Averroes: Gusto, risa, política

Miguel Angel Hermosilla Garrido

“Jamás ha hecho falta un comunismo tanto como ahora”

Fréderic Neyrat

Averroes: gusto, risa, política, es el más reciente libro de Rodrigo Karmy Bolton, editado por Doble A Editores en marzo del año en curso. El Averroes que Karmy nos propone leer en este texto, constituye una exploración genealógica compuesto por tres ensayos críticos decisivos para pensar el mundo político contemporáneo transido de declinaciones neofascistas y reaccionarias en la escena global del capitalismo neoliberal contemporáneo.

El ejercicio reflexivo que Rodrigo Karmy propone en el destello de esta triada intensiva del pensamiento y el nombre “trasplantado” de Averroes –como “gusto por la vida” y la felicidad sobre esta tierra– se conjuga con el desafío de una irrupción política que desestabiliza los modos convencionales del confrontarse con el poder. Una ética-política como erótica de la felicidad, donde la vida a decir de Karmy coincide y calza justo con su “forma”, en tanto que modo expresivo de uso impropio y común del mundo a contra pelo de toda soberanía.

El gusto por una vida feliz que nos trajo la tradición greco-árabe se experimenta sin juicio individual en un más allá después de la muerte, sino que reside en la misma inmanencia de la existencia que anuncia el sí de un materialismo de la vida feliz (Karmy. Averroes: gusto, risa, política. p. 60).

La tesis fundamental que recorre los tres ensayos de este texto se expresa en la teoría gnoseológica y política de Averroes –filósofo árabe del siglo XII que desafió la teología islámica y cristina del mundo medieval– y logra instalar, a partir de “el gran comentario al de anima de Aristóteles”, la idea del intelecto como de naturaleza común, eterna y separada respecto de los hombres singulares. Es justamente esta formulación cosmológica y no antropológica del pensamiento la que entrará en pugna con la tradición latina, que insistirá en la tesis de que el pensamiento es de carácter intrínseco al ser humano y la persistencia cristiana en el devenir sujeto del hombre. La tesis que Averroes expuso, el intelecto es separado y común para la especie y que lo que define a una vida singular no es la posesión del pensamiento sino el vínculo que puede establecer con él, a través de las formas de la imaginación, no ha podido ser tolerada por la tradición latina-cristianan, ni por la modernidad occidental, precisamente porque expone la fractura ontológica entre logos y vida, entre ser humano y racionalidad, pues, si el hombre no es una substancia racional, sino solo cuerpo imaginal –infante–, luego, la pregunta que desespera a la tradición onto-teológica moderna es: ¿quién piensa entonces? ¿sobre qué premisa moral y antropológica se podría conducir y administrar la acción humana, si el hombre carece de intelecto propio a partir del cual agenciar el imperativo de la culpa y el juicio individual para la salvación de  las almas singulares en un después de la muerte?

No habrá inmortalidad personal- se declara con Averroes ante el horror eclesiástico- y así, nada habrá después de la muerte, pues: el pensamiento que existía antes de mi continua después de mi unido a otros hombres. La felicidad está aquí abajo; pasa de un sujeto a otro, de un receptáculo a otro en una ronda que no tiene comienzo ni fin. (Karmy. Averroes; gusto, risa, política. p. 48).

Sin la idea tomista-cristiana del intelecto como signo distintivo de la naturaleza humana, que hace coincidir al cuerpo individual con la posesión del intelecto, el hombre queda expuesto a la comicidad de su condición animal que lo desborda; la humanidad desplegada en su dislocación demente, irracional y bestial, pues, el animal humano podrá usar o no el pensamiento, entrar y salir de él, en un gesto que coincide justo con la imagen de quien entra y sale de las aguas de un rio, sin que jamás pueda poseerlo y apropiárselo. La relación que el humano mantendría con el pensamiento, sería entonces, una relación de uso común, despersonalizada e impropia y no de propiedad individual, sujetada a una agencia corporal particular, donde la experiencia del pensar devendrá un movimiento desantropologizado, cuya aventura radical consistirá en poner en juega el riesgo de salir de sí mismo y habitar el común del intelecto, suspendiendo así la supuesta sutura ontológica de un intelecto apresado en un cuerpo singular, que abriría de paso el territorio teológico para la idea moderna de  subjetividad totalizante y  sujeto soberano.

En otros términos, el intelecto no será una propiedad antropológica de los seres humanos, sino una potencia que reclama un uso común en cuyo caso, cada ser humano puede compartir un fragmento de la eternidad con la que la humanidad ha experimentado la felicidad del pensamiento. (Karmy. Averroes: gusto, risa, política. p. 73).

