De comisiones, informes y una sociedad ausente

CE, Intervención y Coyuntura

En los últimos días y semanas, dentro de círculos de especialistas y algunos colectivos de familiares ha acontecido un ruido poco común. Por un lado, la aparición de material sobre el delicado tema de los “vuelos de la muerte”, por el otro, la presentación de informes del “Mecanismo de Esclarecimiento Histórico”, que a su vez, aparece en una pugna interna. Aunado a todo ello, se ha sumado una andanada de participaciones de individuos que se sienten interpelados políticamente por la manera en que se están llevando a cabo estos procesos. El juego entre los actores no es sencillo, ni se puede dictaminar de una sola manera, toda vez que hacen parte de una lucha política en acto que, aunque recurriendo al pasado inmediato, también se posicionan frente al presente.

El conjunto de informes y avances de investigación ha sido producto de una ardua labor de trabajo de académicos, investigadores, estudiantes, familiares, que han colocado sus mejores esfuerzos, mismos que han sido criticados por otros puntos de vista. Al final, partícipes de su tiempo, ocupan espacios en entramados relaciones que no siempre controlan o, en algunos casos, en los que buscan tener una mejor posición.

El papel de los colectivos de familiares ha sido, por supuesto, el de mantener con ahínco la demanda de verdad y justicia, pero tampoco es posible obviar que se trata de colectividades humanas organizadas, que desarrollan esquemas como otros grupos organizados, generándose tendencias similares a otros. A veces algunos tienen más atención que otros (el caso que ocupa, el antiguo comité Eureka, por ejemplo), en algunos casos determinados individuos que proveen alguna expertise ganan relevancia (los abogados, por ejemplo). En ese sentido no están exentos de las contradicciones y tendencias organizativas propias de la época moderna.

Por su parte, como en otro momento del pasado, el gobierno ha tratado de impulsar un conjunto de elementos, pero no ha sido del todo firme. Los reclamos generalizados para la 4T versan sobre este tópico. Más allá de los radicalismos que esperarían una especie de condena generalizada a algunas instituciones (como el ejército), lo cierto es que no hay mucha certeza de castigo y condena a los principales responsables. Un entramado complejo que va del compromiso político, la gobernabilidad y la ideología enmarcan esta actitud.

Sin embargo, más allá de estos actores, que hoy ocupan la centralidad de la escena, es preciso señalar algo. No son los redactores de los informes, ni los colectivos, ni siquiera las figuras al mando del gobierno, lo que darán otros resultados. Se puede avanzar o retroceder en determinados aspectos de este proceso, pero en la medida en que la sociedad en su conjunto no está involucrada ni se siente interpelada por este proceso, no parece existir una posibilidad de un cambio en lo hecho. Y es que, por más doloroso que haya sido el proceso en algunas entidades (Guerrero, claramente) ni en la condición social de clases medias bien entrenadas (como en numerosos casos del movimiento armado), este proceso –establecido a partir de 1965 en una cronología aceptada de manera generalizada– no dice algo más al conjunto de la sociedad. No es un tema que tenga expresiones sociales amplias ni profundas.

Será tema del futuro pensar en esta condición particular, en donde, a diferencia de otros países, las sociedades no se vuelcan de manera generalizada o al menos participativa en ello. Los esfuerzos por buscar en Luis Echeverría un Pinochet o cuando menos un Videla no han dado resultados. Los ejercicios de memoria no parecen incomodar mucho a sectores acomodados o actores del presente. Si en Argentina, España e incluso Perú, la memoria es motivo de combate entre grupos políticos diferenciados, en México ese guion no parece operar.

Que existan núcleos de académicos, activistas, servidores públicos, familiares, tratando de profundizar en estos procesos de reconstrucción de la verdad es muy importante y valioso, pero no ha llegado la hora en que su chispa prenda en la pradera social y no sabremos si lo hará. ¿Por qué? Es la pregunta. En la respuesta quizá se encuentre la llave para comprender al malestar de los actores y las limitaciones del periodo.