Claudia, la primera Presidenta de México
Manuel Vega Zúñiga
Ayer fue un día histórico en toda la historia política de nuestro país, una mujer por primera vez llegará a ejercer la presidencia de la República, y lo hace además con el respaldo y el impulso de un movimiento popular, de un movimiento político de masas, que lucha por la justicia social y por la democracia plebeya.
Le fue entregada a Claudia Sheinbaum la constancia de mayoría y validez que la acredita oficialmente como Presidenta electa de los Estados Unidos Mexicanos.
Que haya por primera vez una mujer Presidenta en México, y que además sea una mujer de izquierda, es una afortunada combinación, es una potente combinación, y es fundamentalmente, el resultado de la marcha de la historia que empuja los destinos de este país hacia nuevos horizontes.
Una mujer científica, además. Una mujer obradorista. Una militante de largo aliento, que desde su juventud fue dirigenta estudiantil en las luchas por la democratización de la universidad y la gratuidad de la educación superior. El ensamble de todos esos factores enhebrados con praxis política a las luchas democráticas y a las fuerzas populares, hoy conducen a la patria hacia un nuevo lugar, hacia un lugar que nos llena de entusiasmo y de esperanza. De alegría y de firmeza en la lucha por el bienestar de las grandes mayorías.
Como lo dijo ayer la Magistrada Presidenta del Tribunal Electoral durante la sesión solemne para la entrega de la constancia de mayoría: “México vivió un proceso electoral en donde la libertad de expresión permitió confrontar ideas, proyectos de gobierno, y visiones de país. Y el resultado de ello es una sociedad que decide su forma de gobierno, volcándose en las urnas para expresar su voluntad de manera contundente, con un 61.04% de participación ciudadana el día de la jornada electoral. La más alta en la historia de los comicios de nuestro país”.
Y Claudia, con aplomo y experiencia demostrada, con la esperanza latente del pueblo de México respaldándola y con la firme tarea de construir el segundo piso de la transformación, dio ante la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación una cátedra de democracia popular, con visión de estadista, dejando entrever también, matices de un constitucionalismo otro, de un nuevo pacto social por construir.
Habló de la justicia ambiental, de la política de los cuidados. Habló de los derechos que no deben ser privilegios para unos cuantos. Y habló de una libertad sagrada que es la libertad ontológica del ser humano, que no se confunde con la libertad del mercado. Una libertad democrática basada en los derechos humanos. No una libertad neoliberal traducida simplemente en libertad contractual para la producción y el intercambio de mercancías.
«No hay libertad plena cuando no hay bienestar y derechos. Es decir: es falsa la libertad del que debe cruzar kilómetros para migrar por pobreza. También es falsa la libertad del poder de compra, con un salario de hambre. O la libertad de acabar con el planeta. Esa es una falsa libertad. La libertad puede ejercerse a plenitud en un régimen democrático, en donde las y los mexicanos puedan vivir con bienestar y con derechos.”, afirmó con claridad Claudia Presidenta.
La paz, la democracia, la justicia y el bienestar son los pilares de esta otra libertad que los neoliberales son incapaces de entender. Porque no entienden que la igualdad y la libertad, están vinculadas dialécticamente y que no van por cuerdas separadas. La libertad con la que votaron y sobre todo, la libertad POR la que votaron mayoritariamente las y los mexicanos: “es la que concibe como derechos y no como privilegios: la educación, el acceso a la salud, la alimentación saludable, la vivienda digna, el salario justo, la pensión suficiente. Es decir; eligieron un Estado de bienestar”, sentenció Claudia frente a los Magistrados electorales.
Evocando a los Sentimientos de la Nación, recogidos por Morelos en 1813, Claudia Sheinbaum afirmó: «Pienso que también quedó claro el 2 de junio pasado, como lo dice la Constitución desde los Sentimientos de la Nación, que la Soberanía reside esencial y originalmente en el pueblo».
Pasado y futuro. Humanismo y fraternidad. A los maravillosos sueños de la revolución francesa, se les fue diluyendo poco a poco la fraternidad. Conformándose en los Estados modernos con una libertad jurídica y con una igualdad formal. Pero la fraternidad puede potenciar y revolucionar los alcances de la igualdad y de la libertad; despertando su capacidad praxeológica y relacional de transmutar el orden existente, de hacer del mundo un espacio intergeneracional que vale la pena construir y habitar. “Nuestras raíces y nuestro destino están en la fraternidad, en el humanismo; en ser tratados siempre como iguales”, dijo Claudia con voz valiente.
Se pronunció contra el racismo, el clasismo, el machismo y la misoginia. El llamado es a la construcción de una justicia otra. De un sistema de justicia diferente, no indiferente ante las víctimas. De un México fraterno; con justicia social, con justicia ambiental, con justicia para las mujeres, con justicia para todas las personas, y también, con justicia igual para el pobre que para el rico.
Y ahí, frente a las Ministras y los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sentados en las butacas, afirmó que es necesario construir un Estado que no sólo conozca de la separación formal entre los poderes públicos; sino que también comprenda la separación entre el poder económico y el poder de la justicia.
En el humanismo y en la fraternidad, se encuentran como pasado y como futuro las semillas universales de un nuevo constitucionalismo global que habrá de ir emergiendo poco a poco en todo el mundo, a punta de praxis, a partir de las luchas de los pueblos por la vida, para la materialización de una democracia con justicia social y por la conquista de la verdadera libertad.
De los 193 países que integran el Sistema de la Organización de las Naciones Unidas, únicamente 26 países son presididos por mujeres en la actualidad. Con Claudia Sheinbaum, serán 27 mujeres mandatarias en todo el orbe. Y México será, a partir del 1 de octubre del 2024, el país más poblado del mundo en tener a una mujer como Presidenta.
Vivimos tiempos interesantes; y el futuro es promisorio.