Cómo el “Sur” hizo retroceder al fascismo [i]

Houria Bouteldja

Discurso de Houria Bouteldja en el encuentro “Después del 7 de julio, ¿qué hacer?”, 10 de julio de 2024 en Pantin. Se introdujeron algunas modificaciones y aclaraciones al texto inicial.

Esta tarde quisiera tomar prestado del registro religioso para hablar un poco solemnemente y decir que Dios nos ha concedido un indulto. Y si tuviera que seguir con la metáfora bíblica, diría que si, como Moisés, Dios abriera el mar, ya no lo haría dos veces. No contendrá dos veces las gigantescas olas de la extrema derecha que algún día acabarán abrumándonos si no somos capaces de ponernos de acuerdo sobre una línea política que sea a la vez revolucionaria y de masas. Una línea de masas contra el bloque burgués y contra el bloque fascista que, como saben, se alimentan mutuamente. Sobre todo, no debemos permitir que la extrema derecha desempeñe sola el hermoso papel de partido antisistema. Por el contrario, debemos ocupar resueltamente el lugar del bloque de ruptura anticapitalista, antirracista y antiimperialista.

Pero antes de ir más lejos, conviene poner palabras a la utopía racista. Me gustaría tomarme el tiempo para entenderlo como realmente es y evitar caer en un paternalismo condescendiente que consiste en pensar que el elector RN se equivoca en su colera. Lo que quiero aquí es evitar quitarles su sentido de responsabilidad y tratarles como simples víctimas. Ciertamente, ha sido traicionado muchas veces, ciertamente lo desprecian, ciertamente lo abandonan en la morgue de la izquierda de caviar e institucional, pero el supremacismo blanco no es la única opción que tiene. Y como ser humano libre, en el sentido sartreano del término, es responsable y debe rendir cuentas sobre sus elecciones.

Al igual que Martin Luther King, el votante de RN tiene un sueño. Su sueño es el de una Francia blanca, libre de su población indígena. Tiene derecho a soñar este sueño pero no a liberarse de sus responsabilidades porque este sueño en sus últimas consecuencias, y quiero decir definitivas, es en el peor de los casos un sueño de deportación, incluso de genocidio, en el mejor de los casos un sueño de plantación, hecho de amos y esclavos. El primero de estos sueños es actualmente imposible de realizar por dos razones: la primera es una cuestión de medios: no se puede deportar a millones de personas chasqueando los dedos; la segunda, y los dirigentes de extrema derecha lo saben, los empresarios franceses necesitan una mano de obra abundante y mal remunerada. Todos sabemos que la fascista italiana Méloni regularizó a 450.000 inmigrantes indocumentados a pesar de su promesa de una Italia blanca y civilizada. Pero el sueño de la plantación tampoco es alcanzable de inmediato. En Europa occidental ya no podemos tener mano de obra completamente libre. Así, la extrema derecha vende conscientemente a sus votantes un sueño irrealizable que condena a este electorado a una frustración infinita porque es imposible de satisfacer. También entre estas dos quimeras: deportación o plantación, el proyecto racista debe poder realizarse como mínimo. El compromiso realista es evidente: el apartheid, es decir, la segregación racial. En otras palabras, un mundo donde no sólo se hacinará a la parte más explotada del proletariado en guetos, sino donde será sometida aún más intensamente a la arbitrariedad del poder, al sistema penitenciario y donde la destrucción física de la población residual[ii] corre el riesgo de convertirse en una realidad cotidiana. Cuando los inicentes electores RN votan equivocadamente con rabia, es este proyecto el que estan votando. Esto es claramente un acto de guerra contra un sector racialmente diferente, pero similar desde el punto de vista de clase.

