"Democracia e ingobernabilidad": reflexiones en torno a un texto de Norberto Bobbio

Esteban Morales Estrada

Historiador y docente

He venido trabajando durante algunas semanas, con mis estudiantes de último grado de secundaria, el texto Liberalismo y Democracia (FCE, 2008) del filósofo y abogado italiano Norberto Bobbio (1909-2004). En medio de las cataratas de información que nos llegan sobre la difusa actualidad política del planeta, uno de los capítulos, específicamente el que da título a esta breve reflexión, llamó poderosamente mi atención, porque considero que da pistas para entender el fenómeno de la crisis democrática que vivimos en vivo y en directo en el mundo. Este pequeño ensayo de Bobbio, un clásico dentro de las universidades en las ciencias políticas y las humanidades da claves para comprender lo que sucede en la actualidad, teniendo presente que la condición de clásico de un texto o de un autor, desde mi óptica, se relaciona con la capacidad que tienen de darnos pistas para entender el mundo a pesar del paso del tiempo, de la fecha de publicación o de la muerte del autor.

Bobbio considera desde un principio que los conceptos de liberalismo y democracia viven en medio de «una relación difícil», lo que puede verse en las constantes fricciones entre ideales como la libertad individual, principio cardinal del liberalismo, y la voluntad del «pueblo», de las mayorías, fundamento de la democracia, que tendría una finalidad colectiva. Desde esta óptica, la libertad de los multimillonarios, que quieren instaurar una plutocracia en el mundo, y que prefieren buscar alternativas para abandonar el planeta, antes de reversar las nefastas políticas capitalistas que nos tienen a punto de entrar en la extinción humana, tienen roces y fricciones constantes con lo que deberían ser unas políticas diseñadas para las mayorías, que no son, ni podrán ser, multimillonarias. Pero más grave aún, se dan fenómenos en los cuales decisiones de sello oligárquico resultan tener apoyo democrático, a causa de la desinformación, a lo que se suma el hecho de los líderes que llegan al poder bajo las normas y reglas democráticas y desde allí, comienzan una arremetida antidemocrática. Todos estos aspectos son sólo una muestra de las complejas relaciones existentes entre los conceptos enunciados al inicio de este párrafo, y cómo progresivamente la realidad ha adquirido coordenadas que superan las reflexiones teóricas habituales.

Como es bien sabido, la democracia es un sistema muy complejo. No es fácil llegar a acuerdos, darles gusto a todos, aceptar a los que piensan de forma diametralmente opuesta. Como decía el filósofo colombiano Estanislao Zuleta (1935-1990), «la democracia no se decreta, se logra. Si un pueblo no la conquista por su propia lucha, no le va a llegar desde arriba», lo que significa que es bastante complejo alcanzar una democracia real y es casi imposible hacerlo de manera definitiva, razón por la cual es inherente al ideal democrático, la lucha constante por alcanzarlo y mantenerlo a salvo. Pero regresando a Bobbio, podemos encontrar que, desde su perspectiva, la democracia tiene grandes y graves problemas que pueden explicar que haya insatisfacciones en grandes sectores de población, configurando un ambiente efectivo para las diversas soluciones autoritarias y reaccionarias. Para el pensador italiano, se puede hablar de tres grandes barreras en la democracia:

