, en síntesis, el de la familia Coca-Cola, el del éxito en los negocios, el del “tanto tienes, tanto vale”, el del egoísmo fratricida, la competencia, el de un buen salvaje de traje y en la oficina.

Hace un par de años, allá por el 2003, en una reunión interregional de disidentes, un psicólogo llegó a darnos una plática motivacional. Nosotros veníamos bajando de la montaña, tratando de construir de manera real un sueño; años atrás habíamos decidido ir más allá de donde llegaban los mapas oficiales. Aquella persona la veíamos como alguien maduro, quizá de 45 años.

Aquel psicólogo, de manera seria y solemne, dijo en su intervención que él en algún momento llegó a tener todo lo que una familia de éxito debe tener, una casa, esposa, hijos, carros, un trabajo estable. Para los que han comprado el slogan del capitalismo y anhelan ese sueño, aquello era perfecto, había alcanzado el ideal que nos vende el bombardeo publicitario de los medios de comunicación al servicio del sistema y todo el cine yanqui. Al final de contar esa experiencia, sentenció: “Tenía todo eso, pero no era feliz”.

Quizá el sistema neoliberal —cabe mencionar que de libertad no tiene nada—, posee unas cadenas sumamente sutiles que nos hacen estar atados a un mundo de oscuridad, como el de la caverna.  Es decir, la mayor esclavitud radica en que no nos damos cuenta de las cadenas que nos atan y nos condenan a un mundo imaginario, superficial, consumista, en el que la felicidad y la dignidad de la vida humana radican en la derrota, en donde es mejor saber la opinión del televisor y obedecer los lineamientos de su supuesta libertad, que escuchar a nuestra conciencia. Quizá la libertad está ahí, en la luz que emana de la entrada de la caverna, aquella luz es algo nuevo, no es el confort de la familia gringa modelo.

No sabemos cómo es ese mundo nuevo, pero por lo menos nos queda la inquietud, la curiosidad felina de saber si podemos alcanzar algún tipo de libertad; y si no se puede, por lo menos aquél que rompe sus cadenas y se libera tendrá nuevas experiencias, nos queda claro que quizá la libertad absoluta no la alcanzaremos nunca en esta vida, pero por lo menos no nos moriremos de aburrimiento.

Es por ello que para algunos de nosotros la libertad absoluta es un postulado, un punto de orientación y en lo que verdaderamente debemos de ocuparnos en nuestra praxis es de la liberación, que como su nombre lo indica, no es libertad estática, sino el acto de estar constantemente liberando y liberándose. La praxis de liberación es un movimiento infinito. Sin embargo, el salir de la caverna y encararse con otra realidad, otra forma, no garantiza que ese otro mundo sea mejor o menos doloroso. Ese momento de cruzar la frontera es agónico, sí, pero también es liberación. Acerca de ese momento de ruptura del orden establecido, el filósofo de la liberación Enrique Dussel nos dice:

2.6.4.3. Existe una destrucción caótica del orden, sin sentido, sin futuro, como cuando ciertas hordas invaden regiones con cultura superior; devastan sin dejar nada en su lugar, más que destrucción es aniquilación en su sentido negativo total. Por el contrario, la desestructuración de la flor que deja lugar al fruto, la ruptura o dolores de parto que dejan lugar al hijo, son destrucciones fecundas, afirmativas. Algo muere, es verdad, pero solo como condición de posibilidad de nacimiento de lago nuevo. Todo momento de pasaje es agónico, y por ello la liberación es igualmente agonía de lo antiguo para fecundo nacimiento de lo nuevo, de lo justo. (Dussel, 2018; 107-108) 

 

Entonces, como conclusión, para llegar a la liberación primero tenemos que quitarnos el miedo a la libertad.

 

Palabras clave: disidencia, liberación, miedo, libertad, agonía.

 

Bibliografía

Dussel, Enrique, 2018, Filosofía de la Liberación, Fondo de Cultura Económica, México.

Fromm, Erich, 2018, El miedo a la libertad, Paidós, México.    

 

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