Nunca una elección había demostrado tanto la naturaleza inseparable de la raza y de la clase. Los “blanquitos” que votaron por la extrema derecha, al igual que los indígenas que votaron por FI, expresaron un voto de raza y de clase al mismo tiempo. Dije en mi libro Patanes y bárbaros. La apuesta del nosotros que la clase era una modalidad de raza y que la raza era una modalidad de clase. Estas elecciones lo han demostrado. Una porción significativa de “blanquitos” empobrecidos y degradados[iii] han expresado su resentimiento a través de una elección supremacista y racista con la que esperan preservar un estatus superior en la jerarquía racial con los privilegios que son reputados de manera inherente a ella. Digo “reputados” porque el declive de Francia como potencia imperialista tiene un impacto directo en los “salarios de la blancura”, que a su vez están disminuyendo al mismo ritmo que Occidente. En cuanto a los indígenas, que solían ser más pobres que los “blanquitos”, también expresaban un voto dominado por afectos raciales. Una parte importante de ellos se dejó arrastrar por la endémica tasa de abstención y respondió a una promesa de justicia e igualdad racial. Igualdad con sus compañeros de clase, ni que decir tiene. Tenemos, por tanto, dos segmentos del proletariado francés que, desde una posición de clase, toman decisiones diametralmente opuestas debido a su condición racial. De tal manera que podemos decir que en ambos lados de la división racial, hay una lucha racial en el lado indígena que refuerza la lucha de clases y por tanto fortalece el polo de la izquierda rupturista y una lucha racial de lado de los “blanquitos”, que no sólo debilita la lucha de clases sino que incluso la sabotea en beneficio de la colaboración de clases entre el bloque burgués y una parte del proletariado blanco. Hay que decirlo de una vez por todas: descuidar el papel de la raza en el contrato social es privarse de los medios para combatir el Estado racial que impide la unidad de la clase trabajadora y la posibilidad revolucionaria que es una de las condiciones de su realización.

¿Qué hacer?

Ni el voto de RN ni la abstención son inevitables. Sabemos cómo el PS y hoy el gobierno de Macron han favorecido estas puntuaciones de la extrema derecha. Los 10 millones de electores que hoy forman la base de la RN no lo eran todos hace veinte años. Los produjo la socialdemocracia, es decir los fascistas. Ahora bien, si tenemos una visión dinámica de las relaciones sociales y de las relaciones de poder, sabemos que lo que la historia ha hecho puede deshacerlo la historia. Para ello, debemos tomar el toro por los cuernos, retroceder en la historia y retomar el hilo de los acontecimientos en los momentos clave en los que las clases trabajadoras, las villas como Tours[iv] y las ciudades, blancas y no blancas, antagonizadas por la historia, fueron traicionadas. No es necesario por el momento, y quiero decir por el momento, retroceder a la historia antigua de la esclavitud, la colonización o la Comuna de París. El año 2005 es suficiente. 2005 es el año de la traición y del abandono. La traición es la de las élites europeístas que pisotearon el voto “no” del 55% de las clases trabajadoras blancas de izquierda y extrema derecha en el referéndum por una Constitución europea. Una traición que los teóricos de extrema derecha utilizarán para desarrollar lecciones gramscianas sobre la hegemonía cultural. Pero 2005 fue también el año de los disturbios suburbanos tras las muertes de Zied y Bouna. A diferencia de los disturbios de 2023 tras la muerte de la pequeña Nahel, los barrios de inmigrantes fueron abandonados y despreciados por la izquierda, a pesar de que estas “emociones sociales” iban a radicalizar el Estado autoritario que luego caería – ¡y con qué violencia! – sobre los chalecos amarillos. En ambos casos, la izquierda revolucionaria no estuvo a la altura. El “no” a la Constitución fue interpretado sobre todo y ante todo como un repliegue chauvinista y fascista y no como una conciencia de clase, mientras que los disturbios fueron considerados como apolíticos, comunitaristas, incluso islamistas. Sin embargo, es este momento el que hay que reparar. Reconocer la legitimidad del “no” a Europa y darle expresión política hoy en un momento en que la extrema derecha pretende defender el interés nacional mientras se regodea en el proyecto europeo, reconocer la legitimidad de los disturbios y su carácter político pero también su carácter francés. carácter, y hago hincapié en el francés.