El fantasma de Averroes es un paréntesis, un nombre trasplantado-desontologizado, una topología nómada y migrante que se desplaza a lo largo de la filosofía y del pensamiento a través de otros nombres que portan también una potencia impropia y rebelde para poner en riesgo la estructura política y moral del orden burgués del mundo. Marx es otro “nombre prestado” e intempestivo, otra alteración infinita que al igual que el nombre Averroes “no calzará jamás consigo mismo” porque se diluyen en la materialidad trasplantada de su historicidad sensible. Así, entonces, será en esta “ronda de expresiones minoritarias” y discontinuas, que a decir de Karmy, detonará en su “excedencia erótica” un  disponerse al uso común del mundo y a la posibilidad de habitar en la risa, la fiesta y el “gusto por vivir” sin amo, juicio, ni propiedad en el jardín sin piedad “del comunismo de la inteligencia y su potencia amorosa y subversiva”, Marx al igual que Averroes funciona como un nombre que no tiene sujeto, es otra dislocación sensible –“un lugar ausente que se disipa”– desafiando el humanismo antropologizante de la “máquina autoral moderna” y la metafísica del sujeto apropiante; de ahí, entonces, la noción de proletariado que se juega en este Marx imaginal, “trasplantado, impropio y moro”, en tanto no lugar, y más allá de toda sustancia pétrea e inmóvil, sino más bien como una intensidad erótica; que pulsa felicidad frente a toda forma de sometimiento, otro monstruo sin nombre, una potencia común, un movimiento imprevisible, anárquico y menor que irrumpe intempestivo y múltiple, como el “cerezo”, que despojado de toda identidad encuentra su existencia en el devenir histórico y material  de todo lo viviente, así entonces, y a decir de Karmy, el comunismo no será otra cosa que un movimiento real e histórico que altere el estado actual del mundo y que destituya toda dicotomía rígida y opresiva como la de naturaleza y cultura, la de amo y esclavo, la de humanidad y animalidad.

La mirada que Marx y Engels tienen del “cerezo” implica que no habrá un cerezo original, esencial o autentico, sino nada ´más que trasplantes cuya existencia jamás pertenecen al lugar que habitan porque siempre están alteradas por la cruda historia de su devenir. (Karmy. Averroes: gusto, risa, política. p. 34).

En la genealogía para un pensamiento de lo común que desarrolla y problematiza Rodrigo Karmy, en estos tres ensayos críticos sobre la noética averroísta, se aloja también una importante y radical interpelación a la concepción tradicional de la filosofía política clásica. Montada sobre la lectura teológica que la tradición cristiana-tomista medieval, realiza la Política de Aristóteles, subrayando el carácter puramente gestional y policial de lo político, centrado en un régimen general de administración total de los cuerpos y las almas, funcional al proyecto oikonomico de la maquina securitaria imperial católica que orienta sus dispositivos pastorales a juzgar la vida de los individuos en relación a las tecnologías de salvación que tendrían lugar en “un después de la muerte”, y que privara a la modernidad occidental de proyectar y articular un pensamiento de lo común y una forma de vida feliz para los hombres en este mundo a través del uso de la razón y el cultivo de una vida virtuosa en una necesario ejercicio de la filosofía.

No habrá “vida feliz” sobre esta tierra; forma de vida, centrada en el cultivo de la virtud a través del uso de la razón y la filosofía pues, la obliteración que la operación tomista realiza sobre la pregunta ética por “el ser de lo político”, queda diluida en el la reducción gubernamental –metonímica– que subsume lo político al problema de las formas de gobierno y la administración del poder; la posibilidad del gusto por una vida común y feliz en este mundo, sustituida por el régimen del deber y la culpa.

Que la filosofía devenga un modo del “cuidado de si” y no simple forma coactiva orientada al gobierno y sus múltiples formas de conducción, quizás constituya el punto más decisivo del averroísmo. Justamente, el punto contra el que la Iglesia Católica combatió, idea a idea, pira tras pira en los umbrales del siglo XIII. (Karmy. Averroes: gusto, risa, política. p. 105).

Tal vez, y para concluir este comentario/reseña habría que insistir en pensar con Rodrigo las líneas de fuerzas genealógicas e intempestivas que existen entre Averroes y las distintas lecturas contemporáneas de él mismo. El nombre trasplantado de Averroes, es relevante en medida en que somos capaces de cuestionar los presupuestos de la historia oficial y hegemónica de la filosofía, que coinciden con el comienzo de la modernidad y la articulación cartesiana del cogito; la potencia intempestiva del nombre Averroes es subversiva en la medida en que sería un momento disidente de los presupuestos teológicos cartesianos de la modernidad occidental y la máquina humanista imperial de la razón capitalista y sus modos permanentes de explotación.