  1. Dentro de los «regímenes democráticos» hay una «desproporción creciente entre el número de las demandas que provienen de la sociedad civil y la capacidad de respuesta del sistema político» (pág. 104). Lo anterior se da debido a los múltiples espacios donde los individuos pueden reunirse a hacerle peticiones al Estado. Sindicatos, grupos ecológicos, asociaciones barriales, movimientos de tipo estudiantil o gremial, partidos políticos, colectivos de tipo ambiental, entre muchas otras formas de organización ciudadana, hacen constantes peticiones que quieren que el Estado responda rápida y positivamente. Desde la otra orilla, en «regímenes autocráticos» no se dan este tipo de movilizaciones espontáneas de la población, debido a la violencia ejercida desde arriba contra periódicos, intelectuales críticos, protestas ciudadanas y el control férreo del sindicalismo combativo, pero, paradójicamente, un líder de tipo autocrático, podría responder fácil y ágilmente una petición si así lo desea, debido a que concentra grandes poderes en su figura. Desde la perspectiva de Bobbio, al problema de la gran cantidad de demandas en una democracia se le suma otro factor central que tiene que ver con la dificultad de «los procedimientos dispuestos por un sistema democrático para tomar decisiones colectivas» (pág. 104), lo que hace que la resolución de las peticiones sea compleja, lenta, ineficiente, debido a los debates y las discusiones. En resumen, «mientras la democracia hace que la demanda sea fácil y la respuesta difícil, la autocracia hace que la demanda sea difícil y la respuesta fácil» (pág. 105).
  2. En la democracia entonces, siguiendo a Bobbio, habría más conflictos sociales, debido a que el gobierno que tenga el poder del Estado, debe resolver las múltiples y abundantes peticiones, para hacer viable la convivencia cotidiana entre los actores diversos y disímiles. En resumen, «en una sociedad pluralista, como la que vive y florece [en teoría] en un sistema político democrático, donde el conflicto de clase se multiplica por una variedad de conflictos menores corporativos, los intereses contrapuestos son muchos, donde no se puede satisfacer a uno sin dañar a otro en una cadena sin fin»(pág. 105). Mientras que en un régimen autocrático la voluntad del líder es fundamental y cuenta con un amplio poder de coerción y de dominación que se legitima en el mismo estado represivo de cosas, en la democracia el gobierno debe negociar y ejecutar políticas que afectarán a unos y beneficiarán a otros, y los primeros se sentirán totalmente inconformes con ese aspecto, manifestándolo de muchas maneras y haciendo nuevas y renovadas peticiones. Lo anterior da luces en torno a la férrea oposición que ha tenido el gobierno Petro (en el caso específico de Colombia) de parte de los sectores tradicionales de la política, con pocas excepciones. Ante un régimen bipartidista que se impuso por más de un siglo, y un posterior papel central de un heredero del mismo –nos referimos a Álvaro Uribe Vélez–, la llegada de un «extraño» (Petro) al poder impulsó una ola de ataques mediáticos y de tipo discursivo, debido a que los sectores tradicionalmente beneficiados por la política estatal, están siendo afectados por un ejercicio político distinto, enfocado en actores relegados de manera tradicional y que permanentemente fueron ajenos al poder oligárquico.
  3. Un tercer elemento de gran relevancia en esta reflexión en torno a lo que podríamos denominar problemas de la democracia, es que los mecanismos para resolver las peticiones constantes de la sociedad civil «admiten la participación, el disentimiento, y por lo tanto la proliferación de espacios en los que se toman decisiones colectivas» (pág. 106). Lo anterior hace que los mismos escenarios de debate democrático se vean obstaculizados por las problemáticas inherentes para alcanzar un consenso. Además, una discusión en dichos espacios crea nuevas conflictividades entre las instituciones llamadas a solucionarla. Este tercer aspecto también es visible en la situación colombiana actual, en el sentido de que, ante las inmensas deudas sociales del Estado y las dificultades de alcanzar una correlación de fuerzas ventajosa para los sectores alternativos en los espacios como el Congreso, el camino para las reformas planteadas por el gobierno Petro se ha encontrado lleno de obstáculos, postergaciones y oposición. A causa de esta lentitud en los órganos legislativos, el ideal de cambio se ha visto debilitado, aspecto que la derecha aprovecha convenientemente de manera frontal, mientras que el gobierno usara mecanismos como la Consulta Popular para oponerse de manera satisfactoria y eficiente al llamado bloqueo institucional, que ha torpedeado todas las iniciativas del gobierno Petro en busca de las diversas reformas.

Los tres problemas de los regímenes democráticos que Bobbio señala muestran que la implementación de la democracia es un camino difícil y lleno de desafíos constantes y peligrosos. Ante estos problemas surge, según el pensador italiano, el fortalecimiento del poder ejecutivo, en un camino que tiende a «proponer soluciones autoritarias» (pág. 107). En medio de un mundo lleno de desigualdades sociales y económicas, caudillos hábiles pueden (como de hecho lo están haciendo), apelar a los problemas de la democracia para minarla desde adentro. Con base en la lentitud de las deliberaciones y las discusiones características de la democracia, además de la gran cantidad de demandas insatisfechas, la solución autoritaria, vendida como una panacea, podría imponerse en muchos países con tradiciones democráticas. El peligro autoritario, que vende la idea de que puede solucionar los grandes problemas del mundo, se constituye en una amenaza que eliminando los «molestos» e «interminables» debates de la democracia, buscará sus intereses particulares, apelando a instrumentos violentos, antidemocráticos y cuestionables.

En medio de toda esta situación de constante acecho de soluciones autoritarias, un camino viable consiste en radicalizar la democracia, tendiendo a hacerla más popular, tratando de impedir que en esos espacios de insatisfacción crezca el eco de “soluciones” que sólo proponen salidas reaccionarias y peligrosas. En el escenario que se vislumbra, les corresponderá a los sectores de izquierda luchar por la profundización de una democracia de carácter popular, mientras que amplios sectores del establecimiento optarán por abandonar su tradición liberal y dejarse seducir por los cantos de sirena de las soluciones de tipo reaccionario.