Pero reparar 2005 en 2024 requiere romper con la colaboración de clases y la colaboración racial. ¡Resulta que en nuestra desgracia tenemos una izquierda que está tomando este camino y que está demostrando que la ruptura funciona!

De hecho, la FI ha conseguido, desde las elecciones presidenciales, arrancar a los barrios de inmigrantes, es decir, al cuerpo social más excluido y abstencionista, de su fatalismo y resignación, incluyendo tres demandas centrales en su programa: el reconocimiento de la islamofobia, la violencia policial y Palestina. No sólo los respalda sino que no cede ante ataques de unos y otros. Ella persiste y firma. Su determinación dio frutos porque las urnas del cinturón rojo abandonado por el PC han vuelto a hablar.

Quedan las clases trabajadoras blancas. No todos los “blanquitos” votan a RN. Algunos siguen anclados a la izquierda. Muchos se abstienen. Si la izquierda debe seguir deshaciendo el contrato racial, también debe conquistar a los futuros “blanquitos” que engrosarán las filas de la RN. La cosa no será sencilla pero hay que partir de la traición de 2005, romper con la Europa del capital, condición sine qua non para retomar el lenguaje con las clases trabajadoras blancas que, repito, expresaron una fuerte conciencia de clase en este rechazo. Salir de Europa y reconstruir la soberanía popular y social capaz de competir con una extrema derecha que en su historia nunca ha perdido la oportunidad de traicionar a la nación, se piense lo que se piense de ella.

No puedo concluir esta intervención sin mencionar Gaza y, más precisamente, los efectos de Gaza sobre nosotros y nuestra conciencia. El 7 de octubre y sus dramáticas consecuencias, al menos 40,000 muertos,[v] 89,000 heridos, 7,700 desaparecidos, 9,500 detenidos, 1 millón de desplazados, permitieron la reconstitución de un polo anticolonialista en Francia. La fuerza y la combatividad de las movilizaciones propalestinas permitieron a la FI mantener una línea firme sobre la lectura anticolonial del 7 de octubre, en lugar de una lectura que favoreciera el choque de civilizaciones. A cambio, la valentía de los diputados de FI consolidó a su vez el apoyo de los barrios al proyecto de FI. Por lo tanto, Palestina desempeñó un papel considerable en la victoria de la FI, ya que permitió restaurar la confianza perdida. Para decirlo aún más explícitamente, el Sur hadesempeñado un papel considerable en la reestructuración política del país. Y para decirlo aún más explícitamente, el Sur participó en hacer retroceder al fascismo. A la luz de todo esto, he aquí la gran lección que podemos extraer: no es tanto el frente republicano el que hizo retroceder al fascismo en este país como los dos Sures: el Sur profundo y el Sur del Norte.

[i] Publicado originalmente QG Décolonial, el 23 de julio de 2024, en https://qgdecolonial.fr/comment-les-suds-font-reculer-le-fascisme/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR0iKR_D2JxUwMIZkRvGSrRiONEgtWYdiIa5cHMVcCezgTwHM8dRxauIZ-I_aem_mLX88fs1YTku7Bh5gfEaQg

[ii] En frances surnuméraire, que tiene dos connotaciones, la primera, refiere a una poblaciona excendente, y, la segunda, a aquellas personas que trabajan en empleos menos valorados socialmente; pensamos que en español la noción de residual, puede captar estos dos sentidos en un mismo movimiento. Nota de los editores.

[iii] Aunque aumente la proporción de blancos de clase media en el voto RN.

[iv] La villa de Tour es uno de los bastiones de la extrema derecha francesa; nota de los editores.

[v] 186.000 muertes según la revista Lancet.